Aprendiendo De Mis Dagas.
img img Aprendiendo De Mis Dagas. img Capítulo 4 Venganza confusa. II
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Capítulo 6 Recuerdos Transversales. IV img
Capítulo 7 Una verdad a medias. V img
Capítulo 8 Promesas renovadas. VI img
Capítulo 9 Un Caballero De Armadura Oxidada. VII img
Capítulo 10 Cuentas Pendientes. VIII img
Capítulo 11 Un prodigio perdido. IX img
Capítulo 12 Ojo satelital. X img
Capítulo 13 Primera cita XI img
Capítulo 14 Intruso en traje XII. img
Capítulo 15 Voces contrarias XIII. img
Capítulo 16 El chico ideal XIV. img
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Capítulo 4 Venganza confusa. II

Aprendiendo de mis dagas [Capítulo dos]

AUTORÍA DE: J.K Clandestino.

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Narrador: desconocido del acantilado.

-Amigo, Rubén nos va a matar. -Azael hala de mi camisa, insistente-. Oye, te estoy hablando muy enserio. Rubén no puede vernos después de esa explosión.

Abofeteo su mano, y sacudo mi camisa como si se tratara de un germen.

-Te recuerdo que fue tu culpa. Yo no fui quien incendió ese lugar -le recuerdo.

Sigo caminando indiferente, mientras él; grita mi nombre con frustración.

-¿¡Y cómo pensabas que me libraría de todos esos oficiales furiosos!? Te pusiste esa ridícula ropa y me dejaste a mí solo.

Él agita sus brazos de un lado a otro como el histérico que es.

-Ya cállate, esclavo. Admite que te encantó.

Él jadea indignado por lo de "esclavo", y después agacha la cabeza y murmura:

-Matamos a muchas personas, y ellas no son como nosotros ni tienen culpa de nada...

Antes de que terminara de hablar lo interrumpo y lo miro ya cansado de su empalagosa condescendencia.

-Ya basta de hacerte el inocente, Azael. Ya hemos practicado mucho para esto. -Me refería el asesinar-. Deja de mangonearme.

Azael suspira y me abre la puerta de un auto.

-Aquí no tenemos enemigos. -Enarco una ceja, dudoso-. Por lo menos, no ahora. Si lo llegásemos a tener, se te dará el permiso de encargarte a tu manera. De lo contrario, no hagas nada.

Entro al carro al igual que Azael.

-Ahora prepárate. Rubén vive al otro lado de la ciudad -indica-. Ponte cómodo, nos espera un largo camino.

-Está bien, esclavo...

Lo miro de manera arrogante, pero lo que me dice Azael a continuación, queda mejor que un "esclavo":

-Yo también te extrañé.

Sonrío para mis adentro, mas hice un ademán con la mano de desinterés, y dije: "sí, sí, como sea".

Cuanto te extrañé, esclavo...

No te imaginas cuanto...

Miro a mi alrededor por la ventanilla del auto.

La verdad; me imaginaba este lugar mucho más interesante. Las cosas son como me lo enseñaron, todos se comunican como me dijeron, y ahora tengo todo este tema en dominio, lo cual es fácil y aburrido.

Lo que no es fácil es la reprensión que recibiré de Rubén. Lo mejor será que me ponga cómodo y descanse; tengo el ligero presentimiento de que su charla va a tardar...

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Al llegar, Rubén nos espera en la entrada de la puerta de una mansión blanca de dos pisos, con los brazos cruzados.

Sus botas negras lo hacen ver prepotente. El pantalón negro con arnés y camisa blanca que viste; grita peligro. No sé qué clase de moda sea, pero yo la quiero.

Claro que la quiero...

Aunque su vestimenta declara fuerza y una imagen de arriscado, a mí no me intimida. Al ser de un rango mayor que yo, le debo "respeto". Yo doy lo que puedo, la verdad es que a mí no se me da muy bien eso.

Sin embargo, el esclavo, ya comenzaba a tornarse pálido por los nervios.

En general, Azael es un gran vivaracho con una actitud bastante activa y relajada, sin embargo; en la ocasión donde uno de los mayores se presenta, -cosa que para mí es muy poco probable- se pone ansioso y trata de impresionarlos.

-¡Salgan de ese maldito auto y vengan a mi oficina! -ordena Rubén.

Y allí vamos...

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Después de casi arrastrarnos a un cuarto que le llaman "oficina", comienza su sutil y delicada charla:

-¿¡Acaso ustedes son imbéciles o qué!?

Mi acompañante y yo, estamos sentados al frente del pobre escritorio que Rubén, golpea insistentemente.

Azael se levanta y me cubre de la mirada enfurecida de Rubén, y trata de justificar:

-Señor, se lo puedo explicar, yo... -Rubén golpea la mesa con el puño, y Azael se encoge en su puesto.

-No me interrumpas, Azael -reprende Rubén, mientras yo enrulo mi cabello negro, distraídamente.

Los ojos castaños de Rubén, me miran de reojo e inquiere:

-¿No tienes nada que decir...? -Rubén dice mi nombre lento y de manera amenazadora.

-¿Ah? -pregunto apático, mientras veo las agujas del reloj moverse. Ya eran las ocho y media de la noche, y todavía no había comido...

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-Señor, lo lamentamos mucho, fue mi culpa, cometí un error -explica Azael, arrepentido.

-¡¿Un error!? Llevas acá un año, y no habías cometido ese "error", pero llegó este -Me señala con desprecio-, y ya quemas una cafetería, ¡una maldita cafetería con personas adentro!

Eso me hace reír, pero me doy cuenta de que lo hice en voz alta.

-¿Qué te parece tan divertido? -me pregunta Rubén, tensando su mandíbula.

Cambio la conversación con pequeñas risas irónicas:

-Si te hace sentir mejor, esas personas ya estaban muertas.

-Sigo sin entender que te divierte.

Sonrío un poco antes de responder;

-Me parece divertido que ahora tengas condolencia por las personas.

-Ya te hemos dicho las reglas de este mundo -habla con lentitud, y lo siguiente lo dice golpeando con su dedo índice, al escritorio-: aquí, no matamos.

-¡Ay por favor! -me quejo asteado-. Igual morirían, es normal.

-¿¡Te parecería normal si nos mataran a Azael y a mí!?

La pregunta me causa más risa. Claro que no me parecería normal; de hecho, no lo permitiría. Los protegería a ellos en todo caso. Pero claro, yo jamás les daría el placer de que lo escucharan, así que no dudo y respondo juguetón:

-No sé si sería normal, pero les agradecería por concederme la tranquilidad, y evitarme el trabajo sucio.

Los dos sonrieron y negaron con sus cabezas por mi respuesta.

-Das asco. Debes asearte, cortar tu cabello y cambiarte esa estúpida ropa. Pareces payaso de circo, y la meta es hacerte parecer una persona decente.

Asiento tranquilo y me marcho junto a Azael, pues Rubén, le ordenó a que me atendiera.

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Después de comer, tomé un baño. Y fue gratificante porque el agua en este sitio era caliente y tenían envases con muchas fragancias.

Ahora Azael y yo, nos encontramos en un cuarto que da vista a un jardín descuidado, que hay frente de la casa.

Disfrutaría mucho más la vista, si Azael no se moviera de un lado a otro, buscando una posición cómoda para afeitarme.

-Azael, quédate quieto, estorbas en mi vista. –Lo empujo por el dorso, mas él no se mueve.

-¿Cómo me voy a quedar quieto si tienes una barba gigantesca? Un lobo no tiene esta cantidad de vello facial.

-Me entero de que ahora es malo tener pelos. -Giro los ojos.

-Vello facial -me corrige y yo bufo-. Ya estás listo. -Azael levanta sus pulgares, orgulloso.

Yo me levanto de la silla y me dirijo al balcón. Pongo mis manos en la barandilla y suspiro.

Azael recoge sus cosas para irse, pero antes de eso: yo hablo algo que me ha estado incomodando desde hace años:

-Azael -lo llamo, y tomo una pausa para exhalar-. Yo estoy seguro de que las personas que la mataron, son aquellas que tanto defiendes. -Me refiero a los humanos-. Quizás no lo entiendas, pero esto me quema en todo los ámbitos. No me puedes culpar por querer hacerlos pagar.

Azael regresa las cosas a la mesa de noche y camina hacia mí. Sitúa su mano en mi hombro y da un apretón reconfortante.

-Estas no son las personas que buscas, te lo aseguro.

-¿Entonces cuáles son? ¿Por qué nos traen aquí? Es lógico que quiere que nos mezclemos con estas personas para así atacar entre ellas.

La frustración y la sed de venganza amenazan con salir de mis poros.

-Todo estará bien, amigo. -Yo lo miro por detrás del hombro y él sonríe-. Todos los culpables pagarán; por eso estamos aquí. Por eso somos parte de Cegous.

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Cegous..., es un grupo donde te enseñan a dominar y usar tus poderes y habilidades. ¿Por qué? No sé.

También te enseñan el cómo convivir con la sociedad común ¿cómo común? Yo vengo del reino de Ambrosia, un lugar perfecto, que aunque es un imperio no tiene las mismas costumbres ni artefactos que en este mundo.

No estoy seguro para qué nos enseñan a pelear, ni tampoco de saber a qué le teme Cegous; ya que duré ocho años de mi vida en coma. A los dieciocho años desperté, todas las personas que me rodeaban eran completamente desconocidas. Me dieron la mano y me ayudaron en terapia y a poder hablar con fluidez; cosa que duró cinco años más.

Pero aunque me ayudaran, nada sirvió para poder superar el cómo todo lo que amé, murió...

Retrocedo tres pasos, cierro la cortina y las puertas del balcón, para así poder acostarme en aquella fría cama.

Mañana va a ser un día difícil porque Rubén, ya sabrá que me escapé del reino.

Todos aprendieron a convivir en este lugar, y por eso la mayoría se encuentran acá. Los de alto rango vinieron primero, ellos se componían por tres personas, que son: Yajani, Rubén y Jano.

Los de segundo rango se componían de tres personas-la mayoría desconocidos para mí- que son: Kenso, Oliver y Dina. Lamentablemente, la tercera murió en una misión que le dio Cegous.

La tercera parte del grupo tiene solo a dos personas, pero aun así es el mejor -obviamente porque estoy yo- aunque a veces tiene fallas, -Obviamente porque está Azael- y aunque no hemos hecho nada a favor del grupo, puedo asegurar que seremos el mejor.

Ya no armaré escándalos ni alborotos en mi estadía en este mundo, solo lo haré una vez más, y eso será pasado mañana.

-Prepárate suicida -advierto fascinado, recordando aquella chica que ayudé en el acantilado-, que todavía no te me escapas... -susurro en el aire.

            
            

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