Nunca es tarde para amar
img img Nunca es tarde para amar img Capítulo 4 El exigente profesor particular
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Capítulo 6 Inexpertos en el amor img
Capítulo 7 Chicos dulces y pasionales img
Capítulo 8 Una pasión obsesiva img
Capítulo 9 Un paseo en coche img
Capítulo 10 Mío para siempre img
Capítulo 11 Secretos y confesiones a medias img
Capítulo 12 Solo se protege lo que se ama img
Capítulo 13 Un empresario ejemplar img
Capítulo 14 Las malas decisiones conllevan a malas consecuencias img
Capítulo 15 Recuperando lo perdido img
Capítulo 16 Invadiendo propiedad ajena img
Capítulo 17 Una batalla injusta img
Capítulo 18 Los amigos siempre se cuidan img
Capítulo 19 Forjando nuevas alianzas img
Capítulo 20 En la guerra y en el amor todo vale img
Capítulo 21 Un atisbo de arrepentimiento img
Capítulo 22 Obsesión por gente joven img
Capítulo 23 Un torbellino de revelaciones img
Capítulo 24 Cayendo en su propio juego img
Capítulo 25 Construyendo un futuro juntos img
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Capítulo 4 El exigente profesor particular

Ya era de tardecita y Milo tuvo que salir a comprar algunas cosas. Manuel se sentía mentalmente agotado. Aún no se recuperaba de la noche que pasó con Darío y tenía que solucionar el tema de su libreta de estudiante. Supuso que se le cayó en la cafetería, por lo que sí o sí debía regresar por ella mañana. Aparte debía continuar con su tesis, el cual parecía que nunca iba a acabar.

Mientras realizaba algunos apuntes, escuchó el timbre.

- Otra vez Milo se olvidó las llaves - pensó Manuel, con fastidio - ¡Ya voy! - gritó, al escuchar que seguían tocando el timbre.

Pero al abrir, se encontró con Ariel.

- ¿Pero qué haces aquí? - dijo Manuel, sorprendido y asustado - ¿Cómo supiste dónde vivo?

- Creo que esto te pertenece - le dijo Ariel, mostrándole la libreta de estudiantes - figuraba tu dirección y, después de preguntar por ahí, averigüé dónde vivías.

Manuel sintió que respiraba aliviado. De seguro, en aquel forcejeo, se le había caído la libreta y el muchacho la encontró. Sintió que debía hacer algo por él por tomarse las molestias, después de haberlo tratado mal en la mañana.

- Esteee... no tengo mucho que ofrecer, pero pasa. Voy a preparar té.

- ¿Seguro? ¿No será molestia? - dijo Ariel, sorprendido por la invitación.

- No, para nada - dijo Manuel, mostrando un leve sonrojo que a Ariel le pareció tierno - Te veo muy agotado y algo me dice que tienes otro trabajo aparte de la florería.

- Gracias. Disculpe la intromisión - dijo Ariel, entrando al departamento.

Mientras Manuel preparaba el té, miles de pensamientos se le pasaron por la mente: "¿Por qué lo dejé pasar? Debí tomar la libreta y dejar que se fuera. Me pone tan ansioso, y aún no sé qué quiere él conmigo. ¿Qué debería hacer?"

Ariel, por su parte, se fijó en el estante donde había varios libros. En uno de los estantes encontró libros de un mismo autor, todos colocados con mucho cuidado. Ariel no era de leer, pero ya había escuchado de Sebastián Botelli, el escritor novel más exitoso del país. Y en ese mismo estante vio que, en un portarretrato, estaba la foto de Manuel junto a Sebastián. Manuel se veía con una sonrisa, cosa que le llamó la atención a Ariel porque nunca vio sonreír a Manuel.

- Aquí está el té - dijo Manuel, llamando la atención de Ariel - ¿Lo quieres con leche?

- Así está bien, gracias - dijo Ariel, aceptando el té.

- Por cierto, me dijiste que querías que fuera tu profesor particular. ¿Por qué quieres que sea yo?

- ¿De veras quieres saberlo?

- ¡Sí! ¡Por eso te pregunto!

- -Mmmmh... adivina - murmuró Ariel, tomando su té.

"¿Acaso está jugando conmigo?" pensó Manuel, sintiendo que la rabia estaba a punto de estallar. Definitivamente ese chico lo enojaba. De seguro lo hacía a propósito. Y le angustiaba el no saber por qué.

Cuando terminaron el té, Ariel se ofreció a lavar las tazas. Al principio Manuel se negó, pero Ariel le dijo que quería pagarle de alguna forma su amabilidad.

Y mientras Ariel lavaba las tazas, Manuel lamentó que Milo no estuviese ahí para que lo aconseja qué hacer en esa situación. De seguro, si fuera Milo, se le insinuaría y lo invitaría a una noche de placer. Pero eso a Manuel solo le salía cuando se embriagaba. Y lo malo era que siempre terminaba arrepentido al día siguiente.

A modo de distraerse, quiso sacar un libro de la biblioteca que estaban en un rincón. Pero tuvo la desgracia de tropezarse y casi chocar contra los estantes. Lo único que pudo hacer fue cerrar los ojos y tratar de amortiguar el impacto con los brazos.

Sin embargo, sintió que el muchacho consiguió alcanzarlo a tiempo y sostenerlo de la cintura, evitando así sufrir un fuerte golpe en la cabeza por culpa de su descuido.

Ariel se acercó al oído de Manuel y, con una voz pícara, le dijo:

- Ahora me debes una.

Manuel lo empujó y se apartó de él. Al final suspiró y exclamó:

- ¡Está bien! ¡Seré tu profesor particular! Pero te advierto que soy muy exigente. Seguirás mis reglas y mis horarios. ¡Más te vale que estés mentalmente preparado!

- ¡Sí, señor! - gritó Ariel, mostrando una gran sonrisa de felicidad inmensa.

Manuel esquivó la mirada. Ariel era demasiado espontáneo, tanto que no sabía cómo reaccionar.

Al final, Ariel, le explicó un poco de su vida y de sus sueños.

- Nunca conocí a mis verdaderos padres. Fui adoptado por un matrimonio sin hijos, los Gómez. Aunque ellos no eran adinerados, igual se esmeraron en que no me faltara nada. Muchas personas sienten lástima por mí, pero yo me siento afortunado. Considero que mi infancia fue feliz. Ahora comparto un departamento con un viejo amigo del colegio, por lo tanto, he tomado varios trabajos para solventar los gastos de alquiler.

- ¿Entonces el trabajo de la despensa no es el único?

- No. También suelo realizar un trabajo de mesero entre semana. En total voy en tres trabajos, debido a que no me alcanzará pagar los gastos con uno. Aún así, me gustaría ingresar a la universidad. De veras estoy muy agradecido de que me ayudes. Significa mucho para mí.

- No... no es nada - dijo Manuel, esquivando de nuevo la mirada. La verdad no estaba acostumbrado a ayudar a otro chico aparte de Milo. Y tampoco estaba acostumbrado a que lo agradecieran. Definitivamente no era el mismo cuando estaba junto a Ariel.

Luego de ordenar, Ariel se marchó. Manuel le dijo para que viniera mañana a la tarde, si podía.

- ¿Tienes teléfono? Así podríamos comunicarnos - dijo Manuel.

- Lo siento. No tengo dinero para comprarme uno - dijo Ariel.

- Bueno, qué se va a hacer. De todas formas, te daré el mío - dijo Manuel, anotando su celular en un papelito.

- Gracias, Manu.

Era la primera vez que Ariel lo llamaba así. De todas formas, no le importó, dado que en el fondo se encariñó con el chico.

Minutos después de que Ariel se fuera, Manuel escuchó que tocaba el timbre. Creyendo de nuevo que era el muchacho, fue a abrirle la puerta.

Sin embargo, quien estaba al otro lado de la puerta era Darío.

            
            

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