Capítulo 2 UN JUEGO DE PODER FAMILIAR

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NARRADOR OMNISCIENTE

La tarde languidece lentamente dentro de la majestuosa oficina, donde el olor a cuero envejecido y a libros centenarios se entrelaza con una tensión casi palpable. Patrick se mantiene firme frente a su padre, luchando por contener la frustración que agita su pecho. Cada palabra que escapa de los labios de su progenitor es como un golpe directo al corazón.

–Padre, no necesito casarme para dirigir esta empresa. Dedico cada latido, cada esfuerzo a hacer de esta compañía un referente– sus palabras se deslizan con un tono desafiante, aunque sus ojos revelan una amalgama de rebeldía y desesperación.

El retumbar sordo del reloj en la pared parece acompasar los latidos acelerados del corazón de Patrick. Siente el peso de los años de sacrificio, de las noches en vela, de las pérdidas personales que ha sufrido para pulir sus habilidades empresariales en la prestigiosa Universidad de Harvard.

Su padre, firme como una estatua de mármol, persiste en un juego de poder que parece desconocer el valor del esfuerzo y la dedicación de su hijo. –Esta empresa es mi legado, mi creación. Eres solo un peón en este tablero de ajedrez que he diseñado. Tienes dos opciones: seguir mis directrices o enfrentarte a un destino que te despojará de todo, relegándote al estatus de uno más de los empleados– sentencia, su indiferencia hacia el esfuerzo de su hijo se refleja en una mirada implacable.

Lombergis, la empresa, se erige como un bastión de prestigio, un crisol de innovación en la creación de los más exquisitos autos de carreras. Sus motores rugen con la furia del éxito, cautivando no solo la vista, sino también el alma de quienes presencian la frenética danza de la Fórmula 1. Patrick ha dedicado su vida a honrar ese legado, a perfeccionar cada detalle, cada ingeniosa pieza que hace vibrar a los espectadores.

El, es un joven de veintiséis años, condecorado con el mejor promedio de negocios en la Universidad de Harvard, Patrick ha luchado desde su infancia para elevar la empresa de su padre a la cúspide del éxito. Aunque cuenta con la capacidad necesaria para convertirse en un exitoso CEO, su padre se lo impide a menos que contraiga matrimonio.

–Por más que digas eso, soy plenamente capaz de asumir la responsabilidad, e incluso elevar su fama más allá de lo que jamás ha sido– declara el joven con convicción, sus palabras resuenan en el espacio con una confianza aparentemente inquebrantable.

El estrés se manifiesta en la expresión de su padre, su semblante refleja la carga de preocupaciones que lleva sobre sus hombros. Sus palabras, aunque cargadas de tensión, intentan desafiar la seguridad del primero. –No importa lo que afirmes, no puedes hacer nada para beneficiar a la empresa– responde, evidenciando la presión que lo tormenta.

–Cristoff, comprende que la mujer con la que quieres que se case mi hijo es una joven que disfruta de la compañía de varios hombres. No está buscando un compromiso serio– asegura la madre de Patrick, tratando de convencer a su esposo para que reconsidere su decisión.

El hombre se erige con una seguridad palpable, sus palabras resonando con una confianza inquebrantable. –No, ustedes están equivocados– asegura, con sus ojos fijos en la mirada expectante que se posa sobre él. –Según la investigación exhaustiva que he realizado, Charlotte, además de ser una actriz famosa, tiene una personalidad estructurada y es fiel a su actual novio, a quien debes sacar del camino– comenta con tono firme y determinado, como si cada palabra fuera un eslabón crucial en un plan meticulosamente elaborado.

Patrick observa a su padre con una mezcla de incredulidad y frustración. Charlotte FitzGerald, la mujer con la que su padre insiste en que se case, es la heredera de Ferroz, la segunda empresa de autos de carreras más exitosa. Una alianza entre ambas compañías aseguraría el ascenso de ambos legados al pináculo de la gloria.

–Padre, he encontrado a alguien a quien amo y me casaré con ella, no con Charlotte– declara Patrick con convicción, aunque sabe que sus palabras suenan huecas incluso para sus propios oídos. Trata de enmascarar la verdad tras una fachada de amor verdadero, escondiendo la realidad detrás de un escudo de aparente convicción.

–No te creo. Eres un mujeriego infeliz que nunca se ha enamorado– suelta su padre con un tono cortante, una burla disfrazada de sentencia que hiere más que cualquier insulto directo. La risa sarcástica que escapa de sus labios resuena en la habitación como un eco amargo, aplastando la tenue esperanza que Patrick había intentado sostener en su corazón.

Las palabras de su padre se convierten en un peso insoportable sobre los hombros de Patrick. Su mirada busca refugio en cualquier rincón de la habitación, evitando el impacto directo de esa desaprobación. El aire se llena de una tensión palpable, como si cada sílaba pronunciada fuera una daga que cortará el aire, un eco venenoso que contamina el espacio.

–Estás equivocado, padre. No puedes forzarme a casarme con una mujer a la que ni siquiera conozco– responde Patrick con un dejo de angustia en su voz, tratando de defenderse ante la implacable determinación de su padre.

El estrés resuena en cada palabra de Patrick, su tono revela una mezcla de ansiedad y frustración. La presión se cierne sobre él, una presión familiar que lo aprisiona en una situación que se siente ajena y desalentadora.

El rostro del padre se endurece, sus ojos reflejan una fortaleza implacable, una voluntad que no admite objeciones ni protestas. –Tienes que casarte con ella, sí o sí– ordena, con una convicción que corta cualquier intento de resistencia.

La decepción se insinúa en el corazón de Patrick, como un golpe inesperado. La presión de las expectativas paternas lo sofoca, haciendo que su pecho se comprima. Se siente atrapado entre la voluntad de su padre y sus propios deseos, incapaz de encontrar una salida que no destruya su propia felicidad. La máscara que ha usado para ocultar su verdadero sentir se torna pesada, pero sabe que ceder significaría renunciar a sus sueños y sacrificarse en el altar de la tradición familiar.

Patrick se encuentra en un estado de desamparo, como un náufrago luchando por mantenerse a flote en un mar embravecido de expectativas inalcanzables. Las responsabilidades y el peso aplastante de las tradiciones familiares se funden en un torbellino de emociones que lo desorientan por completo. Cada mirada de decepción que cruza el semblante de su padre se clava en él como un aguijón, un dolor más agudo que cualquier golpe físico, y Patrick siente la angustia crecer dentro de su pecho, asfixiándolo lentamente.

–No me casaré, es mi última palabra– afirma el joven, tratando de ocultar la confusión y el temor que bullen en su interior con una convicción forzada.