El Valle Oculto
img img El Valle Oculto img Capítulo 3 A MÉRIDA
3
Capítulo 7 07 : CIEN HABITACIONES img
Capítulo 8 08 : LA LLAVE DEL VALLE img
Capítulo 9 09 : EL AZULEJO MUESTRA EL CAMINO img
Capítulo 10 10 : EL VALLE OCULTO img
Capítulo 11 11 : EUGENIO img
Capítulo 12 Nota de la Autora img
img
  /  1
img

Capítulo 3 A MÉRIDA

Ahora, estaba a cargo de la señora López, que la esperaba en la entrada del aeropuerto. Era una mujer catira de mejillas rojas, ojos claros y voluptuoso cuerpo. A Jennie no le agradó mucho, a su vez, al ama de llaves tampoco le simpatizó la niña.

Entretanto Jennie sentía enorme curiosidad por saber detalles acerca de su tío y sobre la casa adonde se dirigían. ¿Qué clase de lugar sería?, ¿le gustaría?, ¿tendría primos? Ella no conocía a ninguno de sus familiares.

Desde que Jennie vivía en casa del granjero sin contar con sus padres ni con la institutriz y tampoco con ninguno de sus empleados y sirvientes, se sentía sola. A menudo le venían a la mente preguntas que antes nunca se le habían ocurrido. Se preguntaba por qué, a diferencia de otros niños, sus padres no la dejaban salir más allá del jardín ni ver televisión, siempre estaba en la casa y no tenía amigos de su edad. Creció conociendo el mundo a través de los libros, tenía a sus cariñosos padres, sus pocos pero entretenidos juguetes, bellos vestidos, deliciosa comida y una agradable institutriz, pero no adorables amiguitos, fieles mascotas, ni hermosos paseos.

Al subir al avión, Jennie se sentó al lado de la ventana con expresión aburrida y preocupada. No tenía nada para leer, por lo que juntó sus pequeñas manos con guantes sobre su falda. Su vestido y abrigo azul la hacían verse muy hermosa, y su cabello negro y rizado sobresalía de su lindo sombrero blanco.

"Pocas veces he visto a una niña así", pensó la señora López. Ella no estaba acostumbrada a ver que niñas de la edad de Jennie se sentaran pensativas y quietas sin hacer nada. Al fin, cansada de observarla, el ama de llaves habló con voz animada.

–Supongo que debo prevenirla –dijo–. La llevo a un lugar bastante grande.

Jennie la miró con interés y se acomodó para escuchar, la señora López se sorprendió un poco y luego de una pausa, sonrió ligeramente y continuó:

–En cierto modo es un lugar moderno, pero un poco deprimente. El señor Alberto está muy orgulloso de su propiedad y la quiere aunque de una manera más bien melancólica. La casa, situada al borde del páramo, fue construida hace setecientos años, y el señor Alberto la remodeló, quedando muy hermosa, es una enorme cabaña, tiene cerca de cincuenta habitaciones, aunque la mayoría está cerrada con llave. Hay valiosas pinturas y cómodos muebles de calidad. Y a su alrededor se extiende un enorme parque con flores y árboles.

La señora López hizo otra pausa y repentinamente dijo:

–Pero no hay nada más.

La descripción de la casa le interesó mucho a Jennie, puesto que difería de todo cuanto ella había conocido hasta el momento. Además, lo nuevo siempre la atraía, no sabía que era una cabaña gigante. Pero no quiso demostrar mucho el interés que sentía porque le daba vergüenza hacer preguntas, prefería que el ama de llaves continuará diciéndole como eran las cosas. La aparente seriedad de la niña era una de las características que se le hacían más inusuales a su acompañante.

–Bueno –dijo ella–. ¿Qué le parece?

–Interesante –contestó la niña–. Es algo nuevo para mí ya que no conozco esa clase de lugares.

Esa rara explicación la hizo reír.

–¡Por favor! –exclamó–. Parece el comentario de una persona mayor que tú, fuera de eso, que bien que te interese, y tu tiempo allá será suficiente para familiarizarte con todo.

–Oh, ¿será mucho?, mis padres vendrán a buscarme para llevarme con ellos.

–Hablando de eso, no se por qué sus padres la han enviado a vivir en la mansión de su tío, a no ser que para ellos y el señor Alberto sea la solución más sencilla. Él no se molestará por usted, se lo aseguro; jamás se ha incomodado por nadie.

Repentinamente se detuvo como si recordara algo que no debía mencionar.

–Él era muy solitario –dijo, finalmente–. Eso lo hizo un joven amargado, a pesar de su dinero y su enorme casa. Sólo cambió cuando se casó.

Aun cuando Jennie no quería demostrar mucho el interés que sentía por lo que la señora López le contaba, la miró con sorpresa. Jamás pensó que el solitario fuera casado. Al darse cuenta de su mirada de atención, el ama de llaves continuó su relato. A ella le gustaba hablar y ésta era una buena manera de acortar el trayecto.

–Era una dulce y bella mujer, él estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por ella. Nadie creyó que esa joven se casaría con él, pero lo hizo. Incluso hubo personas que pensaban que se casaba por su dinero, pero estoy segura de que no fue así.

Cuando ella murió...

Jennie dio un salto involuntario.

–¡Ah, falleció! –exclamó sin querer. En ese momento la niña recordó un cuento que había leído. Este trataba de un pobre dragón y de una doncella, por lo que Jennie sintió mucha pena por su tío.

–Sí, murió –contestó la señora López–. La muerte de su esposa lo convirtió en un hombre muy extraño. Ahora no le interesan las personas, ni quiere ver a nadie. Se pasa la mayor parte del tiempo viajando, y cuando está en su mansión se encierra en el ala oeste y no deja entrar más que al viejo Tomás, quien lo cuidó de niño y lo conoce perfectamente.

Parecía una historia salida de un libro y la niña quedó muy deprimida. La perspectiva de vivir en casa de su tío habría sido más emocionante si la hermosa señora aún viviera.

–No espere ver al señor Alberto, porque le apuesto diez a uno que no lo verá –continuó la señora López–. Tampoco confíe en que encontrará personas con quienes hablar, ya que estaré muy ocupada, pero sí vendré a visitarla de vez en cuando para asegurarme de que esté bien. Tendrá que jugar sola. Se le indicarán las habitaciones a las que puede entrar, pero el jardín es suficientemente grande para usted. Además, no podrá deambular ni husmear dentro de la casa, el señor Alberto no lo aceptará.

–Yo no tengo intenciones de husmear –a Jennie no le gustó lo que sugirió su acompañante–. ¿Y por qué hay tantas reglas?... –preguntó en voz baja encogiéndose de hombros, pensando en lo aburrido que sería estar en aquella gran y misteriosa mansión.

–Porque así son las cosas allá, ¿qué te puedo decir? No es un lugar para niños.

A Jennie definitivamente no le agradó el ama de llaves.

En un momento determinado había sentido compasión por su tío, y esperaba hacerlo sentir mejor con su visita, agradeciendo el alojamiento.

Somnolienta, dio vuelta la cara hacia la ventanilla del avión. Ante sus ojos, el paisaje se volvía cada vez más oscuro, y al observarlo fijamente, sus ojos se fueron cerrando hasta que se quedó dormida.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022