Capítulo 4 Los personajes del relato en peligro inminente

Con una disposición envidiable para contar, prosigue su relato.

Jessica era seguida y más bien perseguida. Los cinco de atrás iban a todo dar. Las rocas de tamaño mediano le ayudaban a esconderse cuando le apuntaban. Para ser más efectivos y contundentes, convinieron en dispersarse cada uno por su lado.

Ahora los nombres que evocaban sus labios eran de ¡ Martin! y ¡ Royer!. No había más exclamaciones. Como intentando rescatarla o al menos protegerla, una manada de vicuñas hacen su epifanía por ahí. Es buena cantidad de auquénidos que llegan para ayudar. Si se proponen a base de astucias pueden derribar y debilitar aquellos cazadores. Pero eso no es su misión. Esperan llevar a cabo su objetivo de otra forma menos ventajosa.

Jessica sigue ahora por los prados tratando de avanzar. A unos escasos diez metros están las pampas con un sol resplandeciente que le da otra percepción al lugar.

Es más que inusitado el lugar, en las cumbres, prados y montañas hay una nubosidad espesa que está a ras del suelo. Pero abajo es diferente. De las aletas de su nariz parte de su encantador rostro se puede ver unas gotas de sudor, producto del cansancio, ansiedad y desesperación. Más emociones embargan su rostro. Ella piensa seguir pero sus piernas piensan traicionarla.

Las vicuñas están abajo esperándola. A dos metros antes de llegar a esas hermosas pampas ha caído Jessica.

Los cazadores están a veinte metros. Desde ahí pueden apuntar, pero está claro que no lo quieren moribunda o fenecida. La quieren vivita y coleando. Ella trata de levantarse. Hacen un esfuerzo tremendo pero a su tobillo le aqueja un esguince. Tiene que seguir. Por el pundonor y el querer vivir algo más le hace sentir sé fuerte y no quiere dejar ceder al dolor. Ese empuje de mujer le ayuda a ponerse de pie y a proseguir. Avanza con el rostro que expresa el vivo dolor. Los otros siguen atrás. Las vicuñas le han permitido adelantarse y tratan de protegerla.

Sus ojos de manera poco comprensible se oscurecen. No puede ver nada ni a nadie. Pero ella debe seguir con esa virtud de mujer que nada lo detiene. y sigue. A unos cuantos metros todo cambia.

Escucha disparos tan cercanos que piensa que van dirigidas para ella.

Al no sentir nada se da cuenta que no es así. Cada cazador ha exterminado una vicuña. Los demás que conforman la manada han huido o eso al menos intenta andar a entender. No hay ninguna de ellas cercanas al lugar.

Los ojos de Jessica se abren. No sabe aún Por qué recién puede ver todo con nitidez. Su conciencia le dice que voltee la vista, pero ella sabe que la curiosidad puede más. Y con toda razón cuando el peligro sigue latente. Al percatarse que no son hombres que la corretean más bien leones ella se estremece un montón.

Ella no es una venada, porqué la están siguiendo. Se comienza a restregar los ojos constantemente, pues sabe muy dentro de sí que aquellos son hombres no leones.

Al momento que los cinco lo apuntan se cerciora que exactamente son hombres. Sabe que su exterminio está cerca. Ella se ha detenido. Aquellos hombres con los rostros que reflejan el encono completo avanzan hacia ella. No dejan de apuntarla. Unos cuantos cabellos caen sobre su frente y sus ojos. La pequeña ráfaga ha hecho que eso suceda. Linda melena tiene ella, es castaño o algo más claro tal vez. Su rostro está puesto rojo como si fuera una encarnadura reciente. Sus ojos hermosos y marrones están fijos en ellos. Sus labios trémulos piden misericordia y ella protege su rostro con sus delicadas manos. Ellos que dejaron por un rato de amenazarlo, esta vez decididos y encolarizados le apuntan.

Entre tanto Martín se apoya en esas rocas planas. Mira para abajo y ya no ve su aparato tecnológico. Piensa creer que todo va terminando. Para no tener problemas para salir de ese escollo deja descalzo sus pies. De manera inesperada el agua aumenta. La cascada suena atrozmente. Ahora hasta la naturaleza está en contra de. Intenta huir y avanzar a pasos largos entre las resbaladizas rocas, pero ya es demasiado tarde. El agua le jala. Hacia abajo es su destino.

Cuando intenta salir de aquel pequeño ahogo que ha tenido, exclama: ¡ jessica quiero verte otra vez!.

Qué triste vivir en un universo no paralelo.

En el aire expulsa el agua conforme es arrebatado y conocido hacia abajo. Para abajo ya no resulta siendo una cascada. Los cuatrocientos metros le dan el nombre de representar una catarata.

Al término de aquel esparcimiento de agua hay un pozo más ancho que profundo. Luego de unos segundos cae repentinamente sin resistencia a aquel pozo. Intentó por todos los medios agarrarse en una roca antes de mandarse abajo, pero lo vano que resultó esa acción no impidió que la fuerza de la gravedad le impulse para dónde estaba destinado ir.

Abajo se complica más las cosas. Hay espumas y también en una esquina del pozo el agua pareciera que está hirviendo.

Él asegura que no es así, pues el agua está más gélido que peor día de invierno. Lo que más le asusta es la presencia de lagartos o cocodrilos en estas aguas.

Ni a las bellezas le tiene tanto temor. Pero pensar que un saurio o cocodriliano se acerca, sus miembros comienzan a trepidar.

El siguiente turno es para Royer. Los monos intentaban ayudarle, pero no era la intención?

Por un momento creyó conveniente saltar derrame en rama. Cuando hizo el primer intento la imagen de Jessica desesperada invadió sus ojos. A ello se sometió. Ya no lo intentó más. Ahora tendría que esperar que pasen unas horas y llegue Por consiguiente en la noche.

Con el pasar de los largos y casi prolongados desesperantes minutos la noche cayó al bosque. Era la oportunidad única y no tan brillante para descender y escapar. Si con desesperación y un ruido fragoso trepó aquel árbol, ahora descendía plácidamente y con un silencio inmenso.

El algo de claridad que hacía el resplandor de la luna contribuyó para que no Cometa un desatino. Mientras más descendía la única esperanza de salir incólume se acrecentaba.

A dos escasos metros de pisar tierra, miró a los lados como nunca antes lo había hecho.

Por más incertidumbre que deseaba apoderarse de él, no vio ningún felino u otro salvaje. Lo que no vio desde arriba fue el pequeño bosque que estaba al frente y qué era la guarida de esos verdaderos y temibles animales.

Cuando les vio que se acercaba a donde él, no tuvo otra opción que correr a dónde y dy como dé lugar. Se disparó por un lado y los benditos felinos famélicos iban tras. Corrió yno paró de correr.

A unos dos kilómetros de recorrido, tan solo había algo que le hiba ha detener.

Royer totalmente inadvertido e inconsciente del peligro que hay por acá cayó a un pozo inmenso que hacía la función de una a laguna.

Por los pastizales que mostraba la parte de arriba, el lugar creyó que todo era tierra. No vio los reflejos del agua. Las fieras salvajes en ese transcurrido del día no intentaron introducirse, tan solo le quedaron mirando en esas casi interminables orillas.

            
            

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