Amarte siempre
img img Amarte siempre img Capítulo 2 Los problemas de una joven
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Capítulo 6 Mentiras img
Capítulo 7 Oscuro secreto img
Capítulo 8 Futuro img
Capítulo 9 La novia del CEO img
Capítulo 10 Mentiras img
Capítulo 11 Los ojos de Francisco img
Capítulo 12 Vida img
Capítulo 13 Primeras impresiones img
Capítulo 14 Deseo img
Capítulo 15 Pareja img
Capítulo 16 Miedos img
Capítulo 17 Futuro img
Capítulo 18 Problemas img
Capítulo 19 Seducción img
Capítulo 20 Oscuro deseo img
Capítulo 21 Desconfianza img
Capítulo 22 Vida en pareja y otras desgracias img
Capítulo 23 Rutina y celos img
Capítulo 24 Rutina y celos 2 img
Capítulo 25 Entre Antony y Francisco img
Capítulo 26 Pasiones img
Capítulo 27 Amantes img
Capítulo 28 Intenso deseo img
Capítulo 29 El fuego entre nosotros img
Capítulo 30 El secreto que nos une img
Capítulo 31 Sentimientos ocultos img
Capítulo 32 Papeles invertidos img
Capítulo 33 Culpabilidad img
Capítulo 34 Ruptura img
Capítulo 35 La vida después de Antony img
Capítulo 36 La vida después de Antony 2 img
Capítulo 37 La vida antes de Emilia img
Capítulo 38 La vida antes de Emilia 2 img
Capítulo 39 La vida antes de Emilia 3 img
Capítulo 40 Rumores img
Capítulo 41 Deseo y fuego img
Capítulo 42 Deseo y fuego 2 img
Capítulo 43 Pasado img
Capítulo 44 Pasado 2 img
Capítulo 45 Pasado 3 img
Capítulo 46 Soledad img
Capítulo 47 La vida sin Emilia img
Capítulo 48 Enfermedad img
Capítulo 49 Bocanada de alivio img
Capítulo 50 Bocanada de alivio 2 img
Capítulo 51 Bocanada de alivio 3 img
Capítulo 52 Despertares img
Capítulo 53 Amores y otros problemas img
Capítulo 54 Recuerdos de una vida pasada img
Capítulo 55 Recuerdos de una vida pasada 2 img
Capítulo 56 Casualidades o destino img
Capítulo 57 Casualidades o destino 2 img
Capítulo 58 Casualidades o destino 3 img
Capítulo 59 Superfluo img
Capítulo 60 La vida después de Francisco img
Capítulo 61 Remordimiento img
Capítulo 62 Remordimiento 2 img
Capítulo 63 Remordimiento 3 img
Capítulo 64 Remordimiento 4 img
Capítulo 65 Luminiscencia img
Capítulo 66 Los ojos de Antony img
Capítulo 67 Primeros encuentros img
Capítulo 68 Casos especiales img
Capítulo 69 Retos y algunos amores img
Capítulo 70 Retos y algunos amores 2 img
Capítulo 71 Esperanzas y anhelos img
Capítulo 72 Futuro juntos img
Capítulo 73 Los brazos de Emilia img
Capítulo 74 En mi cielo img
Capítulo 75 ¿Una vida juntos img
Capítulo 76 Una nueva vida img
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Capítulo 2 Los problemas de una joven

Los estudiantes se amontonaban en grupos en todo el salón de clases, rodando los pupitres con ellos. El día era gris, obligando a los profesores a encender las luces para tener mejor visibilidad en los salones.

Una chica de rostro redondo y cabello largo, liso y negro se acercó a Emilia con una cartulina en sus manos.

-¿Nos ponemos en grupo? -preguntó.

Emilia comenzó a negar con la cabeza.

-No traje nada -respondió.

La chica hizo un puchero y se sentó en un pupitre frente a Emilia.

-La mía es bastante grande -dijo-, podemos dividirla.

Aquella joven era Amanda, la hermana menor de Antony.

-¿Ya tienes con quién hacer el trabajo de matemáticas? -preguntó Amanda-, podemos hacerlo juntas, de paso me explicas, porque no entendí nada y no sé cómo haré con la evaluación.

Amanda se levantó del pupitre y se dirigió hasta donde se encontraba un bolso rosado, lo abrió y sacó una caja de marcadores nuevos. Rápidamente llegó hasta donde se encontraba Emilia y volvió a sentarse en el mismo asiento.

-Imagínate que ayer Antony llegó borracho a la casa -comenzó a contar Amanda-. Terminó discutiendo con mi papá y él lo echó de la casa, imagínate. ¿Y sabes lo que hizo Antony?

-¿Qué hizo? -preguntó Emilia.

-Dijo que sí se iba a ir. Que ya no aguantaba vivir más con nosotros. Pero mi mamá le dijo que, si se iba, debía pagar los dos meses que estuvo con nosotros, y es que es justo ¿no crees? Después de llegar de arrimado, hacernos la vida un infierno, es lo más conveniente. A él le sobra el dinero y es dueño de varios hoteles, qué envidia. El muy tacaño no nos ha dado nada, lo único que me dio en estos dos meses fue la cartulina y los marcadores; menos mal los trajo, porque yo ni me acordaba que debía traerlos hoy.

-¿Antony fue quien te los dio?

-Sí, los trajo junto con una botella de cerveza -Amanda desplegó una sonrisa-, hablaste con él ayer, ¿verdad?

-Lo encontré en la tienda -respondió Emilia.

-Eso me dijo, que necesitabas una cartulina, pero que no la había en la tienda y que para esa hora ya era tarde. Él fue quien me dijo que lo compartiera contigo.

Las mejillas de Emilia se ruborizaron y una gran vergüenza la consumió.

-Bueno, imagino que Antony no es tan malo como creo que es -soltó Amanda-. Oye, Emilia, si lo encuentras otra vez por ahí, no seas boba, sácale algo.

-¿Cómo se te ocurre decir eso?

-Ay, por favor, ¿me vas a decir que no te gusta la idea?, sabes que a él le sobra el dinero.

-Pero recién lo conozco -Emilia hizo un puchero-, además, no se ve tan malo como lo muestras.

-Claro, si se nota que le gustas.

-¿Eh?

-Sí, ¿por qué crees que me dio esto?, él nunca se ha preocupado por si debo llevar algo a clases. Se me hizo tan raro que me lo diera. -Amanda se emocionó-. Por eso te digo que podrías sacarle algo bueno. Ven hoy a mi casa a hacer el trabajo de matemáticas, él estará ahí empacando sus cosas, hablas con él y le dices que te invite a cine, ¡y me llevas, debes llevarme!, le sacaremos todo lo que podamos a ese idiota.

-¡Claro que no, no voy a hacer eso! -se negó Emilia.

-¡Tú si eres boba!, ¿cómo vas a perder una oportunidad como esta? -Bufó Amanda-, ¿no quieres conocer el cine?, me dijiste que nunca has ido.

-Me vería muy regalada si le pido a tu hermano que me lleve.

-No se lo vas a pedir, se lo vas a insinuar, por favor. ¿Recuerdas cuando le quitamos al chico de la panadería los pasteles?, ¡así!

Emilia hizo un gesto de fastidio y después comenzó a dibujar en la cartulina.

La casa de Amanda quedaba en el barrio vecino, a unas diez cuadras de la casa de Emilia, así que debía caminar bastante, lo bueno era que esa tarde estaba nublada y la joven podía caminar sin problema alguno.

El vecindario donde quedaba la casa de Amanda era bastante tranquilo, con viviendas grandes, terrazas amplias y enrejadas, fachadas impecables con carros de marcas de lujo parqueados frente a ellas. Algunos perros de raza se asomaban por las rejas, moviendo las colas al ver pasar a Emilia para comenzar a ladrar.

La joven llegó a una esquina, había una casa pintada de un azul cielo con las columnas blancas y un jardín un poco descuidado. Había una Toyota Prado último modelo de color negro parqueada frente a la vivienda, en el interior de ésta un joven estaba subiendo unas cajas marrones.

Emilia observó curiosa, se acercó un poco más y notó que se trataba de Antony. Tenía un semblante algo furioso. El joven cerró la puerta del vehículo y posó su mirada en la chica, su semblante poco a poco se suavizó.

-Emilia -saludó.

-Hola -respondió ella con una voz un tanto tímida.

Los ojos de Antony la barrieron de pies a cabeza y sonrió seductoramente.

-Qué hermosa estás hoy -dijo él y se acercó a ella, acariciando un mechón de su cabello que caía sobre su hombro derecho.

Emilia dio un paso atrás, sintiendo su corazón latir desbocadamente de la emoción por tener a aquel joven tan cerca, al punto en que pudo sentir la respiración de Antony golpear sobre su mejilla derecha.

-Amanda está adentro, ¿la llamo? -informó Antony, alejándose de la chica para no intimidarla más; era evidente que le divertía despertar en ella la timidez.

-Ah... yo entro, no te preocupes -dijo Emilia-, ¿te estás mudando?

-Sí, imagino que Amanda ya te lo habrá dicho.

-Sí, me lo contó en la mañana -confesó la chica un poco apenada.

-Realmente Amanda es una chismosa -soltó Antony-, todo lo cuenta. ¿Qué más te dijo?

-Nada relevante, no te preocupes.

-¿Sirvió la cartulina?

Emilia se ruborizó por completo, algo que hizo sonreír al joven.

-No debiste hacer eso -soltó ella con timidez.

-La compré por mi hermana, debía llevarla.

-¿Una cartulina completa?

-Así podría compartirla con su amiga -soltó Antony sonriente.

Amanda se asomó por una ventana y vio a Antony conversando con Emilia, corrió hasta la puerta.

-Por fin llegas -dijo Amanda caminando hasta donde se encontraba su amiga.

Emilia volteó a verla, le sonrió amablemente y después se saludaron con un beso en la mejilla.

-Antony -Amanda volteó a ver a su hermano-, Emilia cumple el domingo -informó Amanda-, dieciséis años.

-Amanda -pidió Emilia.

-¿Qué? -preguntó la joven-, lo bueno de los cumpleaños es que uno puede recibir regalos, es obligatorio, si no, ¿qué gracia tienen?

La mirada de Antony viajaba de Amanda hasta Emilia, parecía que las analizaba y Emilia odiaba eso. Emilia le sonrió con amabilidad al joven y después hizo que su Amanda entrara a la casa, tomando lugar en la sala.

Amanda se dirigió a la cocina, según ella, para traer una limonada que estuvo preparando.

Antony bajó unos minutos después las escaleras que comunicaban el segundo piso con una maleta de color negro, se detuvo al ver a Emilia bastante concentrada en la libreta, escribiendo en ellas formulas numéricas con un lápiz.

-¿En verdad cumples el domingo? -preguntó él, acercándose a la joven.

-Sí -contestó.

-¿Qué es lo que siempre has querido para tu cumpleaños?

Emilia comenzó a negar con la cabeza, sintiéndose bastante apenada.

-No te preocupes por eso, ignora lo que dijo Amanda -soltó, sintiendo como la sangre subía a sus mejillas.

-No lo pregunto por lo que dijo Amanda -replicó Antony y se sentó a su lado en el mueble-. Quiero hacerlo.

Emilia volvió su mirada a la libreta que sostenía sobre sus piernas, se sentía muy incómoda.

-No me conoces, Antony -dijo-, no debes darme nada en mi cumpleaños.

-Claro que te conozco, ¿no estoy hablando contigo ahora?

La joven volteó a verlo y soltó una pequeña carcajada.

-Dices unas cosas... -Emilia comenzó a negar con la cabeza.

-Me agradas, Emilia -Antony la contempló fijamente-, eres una buena chica.

Emilia tragó en seco, aquellas últimas palabras de Antony sonaron con mucho significado, algo que ella trataba de no aceptar.

-Entonces, ¿qué es lo que quieres para tu cumpleaños? -volvió a preguntar el muchacho.

Ella volvió a negar y llevó su mirada hasta el pasillo, allí venía Amanda con dos vasos de vidrio llenos de limonada.

-Piénsalo y después me dices, apunta mi número -puso una mano encima de las de Emilia- trescientos ocho cincuenta catorce diez.

Emilia inspiró profundo y retuvo la respiración.

-Una chica tan inteligente como tú de seguro recordará ese número, ¿verdad, Emilia? -le susurró cerca al oído.

Antony se levantó y se marchó fuera de la sala, dejando a las dos chicas solas.

-Bueno... -soltó Amanda- hice lo que pude con esta limonada.

Emilia se acomodó en el mueble y tragó en seco, rápidamente tomó el vaso de limonada para después comenzar a beberlo con rapidez. El sabor del limón se sentía bastante fuerte y maltrató su garganta, pero no le importó, sus nervios se habían disparado gracias a la conversación que tuvo con Antony.

-¿Tan rica me quedó? -preguntó Amanda con una sonrisa en su rostro.

La joven bajó el vaso de vidrio a medio tomar hasta sus piernas y respiró hondo. Decidió anotar el número antes que se le esfumara de la mente. Ella no era tonta, sabía que para algún momento le serviría tener el número de Antony.

Y sí, muy pronto aquel número telefónico le cambiaría la vida para siempre.

La calle se veía calurosa y polvorienta, Emilia dio un paso doloroso al sentir las vejigas en las plantas de sus pies implorarles que se detuviera. Fue una mala idea decirle a su madre que llevaría a su hermana con el dinero que había ahorrado, cuando sólo le alcanzaba para un pasaje de bus. El caminar hasta su casa era un infierno encarnado, estaba muy lejos. Pero a la vez se sentía aliviada al saber que dejó a su hermanita donde su tía, un lugar donde dormiría sin calor y comería todos los días. Lastimosamente, esa no iba a ser la suerte de Emilia, porque no tenía dinero para volver, ya que, al llegar a la casa de su tía, la mujer no estaba allí y solamente se encontraba su prima con la cual no se llevaba bien, quien no quiso darle dinero para poder regresar, así que llevaba más de una hora caminando bajo el inclemente sol.

Tenía un gran dolor de cabeza ocasionado por la desnutrición y con el sol caliente se convirtió en una migraña y su boca estaba seca por la deshidratación. Pero para su mala suerte, no llevaba ni la mitad del trayecto completado y en el cielo no había rastro de alguna nube que cubriera el sol.

Sintió que una de sus sandalias negras se desprendió. Bajó la mirada a sus pies al detenerse en seco, sintiendo el nudo en su garganta crecer. Sentía que aquella terrible situación no la podría soportar más, la estaba volviendo loca.

Caminó hasta un poste de luz y se recostó a él; estaba sudada, cansada. Observaba la carretera principal botando aquel terrible resplandor y a su mente llegó lo que ella nunca pensó que haría. Pediría un aventón. No podría seguir caminando con las sandalias dañadas.

Quería llorar. Para una persona tan tímida y a la vez orgullosa como ella, el mostrarse tan vulnerable ante una persona desconocida, que conociera su problemática, no era cosa fácil.

Tragó en seco, sus ojos se llenaron de lágrimas. ¿Qué haría en su casa? Habían cortado la luz, sólo en la nevera se encontraban potes llenos de agua, no tenía nada para comer. Tuvo que dejar a su hermana en casa de su tía para que no pasara hambre hasta que su madre pudiera arreglar la situación, bueno; si era que podía, con tantas deudas, eso era casi imposible. Lo peor es que debía pasar por aquella tienda donde ese viejo vigilaba a todo momento si ella entraba o salía para acosarla. Se sentía desesperada, no soportaba más esa vida.

Decidió cruzar la carretera para llegar a una casa y pedir ayuda para poder llamar a quien creía que sería la única persona que podría ayudarla.

-Buenas tardes -dijo al tocar la puerta de la vivienda y ver a una mujer de cuarenta años abrir.

-¿A la orden? -preguntó la señora.

La mujer la observaba con curiosidad, se notaba que había visto que Emilia no se encontraba bien, aunque intentó ser discreta.

-Disculpe, es que quería pedirle un pequeño favor -suplicó Emilia con la voz rota.

-¿Necesitas ayuda, niña? -inquirió con curiosidad.

-Es para ver si me podría prestar su teléfono para llamar a alguien. En serio, es sólo un minuto -explicó-. Es que me he quedado varada y necesito volver a mi casa, es para que me vengan a recoger.

El rostro de la mujer se suavizó al ver que no era una emergencia tan grave. Aceptó con un movimiento de cabeza y buscó en la sala un teléfono para después ofrecérselo.

Emilia marcó con rapidez el número, su corazón latió con fuerza cuando escuchó el celular sonar, fueron dos timbradas y después se escuchó la voz joven y varonil.

-¿Hola?

-¿Antony? -preguntó Emilia.

-Sí, con él, ¿con quién hablo?

-Soy Emilia, la amiga de Amanda.

-Ah... Emy, hola -su voz se suavizó al instante y se volvió más alegre-. ¿Ya pensaste en el regalo que quieres de cumpleaños?

-Sí, ¿podrías dármelo ahora?

            
            

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