Me alejé un poco y luego volví a avanzar convenciéndome a mí misma de que debía hacerlo, pero no era fácil, porque por instinto los seres humanos queremos vivir. Sabía que cuanto más me demorara, mas me costaria hacerlo asi que tome aire, y salté.
Salté, pero no cai. Estaba segura de que había saltado. De pronto me percaté de un gemido...encima mio y senti un ligero dolor en la zona de las axilas. Miré hacia arriba y un muchacho me sostenía firmemente. Creí que estaba soñando y que ya había muerto, hasta que oí su voz.
-¿Eres tonta o qué?¿Qué se supone que querías hacer?
Lanzó un gemido de dolor y me subió nuevamente. Me depositó en el suelo, muy lejos del borde debo decir y mirando fijamente mis ojos me volvió a interrogar esperando una respuesta.
Yo estaba shockeada. cuando reaccione, me di cuenta que sus manos aún sostenían mis hombros. Le respondí nerviosa:
-¿Q-Q- Quién eres tú?
-¿Qué intentabas hacer?
Ahora lo miré enojada y lo empuje para que me soltase. Me acerque al borde y quise lanzarme pero cuando lo iba a hacer fui sujetada firmemente por la cintura y llevada hacia atrás.
Patalee y grite, pero fue en vano, era impedida por sus fuertes brazos que me rodeaban.
Él me llevó hasta la puerta y allí me cargo como llevan los novios a las recién casadas. Sí, así de esa forma que para mi no era nada tierna.
Llamo al ascensor, subió y salió en la planta baja, siempre conmigo a cuestas. Yo volví a gritar y trate de liberarme, pensando que con todo ese barullo alguien me ayudaría. Un conserje se acercó, y le preguntó al chico que me llevaba, que sucedía. Yo le grité que me estaba secuestrando pero antes de que lograra terminar la frase, él me tapó la boca y contestó con una sonrisa:
-No se preocupe, ella es mi novia, la chica de la que le hable. Tuvimos una discusión y ahora está rebelde. A veces se hace rogar -guiño un ojo y agregó- veré si puedo reconciliarme con ella en mi apartamento.
El conserje contestó con una sonrisa de complicidad y una mirada libidinosa.
-¡Ah, ya entiendo!. Les conseguiré un taxi entonces.
Yo volví a gritar y el chico volvió a taparme la boca. Salimos del hotel, me subió al taxi. Trabó las dos puertas y me abrazó contra su cuerpo.
El chofer solo miró con curiosidad y él le contestó:
-No se preocupe, es una pelea de pareja. Conduzca hasta el Belden Place.
Este sonrió y puso el auto en marcha. A esas alturas ya estaba resignada. ¿Qué más podría pasarme en la vida?
Llegamos hasta un lujoso edificio. El muchacho pagó y luego bajó, y me bajó, del auto. Me cargó nuevamente e ingresó al lugar.
El sitio era espléndido. El Belden Place era famosísimo por ser uno de los restaurant-café más caros de San Francisco. Saludó a los recepcionistas y uno de ellos le pasó una llave. Él me llevó hasta el ascensor. Pulsó el piso 8 y espero. Luego caminó por un largo pasillo y abrió una puerta. Conmigo todavía en brazos, cerró la puerta con llave y se la guardó en el bolsillo. Recién allí me dejó en el piso. Mis piernas estaban acalambradas así que me desequilibre y caí sentada. Él se inclinó para ayudarme pero yo le quité las manos de mis brazos y le di un golpe en el estómago.
Él hizo un gesto de dolor y me dijo un improperio.
Me crucé de brazos, hice un puchero y lo miré:
-Bien. ¿Ahora que me harás? ¿Vas a violarme, descuartizarme y tirar mi cuerpo en un descampado?
-Maldita psicótica. Me encantaria saber que mas pasa por esa cabecita enferma.
-¿Quién eres? ¿Qué quieres? ¿Qué planeas hacerme?
-Sólo quiero ayudarte.
-¿A qué eh? ¿En qué estabas pensando? Lo único que lograste es arruinarme la vida.
-Ibas a terminar con tu vida, y no sé por qué.
-¿Entonces por qué carajo te metes en los asuntos que no te importan?
-Porque no voy a permitir que acabes con algo tan valioso como tu vida. Eres joven y tienes que vivirla.
-¿Acaso sabes por qué tomé esa decisión?
-No, pero me gustaría saber.
Me levante y puso mi dedo índice sobre su pecho, con pose acusatoria.
-Eres un idiota, un metiche, una persona horrible, un estúpido, un patán, un mentiroso...
Pero no me di cuenta que mientras le decía eso, hacía presión sobre su pecho y avanzaba a la vez que él retrocedía. Para cuando dije "mentiroso", él cayó en el sofá conmigo encima. Me miró, sonrió , y me abrazó. Yo deshice el abrazo y me levanté diciendo todas las cosas más desagradables que alguien puede escuchar
-¡Aisssh, te odio!
-Qué lastima, porque yo no-contestó divertido cruzando ambas manos detrás de su nuca.
Era obvio que mi enojo lo entretenía. Y yo estaba cada vez más enfurecida.
-¡Dame las malditas llaves!-grité.
-No lo haré-respondió moviendo su dedo índice derecho frente a mis ojos.
-Entonces romperé todas tus cosas.
-Y luego tendrás que trabajar y pagarlas.
-No puedes obligarme.
-¿Ah no? ¿Y qué harás cuando tengas hambre, o quieras asearte, como ahora por ejemplo, con todo ese maquillaje corrido? Porque de aquí no saldrás hasta que hablemos.
Camine hacia una mesita de luz, donde había un jarrón egipcio, que imaginé muy caro, lo levanté, lo observé, lo tomé y cuando estuve frente a frente con él, lo arroje al suelo...y este se hizo añicos.
Él me miró consternado y su cara fue cambiando de expresión, de una de sorpresa a otra de enfado total.
-¡¿Qué crees que hiciste?! ¿Sabes cuánto valia ese jarrón?
-No, y no me importa.
-Pues a mi no me va a importar cuando tengas hambre- y dicho esto se marchó hacia otra habitación.
Por supuesto, como toda mujer y más una llena de problemas como yo, mi orgullo era inmenso y no pensaba disculparme aunque eso implicase morir de hambre. Después de todo iba a morir ¿o no?.
En eso pensaba, cuando mi estomago gruño. Quise hacer caso omiso pero al cabo de media hora sentí que una revolución se había formado entre mis intestinos.
Una fugaz y ridicula idea cruzó mi mente. Hay tantos chicos que mueren de hambre, pero no lo sé, supongo que una persona que está acostumbrada a satisfacer su apetito ni bien éste surge, no podría aguantar mucho.
Y entonces camine hasta donde había visto que él entró y lo vi allí. Sentado en un sofá, haciendo zapping en la televisión y con el ceño fruncido.
Carraspeé levemente. Él no escuchó, o quizás sólo me ignoró.
Volví a hacerlo esta vez mas fuerte y recien entonces él giró su cabeza y clavó su mirada en mi. Me tensé de pies a cabeza.
-¿Qué sucede?-preguntó.
-Yo...emmm...quiero-planeaba decir que no quería nada y retirarme en silencio pero un nuevo gruñido de parte de mi estómago, me delató.
-¿La princesa tiene hambre?- ironizó
-Yo...¡No, claro que no!.
-Mmm...¿estás segura? Tu cuerpo dice otra cosa.
-Esta bien. ¡Sí, tengo hambre! ¿Y qué?
-Absolutamente nada. En realidad no me interesa. Pero si quieres podría prepararte un delicioso sandwich de pollo, tomate, lechuga, jamón, queso suizo, pepinillos, cebolla, y un poco de mostaza. ¡Oh! Cierto que no puedo hacerlo hasta que no limpies el desastre que hiciste en el living. Lo siento.
A mí, que mientras él describia ese sandwich se me hacia agua la boca, me cayó un balde de agua en la cabeza. Sabía que tenía que desechar mi orgullo y limpiar.
Así que fui hasta el living, barrí los restos del jarrón, acomode el sofá y reemplace el lugar del jarrón con un florero que encontré en una bolsa.
Llegué a la cocina con la intención de comerme ese sandwich por el que tanto había luchado y vi una pila de platos sucios en el fregadero, así que, primero los lavé y luego recién pude disfrutar de ese bendito sandwich. Esta frase está repleta de la palabra "sandwich". ¿No les da hambre? Yo se los cuento y me da hambre otra vez.
Por supuesto que al terminar estaba agotada. Ese dia habia ordenado todo mi departamento para que al menos cuando lo vendieran estuviese en condiciones.
Así que me acosté en el sofá...y me desperté en la cama. Sí en la cama. Ahora se los cuento tranquila, pero en ese momento mi desesperación era indescriptible. Yo estaba segura que me había acostado en el sofa. Entonces, ¿por qué diablos estaba en la cama?
Me levanté lo más rápido que pude y salí de la habitación. El chico no estaba.
Primero me observé de pies a cabeza. Luego de comprobar que mi ropa estaba intacta, me quedé más tranquila.
Busqué el baño, entré en él y revise el botiquín. Y afortunadamente encontré lo que buscaba: Un cepillo de dientes nuevo, así que lo usé. Luego cogí un algodón y me quite los restos de maquillaje que tenía en el rostro.
Tomé un peine y me desenrede el cabello enmarañado que para colmo estaba bastante largo.
Al menos más de lo habitual.
Salí del baño y me puse a recorrer la casa. Había dos habitaciones, el baño, la cocina-comedor separados por un bar flotante, el living, y después de un largo pasillo, el patio, compuesto por un bello jardín y una piscina no muy grande.
No recuerdo cómo llegué hasta debajo de una enredadera llena de flores y vi debajo de ella una pequeña tortuga. Era muy linda, o lindo, porque en ese momento desconocía su género.
Estaba concentrada mirando al animal, cuando oí un carraspeo.
Giré rápidamente ,y vi al chico extraño mirándome con una sonrisa casi invisible.
-¿Te gustan las tortugas?
-Supongo. Tenía una de niña.
-Yo tenía tres cuando pequeño. Ella es la hija de una de esas.
-¿No deberías decir "la cría"?
-No. Para mí es parte de la familia.
-Es un animal. No importa, ¿cómo la llamaste?
-Wendy.
-Lindo nombre para una tortuga.
-Y supongo que todavía no conociste a Arthur.
-¿Arthur?
Él me señalo un poco después de la piscina, una jaula escondida en la hierba. Yo me acerqué y miré. Pude ver un adorable conejo blanco, disfrutando de su zanahoria.
-¿Quieres tocarlo?
-¿Puedo? ¿No me hará daño?
-Sí. Es un conejo asesino que te chupara toda la sangre- contestó él haciendo gestos extraños y riendo luego.
Lo miré con cara de póker para que se detuviera. así que él se agachó, abrió la jaula y tomó a "Arthur", mientras lo acariciaba suavemente. Me lo pasó, y yo repetí la acción. Era tierno y se veía tan indefenso.
Cuando levanté la mirada, casi se me salió el corazón del susto, di varios pasos hacia atrás y caí en la piscina.
Grité enojada y, saliendo de la piscina con el agua chorreando por mis ropas, dije:
-¡Quita ese horrible monstruo de aquí!.