Capítulo 4 Escúchame

A estas alturas no entiendo el porqué de estas recientes y extrañas alucinaciones, yo jamás ingiero alcohol cuando conduzco y menos en horas de trabajo, este episodio dista mucho de ser una noche común y corriente, y aunque nunca antes he percibido sensibilidad ante sucesos paranormales, la secuencia recurrente de los raros acontecimientos ha logrado despertar mi sugestión, y ya saben lo que dicen; no hay fantasma que asuste más que los creados a partir de la propia imaginación. Con prisa retomo el mando del volante, y pisando con fuerza el acelerador procuraré salir rápidamente de este sitio. Llevado por mis pensamientos siento un ligero roce de aire gélido por la nuca me ha puesto la piel de gallina, pero esta vez no deseo girar, no me interesa descubrir lo que sea que se agazapa a mis espaldas, el soplo se hace cada vez más persistente, mientras mi epidermis se enchina tengo la tentación de voltear, pero me gana la cobardía de encontrarme con algo horroroso, y que la curiosidad se convierta en arrepentimiento. Los segundos se me hacen eternos, siento mi espinazo congelado, como si fuera lo que fuese que está allí detrás trajera el invierno consigo, estoy sudando como si viniera de una maratón, la atmósfera alarmantemente hostil se acompaña por un sepulcral silencio, provocando que suenen mis latidos como un campanario, ¿acaso me estoy volviendo loco? La luz intermitente de una farola por alguna razón me devuelve la calma, se apacigua aquella provocación infernal, obteniendo ahora un poco de valor procedo a girarme y efectivamente no hay nada. Han transcurrido alrededor de cuarenta minutos desde que sucedió el incidente de la mujer en la carretera, la calma ha regresado, todo acontece en paz y tranquilidad, y aunque eso me inquieta aún más, trataré de no pensar en ello y mucho menos en la peculiaridad de los eventos ocurridos a partir de su aparición, pueda que las pesadillas de la noche anterior tuvieron este efecto alucinógeno, tal vez deba descansar un poco. En cada jornada extremadamente larga y demasiado extenuante como para proseguir, reposo en moteles de paso, esta ocasión no será la excepción, mi espalda necesita erguirse con urgencia, y mi mente apaciguarse, además ya los ojos se me cierran, si o si debo dormir. Llego al establecimiento, el cual se encuentra igual que siempre, solicito a la joven de la recepción una habitación disponible, me sugiere la número veinticuatro, ingreso a ella, de inmediato el olor a cloro y detergente se hace presente (como siempre), me tiro a la cama, ahora me siento para quitarme los zapatos, ahora sí, liviano me dispondré a conciliar el sueño, pensando que mañana será otro día, cuando de repente aquel "escúchame", resuena en el silencio, interrumpiendo cualquier indicio de actividad onírica. Había apagado la lámpara que reposaba sobre el buró, así que con rapidez me dispongo a encenderla, y justo en los pieceros de la cama está esa mujer viéndome sin parpadear, diciéndome de nuevo: "escúchame".

            
            

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