Capítulo 2 El pasado toca a la puerta

Al volver a casa después de doce años de ausencia, Elaine Steward, una niñera cualificada, no esperaba recibir una llamada tan pronto sobre un nuevo trabajo. No le dieron el nombre del hombre, sólo la dirección del lugar donde debía reunirse con él.

Constancia, la mujer del teléfono de la empresa que ayudaba a encontrar trabajo a las niñeras de todo el país, le había dicho que era un tipo muy dulce y que incluso se había quedado dormido mientras hablaba con ella por teléfono.

Se detuvo frente a la casa y sonrió. Era una casa preciosa con una valla blanca. Sin embargo, el césped no estaba cortado y había mucha maleza en el jardín.

Bajándose las gafas, comprobó en el pequeño espejo que el maquillaje, que se había puesto modestamente, no se había corrido ni parecía excesivo. Una vez que tomó su bolso, volvió a comprobar la dirección.

Este era un nuevo comienzo para ella. Había sido niñera durante diez años después de dejar la universidad. Uno de sus profesores le había dejado muy claro que, si no le daba lo que él quería, iba a destruirla. Sabía que los estudiantes y los profesores se acostaban todo el tiempo, no tenía duda de que eso ocurría, pero no tenía ningún interés en acostarse con sus profesores. Lo que no esperaba era que uno de esos profesores quisiera utilizarla, y cuando ella no accedió, la chantajeó.

Al no ver otra alternativa, dejó la universidad, aceptó un trabajo de niñera y estudió por Internet para estar cualificada para cuidar a niños de todas las edades. Le encantaba su trabajo y ayudar a la gente, sobre todo cuando intentaban reconducir su vida.

En la mayoría de las situaciones, la llamaban 'salvavidas' o, en el peor de los casos, 'rompedora de hogares'. Ella nunca había dañado la relación de nadie. Nunca persiguió a un marido. Su única función era ayudar a los niños y a sus vidas, ni más ni menos.

Con eso en mente, subió los escalones, sabiendo que quien iba a ver, requería de ese apoyo incondicional que ella sabía dar. Al acercarse a la puerta, estaba claro que ese tipo la necesitaba, el porche era un completo desastre, se daba una buena imagen de como estaría la casa por dentro. No tenía toda la historia, pero ya llegaría el momento y el lugar en que la conociera. Por ahora, sólo tenía que conseguir este trabajo.

Levantó la mano y llamó a la puerta. Sintiendo una sonrisa en sus labios, esperó. Este iba a ser un gran día. La puerta se abrió. Se giró hacia la persona que estaba en el umbral y se quedó helada. Esto no podía estar pasando. Al volver a la ciudad, sabía que existía el riesgo de encontrarse con él, pero ¿trabajar para él? No, no podía ser.

Dean Silver, el tipo que la había hostigado implacablemente. En sus brazos había una niña. Su pelo parecía no haber sido cepillado aún. Él no llevaba camisa, pero tenía una colgada del hombro, como si hubiera llevado una y se estuviera cambiando mientras ella llamaba a la puerta.

Eres una profesional.

Deja de quedarte mirando boquiabierta.

-Hola, soy Elaine Steward. ¿Usted necesita una niñera? -, dijo ella.

-Sé quién eres, Elaine. Espera, ¿qué? ¿Eres la niñera?

Manteniendo la sonrisa pegada a sus labios, no parpadeó, ni se quejó, ni mostró ningún miedo. Este tipo le había hecho la vida imposible en el instituto. Él y todos sus compañeros, así como el equipo de animadoras.

No pienses en ello, se dijo así misma, pero era demasiado tarde, los sobrenombres comenzaron a estallar en su mente, como si nada. La gorda Elaine. Elaine la ballena. Elaine el hipopótamo...

No, no se iba a permitir pensar en todos los nombres que le habían puesto. Dean había sido particularmente brutal. Tirándole comida, volcando su bebida en su mochila, destrozando sus deberes. Incluso habían llenado su taquilla de condones.

Qué divertido.

-Sí, soy la niñera. Recibí una llamada de que necesitaban mis servicios. - Rápidamente sacó su legajo. -Aquí hay una copia de mi currículum, así como varias referencias-. Le tembló la mano.

Él no hizo ningún comentario mientras aceptaba el legajo. La niña en sus brazos le sonrió. -Eres muy bonita.

-Gracias, cariño. Soy Elaine-. Le tendió la mano. La niña se retorció de los brazos de su padre y él la dejo ir, colocándola de pie sobre el piso. Se dio cuenta de que la niña no llevaba pañal, así que no tendría que añadir el entrenamiento para ir al baño si Dean decía que sí. Bien podría decir que no.

-Me llamo Maggie-. Dijo la pequeña.

-Maggie. Me gusta tu nombre.

-¿Qué es una niñera? - preguntó Maggie.

-Es alguien que cuida de la gente-. Elaine se agacho para estar a la altura de Maggie y poder mirar a la niña a los ojos.

-Papi cuida de mí.

-Tienes que entrar mientras yo llamo a esta gente-, dijo Dean. Tomó la mano de su hija, llevándola consigo.

Al cruzar el umbral, ella vio inmediatamente por qué Dean estaba en apuros. Las tareas domésticas se habían apoderado de él. Ella no sabía cuál era la situación con él, pero sabía que quería ayudar.

-Juega conmigo-, dijo la niña, y Elaine ni siquiera dudó. Se sentó junto a la niña, levantó una de sus muñecas y se puso a jugar mientras esperaba que Dean hiciera las llamadas.

No podía creer que él tuviera una hija. Dean Silver era padre.

Echando un vistazo a la habitación mientras Maggie se distraía poniéndole un vestido a la muñeca, no vio ninguna señal de una esposa, ni ninguna foto que dijera que había una esposa en casa. Dean estaba solo, lo que era completamente diferente a cuando eran niños.

Frotándose la sien, se obligó a reprimir su ansiedad. No había necesidad de poner nerviosa a Maggie, y no quería causarle ningún tipo de angustia.

Pasaron los minutos. Tal vez incluso horas. Dean regresó y no parecía feliz por ello.

-Tengo que ir a hablar con tu padre-. Le ofreció a la chica una sonrisa tranquilizadora antes de ponerse en pie.

Caminó hacia él y él sacudió la cabeza. -¿Has encontrado a alguien más?- Ella no tenía ninguna duda de lo que él había estado tratando de hacer. De ninguna manera iba a llorar. Él no quería que cuidara de su hija y ella no podía entender por qué. Nunca había hecho nada que le hiciera daño a él o a un niño en su vida y, sin embargo, la trataban como si ella hubiera sido la hostigadora, cuando en realidad había sido al revés.

-No, no tienen a nadie más. Eres la persona más cercana que puede cumplir todos los requisitos que necesito-. Se pasó los dedos por el pelo. Miró a Maggie y, sin extender una invitación, se alejó.

Elaine tuvo que seguirlo. Apretando los dientes, lo siguió hasta la cocina, donde él agarró una tetera y la llenó de agua.

-Mira, sé que me odias, pero te necesito. La situación, como puedes ver, es grave. Necesito una niñera. La agencia dijo que eres la única más cercana que puede vivir conmigo, cuidar de Maggie y limpiar este basurero.

-Esos son los servicios que ofrezco.

-También me dieron un par de referencias que comprobé. Eres la mejor.

Ella no dijo nada. No había razón para decirle qué era lo que podía ofrecer cuando sus anteriores empleadores ya lo habían hecho más que bien. No estaba dispuesta a hinchar el pecho y reclamar algún tipo de victoria cuando no era necesario.

Él golpeó con los dedos la encimera. El calor de la estufa ya estaba calentando el agua.

-¿Vas a hacerle daño? -con una expresión torturada en su rostro.

-¿Hacer daño a quién?

-A mi hija.

-No-. Ella retrocedió ante la sola idea. -¿Por qué piensas eso?

-Mira, sé que fui un completo bastardo contigo durante el instituto.

-Detente ahí mismo. No me importa. Ni se me ocurriría desquitarme con una chica joven y menos con una niña. No soy esa clase de persona.

-Cami es su madre.

-Vaya-, dijo ella, sorprendida, pensaba que Dean era el único que nunca cayo en las redes de Cami, bueno, obviamente estaba equivocada. -Eso sigue sin cambiar el hecho de que la jefa de animadoras y el deportista que me hicieron la vida imposible, nunca me llevarán a hacer daño a una niña. No soy una hostigadora, ni lo seré nunca. Puedo cuidar de tu hija y tener este lugar inmaculado en poco tiempo. Depende de ti si confías en mí. No tengo ninguna razón para causarle a tu hija ningún tipo de dolor.

Se acomodó el pelo detrás de la oreja antes de meter la mano en el bolsillo de sus vaqueros para sacar su información de contacto.

-Si te decides, ya sabes dónde encontrarme. Maggie es maravillosa. Para que lo sepas-.

Sin esperar a que la dejaran salir, se despidió de Maggie antes de dirigirse a la puerta, subir a su coche, conducir hasta su apartamento, sentarse en el sofá y entrar en pánico.

¿Qué carajo acababa de pasar?

            
            

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