Ahkn
img img Ahkn img Capítulo 5 Cinco
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Capítulo 5 Cinco

Los rayos del sol entraron por su ventana, revelando lo que sin duda alguna sería otro luminoso día, pero a su vez, ocasionando que se despertará.

Elizabeth se removió en la cama con disgusto.

La noche anterior luego de terminar de hablar con Cristina tardó un buen rato en conciliar el sueño. Eran pasadas las dos de la madrugada cuando Morfeo le permitió caer en sus brazos, aunque siendo honesta a la verdad, tampoco pudo descansar en ellos. Las pesadillas volvieron a acosar a Elizabeth jugando sin parar con su mente, impidiéndole pensar con claridad y robándole tranquilidad.

No había corrido las cortinas, y la luz se filtraba a su cuarto, pegándole directamente en el rostro. Abrió los párpados con molestia e incomodidad, sus ojos no se estaban acostumbrado a la claridad y no podía enfocar bien lo que la rodeaba. Pasados unos minutos al fin dejó de ver borroso con cuidado se restregó los ojos al mismo tiempo que soltaba un bostezó. Se inclinó para ver la hora en su celular, el cual se encontraba en una mesa a lado de la cama que ocupaba.

7:30 am.

Bufó con fastidio. Aún era muy temprano, pero se tendría que levantar, pues una vez despierta no podía volver a conciliar el sueño. Se quitó las sábanas de encima y posó sus pies en el piso. Su cuerpo se estremeció en cuanto lo tocó. Está muy frío, pensó colocándose las pantuflas.

Entró al baño que se encontraba dentro de la habitación, encendió la luz y comenzó a asearse. Abrió la regadera y se desvistió, metiéndose debajo de esta. El agua caliente caía tibia relajando sus músculos en el proceso, tomó la pastilla de jabón y la deslizó por su cuerpo; el olor a jazmines la embriagaba por completo.

Una vez lista agarró la toalla que colgaba fuera de la ducha, secándose cuidadosamente. Había llevado con ella algo de ropa y estando ya vestida salió del baño. Fue directamente a su bolso y sacó una liga, mientras recogía la larga cortina negra que tenía como cabello, sonó su celular.

Elizabeth revisó la pantalla para averiguar quién era.

Mike.

Sonrió involuntariamente.

Hacía tan solo veinticuatro horas que se separaron y sus amigos ya la llamaban. Aunque no podía ser hipócrita, ella también los había extrañado en ese corto tiempo y no se avergonzaba de eso pues ellos eran los más cercano que tenía a una familia.

Divertida, atendió la videollamada.

-Chicos... Son las siete y media de la mañana. ¿Qué carajos quieren? -preguntó en cuanto vió que Carmen acompañaba al rubio.

-Vamos, no seas amargada. Agradece que tienes unos geniales amigos, que se preocupen por ti.

Elizabeth rodó los ojos, su amiga no podía ser más exagerada.

-¿Cómo estás? -le preguntó Mike. Él sabía que, si dejaba que ambas chicas empezarán a discutir, nada terminaría bien. Así que se arriesgó a convertirse en el foco de su furia.

-Estoy muy bien, el viaje fue cansado, pero solo eso. El hotel dónde me alojó es hermoso.

-Nos alegramos por ti Liz, sabíamos que te gustaría el viaje. -Asintió, el trayecto hasta allí le había encantado, pero no lo reconocería frente a ellos. Obviamente.

-¿Novedades? -preguntó Carmen.

-Como va a tener novedades. Llegó ayer, seguro no ha tenido tiempo ni de desempacar.

-Te equivocas Mike, si tengo una novedad. Algo que me sucedió al llegar.

Elizabeth les contó acerca del incidente con la alcoba. Los chicos la escucharon atentos y muy sorprendidos por todo. Se dió cuenta que se estaban conteniendo para no interrumpirla, pues se notaban visiblemente interesados con aquel relato; sobre todo la pelirroja.

-¿Es guapo?

-¡Carmen! -ambos la reprendieron. La pelirroja levantó las manos en señal de paz.

-Por favor, es lo primero en que tendrías que haberte fijado. Quizás estuviese muy bueno.

-Con ese carácter, no me importa si era el hombre más guapo de la tierra. -Elizabeth hizo una mueca de asco. El teléfono comenzó a sonar y en la pantalla aparecido el número de Mark. -Chicos, me tengo que ir; Mark me está llamando. Adiós. -Sus amigos se despidieron y colgaron. Elizabeth atendió la otra llamada inmediatamente.

-Buenos días Lizzie. -la voz de Mark se escuchaba muy emocionada.

-Buenos días ¿Cómo amaneces?

-Todo está bien, te llamo para avisarte que pasó por ti en unos treinta minutos. Te esperó en el restaurante. -dijo, aunque a Elizabeth le costó entenderlo por la manera apresurada en la que hablaba.

-Por supuesto ¿Sucede algo? Es que te oyes agitado. -preguntó con sutileza, a lo mejor era algo que no le incumbía a ella.

-Tengo muchas cosas que hacer, el trabajo me tiene estresado.

-Pero relájate, si te estresas todo saldrá peor.

Elizabeth escuchó una risa brotando de su garganta.

-Gran manera de animar Lizzie. Bueno nos vemos en un rato. Hasta pronto.

-Adiós.

Los dos colgaron la llamada.

Liz se levantó de la cama y fue a revisar su maleta. Quería vestirse muy bien, pero cómoda. Encontró algo que le gustó. Una camisa blanca, pantalones beige, y una franela blanca. Para completar, combinó todo con unas botas negras y un sombrero. En dónde sea que fuese en ese país hacia mucho sol, por eso tenía que protegerse. Se miró en el espejo, le gustaba el atuendo. Era cómodo y práctico; justo como ella.

Tomó su bolso con todas sus cosas y salió del cuarto.

El restaurante se encontraba abarrotado de personas que iban a desayunar. A Elizabeth le costó bastante encontrar Mark en aquel tumulto de gente. Lo vio sentado en una mesa algo apartada de las demás y para su gusto, a lado de una ventana.

-Hola Mark, espero que me hayas pedido el desayuno. -bromeó abrazándolo.

-Por supuesto que sí. -le devolvió el abrazo con efusividad. -Pero por favor, siéntate. -le dijo señalando una silla frente a él. Elizabeth tomó asiento y le sonrió.

-¿Y bien?... ¿Qué haremos hoy? -se removía las manos nerviosas, estaba muy ansiosa por comenzaron su trabajo. Mark bebió un sorbo de su café, sopesando su respuesta.

-Hoy iremos al Museo en el que trabajo. Luego iremos a las ruinas, quiero presentarte a todos mis compañeros de investigación.

Iba a contestar, pero en ese momento llegó su comida. El platillo se veía (y olía) delicioso. Eran huevos revueltos, con pan tostado, queso y fruta. Todo eso acompañado por un delicioso jugó de naranja, y una taza de café humeante. Le dio un mordisco a su tostada y suspiró, aquella comida estaba bastante deliciosa y el calor que desprendía me venía bien a su estómago. Se limpió los labios con la servilleta y continuó.

-Sería un placer, estoy emocionada por empezar. -le dio un sorbo a su jugo -La comida es fantástica.

-Tienes que probar como cocina Pemaviar. Es uno de mis trabajadores, viene de Alemania, pero es un excelente chef. Su especialidad es la comida latina.

-Pues vámonos, quiero hacerlo cuanto antes.

-Paciencia, primero desayuna.

Elizabeth frunció el ceño, pero lo obedeció. Al terminar de comer, se armó de valor para preguntarle a Mark algo que llevaba días rondando en su mente.

-Mark ¿Qué tumba esperan descubrir? -La mirada del hombre se abrió con sorpresa, pero luego se recompuso, así que ella pensó que solo había sido su imaginación.

-La tumba de la princesa Nefertiti, mi equipo y yo tenemos meses intentado encontrarla y por primera vez creo que estamos muy cerca.

-¿Nefertiti? -El nombre no le sonaba de ninguna princesa egipcia, al menos no de las que había estudiado hasta ahora.

-Si, quizás tú la conoces como Nefertari. -respondió con simpleza. Una imagen vino a su mente. Si conocía a esa princesa, la habían estudiado el semestre anterior.

-¿Es aquella que fue reina durante la dinastía XIX? Fue la esposa de Ramses El Grande, si no me equivoco. -Mark le dio una mirada orgullosa, como si hubiese esperado que ella supiera la información. Elizabeth lo miró con extrañeza, hoy se estaba comportándose muy raro.

-No esperaba menos de la hija de Fabián Twoys. -Liz se sonrojo, no estaba acostumbrada a los halagos. Aunque algo le extrañó.

-Mark, ¿No se supone que sus restos estaban en la ciudad de Ajmin? Eso es lo que la mayoría de los arqueológicos señalan. ¿Por qué estamos en Tebas? -preguntó, tenía muchas dudas de todo eso.

-Se creía eso, pero toda nuestra investigación señala lo contrario. Creemos que la tumba está aquí, en Tebas.

Elizabeth se sorprendió.

¿Era posible?

-¿Por qué me invitaste? Quiero decir, al parecer ya sabes la información de todo.

-Aún nos falta algo, la tumba al encontrarla solo puede abrirse con una llave especial.

-¿Cuál es?

Presentía que la respuesta no le gustaría, pero ya no había marcha atrás. La ansiedad que la había acechado durante los últimos días al fin encontraba un filtro para deslizarse. Descubrió aún siendo muy pequeña que si se concentraba lo suficiente en algo, podía ignorar fácilmente todos los pensamientos de su mente diciéndole que corriera. Aunque más adelante se daría cuenta que por una vez en su vida debió hacerle caso a ese instinto de huida.

-Estamos casi completamente seguros que la llave es el collar de ankh.

No le sorprendía en lo absoluto que la llave fuese la misma cosa que sus padres estuvieron investigando antes de morir, pero como siempre le pasaba cuando pensaba en ellos, una nube de tristeza la cubrió, había perdido el apetito.

«Miente» susurró una voz en su cabeza que no se parecía en nada a la de ella.

De pronto comenzó a sentirse extraña, un poco mareada y débil. El cuerpo le pesaba y quizás fuesen imaginaciones de la pelinegra, pero le pareció que este no respondía a sus órdenes o la más mínima acción. Comenzaba a asustarse.

La voz no paraba de susurrar en su mente.

«No te dejes engañar».

«Miente».

¿A qué se refería?

¿Mark la estaba engañando? Eso era imposible y sin duda alguna descartable. Aquel hombre había sido amigo de sus padres y prácticamente la había visto crecer, no sería capaz de engañarla.

Y si así fuera (que no era el caso) ¿Con qué fin? Ella no se imaginaba que pudiera tener o que pudiese desear Mark que lo impulsará a engañarla. Hasta ese momento se comportaba igual que siempre, como lo recordaba.

Elizabeth se quedó petrificada. Sintió que todo le daba vueltas. Necesito de toda su fuerza de voluntad para no desmayarse allí mismo. Posó su mano sobre la mesa para no perder el equilibrio. El aire no entraba en sus pulmones.

La cabeza le iba a explotar.

¿Ahora no podía confiar ni en su propia conciencia?

-¿Estás completamente seguro? -Las palabras le salieron temblorosas, así que se aclaró la garganta antes de volver a hablar. --En qué se basan para llegar a esas conclusiones?

-Pues hemos encontrado algunos documentos y papiros que... Lizzie ¿Estás bien? -La mirada de Mark era preocupada.

Elizabeth asintió, pero se levantó de la mesa. Sentía las piernas cómo gelatina, lo único que quería era encontrar un lugar dónde pudiese respirar aire fresco. Sabía que estaba teniendo un ataque de pánico, pues, aunque le eran poco frecuentes los había experimentado en el pasado; sobre todo tras la muerte de sus padres.

Intentó dar un paso y abrió la boca para decirle a Mark que estaba perfectamente bien, que no se preocupara, que sólo necesitaba respirar un momento o cualquier excusa que se le ocurriera. Pero no pudo contestarle, porque todo se volvió negro. Y a pesar de todos sus esfuerzos terminó perdiendo la consciencia.

                         

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