Capítulo 5 CAPITULO 5

Eliza dejó caer su vaso de café en el pavimento, pronto relacionó el café tirado con la sangre de aquella noche y las gotas de lluvia con el vidrio estrellado.

Volvió a revivir aquel momento, volvió a revivir la muerte de su hermana.

Abrió los ojos aterrada y comenzó a llorar paralizada en medio de la calle, tocó su estómago sintiendo que vomitaría el café que había bebido, su garganta tenía un nudo, le estaba costando respirar, el tórax se movía de arriba hacia abajo bruscamente. Un auto pasó a su lado sonando el claxon, gritando que se moviera, pero ella yacía ahí en medio de la calle, era como estar en un parálisis de sueño, pero fuera de la cama a mitad de la calle.

Escuchó pasos que se acercaban y alguien la tomó de los hombros.

-¿Estás bien?

Levantó la mirada y lo miró a los ojos por primera vez.

-¿Puedes oírme?

Quería que la sacara de en medio de la calle, quería que la ayudara a secarse, quería que alguien le dijera que no estaba sola y que pronto todo eso terminaría.

Y así fue.

El chico la tomó en sus brazos, con calma la llevó a la cafetería, la sentó arriba de una mesa y sin pedir permiso entró al área donde solamente puede entrar el personal autorizado, sacó dos toallas y una camisa que Moni tenía en su oficina, amarró su cabello con una toalla. Ella seguía escuchando las gotas de lluvia caer y tapó sus oídos, los estragos de la parálisis estaban desapareciendo lentamente, pero el miedo seguía presente.

-¿Le temes a la lluvia? -asintió a modo de respuesta.

En la cafetería había una rocola, él la encendió rápidamente y puso música a todo volumen. Sonaba Speed Of Sound de Cold Play.

Secó a Eliza suavemente, limpió cada lágrima de sus mejillas, también le quitó los tenis y las calcetas para después salir corriendo por su vaso entrenador.

-¿Estás Mejor?

No dijo nada, sólo sonrió.

De haber sabido que él sería el causante de su desgracia, el causante de su tristeza y el causante de su odio hacia la vida lo hubiese matado en ese mismo instante.

Con cara de alivió le entregó la camisa blanca de Moni y se giró cerrando los ojos, entonces ella entendió que quería que se quitara la blusa mojada. Después de que Eliza se cambió, él se giró para verla.

-Gracias.-Ella agradeció.

Apenada miró sus pies descalzos y el frío del piso la hizo estornudar.

-¿Cómo te llamas? -cuestionó, aunque claramente ya sabía su nombre.

-Eliza Narvis -sorbió los mocos.

-No sé que es lo que está pasando, pero me debes otro vaso de agua con hielo.

-¿Cuál es tu nombre?

-Soy Aidan -el pecho de Eliza ardió cuando escuchó su nombre, exhaló y se puso de pie.

-Gracias por ayudarme, Aidan.

-Si me vuelves a agradecer, voy a tener que cobrarte.

La puerta de la cafetería se abrió y entró Moni corriendo a abrazarla, la tomó de las mejillas apretando fuerte y depositó un beso en su cabeza.

-Cuando comenzó a llover encendí el auto y vine lo más rápido que pude, veo que llegué tarde -Moni estaba mirando los tenis en el suelo.

-Todo está bien, Aidan me ayudó.

-¿Es tu nuevo empleado? -cuestionó Benny desde la puerta, no lo habían visto llegar.

-Él me ayudó cuando la lluvia llegó por sorpresa -lo miró agradecida.

-Pareces buen chico, ¿Por qué no lo contratas? -Moni era mandona y su manera de hacer las cosas que ella quería era así, "sugiriendo cosas".

-Él no busca empleo -Eliza se quitó la toalla de la cabeza.

-A decir verdad, quiero regresar a mi lugar de origen pronto y para hacerlo necesito un trabajo.

-Esa sería una buena forma de agradecerle -se entrometió Moni.

-Puedo darte empleo, la paga no sería tan buena, pero...

-Acepto ¿Dónde firmo?

-Comenzaré a hornear, sería bueno que Eliza vaya a casa. ¿No crees mamá? -sugirió Benny entrando a la cocina.

-Quiero quedarme a trabajar.

-No podemos estar con la música a todo volumen, eso molesta a los clientes y parece que seguirá lloviendo el resto del día.

-¿Cómo regreso a casa? -preguntó preocupada porque afuera llovía.

-Te presto mi auto, Aidan puede llevarte.

-¡Sí! Ya puedes comenzar a darme órdenes -parecía entusiasmado.

Aidan estaba entusiasmado y no era precisamente porque le acababan de dar empleo, sino porque su verdadero plan estaba tomando forma.

-Bien, iré a despedirme de Benny, ahora vuelvo.

Eliza fue con Benny a despedirse y a contarle lo que estaba a punto de hacer. Él la miró con preocupación y con algo de desagrado.

-No parece buen tipo -levantó su dedo índice lleno de crema para pasteles.

-Necesito un empleado -encorvó los hombros.

Benny no dijo nada simplemente se dio la vuelta y continúo amasando la mezcla del pastel, él sabía que sin importar qué, ella haría lo que le pareciera conveniente. Eliza dejó las toallas colgadas en su lugar, tomó su bolsa y se dirigió hacia donde estaba su nuevo ayudante, estaba sentado jugando con una servilleta, su rostro lucía preocupado, tenía unos dedos ágiles que se movían de un lado a otro tratando de formar una figura de papel, pero cuando sintió la presencia de Eliza hizo bolita la servilleta y la miró fijamente, sus ojos eran azules, un azul oscuro penetrante...

-¿Dónde han sido tus antiguos trabajos? -ella se sentó frente a él.

-Eh, bueno... Yo...

Se quedó callado sin saber que decir, Eliza alzó las cejas a modo interrogativo.

-Nunca he trabajado antes, vine a Vasgach buscando a... Un amigo y cuando iba de regreso a casa perdí... Mis pertenencias -Aidan lucía nervioso, ¿por qué estaba nervioso?

-¿Te asaltaron?

-Algo así -el semblante de Aidan cambió totalmente, se quedó mirando a la nada, como si estuviese recordando algo.

-Tu trabajo será ayudarme. Yo no puedo tocar el agua por problemas de... salud. Es por eso que necesito que me ayudes a regar el césped, limpiar la casa y necesito que seas mi guardia. ¿Puedes hacer eso?

Lo de ser guardia se le acababa de ocurrir, parecía un chico rudo, por lo tanto podría cuidar de ella. Además ya había demostrado su amabilidad pues acababa de ayudarla sin esperar nada a cambio, fue por eso que se le hizo buena idea contratarlo.

-Claro, comenzaré llevándote a casa. Mónica me dijo que podías usar su auto hasta que las tormentas de este mes terminen -giraba las llaves entre sus dedos.

-¿Dónde está Moni?

-Vino su esposo por ella y dijo que volvía en cinco minutos.

-Bien, entonces vámonos.

Eliza se puso los audífonos a todo volumen, Aidan la cargó y la subió al auto, no preguntó porque le temía a la lluvia, simplemente le ayudó.

Después le dio indicaciones para llegar a casa, durante el camino Aidan veía el pueblo como si nunca antes le hubiera puesto atención, iba maravillado con cada cosa, parecía un chico alegre y eso era lo que ella necesitaba.

Él regresaría a casa y ella regresaría a la normalidad.

En el trayecto a casa le sugirió dormir en uno de los cuartos de huéspedes de su casa, así le facilitaría la estadía en la ciudad y a ella le facilitaría superar la crisis postraumática, sin dudarlo accedió, pues a nadie le conviene estar pagando un cuarto de hotel cuando puede vivir en su lugar de trabajo.

                         

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