asuntos. Todo el equipo del doctor Marcos está enfocado en el caso de Sabrina, de todos modos, mis días fuera podrían dejarme fuera de este caso, si el doctor así lo desea. Tuve mucha mala suerte de lesionarme justo después de detectar un caso como ese, en mi primer año de residencia. Desafortunado. Desafortunado. Desafortunado. Terminé de envolver mi cuerpo en la toalla y salí del baño. Me asusté cuando me encontré cara a cara con Pedro, sentado en el sofá, mirándome de arriba abajo. - Ay que susto. - Grité, tratando de cubrirme, tropezando en un intento de esconderme. Su brazo rápidamente me agarró por la cintura, con fuerza, evitando que cayera de trasero. Sus brazos sostuvieron mi cuerpo mientras me recuperaba del shock. Ajustó mejor su postura y me puso de nuevo en pie, todavía abrazándome. - ¿Estás bien? - preguntó, todavía muy cerca de mi cara. Apreté aún más la toalla. - ¿Que haces aquí? - Solo salí a atender una llamada del hospital y cuando regresé no estabas. Suspiré. - Pensé que te habías ido. - Me mordí la lengua. - Primero me despediría de ti. - Sus ojos se posaron en la parte superior de mi toalla. Mi corazón se aceleró. Me liberé de sus brazos, recuperándome y corrí al baño, cerrando la puerta entonces, poniendo distancia entre nosotros. No podía soportar ver a un hombre así mirándome así, conmigo sólo usando una toalla. Oh mi. - Un segundo, me voy a cambiar. - Grité mientras cerraba la puerta. - No es necesario - gritó de vuelta, desde el otro lado - Ya me voy, solo vine a despedirte. Necesitaba ser rápido, abrir los cajones con todo, buscando algo que ponerme. - Me voy - advertí, pero no encontré respuesta - ¿Doctor Pedro? - Lo llamé y no respondió. Abrí la puerta lentamente, mirando a mi alrededor, buscando alguna señal de él. La casa está completamente vacía. Respiré hondo antes de ir a la puerta principal y cerrarla. Basta de sustos por hoy. Caminé hacia el armario, elegí con amor mi pijama de gatito favorito y me acosté. Necesitaba descansar. Todavía me dolía un poco la cabeza, pero aún así pude conciliar el sueño rápidamente una vez que me acosté. El aire acondicionado al mínimo mantenía la habitación tan fresca que no había insomnio en el mundo que pudiera impedirme dormir. Un fuerte golpe en la puerta me hizo levantarme rápidamente y dirigirme hacia ella, pateando todo lo que encontraba en el camino. Miré por la mirilla y resoplé, irritada, al ver a Pedro aquí de nuevo, tan pronto. -¿Qué quiere este tipo aquí tan temprano? - susurré para mis adentros, ya molesto por haber sido despertado así. No soy madrugador. Pedro volvió a tocar la puerta, haciéndome querer apretarle la cara con tanta fuerza que se le derretiría el cerebro. - ¡¡¡Ya va!!! Él sonrió cuando abrí la puerta. Pero su sonrisa pronto murió cuando su mirada se posó en mi ropa. - ¿Sucedió algo? - bostecé. - No - lo miré - vine a examinarte y ver cómo estás. Miré el reloj, sorprendida de que sean las siete de la mañana y él esté levantado. - ¿Tan temprano? Me miró atónito. - Normalmente voy temprano al hospital, pero anoche cuando salí de aquí necesitaba ver a un paciente. Abre más la puerta para que entre. - No te quedes ahí, pasa. - Le di paso. - Licencia. - Entró y se dirigió directamente a la sala. Cerré la puerta y me volví hacia él, sorprendiéndolo mirando mi pijama nuevamente. - Estoy bien, doctor, sólo que a veces siento que me palpita la cabeza. - Es por el golpe, te golpeaste muy fuerte en la cabeza y terminaste con una leve hinchazón. - Eso explica por qué todavía duele. - Me quejé. - Sí - se acercó a mí - pero fuera de eso, ¿cómo estás? ¿Sentiste algo más? Dije que no. - Estoy bien, aparte de los dolores de cabeza. - Por eso Alejandro te dio un certificado de una semana, es el momento perfecto para que baje la hinchazón y descanses. Sonrío torpemente. - Puedes estar seguro de que lo haré - Señalé mi cama - Estuve descansando hasta ahora. Caminé hacia el armario, buscando un vaso, pero cuando me di la vuelta, me sorprendí cuando lo sorprendí mirando mi pijama con algo de atención nuevamente. - Puedes estar tranquilo, prometo mejorarme pronto. Sus ojos se encontraron con los míos. - Traje esto - me entregó una bolsa y la colocó sobre el mostrador, el olor a comida fresca llenó el lugar. - ¿Qué es? - Sostuve la bolsa con fuerza, mirándolo. - Tu almuerzo y desayuno. Abriendo la bolsa con cuidado, descubriendo lo que había traído para mí. - Vaya, aquí hay mucha comida. - Lo miré - Durará todo el día. - Esa es la intención - Se centró en su reloj por unos segundos, antes de mirarme - ¿Puedo examinarte antes de ir a trabajar? Dejé caer la bolsa de inmediato. -Por supuesto, lo siento. -¿Porqué te estás disculpando? - se aproximó. - Me sorprende encontrarte aquí, olvidé que hoy tenías turno. Él sonrió. - No podría trabajar sin saber de ti. Sentí mis mejillas calentarse. Caminé hacia la cama y le subí la manga del pijama para ayudarlo a hacer su trabajo más rápido. No quería quitarte demasiado tiempo. - Licencia. - preguntó tocándome. Se sentó frente a mí, en la silla, y empezó. Sus dedos temblaban un poco cada vez que me tocaba. Quizás él tampoco se encontraba bien. Después de atender una última emergencia en el hospital, prácticamente corrí a casa. Necesitaba unas horas de descanso antes de regresar al hospital y terminar de ayudar a Alejandro con la investigación. El jefe de policía ya había recibido las imágenes que envió, el detective acordó acudir mañana temprano al hospital para comenzar a investigar el caso. Manuel tomó las primeras cintas para ayudarnos a analizar, con su ayuda la investigación irá aún más rápido. Alejandro empezará a analizar las imágenes mañana, así que yo... tendré que hacer lo que me pidió, ir mañana a la casa de Amanda y buscar la manera de que ella recuerde algo que pueda ayudarnos. Apoyé la cabeza en el azulejo de la ducha mientras pensaba en lo que podía hacer para ayudarlos a encontrar al culpable. Por hoy estoy agotado. Mi cama ya estaba hecha cuando salí de la ducha y me acosté boca arriba, con la toalla todavía envuelta alrededor de mi cintura. La imagen de la sonrisa de Amanda vino a mi mente, poniéndome tensa. ¿Qué tengo ahora? - ¡¡¡Maldita sea!!! Tiré la toalla y rápidamente me puse una sudadera, antes de apagar todo y acostarme. ¿Dónde estoy en mi cabeza? Pensar en ella así, así. Pero algo dentro de mí cambió. Todo lo que hice por Amanda, lo haría por cualquiera, sin pensarlo dos veces. Cualquier persona. Sin excepciones. Para mí es una mujer corriente, la veo como mi paciente. Y descubrir que Juan la perseguía me cabreó. Creo que mi instinto protector se apoderó de mí. Más aún después de todo lo que hizo con Alejandro y Manuel. Como si la falta de carácter de este hombre no fuera suficiente, todavía nos vemos obligados a vivir con él en el hospital. Pero verlo entrar y salir constantemente de la habitación de Amanda me ponía furiosa, incluso se metió con su expediente. Ni siquiera eran tan cercanos. Estaba tan furiosa que terminé despidiéndola antes de lo esperado, solo para evitar el contacto con él tocando su expediente todo el tiempo. Ya que todavía no teníamos idea de quién atacó a Amanda anteayer, detrás del hospital. ¡Maldita sea, ella es mi paciente! ¡No este! Anoche me sorprendí por completo cuando la encontré envuelta en una toalla, saliendo de la ducha. No soy ciego y estoy acostumbrado a este tipo de situaciones, ya que era parte de mi rutina de trabajo que los pacientes se cambiaran de ropa y usaran ropa más ligera para poder realizar el