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LA MUJER DE MI HERMANO

LA MUJER DE MI HERMANO

img Urban romance
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5.0
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Acerca de

Brenda y Rebeca, al ver que su amiga Victoria estaba soltera y ya tenía 20 años, decidieron inscribirla en un sitio de citas para encontrarle al hombre que le "desordenara" la vida. Andrés Castillo, un importante empresario de la ciudad, viudo desde hace unos años, fue inscrito en el mismo sitio por su hermano. Decidió encontrarse con la chica cuyo perfil le atraía, pero solo para que su hermano lo dejara en paz. No tenía muchas expectativas y, al igual que Victoria, pensaba que nadie encontraba el amor en estos sitios. Cuando Victoria acudió a la cita, se sorprendió al ver que Andrés era mucho más guapo de lo que imaginaba, pero las cosas no sucedieron como ella esperaba. Andrés se fijó en una de sus amigas, quien no dejaba de coquetear con él desde el principio, especialmente al darse cuenta de que tenía mucho dinero. Victoria, sintiendo la humillación, decidió huir, convencida de que no era lo suficientemente bella como para competir con su ahora examiga. Mientras tanto, Andrés trataba de superar la pérdida de su es-posa, quien había muerto en un accidente causado por unos jóvenes irresponsables. Se acercó a Brenda, su nueva adquisición. Sin embargo, Victoria no se rindió. Decidió encontrar el ver-dadero sentido de su vida y se transformó en una mujer imponente, logrando incluso integrarse en la adinerada familia Cas-tillo, antes que su examiga Brenda. Ahora, llevando el apellido Castillo y compartiendo la mesa con la amiga que la traicionó y con el hombre que la despreciaba, Victoria se plantea si debe vengarse de ellos o dejar todo como está. Pero hay un secreto oculto: ¿Quiénes fueron los jóvenes responsables del accidente que mató a la esposa de Andrés? Cuando los descubra, ¿cumplirá el juramento que le hizo a su esposa en su lecho de muerte de que harían pagar a los culpables por cada lágrima y sufrimiento que causaron? ¿Se arrepentirá Victoria de haberse unido a esta familia? Todo lo sabremos al leer esta apasionante historia, "La mujer de mi hermano".

Capítulo 1 El principio del exilio

El mar golpeaba las rocas con fuerza, como si quisiera arrancarlas de su lugar. Isabella sostenía su cámara con manos firmes, aunque por dentro sentía que algo se desmoronaba. El viento le revolvía el cabello, pero no hizo el menor intento por atajarlo. Estaba cansada de luchar contra lo inevitable.

Tres semanas antes, su vida en Madrid había implosionado. Una traición. Una mentira. Un amor que le prometió todo y le quitó más de lo que estaba dispuesta a admitir. Y ahora, ahí estaba: en un rincón del mundo donde nadie la conocía, con una maleta medio vacía y un contrato temporal que le permitiría desaparecer durante un tiempo.

El Hotel Belmare se alzaba como un castillo moderno entre acantilados, lujo y silencio. Le habían pedido una serie de fotografías para promocionar la nueva línea de inversión extranjera. Era un proyecto grande. Lo suficiente para no pensar. O al menos eso esperaba.

-¿Isabella Romero? -la voz grave y con acento italiano la tomó por sorpresa.

Se giró. Y por un instante, olvidó respirar.

Un hombre se acercaba, vestido con un traje negro impecable que parecía parte de su piel. Alto, de hombros anchos, mirada de acero y expresión contenida. Había poder en su forma de caminar. En sus ojos oscuros. En la forma en que todos los que lo rodeaban se apartaban un poco al verlo.

-Soy Leonardo di Carli. -Extendió la mano, sin una sonrisa.

Ella la estrechó, y un leve escalofrío le subió por el brazo. Firme. Dominante. Como si su apretón dijera: "Sé quién soy. Y tú también lo sabrás."

-La fotógrafa. -dijo él, sin una pizca de emoción-. Espero profesionalismo. Este proyecto no admite distracciones.

Isabella alzó una ceja. Nadie le hablaba así. Nadie desde... desde él.

-No soy una turista con cámara. Vine a trabajar. -respondió con el mismo filo que él.

Por un segundo, algo parecido a una chispa bailó en los labios de Leonardo. No era una sonrisa. Pero casi.

-Bien. Nos veremos en la cena. -Y sin esperar respuesta, se alejó.

Ella lo observó marcharse. Y por primera vez en mucho tiempo, su corazón, tan acostumbrado al hielo, latió con un calor extraño.

Como si algo estuviera a punto de encenderse.

O de arder.

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