Capítulo 4 Renuncia a tu trabajo

Debido a que era la hora en la que todos salían de trabajar, el Registro Civil estaba prácticamente vacío, lo que facilitó el proceso.

Guiados por el personal, Sheila y Shane pagaron la cuota requerida y pronto tuvieron en sus manos sus actas de matrimonio.

Mirando el documento, la joven esbozó una sonrisa amarga, carente de la felicidad genuina que normalmente se asocia con el matrimonio.

Además de que jamás imaginó que terminaría casándose con alguien más que no fuera Niko, ella tampoco creyó que lo haría por capricho y no por convicción.

Mientras le entregaba una de las actas a Shane, Sheila le preguntó: "Recuerdas lo que acordamos hace rato, ¿verdad?".

Antes de entrar al Registro Civil, ella había dejado claras sus intenciones. Necesitaba casarse urgentemente para liberarse del matrimonio arreglado pero no tenía ninguna intención de ser una esposa de verdad. Y si él no estaba de acuerdo, entonces podían anular el matrimonio y cada quien seguiría como si nada hubiera pasado.

"Sí", respondió Shane.

Sin dejar de mirarlo, la joven agregó: "Como mi padre nunca aprobará tu trabajo actual, necesitas encontrar un empleo decente pronto. Entretanto, yo te ayudaré con tus gastos. ¿Qué te parece si te doy veinte mil dólares al mes?".

Luego de escucharla, Shane frunció los labios para contener una carcajada. Él era el CEO de Grupo Luminary y manejaba contratos multimillonarios a diario, ¿y aquí estaba ella, ofreciéndole apenas veinte mil dólares?

Al ver que su boca se había curvado en una sonrisa, Sheila empezó a sentirse ansiosa, ¿acaso su oferta había sido demasiado baja?

"¿Qué te parecen treinta mil?", ofreció, apretando la mandíbula.

Pero en lugar de responder, el hombre se limitó a sonreír más.

Sintiéndose más nerviosa que antes, ella se mordió el labio inferior: "Cuarenta mil dólares, oferta final".

"Okey, trato hecho".

Debido a la rapidez con la que el hombre aceptó, Sheila confirmó su sospecha; seguro pensó que su oferta inicial era insignificante.

Por suerte, ella había heredado algunas acciones y fondos de su madre cuando alcanzó la mayoría de edad, y aunque no eran extremadamente valiosos, generaban un ingreso mensual decente. Por lo tanto, pensó que podría mantenerlo sin problemas.

Después de intercambiar información entre ambos, la joven se marchó apresuradamente, pues tenía que volver lo más pronto posible y decirle a su padre que ya no podía considerarla moneda de cambio.

Una vez a solas, Shane miró el acta de matrimonio que tenía en la mano y una leve sonrisa curvó sus labios mientras sacaba su celular para llamar a Zayd: "Necesito que vengas por mí, estoy en el Registro Civil".

"¿En el Registro Civil? Jefe, ¡no me diga que se casó con esa chica! ¡No tenía que ir tan lejos para hacerla sentir mejor!".

Cuando regresó a la casa de la familia Jones, Sheila revisó su reloj y se dio cuenta de que ya eran las seis de la tarde.

En la sala de estar estaba Rogelio, su padre, sentado en un sofá de cuero con un semblante que reflejaba su irritación.

A su lado, Paula trataba de tranquilizarlo: "Cálmate, cariño. Probablemente Sheila tiene una buena razón para no contestar tus llamadas. Quizás esté ocupada".

"Rita se la pasa todos los días hasta tarde en la compañía y genera importantes beneficios para todos, ¡cómo quisiera que Sheila fuera como ella!", exclamó Rogelio, desahogándose.

Por otro lado, Rita estaba rebosante de alegría, imaginando que su hermanastra se encontraba devastada por haber perdido su virginidad con un gigoló y probablemente sintiéndose deshecha.

¡Sería maravilloso que nunca volviera!

Sin embargo, ella se guardó sus emociones y fingió estar preocupada: "Vamos, papá, tómate una taza de té e intenta relajarte. Ya le pedí a nuestro personal que fuera a buscarla, ¡apuesto a que pronto estará de vuelta!".

Rogelio aceptó la taza que su hija le estaba tendiendo y suspiró profundamente.

"No sabes lo feliz que me haría que Sheila fuera la mitad de sensata que tú", con eso, él se giró hacia Paula y continuó, "Has sido una excelente madre con nuestra hija; tengo una deuda contigo por eso".

Puesto que acababa de entrar a la habitación, Sheila escuchó su plática y su sangre comenzó a hervir de rabia.

¿Qué había querido decir su padre con que tenía una deuda con Paula? ¡A quién realmente le debía todo era a su madre!

Veinte años atrás, Paula y su madre eran mejores amigas. Devastada por una relación fallida, su madre se dedicó totalmente a su trabajo y terminó fundando al Grupo Lothian.

Paula le presentó a Rogelio e incluso lo ayudó a conquistarla. Finalmente, su madre se enamoró perdidamente de él, tanto que comenzó a cederle poco a poco el control de su empresa.

Por desgracia, estando embarazada descubrió que Rogelio y Paula estaban teniendo una aventura, y para colmo, esta última acababa de dar a luz a una niña.

La impresión y el estrés fueron tan fuertes que provocaron que su fuente se rompiera, lo que hizo que Sheila naciera prematuramente.

Después de dar a luz, su madre quedó muy débil debido a la pérdida de sangre, por lo que Rogelio se arrodillaba a su lado todos los días, suplicando perdón y prometiéndole no volver a ver a Paula nunca más. Por el bien de su bebé recién nacida, su madre decidió perdonarlo, sin embargo, ella falleció unos años después.

Pero el cinismo de Rogelio no tenía límites, pues días más tarde llevó a vivir a Paula y Rita en la casa, afirmando que estaban allí para cuidar de Sheila.

"Señorita Sheila, ¡al fin regresó! Su padre ha estado sumamente preocupado por usted", una sirvienta exclamó en cuanto vio a la joven.

Volviendo a sus sentidos, Rogelio miró a Sheila en la entrada y sintió una oleada de ira en su interior.

"Vaya, ¡hasta que finalmente te dignas volver! ¿Dónde carajo has estado estos últimos dos días?".

Rita, de espaldas a su padre, intervino con un tono de angustia: "Hermana, sé que papá puede ser duro, pero está genuinamente preocupado por ti. Después de todo, una joven que pasa la noche fuera de casa puede correr todo tipo de peligros. ¿Qué pasaría si te encuentras con algún delincuente o alguien peor?".

Lo que Rogelio no pudo ver fue que la expresión facial de Rita escondía un rastro de prepotencia y odio.

Por el contrario, al recordar cómo esta misma persona había conspirado para que ella perdiera su virginidad con un gigoló, la rabia de Sheila alcanzó un punto de ebullición. Y así, sin decir más, levantó la mano y la abofeteó con tanta fuerza que el golpe hizo eco en las paredes de la habitación.