Las hadas, con sus delicadas alas y destellos de magia, volaban incansablemente a través de los bosques encantados y los ríos cristalinos en busca de cualquier indicio. Elfos, duendes y criaturas mágicas se aventuraban en los territorios desconocidos, siguiendo rumores y leyendas que pudieran llevarlos al paradero de las princesas.
El rey, a pesar de su preocupación, encontraba consuelo en la lealtad y dedicación de su pueblo. Si bien el reino estaba sumido en la tristeza, también se tejían hilos de esperanza, ya que cada búsqueda era un recordatorio de que nadie se rendiría hasta que las princesas fueran encontradas.
Mientras tanto, en los reinos vecinos, otras criaturas mágicas comenzaban a escuchar sobre las princesas desaparecidas. Los centauros, con su velocidad y fuerza, se unían a la búsqueda. Los dragones, con su poderoso vuelo y vista aguda, exploraban incluso las montañas más altas en busca de rastros.
Con cada amanecer, la esperanza se renovaba en Aratía. La unión entre las diferentes criaturas y seres mágicos fortalecía la convicción de que las princesas serían encontradas. La magia que fluía por el reino brillaba con una intensidad especial, como si supiera que su propósito era traer de vuelta la alegría y la paz perdidas.
En los corazones de las hadas y los habitantes de Aratía, la fe en el reencuentro se volvía más fuerte. Sabían que, en algún rincón de aquel vasto y mágico mundo, las princesas estaban esperando ser rescatadas. Sin embargo, el tiempo pasaba y ellas seguían sin aparecer.
-Majestad -lo llamó el consejero imperial Orin- creo que las princesas desaparecieron para siempre. ¿Por qué no toma una esposa joven y tiene nuevos herederos?
-¡¿Qué locuras estás diciendo Orín?! ¿Ves esto aquí? -dijo mostrando su pecho donde encima de su corazón se encontraban dos gemas latentes- ¡Esas son mis hijas! ¡Están vivas en algún lugar de este basto mundo! ¡Vivas! ¿Entiendes?
-Perdón su majestad, no sabía que usted había hecho eso.
-¡No lo hice, me salen cuando nace un hijo mío! Se apagan cuando mueren, por eso es que insisto en buscar a mis dos hijas, porque estoy seguro de que están vivas. No sé qué les habrán hecho para que no regresen, porque ambas son muy poderosas, pero tenemos que seguir buscando.
-Majestad, hemos revisado todos los mundos mágicos, ¿por qué no probamos en el mundo de los humanos? A lo mejor la convirtieron en una de ellos y por eso no la sentimos.
El rey se quedó pensativo. Era algo que le venía diciendo hace mucho su esposa la reina Lisbel. ¿Serían capaz ellas en su miedo ir a refugiarse entre ellos como humanos y ahora no sabían cómo regresar? Eran muy pequeñas cuando eso pasó, todavía lo deben ser.
-Recuerde majestad, el tiempo de los humanos corre más rápido que el nuestro, si están viviendo como ellos a lo mejor ya son adultas. ¿Quiere que envíe a buscarlas allá?
-Iré yo mismo, manda a enlistar el ejército.
El rey Aratiel y su reina Lisbel, se aprestaron a visitar el mundo humano. Al llegar distribuyeron a todos por el planeta, había entregado algo que los haría reconocer a las princesas. Los días pasaban sin ningún resultado cuando una de las tantas hadas una mañana muy nublada trajo una extraña noticia.
-Majestad, creo que encontré el rastro de las princesas en un extraño bosque.
-¿Dónde?
-Los llevaré, pero también me encontré a un dragón herido, necesito de su ayuda porque está envuelto en llamas y no pude acercarme.
Todos se trasladaron al lugar que les indicó el hada para ver que no quedaban rastros alguno del dragón, solo la fogata apagada. El rey mandó a hacer una investigación exhaustiva del bosque, donde encontraron muchos animales sobrenaturales escondidos, así como se percataron que en las noches emergía de las entrañas de las tierra, una extraña dragona acompañada de horripilantes criaturas y atrapaban a todo el que podían.
Para su sorpresa, una de las gemas del rey en su pecho, lanzó una fina luz blanca que los guió hasta la casa de Gardariel. Era de noche y entraron sigilosamente hasta ir a dar donde Shairy dormía apaciblemente. La luz se detuvo en ella.
-Creo que encontramos a la pequeña Shairy
Susurró y la transportó fuera del lugar rodeándola junto a su madre de una hermosa luz que hizo que retomara su forma original. Había crecido y era de una belleza indescriptible. La otra luz que surgió del pecho del rey los condujo al lago esmeralda, pero desapareció al llegar allí. Por lo que regresaron a su mundo con la pequeña princesa felices, al menos habían recuperado una y no descansarían hasta recuperar a Lily.
Cuando Shairy abrió los ojos le parecía que seguía dormida. Estaba en una increíble habitación dentro de un palacio rodeada de flores rosas, que destilaban el más agradable de los olores. A su lado en sillones existían dos seres alados. Una mujer con una corona tornasolada en la frente y un hombre con una de diamantes que despedían una luz enceguecedora. Ambos le tenían una mano tomada. Al sentirla moverse abrieron los ojos asustados.
-¡Shairy, al fin despertaste hija! -exclamaron al mismo tiempo.
Shairy estaba segura que estaba en medio del más hermoso sueño que ella había tenido en su vida y cerró los ojos no queriendo que desapareciera, pero lo hizo. Al volver a abrirlos todo apareció de nuevo. ¿Qué significaba eso? ¿Es que acaso era real? Miró ahora fijo a la pareja que la miraban anhelante, vio como el que parecía un rey le colocó dos dedos en su frente y emitió una agradable energía trayendo las memorias de su niñez a ella.
-Eres un hada, la princesa Shairy. Nuestra hija -dijo con una voz melodiosa la reina y extendió los brazos hacía ella que respondió al reconocerla.
-¡Mamá! ¡Papá!
Todas las flores del reino tintineaban anunciando el regreso de la princesa. Los pobladores se aglomeraban fuera del palacio para verla. La reina madre, movió sus manos y la ropa de Shairy se convirtió en un increíble, esplendoroso, brillante y hermoso vestido. Su padre no se quedó atrás. Colocó con solo mover un dedo una corona de princesa con perlas que parecían gotas de rocío.
Y de esa manera salieron con ella al balcón que daba para la enorme explanada dónde se habían reunido todos los habitantes que vitorearon felices dando la bienvenida a la princesa heredera.
-¿Todo esto es real? ¿Soy en verdad un hada? -preguntó aún incrédula Shairy
-Lo eres -le llegó la respuesta de una voz profunda a sus espaldas, al girarse se encontró con un apuesto elfo de cabello rubio y ojos verdes que le tomó la mano y se la besó- eres la segunda princesa heredera del reino de las hadas y futura reina del mío, el de los elfos. Soy el príncipe Edril, tú prometido. ¡Bienvenida de regreso princesa!
Shairy le quitó su mano suavemente y se apretó al que decía que era su padre. Todavía no estaba segura si estaba dentro de un sueño, una pesadilla o un mundo alternativo con personas locas. Y cuando estaba por salir corriendo, a pesar de que sus hermosas y enormes alas tornasoladas se movían ágiles detrás de su espalda, listas para trabajar, ella no había entendido todavía que podía volar. Pero sobre todo, en su mente no se había aclarado lo principal.
¡Era un hada!
Debía estar soñando, y se propinó ella misma tamaña bofetada dejando su hermosa mano marcada en su blanca mejilla.
-¡Princesa!
Exclamaron todos al verla hacer aquello. Eran demasiadas cosas si en verdad eran reales que le estaban sucediendo en un instante. Recordaba haber bebido del vino de uvas que tanto le gustaba y que su abuelo hacía, pero solo una copita. Se acostó a dormir añorando ver al apuesto caballero que le había robado su primer beso para desaparecer y al abrir los ojos, no estaba en su vieja cama ni destartalada habitación. Sino, en el más increíble palacio rodeada de seres maravillosos, a cuál de ellos más bellos convertida en una mariposa con alas y todo.
Aunque su propia mente le decía que todo era cierto, por las memorias de niña que le había devuelto su padre, esto de tener un prometido le era totalmente lo más loco de todas las noticias.
-Príncipe Edril -escuchó al rey hablar en lo que le tomaba una mano- la pequeña princesa acaba de llegar, sé que tenemos el convenio en que usted puede elegir entre mis dos hijas, por lo que le ruego esperar un poco más para ver si aparece la princesa Lily y entonces cumpliremos con nuestro trato. Por el momento, la princesa debe descansar y acostumbrarse a que es un hada. Como puede ver, ella lo ha olvidado todo, todavía no se cree lo que está viviendo.
-Entiendo -fue la escueta respuesta del príncipe y lo cual hizo a Shairy sonreír al ver que era muy comprensivo- princesa, disculpe usted mi apresuramiento, entiendo que debe estar muy confundida. Si me permite, vendré a visitarla todos los días.
Shairy asintió sin hablar casi escondida detrás del rey y mirando a todos lados como le sonreían y le daban la bienvenida. A pesar de todo, todavía no estaba convencida que en verdad fuera eso que le decían. ¿Se habría caído de la cama y golpeado la cabeza? Levantó sus manos para revisarse a ver si tenían algún chichón, no sería la primera ni la última vez que le sucedía una cosa como aquella. Sin embargo, al realizar éste gesto, unas cosquillas en su espalda la hicieron girar para ver sus increíbles alas que se estremecían. Sin saber cómo las empezó a mover y se elevó dando tumbos a derecha e izquierda por encima de todos los pobladores que se aprestaron a ayudarla y cada cual le daba un consejo diferente.
-No las mueva tan rápido, princesa -gritaba uno.
-Mejor no las mueva, puede lastimarse -gritaba otro
-Cuidado con el árbol..
-Mire hacía delante..
-¡Deténgase que va a chocar...!
Y así rodeada de todo los habitantes del reino de las hadas, ella volaba dando tumbos a los lados, arriba y abajo, sin dejarse alcanzar o detener de nadie, siendo perseguida por todos, armando el más increíble de los revuelos en el reino. Era algo que desde que desaparecieron, no había vuelto a suceder y todos sentían que con ella había vuelto la alegría, las risas y la felicidad.
Shairy ahora escapaba de todos más por diversión de ver que volaba que por otra cosa. Hasta que una enorme luz de pronto la envolvió en una burbuja que la detuvo y con sumo cuidado la hizo descender hasta el centro de la plazoleta, donde todos la observaban con admiración y reían felices, al girarse se quedó de una pieza al ver quien estaba allí y era el que la había atrapado.
Sus ojos se abrieron al ver cómo de a poco se transformaba en un luminoso ser que la obligó a cerrar los ojos, hasta que sintió que ya podía abrirlos para cerciorarse de que no se había equivocado, ¡era él!