-¡FINALMENTE! - grité. Una sonrisa de victoria se dibujó en mi cara. Respiraba con dificultad. Entonces miré frente a mí sólo para ver dos pares de ojos que me miraban fijamente echándome una mirada de ¿estás loca?
Oh, ¡mierda! Está en casa. ¿Pero por qué está en casa? Debería estar en su oficina ahora.
-Hola a los dos-. Dije todavía resoplando.
El Señor. Miller sólo negó con la cabeza y Rich miró a su querido papá. El Señor. Miller se levantó de su asiento cogiendo a Rich en brazos y se acercó a mí y se puso delante de mí. Luego miró su reloj.
-Estoy a tiempo. No puedes despedirme-. Me defendí sin esperar a que dijera nada.
-Ya lo veo. Pero, ¿siempre llegas así a tus lugares de trabajo?
¿Cómo?
-Oh en realidad se me estaba haciendo tarde así que vine corriendo y luego vi la puerta abierta así que entré. Lo siento-. Dije mirando hacia abajo.
-Claudia-. Llamó. Claudia salió de la cocina y se puso a mi lado. Luego bajó a Rich de sus brazos. Luego se quedó de pie con las manos en los bolsillos -Espero que ya hayas conocido a la señorita Simons.
Claudia asintió.
Entonces empezó a darle algunas órdenes y fue cuando tuve la oportunidad de mirarlo.
Es tan jodidamente sexy. Esos ojos color mar, cualquiera puede perderse en ellos, luego bajando a su nariz tan perfecta, sus labios son tan rosados, No Gina, Alto. Pensamientos sucios.
No recuerdo nada de esa noche, si lo besé o no.
Vale, lo sé. Lo sé. Soy una pervertida.
Empecé a pensar cómo se sentiría si me besara ahora mismo. Como si me tirara de la cintura delante de todos los presentes y nuestros labios se unieran. Nuestros labios se mueven lentamente el uno contra el otro. Su agarre en mi cintura se hace más fuerte y me acerca a él, mis manos recorren su amplia espalda, sus manos...
-Gina-. Una voz familiar rompió mi imaginación. Miré a mi lado para ver a Claudia llamándome y haciéndome una señal para que me enfrentara al señor Miller. Me giré hacia él para verle suspirar.
-¿Eh? - Pregunté confundida.
-Deja de espaciar. No me gusta-. Dijo en tono irritado.
-Lo siento.
Realmente tengo que parar con estos pensamientos sucios. Por el amor de Dios, tiene un hijo.
Pero está soltero.
No. No. No. Para. Necesito dejar de escuchar a Amanda.
-Cuida de él. Me voy a ir.
Asentí con la cabeza. Luego se arrodilló frente a Rich y le besó la frente.
-Papá volverá pronto. Cuídate.
Rich asintió como un niño obediente.
Aww. Es tan lindo.
Entonces el Señor. Miller comenzó a dirigirse hacia la salida. De repente, un pensamiento golpeó mi mente.
Tengo que preguntárselo. O seguiré pensando en ello.
-¡ESPERA! - Grité. Se detuvo.
Las criadas que estaban limpiando la casa se detuvieron y me miraron. Rich y Claudia también me miraron con los ojos muy abiertos. Me di una palmada en la boca con la mano. El Señor. Miller se volvió con los ojos fruncidos.
¿Qué voy a hacer contigo? ¿Quién demonios le grita a su jefe?
-Umm... lo siento-. Dije con una risa nerviosa. -En realidad, quería preguntar algo.
-¿Qué? -, dijo con brusquedad.
-¿Podemos hablar en privado, por favor?
-No. No podemos. Sólo dilo-. De nuevo con rudeza.
-No lo entiendes. Es algo privado. No tardaré mucho.
-No Señorita Simons. Puede decirlo aquí.
-Pero...
-¿Lo harás rápido? No tengo todo el día para ti.
-Señor. Miller es en privado.
-Que lo diga la Señorita Simons.
Bien si quiere que le pregunte delante de todos.
-¿Tuvimos sexo esa noche? - Le pregunté. ¡Por fin!
Sus ojos se abrieron de par en par. Me miró con incredulidad. Todas las sirvientas y Claudia, que hace un momento me miraban con cara de asombro, volvieron ahora sus ojos hacia el Señor. Miller. Rich también se volvió hacia el Señor. Miller con una mirada confusa. Esperando su respuesta. Miró las caras de todos y luego la mía con la mandíbula apretada.
Le dediqué una sonrisa inocente.
Le advertí, pero no me hizo caso.
Puedo ver que estaba tratando de controlar su ira. Entonces, finalmente, dijo:
-No, señorita Simons. No tuvimos sexo esa noche.
¡Santo Dios! Eso significa que todavía soy virgen.
¡Dios!
¡Si!
-¡OH, DIOS MÍO! - Grité con fuerza. Cerró los ojos irritado. Levanté a Rich que estaba a mi lado en brazos y giré con él. -¿Has oído eso? No tuvimos sexo esa noche. No puedo creerlo hasta ahora. ¡si!
Le dije mientras giraba con él.
Como si lo estuviera entendiendo todo.
Entonces, cuando la habitación se quedó en absoluto silencio, volví a mis cabales.
Oh, ¡mierda!
Entonces me aclaré la garganta y dejé a Rich en el suelo y me puse de pie mirando al señor Miller. Me miró fijamente. Inmediatamente bajé la mirada. Luego se fue sin decir nada.
Solté una risita.
Rich me miró con desconfianza. Aparté la vista, ignorando todas las miradas que me dirigía. Luego corrió de vuelta a su habitación.
Te quiero, Dios. Muchas gracias. Todavía soy virgen.
Espera. Eso significa que no me besó esa noche.
No sé por qué, pero me hizo sentir un poco triste. ¿Pero por qué? Me encogí de hombros y fui a la habitación de Rich y lo vi sentado en su cama y perdido en profundos pensamientos.
¿En qué estará pensando?
Me acerqué a él y me senté a su lado.
-Oye, sé que también nos hemos conocido antes, pero presentémonos de nuevo y empecemos de cero. Tal vez podamos ser amigos.
Me miró.
Vamos nena. Sigue adelante, lo estás haciendo bien.
-Umm. ¿te gustan las galletas? - Le pregunté.
Se quedó mirándome. Entonces saqué una caja en la que la niñera había puesto algunas galletas para mí y se la di.
Se quedó mirando las galletas durante un rato y luego dijo:
-Gracias, señorita Simons. Pero papá dijo que no aceptara nada de extraños.
¿Extraños? ¿A mí? ¿Acaba de llamarme extraña?
-No soy una extraña. Soy tu niñera. Puedes llevarte esto.
Sacudió la cabeza.
El niño de papá.
-Está bien si no quieres. Me los quedo yo-. Entonces di un mordisco y gemí. -Mmm... esto está muy bueno.
Volvió a mirarme y luego a las galletas.
-Déjame decirte que mi Nana hace las mejores galletas del mundo. Tienes mala suerte si las rechazas.
Entonces se bajó de la cama y salió corriendo de la habitación.
¿Por qué no puede hablar? Tiene una voz tan angelical todavía.
Odio a los niños testarudos.
En cualquier caso, debería disfrutar de mis galletas si él no las quiere. Tomé otro bocado
-Mmm.... Amanda, eres la mejor.
Todo el día seguí explorando la casa. Esto dejó en claro una cosa: esta casa es increíble. Todos y cada uno de los rincones de esta casa gritaban riqueza.
Pero hay un lugar que me encanta en toda la casa y es la azotea, con piscina y la mejor vista.
Eran las siete ya estaba a punto de irme cuando me fijé en una habitación.
¿Qué hay ahí? La habitación del Señor. Miller está arriba y su oficina está por ahí. No creo que esta habitación esté relacionada con el Señor. Miller.
La curiosidad se apoderó de mí y no pude controlar más. Me dirigí hacia la habitación y llamé varias veces, pero al no obtener respuesta del otro lado. Giré el pomo y estaba a punto de abrir la puerta cuando una voz vino de detrás de mí.
-La curiosidad mató al gatito señorita Simons.
Mi cuerpo se puso rígido. Lentamente me giré para ver al señor Miller de pie frente a mí con las manos en los bolsillos del pantalón. Me mordí el labio. Pensé que estaría enfadado, pero cuando le miré. Su cara no mostraba ninguna emoción. Entonces empezó a caminar hacia mí y yo retrocedí. Esto continuó hasta que mi espalda tocó la puerta. Entonces puso su mano en mi costado.
-¿Cuál era la regla número tres, señorita Simons? -. Su cara estaba muy cerca de la mía y se me cortó la respiración. No pude responder a su pregunta ¿por qué? Porque estaba más concentrada en la distancia que nos separaba.
-Le he preguntado algo señorita Simons-. Volvió a decir.
-E...Es que hay zonas prohibidas e... en la casa donde no debo ir.
-Parece que recuerdas las reglas. Esta habitación es una de esas zonas prohibidas. Así que a partir de la próxima vez piensa antes de meterte en problemas.
Me quedé mirando sus ojos. Me perdí en ese par de ojos color mar. Ningún otro chico me ha afectado tanto como el señor Miller. Me pongo nerviosa cuando estoy cerca de él. No sé qué es este sentimiento, pero este sentimiento es diferente. Un sentimiento que nunca he sentido por nadie.
-¿Entendido? -, dijo de nuevo.
Asentí con la cabeza.
-Sí.
-Bien-. Entonces finalmente se aparta al darse cuenta de la cercanía entre nosotros. Se aclaró la garganta y dijo: -Creo que debería dejar a la señorita Simons
Asentí con la cabeza.
-Sea puntual mañana.
¿Mañana? ¡Mierda! Olvidé que tengo el turno de la casa.
Por cierto, mañana es domingo. Es mi día libre.
-Umm... Señor. Miller, mañana es domingo. Es mi día libre.
Me miró con las cejas fruncidas y luego asintió indicándome que me fuera. Estaba a punto de irme cuando una pregunta vino a mi mente.
Otra vez no.
Esta vez es una pregunta seria.
-Señor. Miller sólo quería preguntar algo.
Asintió con la cabeza como indicándome que continuara.
-Umm... Sé que no es de mi incumbencia, pero ¿podría decirme por qué Rich está así?
-¿Así cómo? -, preguntó confundido.
-Como si siempre estuviera solo. Sin amigos, sin nada. He intentado muchas veces hablar con él, pero sólo responde a mis preguntas con un movimiento de cabeza o más que eso 'No señorita Simons' y 'Gracias señorita Simons'. Y siento quejarme, señor Miller, pero usted le ha enseñado muy malos modales.
Levantó las cejas.
Continué.
-Hoy le ofrecí galletas, pero me dijo que 'Gracias señorita Simons, pero papá ha dicho que no acepte nada de extraños'-. Imité la forma en que Rich dijo eso.
-¿Y qué hay de malo en eso? -, preguntó.
-¿Qué hay de malo? Todo está mal. No soy un extraño. Soy su niñera y él podría haber comido esas galletas y sé que quería comerlas, pero como tú le enseñaste eso, no aceptó la galleta y salió corriendo de la habitación. Deberías haberle dicho que no soy una extraña.
Puso los ojos en blanco y dijo.
-Vale, ahora le diré que no eres un extraño. ¿Algo más?
-Ya, ¿por qué está tan callado?
-No lo sé. Es feliz cuando estoy cerca. Y señorita Simons estas cosas no son para que usted se preocupe. Sé muy bien cómo cuidar a mi hijo. Ya puede irse-. Luego miró su reloj y dijo: -Mi chofer la llevará. Es bastante tarde.
-No, está bien, puedo arreglármelas.
-No estaba preguntando. Él te dejará.
Suspiré y asentí.
Luego se fue al piso de arriba dejándome abajo.
¡Grosero!
¡Arrogante!
¡Idiota!