Flor de Fuego
img img Flor de Fuego img Capítulo 5 Malas decisiones
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Capítulo 6 No puede ser img
Capítulo 7 Solo corre img
Capítulo 8 Ellos img
Capítulo 9 No estoy lista img
Capítulo 10 Secretos img
Capítulo 11 Un azúl demaciado in img
Capítulo 12 Promesas img
Capítulo 13 Ciudadela img
Capítulo 14 3 líderes img
Capítulo 15 Intento fallido img
Capítulo 16 La llegada img
Capítulo 17 No estaba lista img
Capítulo 18 A salvo img
Capítulo 19 El instituto img
Capítulo 20 Primer día img
Capítulo 21 Los Cazadores no olvidan img
Capítulo 22 En problemas img
Capítulo 23 Mala o buena suerte img
Capítulo 24 Novedades img
Capítulo 25 A la mierda img
Capítulo 26 Tarde en calma img
Capítulo 27 Corre img
Capítulo 28 No mires atrás img
Capítulo 29 Bajo ataque img
Capítulo 30 Sobrevivir img
Capítulo 31 Resiste img
Capítulo 32 Sin titubear img
Capítulo 33 Acorralados img
Capítulo 34 La marca img
Capítulo 35 Las va a pagar img
Capítulo 36 Primer golpe img
Capítulo 37 Ruegos img
Capítulo 38 Aro de fuego img
Capítulo 39 Ella img
Capítulo 40 De lejos img
Capítulo 41 Inesperado img
Capítulo 42 Pelea img
Capítulo 43 Qué voy a hacer contigo img
Capítulo 44 Todo está jodido img
Capítulo 45 Comida y golpes img
Capítulo 46 Necromante img
Capítulo 47 Rescate img
Capítulo 48 Intrusas img
Capítulo 49 Ya vienen img
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Capítulo 5 Malas decisiones

Respiro con profundidad cuando al fin consigo estar fuera del lugar, tengo que recordar no ir a la noche de inauguración de un lugar, demasiado llevo, demasiadas personas sudorosas pegadas a ti.

No me detengo para tomar un taxi, el bar queda bastante cerca de mi casa y quién puede resistirse a una caminata en una noche como esta. El cielo es un manto negro repleto de pequeñas piedras brillantes como diamante y una gran luna llena lo reina, sencillamente hace una noche maravillosa, así que lo aprovecho al máximo.

Comienzo andar por las calles mientras los autos pasan por las carreteras buscando lugares en donde divertirse. Unas pocas cuadras más y estaré en casa deshaciéndome de los tacones que amenazan con romperme un hueso a cada paso que doy.

Caminar es algo que disfruto hacer, siempre me ayuda a relajarme, y a pesar de que he recorrido estas mismas calles tantas veces, hoy las siento diferente, solitarias y silenciosas. El frío se instala en mi piel y solo me repito que es mi imaginación, al menos eso espero.

Un grito llena las solitarias calles haciendo que mi corazón bombee de prisa, me detengo casi al final de la cuadra quedando petrificada en el lugar. Pasos agitados se abalanzaban al final de la calle retumbando desde el lado derecho. Una chica aparece en medio de la vacía carretera deteniéndose de golpe, su mirada asustada danza desde el lugar del que viene hacia mí.

Una expresión de terror predomina en su semblante, su cuerpo tiembla como hoja en el viento. Instintivamente se abraza como protegiéndose y como auto reflejo la secundo. La chica voltea la mirada hacia el lugar de donde vino, antes de dirigirla de nuevo hacia mí y hacer una negación con su cabeza de forma leve, pero desesperada.

Su respiración agitada parece golpear su pecho, un sollozo agudo atraviesa su garganta –. ¡Corre, corre! – casi que susurra, pero con la suficiente claridad para que alguien más le entienda.

En mi vida he vuelto a escuchar palabras que hielen tanto mi piel, el martilleo de mi corazón me retumba en los oídos. La chica hecha a correr en la dirección opuesta a la mía, la veo perderse entre las sombras de los pequeños edificios.

Ahora sola, en medio de la oscuridad que parece querer absorberme, siento mi cuerpo flaquear en los aspectos más necesarios para subsistir. Entro en estado de shock, mi mente vuela a mil y una posibilidad, siento resonar en mi cabeza el latido agitado de mi corazón. Pierdo la mirada en la calle que segundos antes le vi recorrer, sin pensarlo con claridad, hecho andar en dirección hacia donde se fue la chica.

«Definitivamente soy un imán de problemas ambulantes y eso ya no hay modo de cuestionarlo».

Al llegar a la esquina volteo a ver en la dirección en que ella lo hizo. Hacia el final de la calle se encuentran 5 hombres peleando, al parecer uno de ellos se enfrenta a los restantes. Su ataque es rápido y feroz, aunque el de los atacantes es igual o mayor. Pero no me quedo a comprobarlo, el chico parece saber bien lo que hace, así que voy tras ella.

Sigo la dirección que tomó, avanzo calle abajo mientras la oscuridad crece hasta abrazarme, salvo por una bombilla cuya luz pestañea brindando leves destellos de claridad. Un poco de la luz lunar toca las húmedas calles. La brisa trae los olores repugnantes de una sociedad descuidada, olor a basura y podredumbre se escapan del callejón que está a solo unos pasos. Tan desolado como inquietante se mira, observo desde la distancia cada rincón en busca de algún indicio, pero solo parece ser el refugio para algún que otro animal callejero.

En medio de la noche, sin poder ver casi nada, debato entre un estado de alucinación, o que la chica se fue volando, lo medito un poco. Quizás los tragos estuvieron algo subidos de alcohol y todo es producto de una extraña borrachera, o quizás solo fue que la chica vive por aquí y ya se encuentra a salvo en su casa mientras yo deambulo como tonta.

Giro sobre mi eje para marcharme, es una tontería seguir aquí. Dispongo los primeros pasos que me llevarán a salvo hacia mi casa, pero un sollozo ahogado retumba al final del callejón, volteo a prisa buscando en cada rincón, pero nada parece distinto. Nada se mueve, ni luce como una persona. Eso solo me aumenta el miedo, otro sollozo se escucha, pero a diferencia del anterior, este es más agudo y nervioso.

«Ya es suficiente, loca no estoy y borracha aún menos».

Abro los labios tomando una gran bocanada de aire para tomar fuerzas, pero en seguida me arrepiento al sentir el aguijonazo del mal olor introducírseme hasta el fondo de la garganta.

Maldigo en silencio y comienzo a avanzar por la estrecha calle, mis pasos parsimoniosos y firmes resuenan con estruendo haciendo eco en las frías piedras que conforman los antiguos muros.

Diablos Lis, ¿en qué te estás metiendo ahora? –. Vuelvo a maldecir en un susurro poco audible siendo solo para mí.

Aspiro otro poco de aire para calmar mi errático pulso. Si no muero a manos de alguien esta noche, seguro que la infección del putrefacto aire garantiza mi deceso.

«De acuerdo, respira, aquí vamos».

Avanzo unos pocos pasos hacia el contenedor. Me detengo un instante y miro a mi alrededor, la oscuridad y el silencio no son compatibles con mi descarriada imaginación que ya comienza a hacer estragos.

Tomo unos pocos segundos para mirar al cielo mientras digo una plegaria.

– Por favor papito Dios, que no sea un alienígena que desea atraerme para inducir mi mente y luego matarme para tomar mi lugar, mientras tira mi cuerpecito a una esquina, en donde de seguro animales hambrientos me devorarán y defecarán después. Amen –. Ahora, bien encomendada a papito Dios, avanzo los últimos pasos que me quedan.

Al bordear el contenedor, observo a la chica, sentada con sus rodillas pegadas al pecho, con su cabeza hundida en ellas y una maraña de cabello deslumbrante la envuelve. Su cuerpo tiembla de punta a punta, siquiera parece percatarse de que ya no está sola.

– ¿Te encuentras bien? – alcanzo a preguntarle sin que la voz temblorosa me haga escucharme incomprensible, pero mantengo una distancia prudente por si resulta ser un alienígena.

La chica deja escapar un chillido de sorpresa al tiempo que descubre su perlado rostro de la rebelde melena –. No, no. ¿Qué haces aquí? – Gatea por el suelo hasta tocar con la espalda la pared que le impide poner mayor distancia. Su mirada desconcertada y asustada por mi repentina y estúpida aparición después de su advertencia.

«Pero hey, nadie dijo que ser inteligente y precavida debían venir en el mismo paquete y menos aún si provienen de mi persona». Ser precavida no es una cualidad en la que destaque evidentemente.

– Tranquila, no quise asustarte – susurro avanzando unos pasos con cautela, ella parece más aterrada que yo –. ¿Estás bien, te han hecho algo? Puedo ayudarte – vuelvo a intentar con la esperanza de conseguir respuestas.

Una risita nerviosa y desganada rompe la línea firme que dibuja sus temblorosos labios, me provocan un sobresalto y no es que la situación no sea como para tener retorcijones de estómagos.

– No, tú no entiendes, tienes que irte ahora que puedes – logra decir entre sollozos que le impiden expresarse con fluidez.

No puedo evitar sentir pena por ella y aunque todo en mi interior me grita que salga corriendo de aquí, siento que no puedo dejarle sola a merced de lo que pueda pasarle en las frías y oscuras calles de Detroit. Amo esta ciudad, pero soy consciente de su lado peligroso.

– No me voy a marchar sin ti, no dejaré que te lastimen, ven conmigo –. Las manos me tiemblan cuando la tiendo para alentarla a que la tome, no voy a permitir que la lastimen.

Ya mañana doña Helen se encargará de estrangularme.

– ¡No!, déjame – pide con una mezcla de furia y dolor, pero no creo que sea en mi contra. Sus ojos destellan lágrimas que inundan sus mejillas –. Debes marcharte de aquí antes de que ellos ....

La voz de la chica se detiene en un hilo, al tiempo que su rostro palidece y un terror puro le hace temblar hasta los cimientos debido a algo, que muy a mi pesar, y cómo no, se encuentra detrás mío.

«Yo que me preguntaba si la noche podría ir peor, y como soy media adivina, sé que conoceré la respuesta muy pronto».

Comienzo a voltearme pausadamente, cada centímetro en mi piel se eriza y la respiración me jadea como motor de tractor por la incertidumbre de lo que encontraré. Mientras, la chica concluye su frase como si a estas alturas no fuera evidente.

– Te vean...

Comienzo a captar los primeros rasgos de... eso, y al parecer la chica cree necesario resaltar lo obvio.

– Demasiado tarde, – enfatiza innecesariamente – ya es demasiado tarde.

¿Es en serio?

Siempre supe que tengo mala suerte, pero esto ya es pasarse de la raya. Sip, mi suerte es un asco y la vida encuentra diversión en ensañarse. De cualquier forma, esta vez estoy ¡jodida!

No hay forma de lograr explicar el horror que me consume al voltearme. El aire se me escapa del cuerpo sin más, mis manos se aferran a mi abdomen como si me hubiesen pateado el mismo. Unos ojos rojos como sangre me devoran con la vista. Por mi mente pasan millones de posibilidades y ninguna se ajusta a la amenaza.

Sé que no he sido muy buena, pero no creo que sea necesario que el diablo me venga a buscar en persona. Además, que ni siquiera estoy muerta ¿o sí?

Sus labios se cubren de una sonrisa que no alcanza a borrar la frialdad de su mirada, ladeando la cabeza con desmesurada lentitud.

Creo que lo de los alienígenas no estaba tan mal después de todo. Al menos con ellos mantenía la expectativa de que vinieran en son de paz.

Su apariencia carece de deformidades demasiado notorias, al no ser por sus ojos y repulsivos labios ensangrentados a través de los cuales se muestran una dentadura de tamaño prominente, teñida por el mismo líquido fresco que se le escurre, junto a dos colmillos más largos de lo habitual.

¿Acaso me drogué y no me acuerdo? Ruego al cielo porque así sea, y él sea una invención de mi desequilibrada mente haciendo corto con el exceso de sustancia ilegal.

Esto es definitivamente una locura ¿no?, su piel blanca, demasiado, a decir verdad. La escasa luz de luna que le ilumina no ayuda mucho a mejorar su aspecto sombrío y repugnante, sino que más bien le hace ver más peligroso, unido a su altura y complexión robusta. Él o aquello, comienza a caminar en nuestra dirección sin quitarnos la mirada. En cuanto a mí, no puedo gesticular ni media vocal.

Intento recordar aquellas charlas con la psicóloga sobre los monstruos, ella repetía que no existían, pues bien, que ganas de echarle una llamadita justo ahora a ver qué dice al respecto.

Mi mente divaga con esa noche, sus manos, las uñas demasiado largas, la oscuridad en sus ojos, tan parecido a este, pero a la misma vez diferente, ya que los de él son rojos.

No puede ser, espero que esta no es más que otra de mis crisis, estoy volviéndome loca por completo. No es real, los monstruos son solo personas, no es real – me repito desesperada.

¡Carajo!, este se ve demasiado real para ser una fantasía de mi mente desequilibrada.

Todo cuanto mi cuerpo me permite hacer, es alejarme pausadamente de él, en dirección a mi compañera y Dios quiera que no sea una de esas cosas. Con cada paso que él da, yo retrocedo hasta chocar con la chica y quedar a su lado. Su mano roza la mía en busca de consuelo, o solo es por compartir el miedo que nos embarga ante la inminente muerte que asecha.

Volteo el rostro en unos escasos centímetros en dirección a la chica, pero sin quitarle la mirada a lo que sea que sea eso –. Solo para aclarar, esto está ocurriendo de verdad, eso de enfrente sí que está ahí, tú lo puedes ver, ¿no? – Dicen que la esperanza es lo último que muere.

– Sí, es real – deja salir en un chillido.

Pero mi esperanza ya va de camino al cementerio.

– Eso me temía –. Trago en seco con el alma en un hilo.

Yo y mi gran bocóta tentando siempre a la suerte.

– Mmm, menuda sorpresa, no solo tendré plato fuerte,– Dirige la mirada hacia ella como si le agradara el reencuentro – sino que he encontrado postre – concluye clavando la vista en mi tembloroso cuerpo.

¿Plato fuerte, postre?, a este se le zafó un tornillo, porque está ablando en sentido figurado, ¿no? – ruego para mis adentros.

Él inclina la cabeza ladeando una pequeña sonrisa en respuesta, como si pudiera saber lo que me estoy preguntando. Me estremezco de solo imaginar algo así.

Todo me da vueltas, mi madre y el sufrimiento por el que pasará si desaparezco o muero, y no un día cualquiera, ¡tenía que ser mi jodido cumpleaños! Definitivamente este es el peor día de mi historia.

Algo interrumpe mi balbuceo mental.

La chica da un paso y se coloca en frente –. Ella no tiene nada que ver en esto, ya me tienes a mí, deja que se vaya.

Un deseo por voltearme para comprobar lo que mis oídos escucharon me hormiguea, pero la parte en mi cerebro que se encarga de la supervivencia toma control, y evita que separe siquiera por un segundo la mirada de la amenaza.

La respuesta de él es breve, pero inmediata, solo amplía más su sonrisa mirándola con burla, como si su petición solo sirviese para agregar placer en su sádico juego. La sentencia está escrita en cada parte de él.

«No puedo morir así, no aquí y menos de esta manera».

Parpadeo rápido intentando aclararme la mente. ¿Qué posibilidades tengo de salir bien librada? La verdad, parecen escasas, pero al menos no perderé sin luchar.

Sin hacer movimientos bruscos busco algo que me sirva de arma, veo un trozo de palo casi al alcance de mi mano, tan solo tengo que inclinarme un poco para tomarlo. No lo medito, me precipito y lo aferro a mis manos y me posiciono junto a la chica.

– No lo creo – me escucho tan firme que me sorprendo, a pesar de los matices de miedo que escondo a simple vista –. No vas a tocarnos ni un solo pelo – advierto con dramatismo dada las circunstancias y los ojos le brillan de júbilo, y así lo comprendo, este ha sido su juego desde el comienzo.

Si no se nos había acercado hasta ahora, era porque quería vernos tener esperanza, la esperanza de que siendo dos podíamos luchar. Es como un cazador y su presa, acorralando y atemorizando hasta que sus intentos de sobrevivir superan el miedo, y justo ahí en ese instante, el verdadero juego del cazador comienza.

¿Pero qué otra opción queda?, las cartas están echadas.

                         

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