Capítulo 4 La Nueva Niñera

-¿Dije eso? Culpa mía. Ya he hecho mucho, y ya sabes, siendo un padre y todo, tengo que ir a leer a mis hijos-. Damian ya estaba caminando hacia la puerta. -Recuerda, hermano, mantenlo en tus pantalones.

-Vete a la mierda.

-Lo haré.

Cerró la puerta detrás de Damian.

-¿Qué es irse a la mierda, papi?-, dijo Maggie.

Debería haber sabido que su hija no estaría dormida. -Hola, pastelito. ¿Cómo estás?

-Tengo sed.

-Vamos. Te conseguiré una bebida, pero luego tienes que irte a la cama.

-¿Por qué? -, preguntó ella.

-Tengo que arreglar la habitación de invitados.

-¿Por qué?

-Para la simpática señora-, dijo él, pensando en Elaine.

-¿La simpática señora de la melena?

-Sí.

-Bien.

-¿Te cayó bien?-, le preguntó.

-Sí, me gustaba. Era bonita.

-Lo era, ¿verdad?

-Sí. ¿Se va a quedar con nosotros? -, preguntó ella. Él asintió con la cabeza.

-¿Como una niñera?

-Será tu niñera, sí. ¿Te gusta?

Maggie asintió, tomando la taza de él. Le entregó su osito de peluche para poder beber. Se lo bebió todo, se limpió la boca y se lo devolvió. -¿Puedo tomar otra?

-No, te despertarás toda la noche para ir al baño y necesito que mañana te levantes bien temprano para poder mostrarte para Elaine.

-Me gusta su nombre.

-Es un nombre bonito, ¿no?

-Sí, le gusta mi nombre tambien. Le parece bonito.

-Es un nombre precioso-. Él había elegido el nombre de Maggie. Cami ni siquiera quiso sostener a su hija después de dar a luz. Todo lo que quería era dormirse y que la dejaran en paz. Todos habían hecho exactamente lo que ella quería. Él había abrazado a su hija y se había ocupado del resto. Siempre cuidó de ella. Ahora, permitía que otra persona, una simple desconocida, cuidara de ella.

Inspirando profundamente, levantó a Maggie en brazos y la llevó a la cama. Se aseguró de leerle varias páginas del último cuento que quería leer y, cuando estuvo profundamente dormida, se dirigió al dormitorio de invitados.

Esperaba realmente no estar cometiendo un error.

****

-¿Sólo tienes una maleta?

Elaine miró la maleta en su mano y asintió. -Viajo ligera.

-¿No vives cerca?

-Alquilé una casa totalmente amueblada. Me aseguro de poder ir y venir lo más rápido posible-. Ella ofreció una sonrisa.

Dean se frotó la cabeza.

-No ha pasado mucho tiempo desde que mi último empleador dejó de necesitar mis servicios. Hasta que deje de ser niñera, no veo la razón de comprar un lugar para mantenerme. Puedo estar en un solo empleo hasta dieciséis años-. Le había sorprendido recibir su llamada, la verdad. Ella no creía que fueran capaces de llevarse bien. Hasta el momento, él no la dejaba pasar el umbral y lo único que había visto era su maleta.

-¿Cuánto duró tu último empleo?-, le preguntó él.

-¿Tienes toda la información en mi currículo?

-Sólo como referencia.

-Tres años. Se iban a trasladar a Inglaterra y yo no quería, así que no tuve más remedio que despedirme. Sé que querían que me fuera con ellos, pero yo quería volver a casa al menos alguna vez. Si me iba a Inglaterra, existía la posibilidad de no volver nunca. Ahora sí.

Sujetó el asa entre sus dos manos. Pesaba mucho. Había aprendido a empacar todo en una gran maleta.

-¿Has cambiado de opinión?

-No. Maldita sea, es una grosería por mi parte. Lo siento. Entra. Maggie todavía está durmiendo.

-¿A las nueve de la mañana?

-Sí, ha tenido una noche larga.

-Oh-, dijo Elaine. No iba a decirle que había una razón por la que él sufría de privación de sueño. Tendría que conseguir que Maggie tuviera la misma rutina que su padre. Además, no faltaba mucho para que empezaran las clases, y entonces ella necesitaría considerar seriamente a qué hora se acostaba y se levantaba.

-Sí, no te preocupes por eso.

-No lo estoy.

-Déjame mostrarte tu habitación primero-. Él bostezó.

Era extraño ver a Dean Silver con un aspecto casi humano. En el instituto, había sido una presencia feroz a la que nadie podía tocar o acercarse. Ahora, simplemente parecía tocable.

Extraño.

Ella mantuvo una sonrisa en sus labios. Después de su llamada, se había ido a la cama ya que sabía que una vez que pisara la casa de Dean, iba a tener una gran tarea en sus manos.

Siguiendo las escaleras, se desvió a la derecha y abrió una puerta. Era la única habitación de la casa que parecía limpia. -Puedes dormir aquí. No hay baño en suite. Sólo el dormitorio principal tiene uno.

Ella asintió.

-Tendrás que usar el baño del otro lado del pasillo.

-Está bien.

Al menos no tendría que preocuparse de encontrarse con él desnudo. Él estaría fuera de su camino para cuando ella se diera una ducha o un buen y largo baño.

Colocó su maleta en la cama, que estaba hecha. También se dio cuenta de que habían limpiado el polvo de todas las superficies, pero no lo habían hecho a fondo. ¿Dean había preparado la habitación anoche? Vio el contorno en el que había repasado las cosas de la mesita de noche.

La limpieza nunca la molestaba. Estaba más que feliz de realizarla.

-Bien, bajemos las escaleras. Puedo revisar todo contigo. Hoy me quedaré contigo, pero mañana me iré a trabajar.

-¿Cuánto tiempo has estado sin trabajar?

-Sólo un par de meses desde que Cami se fue. Ella asintió. -¿Volverá tu mujer?

-No si consigo que firme los malditos papeles del divorcio.

-¿Te casaste con Cami?

Se detuvo en la escalera. -¿Eso va a ser un problema?

Ella negó con la cabeza. -Tu vida amorosa no es de mi incumbencia.

Mantuvo la sonrisa profesional que había adoptado en sus labios.

-Bien.

Lo siguió hasta la cocina, donde él agarró una barra de pan. Ella observó cómo la abría, la olía y procedía a colocar un par de rebanadas en la tostadora. Buscó una cafetera manchada y sirvió dos tazas.

Tomó nota de todo lo que tenía que hacer.

Limpiar, hacer la compra y reponer a este hombre. Parecía un desastre. Bueno, no del todo. La ropa que llevaba estaba limpia, pero estaba claro que el hombre no estaba del todo arreglado. Esta no era una forma real de vivir y ella necesitaba arreglar eso y arreglar esto.

-¿Cuál es la rutina de Maggie?

-No hay más rutina que la habitual. Cuando se levanta, usa el baño, la visto...

-¿No se viste sola?

-No. Desayuna. Pasamos el rato. Si quiere ir al parque, lo hacemos. Si se queda a ver películas, lo hacemos. Ya sabes.

-Ella dice lo que hay que hacer.

-Más o menos.

Ella siguió asintiendo. -¿Y la escuela?

-Er, ¿el próximo septiembre?

-¿Así que faltan un par de meses? -, preguntó ella.

-¿Qué?

-Estamos en abril y faltan unos meses para septiembre. Poco más de cinco meses.

-Mierda, sí.

-No te preocupes. Puedo establecer una rutina.

-Bien, pero nada que la perturbe, sin embargo. ¿Sabes? Creo que necesita que la cuiden. Su madre no está cerca.

-Y tú estás compensando eso.

-Haces que parezca un problema.

-No es un problema.

-Me ha ido muy bien por ahora.

-Lo entiendo. Me disculpo.

-No soy como cualquier otra familia para la que hayas trabajado. No necesito que critiques la forma en que hago las cosas.

-No lo hago.

-Bien.- Él se aferró al borde de la mesada. -Lo siento.

-Está bien.

-No, no debería haberte hablado así. Mira, sé que meto la pata a diario. Sé que digo muchas palabrotas y que no es bueno. Puede que oigas a Maggie decir muchas palabrotas también. Esto no tenía que pasar, ¿de acuerdo? No anticipé nada de esto. Lo estoy intentando.

-Lo entiendo.

-¿Lo entiendes? Porque no creo que lo entiendas realmente-, dijo él.

-Sí lo entiendo. Los niños son muy difíciles y puede ser difícil proporcionarles un entorno estable. Si no te gusta que yo esté aquí, por favor, dilo.

-Has renunciado a tu apartamento-, dijo.

-Entonces, hay otros apartamentos. Sólo quiero lo mejor para Maggie. Si no te gusta que esté aquí, entonces dímelo. Puedo, ya sabes, irme-. Ella no sabía por qué lo estaba tranquilizando.

No se lo merecía. Él sabía claramente que estaba cometiendo errores.

Sin embargo, lo estaba intentando.

Ella lo vio. Lo último que quería hacer era molestarlo u ofenderlo. Él sería su empleador y ella ya se había prometido a sí misma que dejaría el pasado atrás. El pasado estaba donde debía estar. En el pasado. Lejos del ahora.

-Quiero que te quedes. Yo sé... he leído un par de libros. No debería dejarla estar al mando y todo eso. La he cagado. Es sólo que no sé nada sobre cómo criar a un niño por mi cuenta. Se suponía que Cami estaría aquí.

-Lo siento.

-No está muerta, sólo que ya no quiere ser madre, ni hacerse cargo de sus responsabilidades.

-Todavía lo siento. No tengo hijos y no conozco tu situación. No estoy aquí para guiarte, Dean. Estoy aquí para ayudar. No quiero que pienses que te estoy presionando o controlando.

-No lo estás haciendo.

-¿Qué te parece si me invento una rutina mientras veo cómo haces la tuya hoy? La repasaré contigo y luego veremos cómo ponerla en práctica. Siempre te propondré cualquier idea primero. Maggie también necesitará alguna estructura para la escuela.

-Tienes razón-. Se frotó la nuca.

La tostada ya estaba ardiendo. Rápidamente se lanzó a por ella y empezó a untar mantequilla sobre el pan ennegrecido. Él dio un mordisco, arrugó la nariz y dio otro mordisco.

-¿Quieres que te cocine algo?

-No. Estoy bien. Me he acostumbrado a comer cualquier cosa con tal de que me mantenga sano, ¿sabes?

Ella sonrió. -Me parece justo-. Ella también cocinaría para él y se levantaría temprano para hacerle el desayuno.

-¿A qué te dedicas?

-Soy abogado.

-¿Lo eres?

-No suenes tan sorprendida.

-En el instituto, lo tuyo era el fútbol.

-Las lesiones cambian las cosas. Me lesioné lo suficientemente pronto como para cambiar a Derecho. Tuve suerte. Algunos no la tienen. No soy sólo una cara bonita. ¿Cómo es que eres niñera?

-Una mala experiencia en la universidad.

-¿No terminaste?

-No en la universidad a la que fui. Abandoné los estudios. Terminé la carrera hace unos años. Me llevó tiempo, pero lo conseguí. También hice varios cursos en universidades locales en línea sobre cómo cuidar a los niños.

-¿Por qué siento que hay una historia ahí?

-Siempre hay una historia. Sólo que algunas son mejores que otras-. Ella se encogió de hombros. No iba a hablar de eso, ni ahora ni nunca. Su vida privada seguiría siendo así. A pesar de sus dudas, a veces era mejor callar.

            
            

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