En un inicio, cuando Consuelo llegó a trabajar a aquella construcción, el señor José Miguel Mares gozaba casi permanentemente de un mal carácter. Por lo general permanecía sombrío y con una profunda tristeza, difícil de disimular. Muchas veces,
cuando creía que no era observado, se le veía circular por los rincones con lágrimas en los ojos.
En aquel momento, ella aún no sabía cuál era la causa por la cual se encontraba taciturno y triste aquel venerable anciano, más tarde el maestro de obra de confianza del señor Mares, le comentaría la tragedia. No hacía mucho tiempo, el hijo menor, el único que permanecía con sus padres en el país, ya que los mayores habían ido a estudiar a Londres y París, decidiendo, al terminar sus respectivas carreras, quedarse a vivir en el primer mundo. Javier ya estaba matriculado en la facultad de una prestigiosa universidad, para comenzar la carrera de medicina. Una mañana, circulando a gran velocidad en una poderosa motocicleta de alto cilindraje, se estrelló contra un camión, falleciendo en el acto.
Con el paso de los meses, el compartir los quehaceres del trabajo y el intercambio de ideas creativas llevadas a la práctica, poco a poco el experimentado profesional del diseño y la construcción, se fue mostrando más entusiasmado y comunicativo, como si la energía y juventud de la muchacha le trasmitiera una nueva alegría, pero nada de carácter libidinoso o mal intencionado, sino más bien una corriente de amplia simpatía, como la que se podría tener por una nieta favorita.
Consuelo, a más de seis meses de haber iniciado las labores en esa idílica obra y al encontrarse en una etapa crucial de la tesis de su carrera, una mañana, durante lo que ya se había convertido en una ceremonia, la charla con un frappé de naranja, junto a la futura piscina bajo la sombrilla de lona blanca para protegerse del inclemente sol barranquillero, recibió por parte del arquitecto, una oferta para la construcción de unos Town house en una ciudad cercana llamada de Cartagena de Indias. Esta, estaba ubicada a casi tres horas del sitio donde trabajaban. Muchos años después se construiría una cómoda vía expresa bordeando el mar, que reduciría la duración del trayecto a menos de la mitad del tiempo.
-Consuelo, le dijo, he visto que eres una persona de un carácter humilde y bondadoso, muy trabajadora e inteligente, buena hija, voy a hacerte una oferta que nadie te hará en esta vida. Ya me siento un poco cansado y quisiera tomarme unas largas vacaciones por Europa con mi esposa. Es un viaje que tenemos aplazado hace un tiempo, pero primero quiero realizar y concluir un proyecto en una ciudad vecina que, con el apoyo del gobierno central, está en franco crecimiento y donde se está invirtiendo mucho. Allí tengo un terreno que compré hace un tiempo y tengo un proyecto para la construcción de un conjunto residencial de dos o tres docenas de unidades de vivienda privadas, con todas las comodidades. Te encargarías de la obra y yo iría una vez al mes o cada dos meses a ver el avance. Tendrías unos buenos ingresos mientras se ejecuta y al vender el proyecto, la mitad de las ganancias del mismo.
-Qué gran honor. Me deja de una sola pieza, arquitecto- Le respondió Consuelo- No sabría qué decirle en este momento. Estoy en la última etapa de mi tesis, la cual elaboro conjuntamente con dos compañeras más. Ya terminamos la primera parte y vamos a empezar a desarrollar la final, para obtener el grado. Antes de responder, quisiera plantearles a mis compañeras el caso y además, estudiar con seriedad esta generosa propuesta. Si me da un par de días, con gusto le daré la respuesta.
Consuelo se reunió con sus compañeras y estas le dijeron que, si abandonaba el proyecto, sacarían su nombre de la Tesis y, por otro lado, pensó en todos los sacrificios que había hecho su madre para brindarle una educación de calidad. Lo menos que podía hacer, era obtener el grado con honores y brindárselo, en compensación a todo ese esfuerzo. Finalmente, se decidió por declinar la oferta.
La obra, la mansión de Don Giovanni de Di Vicenzo, avanzaba según el cronograma. Los acabados para la construcción comenzaron a llegar. Un gris "Pietra Grey" de Irán. Un mármol rosado con finas líneas de un tenue blanco, venían de México. Un granito verde Ubatuba de Brasil. Unas piezas completas de mármol blanco absoluto de Carrara y la estrella de los recubrimientos, un mármol "Azabache Portoro" ambos de Italia. Todos los accesorios y los gabinetes de cocina con suaves rodamientos que funcionaban al contacto, de Italia, muchas piezas de tecnología de punta en telecomunicaciones para aquel momento, de Estados Unidos, grandes lotes
de madera Teca para los techos rasos machimbrados, proveniente de una hacienda en Los Montes de María, propiedad de un compadre de Don Giovanni, en fin, no se detenían en gastos, todo de la más óptima calidad como le gustaba al arquitecto José Miguel Mares, quien además cobraba para sus exclusivos clientes, un porcentaje sobre los gastos generales de cada obra.
Consuelo le comentó su decisión y le dijo que una vez se graduara, iría a visitarlo para aceptar su oferta si esta, aún seguía disponible. En ese momento ella no sabía, que casi dos años después, cuando hubo resuelto toda una serie de situaciones imprevistas que se le presentaron, habiéndose graduado con honores y cuando las circunstancias del momento estaban dadas para aceptar finalmente la propuesta, al tocar a la puerta de la casa del arquitecto José Miguel Mares, la empleada le comentaría, que ya el proyecto había sido terminado y vendido incluso con anticipación y el anciano se había ido de vacaciones en un largo crucero en barco con su esposa, paseo que llegaría a durar todo un año.