Mi madre se marcha cerrando la puerta de la habitación para darnos espacio, le gusta respetar mi privacidad, es de las que piensan que estar pendiente de tus hijos no significa ofuscarlos con violaciones a su espacio y privacidad.
Me alisto de inmediato apresurándonos con todos los preparativos, el reloj comienza a marcar las horas avanzando demasiado de prisa amenazando con que no nos dará tiempo. Hay mucho que hacer, la decoración, la comida, enfriar las bebidas, preparar el coctel.
No nos detenemos ni por un instante, ya que si queremos que todo esté perfecto debemos apresurarnos. Después de unas horas todo queda fantástico, la casa luce espectacular, la comida es más que suficiente y la bebida está en punto.
Y por supuesto no puede ser un día normal sin algún que otro accidente de mi parte, así que, termino con un dedo decorado por bandita y un jarrón roto.
¿Qué puedo decir?: esto es lo normal en mi vida.
– Cariño trae los platos – mi madre me pide desde la cocina.
– Ya voy mamá –. Camino unos pasos, pero un fuerte mareo me hace perder el equilibrio y por pura obra y gracia de Dios no termino estampada de cara al suelo. Si no creía en los milagros hoy lo haré, porque aún sin saber cómo, logro alcanzar el barandal y me sostengo todo lo que puedo, hasta que con la ayuda de mi madre alcanzo a sentarme en uno de los escalones.
– ¿Te encuentras bien? – el susto y la preocupación se afloran de inmediato.
– Sí, solo es un tonto mareo – murmuro apretándome ligeramente el puente de la nariz.
– ¡Lis!, más te vale decirme ahora mismo que te has tomado tu medicina esta semana y esto no tiene nada que ver con eso – mi madre me advierte y parece algo enfadada.
Trago en seco –. Bueno mamá, si insistes en que te diga eso pues yo ....
– ¡Lis! – Su expresión cambia al instante sustituyendo la preocupación por el enfado –. Rayos, solo dime la verdad ahora, no estoy para juegos – su voz se escucha estrangulada por el enojo.
– Sí, ya lo estoy notando...
– ¡Lis! – advierte por última vez y acepto que de esta no me escapo.
Esto definitivamente no pinta nada bien, me atrevo a abrir uno de los ojos para tantear la situación y por puro instinto de supervivencia los cierro de golpe. Por la cara con que me mira, esto pinta feo para mi salud.
Mi madre me deja pasar muchas cosas, pero con el medicamento las cosas se ponen peor que viernes 13. Pero qué se puede esperar cuando eres hija de un médico de sala de urgencias.
– Puede ... que ... se me haya ... pasadoestasemana – suelto de corrida para acabar con el suplicio ya que el final es inevitable.
Todo comienza con – ¿Cuándo vas a madurar? .... sabes que lo tienes que tomar dos veces por semana .... ocurre esto .... Arriesgando tu vida .... ¿me estás escuchando? Haaa eres imposible – termina con frustración elevando las manos al cielo y se marcha a buscar el medicamento.
Apenas si noto que estoy conteniendo la respiración cuando al verla alejarse lo expulso de un golpe.
Meret toma asiento junto a mí suspirando mientras la observa registrar buscando el bendito medicamento –. ¿Ya te ha dicho tu madre por qué te hace beber eso? – la voz de Meret es apenas un susurro. Ella sabe que ese es un tema al que la señora Helen siempre está recia a hablar, junto al de mis verdaderos padres.
He pasado años preguntándole, pero después de un tiempo terminé por rendirme ante tantas negativas y escusas mal elaboradas, que solo me atormentan mucho más. Así que decidí dejar el tema por la paz. Entristecer a mi madre no está en mi lista de prioridades.
– No, la verdad ya me cansé de preguntar. Todo lo que sé es que, es por mi bien y si no lo tomo sucede esto –. Me encojo de hombros sintiendo que el mareo cesa un poco –. No sé ni por qué se me olvida, la verdad es que sabe extraño, pero no está tan mal.
– Huácala. Amiga debes revisarte, porque eso no se ve bien, además que huele fatal, así que no me quiero imaginar el sabor. Además ¿desde cuándo las medicinas saben no tan mal? – Hace una comilla en el aire. La conversación queda a medias y el silencio aparece cuando vemos a mi madre aproximarse.
Extiende el frasco en mi dirección dejando en claro que no va a moverse hasta ver que beba todo. Me tomo todo el contenido sin queja alguna, y el efecto es prácticamente de inmediato, en unos minutos ya estoy como nueva, lo cual aprovecho para tomar a Meret del brazo y arrastrarle a la habitación antes de que mi madre me suelte otra reprimenda, que por la forma en la que me mira, falta poco para que comience.
Madre y enojada son dos palabras que no deseas tener en la misma oración por muy adulta que seas.
Los minutos ya están contados y de no darnos prisa llegaremos tarde a mi propia fiesta, así que tomamos turnos para ducharnos mientras la otra prepara todo lo que necesitamos para arreglarnos.
Luego de dejar una gran loma de ropa en la cama, logramos decidirnos por alguna, y curiosamente resultan ser uno de los primeros que nos habíamos probado, ¿qué extraño verdad?
Decidir qué ropa usar sobre todo en tu cumpleaños es un tema muy delicado, además de estresante, es un proceso que lleva tiempo y esmero, no se toma a la ligera.
Meret eligió un lindo vestido color azul, ajustado con dos sencillas tiras amplias que se deslizan por los hombros hasta la espalda, acompañado con tacones color crema que le favorecen con su trigueño tono de piel y sus risos castaños. Da una vuelta mostrándome lo fabulosa que se ve y aplaudo de acuerdo con su experta opinión.
Me inclino sobre la cama tomando el vestido color crema de corte corazón al frente resaltando mis atributos prominentes, con unas delicadas piezas con un corto huelo en mis brazos y unos tacones de color negro de tacón aguja. Nos colocamos algunas prendas y algo de maquillaje, sencillo, pero elegante. El pelo suelto cae en cascada hasta mi cintura.
– Tenemos que apurarnos, ya están llegando – se aparta de la ventana mirándome con impaciencia.
– Soy la cumpleañera, eso me da un boleto para la tardanza.
Meret me voltea los ojos exasperada y dejo salir una risa silenciosa sin que me vea –. ¿Desde cuándo te pones en plan diva?
– ¿Desde cuándo eres tan puntual? – le reclamo de la misma manera ganándome un resoplido exasperado.
– Es de mala educación responder una pregunta con otra –. Se cruza de brazos negándose a darme la respuesta que quiero.
Aquí hay algo extraño, por lo que repaso mentalmente los hechos observándola con atención. Pose a la defensiva, rubor en las mejillas, ojos nerviosos.
– Estás loca por él – deduzco y de inmediato su reacción la delata cuando juguetea con la falda de su vestido.
– ¿Qué? – Meret abre los ojos casi saliéndoseles de orbita –. No sé de qué estás hablando –. Camina de una punta a la otra en la habitación y al detenerse cambia su peso de un pie al otro.
– Por supuesto que lo sabes –. Dejo de verla desde el espejo y me volteo para encararle.
– Yo ... yo – gimotea incoherente ante su intento testarudo por ocultar lo obvio –. De acuerdo, sí, lo almito, me gusta, me gusta mucho Lis – chilla emocionada contagiándome al instante, así que me aproximo dispuesta a hacerla soltar todo.
– ¿Y entonces? – Si tanto le gusta y él a ella, no encuentro el problema.
– Sabes que no soy buena en eso de las relaciones. ¿Qué pasa si lo estropeo todo? – He aquí la problemática que solo puede formarse en su descontrolada cabecita.
– Meret, no lo harás –. Me acerco a ella despacio tomando sus manos entre las mías –. No dejes que el miedo te impida disfrutarlo, él está loco por ti y eso se nota a leguas.
– ¿Lo crees en serio? – la duda, el miedo a que sea diferente, se reflejan en sus ojos que me miran desesperados aguardando por que le diga lo tonta que es por pensar en ello tan siquiera.
Meret es muy aventada para algunas cosas, pero para otras su inseguridad no la deja ver con claridad.
Permanezco en silencio observándola, tiene una pequeña arruguita formándosele en la frente, su mirada expresa cuánto le angustia la posibilidad. Jamás le he visto así, mi amiga no es de tomarse las relaciones muy en serio. En realidad, nunca se toma nada en serio, nada que no sea su carrera, está totalmente enfocada en ser la mejor abogada. Tanto así, que la vida personal es su segundo plano. Ahora aquí está, ansiosa por el chico que le aguarda a solo una escalera de distancia, preocupada de que realmente le quiera.
– ¿Alguna vez te he mentido? – un destello de sonrisa le ilumina el rostro.
– No, pero...
– Sin peros, Meredit. Ahora bajemos, no hagamos esperar a tu chico –. Tomo sus manos guiándola hacia la puerta y sus labios se extienden en una sonrisa entusiasmada que la hacen ver aún más hermosa.
Para este entonces algunos invitados ya están en casa, compañeros de trabajo de mi madre, amigos de la escuela y algunos conocidos del barrio como Sergio y los padres de Meret.
Así que la fiesta promete y la tarde se va lentamente entre risas, música, comida y amigos que casi son familia.
– Querida, estás hermosa, no has cambiado nada, parece que tienes solo 19 o 20 –. La señora Olga siempre es muy amable, es compañera de trabajo de mi madre y muy reciente injustamente culpable de mi pequeño accidente de ropa interior en la calle.
– Gracias Olga, tú igual. El tiempo no pasa por ti –. Dejo salir una mentira piadosa, aunque honestamente, para su edad, luce muy bien.
– Querida, eres encantadora, por eso te perdono la mentira –. Al sonreír se le marcan unas ya pronunciadas líneas de expresión en el contorno de sus labios, las cuales no opacan su cálida sonrisa.
El timbre suena y mi madre me hace un gesto para que me despreocupe yendo ella a abrir la puerta. Continúo hablando con los invitados mientras procuro pasar la tarde compartiendo con todos lo más que puedo. Pasé demasiado tiempo fuera de casa mientras estaba en la universidad.
Creo que estas reuniones eran una de las cosas que extrañaba, amigos reunidos, tantas caras conocidas. Ha sido bueno regresar. Creo que hay demasiado para agradecerle a estas personas, se encargaron de cuidar a mi madre mientras yo estaba tan lejos estudiando.
Fue duro para ambas separarnos, pero sabíamos que tendría mejores oportunidades si aceptaba la beca que me habían ofrecido. Los primeros años lejos fueron terribles, no tengo a nadie más en este mundo que no sea Helen, y ella solo me tiene a mí.
Una cara conocida atraviesa el umbral de la puerta, y más de uno voltea a verme esperando ver mi reacción.
– Willy – Aunque no hay motivos, el corazón me late a prisa.