Capítulo 3 PACTO DE SACRIFICIOS

Narrador Omnisciente

–Entonces lo perderás todo–Las palabras de advertencia de su padre reverberan en los oídos de Patrick como un eco amenazante, la firmeza en su tono parece más un intento de imponer su voluntad que una verdadera comprensión hacia su hijo.

Úrsula, con su voz calmada pero decidida, intenta desviar la tormenta que se formó en la habitación. Sus ojos buscan desesperadamente un atisbo de comprensión en el rostro de su esposo, tratando de abrirle los ojos a la realidad. –Cristoff, esta empresa también es mía. Así que le cedo mi poder a él, por consiguiente tiene derecho a tomar sus propias decisiones– expresa intentando suavizar la rigidez del momento, pero sus palabras parecen perderse en la obstinación de su esposo.

–Deja de decir estupideces, Úrsula! ¡Ya he tomado una decisión!– ordena Cristoff con un tono áspero que corta el aire como un cuchillo. La rabia en su interior se manifiesta en un gesto brusco, lanzando un vaso lleno de whisky contra la pared. El estruendo de la copa al estrellarse resuena como un trueno, expandiendo la furia que lo consume.

El ambiente se carga con la tensión, el aire vibra con la intensidad de su enojo palpitante. Sus ojos destellan con un fuego incandescente, reflejando la rabia y una determinación inquebrantable. Cada palabra es una afirmación de autoridad, un mandato que no admite discusión alguna. En su voz resuena una mezcla de ira y certeza, una convicción que se impone sin cuestionamientos.

Patrick, con la angustia desbordándole el corazón, se aferra a sus últimas esperanzas. –Padre, desde que me recibí estuve trabajando en esta empresa. Por favor, no me lo quites todo– Ruega con desesperación, sintiendo cómo el miedo se apodera de él. La incertidumbre y el temor a perder lo que construyó con esfuerzo lo invaden por completo

–Cristoff escucha a tu hijo– La súplica de su madre se desliza en el aire cargado de tensión como un último intento por suavizar el enfrentamiento inminente. El clamor desesperado se mezcla con la desesperación que cunde en la atmósfera, una angustia palpable que envuelve a la familia en un velo de incertidumbre.

–¡Entiendan de una maldita vez que si no se lleva a cabo este matrimonio, quedaremos en la quiebra! –exclama Cristoff, su voz resuena con un matiz de desesperación que refleja los profundos problemas financieros que acechan a la empresa familiar. La habitación se siente opresiva, cada palabra es un peso que parece aplastar sus esperanzas.

Patrick y su madre comparten una mirada perpleja, desconcertados por la repentina revelación de su padre. El gesto de sorpresa se refleja en los ojos del joven, su voz temblorosa y llena de preocupación resuena en la habitación. –¿Qué está pasando, papá? –interroga, buscando respuestas en el rostro afligido de su progenitor, mientras el latido acelerado de su corazón lo sumerge en un mar de inquietudes y desconcierto.

El silencio se prolonga por un momento, un silencio denso y pesado que se expande entre ellos, hasta que Cristoff rompe la quietud con un suspiro cargado de resignación. –Durante años hemos estado luchando, enfrentando crisis tras crisis, pero ahora nos enfrentamos a una amenaza que nos está llevando directo a la bancarrota. Es por eso que debemos asociarnos, de cualquier manera posible, con esa empresa para poder resurgir de entre las sombras –explica con una mezcla de angustia y preocupación, como si las palabras fueran piedras que le pesaran en el pecho.

La incredulidad se refleja en los ojos de Patrick, su corazón late con furia por la sensación de traición y secretos ocultos. –¿Por qué nunca nos lo has dicho, padre? ¡Podríamos haber hecho algo al respecto!– exclama Patrick, la indignación tintando cada una de sus palabras.

El rostro de Cristoff se tensa, el peso de los años y la responsabilidad delineando arrugas en su semblante. –Era algo que pensé que podría resolver por mi cuenta. Ahora, haz lo que te ordeno de una vez por todas. Conquista a esa mujer y enamórala por completo –ordena con un tono de autoridad, pero también con una carga de frustración y desesperación que no puede ocultar.

–No puedo creer que me haya esforzado tanto para poder dirigir la empresa y tu la hayas llevado a la bancarrota– exclama Patrick, expresando en su voz un cúmulo de emociones. Sus palabras son una mezcla de decepción, angustia y la aguda sensación de haber fallado en una misión que había abrazado con fervor.

–Deja de juzgarme de una maldita vez y haz lo que yo te estoy ordenando Patrick– La respuesta de su padre resuena en la habitación, como una orden implacable que choca contra la fragilidad emocional de Patrick. La insistencia paterna, con su tono autoritario, se siente como un golpe directo al ya frágil equilibrio de emociones del joven.

–¿No hay otra solución? –pregunta Úrsula con un atisbo de angustia, su voz se eleva con un matiz de súplica, tratando de encontrar un resquicio de esperanza en medio del caos. Los ojos de la madre reflejan la preocupación y el deseo ferviente de hallar una salida a esa situación angustiante.

–¿Eres tonta o estás fingiendo? –pregunta Cristoff enojado, El tono de desdén en su voz hiere el orgullo de Úrsula, teñido de una desvalorización que resuena en cada rincón de la estancia.

–Esta bien, lo haré–acepta Patrick con un nudo apretado en la garganta, su voz apenas alcanza a romper el silencio opresivo. Es una decisión que sabe desencadenará una tormenta en su vida, una concesión que hiere su orgullo pero que parece inevitable. –Pero si vuelves a tratar mal a mi madre, voy a tirar todo y dejaré que la empresa se funda. No permitiré que sigas humillando a mi madre –su voz se alza con una firmeza dolorosa, un compromiso que carga con el peso de una promesa.

La tensión en la habitación es casi tangible, como una neblina espesa que lo envuelve, dificultando cada respiración. Patrick se aleja con un peso en el corazón que entorpece su respirar normalmente. El pacto sellado entre padre e hijo parece resonar en el aire, una unión marcada por un sacrificio inminente.

Padre e hijo juntan sus manos, sellando un pacto que resuena con una solemnidad inquietante. Patrick se sumerge en los pasillos de la mansión familiar, con cada paso convertido en un viaje por un laberinto de emociones. Los susurros del viento se convierten en un eco de sus propias dudas, mientras el aroma de las flores en el jardín parece tornarse agobiante, como si las propias rosas marchitasen ante la angustia que lo embarga.

Aunque el peso de las palabras pronunciadas se desvanece, la tormenta interior persiste, rugiendo en su pecho con cada latido. Al dejar atrás la sala, sus pasos resuenan como el tañido de campanas funestas, anunciando la batalla interna que apenas comienza. El peso del compromiso parece gravitar sobre sus hombros, un sacrificio necesario que lo sumerge en un mar de dilemas y sacrificios.