En uno de los departamentos más antiguos de Montevideo, vivía una joven llamada Carolina. Desde que se mudó, siempre tuvo la sensación de que algo no estaba bien en ese lugar. Extraños ruidos y susurros nocturnos la mantenían despierta, y sombras inexplicables se movían por las esquinas de su visión.
Carolina decidió investigar la historia del edificio y descubrió un oscuro secreto: en ese departamento, hace muchos años, había ocurrido un terrible crimen. Una familia entera había sido asesinada en circunstancias misteriosas y el culpable nunca fue encontrado.
A pesar de su inquietud, Carolina decidió quedarse en el departamento y enfrentar sus miedos. Una noche, mientras estaba sola en casa, los sucesos extraños se intensificaron. Las luces parpadeaban, los muebles se movían solos y escuchaba susurros incomprensibles que parecían provenir de las paredes.
Llena de temor, Carolina decidió buscar ayuda. Contrató a un grupo de parapsicólogos locales para investigar lo que estaba sucediendo. Juntos, realizaron sesiones de espiritismo en el departamento, tratando de comunicarse con el espíritu de la familia muerta.
Durante una de las sesiones, la atmosfera se volvió aún más tensa. La temperatura bajó repentinamente y una voz siniestra llenó la habitación. Era el espíritu del asesino, que había permanecido atrapado en el departamento todo este tiempo.
El espíritu relató en detalle los horrores que había cometido y cómo había quedado atrapado en ese lugar como castigo por sus actos. Su sed de venganza era inmensa y ahora apuntaba hacia Carolina, la nueva inquilina.
La joven, paralizada por el miedo, se encontró cara a cara con la entidad malévola. El espíritu la persiguió por todo el departamento, lanzando objetos y llenando el aire con su risa macabra.
Finalmente, Carolina encontró la forma de romper el hechizo. Recordó una antigua leyenda que decía que la única forma de liberar a los espíritus atrapados era encontrar el objeto personal más valioso de la persona asesinada y destruirlo.
Desesperada, Carolina buscó en el departamento hasta encontrar una caja escondida en el ático. Dentro de ella, encontró una joya antigua que había pertenecido a la madre de la familia asesinada. Sin dudarlo, la destruyó, liberando así a los espíritus atrapados.
Desde ese día, el departamento de Carolina volvió a la normalidad. Los ruidos cesaron, las sombras desaparecieron y la paz regresó al lugar. Sin embargo, Carolina nunca olvidaría la experiencia aterradora que vivió en aquel departamento de Montevideo.