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La apuesta del destino: Mi marido magnate inesperado

La apuesta del destino: Mi marido magnate inesperado

img Romance
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img Haley
5.0
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Acerca de

Katie se vio obligada a casarse con Dillan, un conocido rufián. Su hermana menor se burló de ella: "No eres más que una hija adoptiva. Deberías sentirte afortunada por casarte con él". Todo el mundo preveía las tribulaciones posibles de Katie, pero su vida matrimonial se desarrolló con inesperada serenidad. Todos sus enemigos quedaron destruidos y ella incluso consiguió una lujosa mansión en una rifa. Katie saltó a los brazos de Dillan, acreditándolo como su amuleto de la suerte. "No, Katie, eres tú quien me trae toda esta suerte", replicó Dillan. Sin embargo, un fatídico día, la amiga de infancia de Dillan se le acercó y le dijo: "No eres digna de él. Toma estos 50 millones y déjalo". Katie conoció por fin la verdadera identidad de Dillan: el hombre más rico del planeta. Por eso, esa noche, temblando de miedo, ella abordó el tema del divorcio con Dillan. Pero, inesperadamente, el hombre la abrazó con fuerza y le dijo: "Te daría todo lo que tengo, excepto el divorcio".

Capítulo 1 Huyendo de la boda

A pesar de tener novio, Katie Holland fue forzada a casarse con otro hombre.

Pero había decidido escapar de su propia boda, con la esperanza de que su novio se la llevara lejos.

Pero lo que encontró a continuación quedaría grabado en su memoria para siempre.

Mirando a través de la puerta entreabierta del dormitorio, vio a una mujer desnuda, sentada encima de un hombre mientras se movía vigorosamente.

"Mmm... Dime, Josh, ¿estás enamorado de mí o de Katie?".

Josh Sutton respondió jadeando: "Cariño, ¿cómo puedes siquiera compararte con ella? La habría dejado hace mucho tiempo si no me preocupara que mi reputación se viera afectada".

La sonrisa de la mujer se volvió más amplia. "No te preocupes. Una vez que ella se case con ese perdedor esta noche, nadie podrá interponerse en nuestro camino".

Sus ojos se encontraron tiernamente, se abrazaron y compartieron besos.

Katie palideció completamente. No podía creer lo que veía ante ella.

¡Su novio estaba follándose a la que decía ser su hermana!

De repente, se escuchó un estallido.

La pareja que estaba teniendo sexo en la cama se separó de un sobresalto.

Antes de que Josh pudiera comprender lo que estaba pasando, un jarrón le golpeó la cabeza.

Judie Holland lanzó un grito y se abalanzó sobre Katie. "¿Te volviste loca? Josh ya no está interesado en ti, ¡y la única razón por la que no te dejó es por sentirse responsable! ¿Cómo te atreves a lastimarlo?".

"¡Eres una amante, así que no te corresponde hablar!", respondió Katie dándole un empujón y se volvió hacia el hombre. "Necesito que me respondas, Josh. ¿Hace mucho que has estado viendo a Judie a mis espaldas?".

Él no se atrevía a mirarla a los ojos. "Lo siento, Katie".

La joven sintió como si su corazón estuviera siendo destrozado, el dolor era tan intenso que no podía respirar.

Sus manos se apretaron en puños y sus uñas se clavaron en sus palmas. "Josh, ¿cómo pudiste traicionarme? ¿Olvidaste quién te cuidó durante tres años, te acompañó desde el sótano hasta que compraste tu propia casa?", bramó.

Sintiéndose culpable, Josh desvió la mirada, se cubrió la cabeza y no dijo nada.

Judie lanzó una risa burlona. "¿De verdad crees que volverá arrastrándose hacia ti solo porque le dijiste eso?".

Katie esbozó una sonrisa tranquila. "¿Por qué lo querría de vuelta? No es más que un perdedor que se aprovecha de las mujeres. Me estás haciendo un favor al quedártelo".

Judie se enfureció ante ese comentario.

¿Acaso Katie estaba insinuando que su destino era estar con un perdedor?

Estaba tan furiosa que apretó los dientes. "Vas a arrepentirte de esto. Mi madre debe haberse dado cuenta de que no estás en la boda".

La expresión de Katie se transformó.

Para empezar, nunca había querido ese matrimonio.

En realidad, tenían la vista puesta en Judie, la verdadera hija de la familia Holland. En cambio, Katie no era más que una hija adoptiva que había sido acogida junto con su madre.

En horas tempranas, esa tarde, Maddie Holland, la madre de Judie, la invitó a tomar el té y Katie se desmayó después de tomar una taza.

Cuando se despertó, se encontró vestida de novia, sentada en la suite nupcial.

A través de la puerta, Maddie le informó que se casaría en lugar de Judie, cumpliendo el compromiso contraído entre las dos familias hacía mucho.

Por supuesto, Katie se negó rotundamente.

Se rumoreaba que el novio era un hombre malvado. La propia Judie lo había rechazado hasta el punto de intentar quitarse la vida.

Katie no podía aceptar ese matrimonio.

Desesperada, se atrevió a escapar por la ventana, sin esperar que...

Abrumada por la furia y la desesperación, agarró con fuerza el vestido de novia y apretó los dientes.

"No se saldrán con la suya", siseó.

Luego, se dio vuelta y escapó.

Julie no la persiguió; en cambio, informó a sus padres sobre lo ocurrido.

En Dailens, para la familia Holland, localizar a alguien era pan comido.

Katie siguió corriendo sin detenerse.

Parecía que había perseguidores a cada paso que daba.

Pero entonces tropezó con una roca en el camino y cayó al suelo.

"¡Detente!". Un grupo de fuertes hombres con picanas eléctricas la estaban persiguiendo.

Katie no dejaría que la arrastraran.

Mordiendo sus labios con fuerza, se obligó a levantarse y continuó escapando.

Una hora después, encontró refugio en un almacén, jadeando en busca de aire.

Había llegado a los suburbios. Era probable que sus perseguidores no pudieran encontrarla ahí.

Cuando subió al segundo piso, utilizó lo que le quedaba de energía para bloquear la puerta.

Finalmente se permitió un momento para recuperar el aliento.

Pero ese alivio duró poco, ya que pronto escuchó ruidos en la oscuridad.

¿Era una rata?

No, peor, era el inconfundible sonido de pasos.

El eco de botas de cuero sobre el suelo penetró en la silenciosa noche.

El miedo se apoderó de Katie.

Su boca se torció incontrolablemente.

"Usted...", dijo con voz temblorosa. "¿Usted vive aquí? No quise entrometerme, así que me iré...".

Pero cuando quiso levantarse, una mano grande la agarró por detrás.

Una hoja afilada rozó su delicado cuello.

Katie estaba tan asustada que apenas podía abrir la boca para hablar.

De repente, una fría voz masculina la interrogó desde arriba.

"¿Quién te envió aquí?".

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