Rouge
img img Rouge img Capítulo 2 Alicia del país de las maravillas
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Capítulo 6 Ma deésse img
Capítulo 7 Obsesión img
Capítulo 8 Hechos el uno para el otro img
Capítulo 9 Lo gracioso de la primera noche img
Capítulo 10 Deja Vu img
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Capítulo 2 Alicia del país de las maravillas

PIERSON

Aparco frente al colegio de Harry y nos bajamos de mi auto. Antes de despedirme de él delante del colegio, me agacho hasta su tamaño para acomodarle la bufanda.

-Asegúrate de ser un niño bueno hoy. ¿Está bien?

Encierra sus pequeños puños en las azas de la mochila que trae a la espalda y asiente; sus mofletes encendiéndose débilmente a causa del clima frío que trajo consigo el potente torrencial de la mañana.

Compruebo su bufanda otra vez para asegurarme que el clima no le afecte y llevo hasta su pequeña barbilla la cremallera de su abrigo favorito.

-Papi, ¿vendrá el tío Max por mí?

Maximiliano es mi mejor amigo. También es un imbécil engreído, claro, las cosas como son. Él cuida de mi hijo cuando que yo por motivos de trabajo no puedo hacerme cargo. Supongo que esas son las ventajas de que maneje su propia firma de abogados: que puede hacer lo que le plazca con su tiempo. Mi amigo es un cabrón inteligente.

Lo conocimos hace un año, cuando llegamos a Quebec desde Francia. Nos ayudó desinteresadamente, de una manera en la que nadie lo había hecho hasta el momento. Después de eso las cosas sólo fluyeron. Antes de darme cuenta ya tenía un lugar especial en nuestras vidas.

Pienso por un momento la respuesta que voy a darle a mi hijo. Max tenía que recoger hoy en el aeropuerto a alguien importante, «su peor pesadilla», había dicho. Sin embargo, él nunca falla cuando le pido ayuda con Harry y si no pudiera, ya habría llamado. Así que, esbozo una sonrisa para mi pequeño.

-Lo hará. -respondo. -Tengo un día complicado hoy en el hospital, campeón. Sabes que eso significa que debes comportarte con el tío Max. Ah, y no comas pizza en la noche, está prohibido. -le recuerdo y hace un mohín.

-Pero papiii...

-Es comida chatarra, Harry.

-El tío Max siempre compra para la cena y dice que puedo comer a escondidas porque dice que él es guay, no un aburrido como tú.-se cubre la boca con ambas manos y abre mucho los ojos cuando termina de hablar.

Jodido cabrón, Maximiliano.

Tomo un respiro.

-Papá dice que no, y hay que obedecer a papá. ¿Está bien?

Mi hijo me sonríe. Mi corazón se derrite como el hielo contra el calor.

-Vaaaleee.

Me pongo de pie y estiro el brazo para que choquemos puños como hacemos siempre a modo de despedida.

-Te amo, campeón. Estudia mucho.

Harry asiente y camina hacia las puertas del colegio.

Mi tesoro.

Lo único que me queda.

^^^

Estaciono en el aparcamiento del pequeño hospital en el que trabajo.

Me bajo del descapotable negro que manejo y después de encender las alarmas, voy hasta el ascensor que me llevará a la tercera planta que es donde está mi consultorio.

El Stephen Memorial es un verdadero cucurucho. Es tan pequeño comparado al hospital en el que solía trabajar en Francia, que a veces me siento extraño caminando por estos pasillos, como si todo fuera un sueño y de un momento a otro pudiera despertarme en la mansión de mi familia escuchando los gritos de Johana o percibiendo los deliciosos olores de las tartas que mi madre solía hornear.

Las extraño tanto. Incluso extraño a mi padre con su carácter taciturno observándolo todo con detenimiento, analizando a cada persona a su alrededor.

Volviendo al tema de este hospital, incluso amando como amo mi trabajo, a veces mi humor se descompone porque esta caja de fósforos no me gusta para nada, puede darme un ataque de claustrofobia en cualquier momento.

Salgo del ascensor al llegar al piso correspondiente. Tampoco hay mucho personal , así que no coincido con muchos compañeros.

Cuando abro la puerta de mi consultorio, Vanessa, la mujer con la que llevo alrededor de seis meses saliendo, se lanza a mis brazos y me llena la cara de besos.

Ella es verdaderamente despampanante. Su cabello marrón cae en bucles perfectos hasta la mitad de su espalda, sus ojos verdes relucen bajo el maquillaje ahumado que escogió para lucir hoy y sus rasgos afilados y elegantes complementan esa sofisticación tan típica de ella. También es cardióloga infantil y es mi ayudante, por lo que compartimos consultorio.

Cualquier hombre caería rendido ante su encanto.

Yo no. Hace algún tiempo nada me impresiona lo suficiente. Ella me gusta, claro, pero no va más allá de eso. Es una relación superficial. Vanessa no es diferente a todas esas mujeres con la que salí en el pasado. Es como si estuvieran hechas a partir de algún tipo de molde.

Me quita la bata, la coloca en la pieza de madera que tenemos para ese fin en la entrada de la consulta y se cuelga de mi brazo.

-No es necesario que me escoltes, Van.

-Salut à toi aussi, mi amor. *

Hola a ti también, mi amor.

Ella es natural de Quebec, por lo que domina el francés y lo usa casi siempre. Según su propio criterio, le aporta una sensualidad irresistible. Por mi parte, lo domino a la perfección mas no es mi idioma natural. Nací en Boston, EEUU, pero la familia de mi madre es francesa, así que eso, acompañado al tiempo que producto de mis estudios de la especialidad tuve que vivir en Francia junto a Harry , me aportaron todo el conocimiento que poseo sobre la lengua.

-Salut, Vanessa.

-Un poco de educación con tu novia nunca está de más, Pierce.

Antes de sentarme detrás del escritorio, dejo un beso en su mejilla.

-Ahí está. ¿ Complacida?

-Mucho. -sonríe coqueta- ¿Cómo estuvo tu noche?

-Estupenda.

-¿Así nada más? ¿Sin más detalle?

-Sin más detalle. -su mirada descendió, desilusionada. La culpabilidad me tomó y, la siguiente pregunta brotó sin trabajo de mis labios -¿Cómo estuvo la tuya?

Entonces, lo vi. El placer escrito en el verde de sus ojos, la felicidad que le produce que me preocupe por ella, que me preocupe por su vida, por sus asuntos personales. Soy un completo idiota. Ella es demasiado buena y está enamorada de mi. Pero yo no me siento de la misma manera.

-No tan bien como me hubiera gustado, la verdad. Vino a casa el novio de mi compañera de piso y se pasaron toda la noche haciendo, ya sabes, cosas de adultos en su habitación.

-¿Cosas de adultos? ¿Qué eres tú, una niña? -Contengo la carcajada que baila en mi garganta.

-¡Tonto! Ya sabes de que hablo.

-Sí, de sexo. Todavía no entiendo por qué te da vergüenza decirlo explícitamente.

Se encogió de hombros.

-Bueno, se pasaron toda la noche en "eso" y yo en mi habitación viendo reposiciones de Friends y atiborrándome de palomitas. -baja la mirada- Me hubiera encantado que mi novio se hubiera dignado también a aparecer.

-Era domingo en la noche, estaba con mi hijo, Van.

Suspira y baja los hombros, volviendo otra vez a centrar su vista en la mía.

-¿Cómo está él?

Ahí está, rápido, fugaz: la sensación de miedo, la necesidad de protegerlo incluso de la mujer que tengo frente a mi.

-Sabes que no me gusta hablar de él.

-Oye, quiero formalizar, ya no se como voy a insinuarlo. -sus labios forman un mohín- Quiero conocer a tu pequeño fils*. ¿ Por qué nunca me has dejado hacerlo?

Fils, traducido del francés, significa hijo.

-Porque sales conmigo, no con él. -respondo siendo tal vez demasiado brusco. Suavizo mi tono de voz.-Ya hemos hablado muchísimo sobre ese tema: no quiero formalizar, me gusta como estamos.

-A mi no. No es suficiente.

Me encojo de hombros.

-Es todo lo que puedo darte.

Se acerca a mí y se sienta a horcajadas sobre mis piernas. Mi cuerpo reacciona de inmediato y ella se frota sobre mí.

-Amour. -susurra y me muerde el lóbulo de la oreja.

Coloco mis manos sobre sus caderas y freno sus movimientos.

-Puedo empotrarte contra esta mesa y seguir pensando lo mismo, me conoces, Van.

Suspira y separa su cara de mi cuello clavando su mirada en la mía.

-¿Qué rayos te pasó, amour? ¿ Por qué te cuesta tanto dejarme verte en verdad?

Porque no confío en nadie y no puedo abrirle mi corazón a nadie.

Si tan solo lo supieras no te empeñarías tanto en salir con alguien como yo.

-Me estás viendo. -dije con cariño, intentando aligerar la situación.

Ella no responde a mi broma.

La quiero, sí, pero no es suficiente.

Una parte de mí se niega a ceder y yo no soy de los que se obliga a hacer las cosas con tal de complacer a terceras personas. Me gusta que las situaciones fluyan por su propia cuenta.

-Ni siquiera se como se llama. -resopló, poniéndose de pie quedando de espaldas a mi.

Hice lo propio y puse mis manos sobre sus hombros. Ella se relajó visiblemente.

-Nosotros acordamos que si comenzábamos a salir era solo para mitigar la soledad, Van. No para conocer sobre nuestras vidas, mucho menos para tocar algo tan personal como lo es mi hijo. -explico, intentando que entienda mi punto.

Se voltea y posa sus manos sobre mis mejillas, uniendo nuestros labios en un beso.

-Lo se, cariño, lo sé. Pero es difícil para mi estar contigo sin sentir más que una emoción simple. Tú eres más. Lo supe desde el primer día en que te vi. Yo... estoy enamorada, Pierson. Mi corazón duele tanto cuando después de reacciones como esta de tu parte me afirmas que no te sientes de la misma manera hacia mi. - confesó en un suspiro cuando nos separamos.

La culpabilidad no me azota. Ella siempre supo hasta que punto podía ofrecerle de mi mismo.

-Lo siento. -acaricio su mejilla. - No va a cambiar nunca, ¿entiendes?. Este idiota que tienes frente a ti no tiene cabida en su vida para relaciones serias. No puedo. Hay mucho peso en mis hombros, mucha responsabilidad. No es justo que tu te veas envuelta en ello esperando una recompensa que nunca llegará.

-No quiero que terminemos, Pierson.

-No es lo que estoy diciendo, pero estaba volviendo a ser claro. No puedo ofrecerte más que salidas de vez en cuando y ratos de buen sexo.

Ella colocó ambos brazos sobre mi nuca y me acercó a sus labios.

-Se que puedo cambiar eso. Sólo dame tiempo.

No la rebatí. Dejé que me besara otra vez . Luego levanté su falda y la empotré contra la mesa tantas veces que provoqué gemidos que probablemente resonaron en todo en el maldito hospital.

No pude evitarlo: el sexo y hacer ejercicio siempre han sido mis maneras preferidas de liberar estrés. No quise pensar en lo que ella sentía por mi. Aparté toda perturbación de mi cabeza y me concentré en lo que me provocaba entrar y salir de ella, tocar un cuerpo que no me había molestado en memorizar, besar un cuello en el que no había notado detalles: un placer vacío, hormonas liberadas que relajaban mis fibras, un cosquilleo propio del orgasmo que tomaba mi espina dorsal, pero nada más, sensaciones que eran química, instinto.

Me volví a sentir basura cuando terminamos, arrojé el condón al cesto y, sin besarla siquiera, comencé la consulta del día.

Así era yo.

Un hombre con el que no merecía la pena perder el tiempo.

Vanessa ya estaba advertida.

^^^^

ALICE

Las personas no cambian con el tiempo.

Mi hermano es un ejemplo claro de eso. Sigue siendo el mismo insoportable de siempre.

Aterricé en Quebec y después de ponernos al día, me informó que debíamos ir a recoger al hijo de no se quien al colegio.

¡No a su casa!

¡ Vamos hacia otro sitio!

Joder, como quisiera golpearlo ahora mismo. Muy fuerte. En el centro de su cara de prepotente.

Mataría por una ducha calentita y una cama.

Mataría.

Y Max no es mi persona favorita en este momento.

-Deja de fulminarme con esos ojos, rizos. Acabarás por agujerear mi atractivo rostro -me dice, sonriendo.

Vamos en su auto camino al mentado colegio.

Diablos, estoy tan cansada. Maldito, Max. ¡Quiero mi descanso!

No me malinterpreten, en verdad amo a mi hermano, pero en momentos como este es capaz de sacar mis instintos más oscuros.

Vuelvo la mirada a la carretera. No tengo deseos de discutir.

-Solo cállate. No quieres lidiar con el humor de una mujer completamente cansada-advierto.

Él sonríe otra vez y cierra sus labios como si lo hiciera con una cremallera.

No me quejé de su gesto infantil si eso haría que no me molestara en el resto del camino.

No lo hizo. Se mantuvo tarareando las canciones del reproductor.

De esa manera pude dormir al menos unos veinte minutos hasta que el auto se detuvo.

-Esto no me parece un colegio, Maximiliano.

Nos estacionamos frente a un elegante edificio. Mi hermano mira a la entrada y señaliza al portero para que lleve el auto a la zona de estacionar.

-Porque no lo es. -responde, dirigiéndose a mí.

El hombre se acerca y Max le lanza las llaves. Lo sigo dentro del edificio.

¡Gracias a todas las constelaciones! Creo que vamos hacia su apartamento.

Cuando él encuentra el número correcto, saca de su bolsillo un juego de llaves y abre la puerta.

El lugar es sencillo pero muy bonito y acogedor. Sin embargo, la decoración no es algo que elegiría mi hermano. Él se decantaría por combinaciones de pintura más serias y definitivamente no tendría un póster del hombre araña colgado en la sala. Fijo mi atención en un rincón donde, encima de una mesa de cristal hay un montón de papeles esparcidos en los que se alcanzan a ver esquemas del cuerpo humano.

¿Es que mi hermano estudia medicina y yo no lo sabía? O ...espera... ¿será que consiguió una novia doctora o enfermera y me trajo al lugar en el que vive con ella? Eso explicaría los papeles, pero no el enorme póster de spider colgado en la pared.

Un momento... ¿Un niño? ¡¿¿Maximiliano es papá??!

-Puedo ver tus engranajes trabajar a toda velocidad, rizos. Deberías aprender a aplacar esa curiosidad.

-¿Esta es tu casa, Max?.-Pregunto con un nudo de nervios en el estómago. No me preocupa el cansancio. Ahora sólo quiero saber si soy tía.

Adoro los niños.

Él se pierde en una de las habitaciones y sale otra vez con una pequeña mochila y un muñeco de Spiderman en las manos. Después lo coloca todo dentro de un bolso y me presta atención.

-No, es la del padre del niño que iremos a recoger. Era necesario venir antes porque el niño se desvive por este muñeco de aquí. -explica y levanta la bolsa en su mano.

Me siento un poco desilusionada. Amaría tener un sobrino. Alguien de quien cuidar y a quien enseñarle todo lo que quiera saber.

Max nota mi desconcierto y me dice, sonriente:

-Los niños están fuera de mi alcance por el momento, hermanita. Tengo suficiente con cuidar de Harry ocasionalmente; y eso que él no es la mitad de travieso que la mayoría. Es diferente a todos y es un puto genio.

Juro que acabo de ver sus pupilas convertirse en dos enormes corazones.

¿Mi hermano diciendo buenas cualidades de un niño? Creía que no viviría para ver esto.

Cuando me dijo que teníamos que recogerlo pensé que era un pequeño favor del momento. No algo que hacía con regularidad.

Antes de que pudiera responder , el celular de Max comienza a sonar. Lo saca de su bolsillo y se fija en el nombre que parpadea en la pantalla.

-Dame un momento. -me pide y asiento antes de que se aleje unos pasos de mí a contestar la llamada.

De igual manera escucho cada cosa que le dice a la persona al otro lado de la línea.

-Pierson Evans, eres un jodido dedo en el trasero. Contrólate un poco. Acabo de llegar a tu apartamento que por si no lo sabes está bastante lejos del aeropuerto. Iba a salir a recoger al niño en el momento en que llamaste.

Mi hermano volteó los ojos a lo que el tal Pierson dijo al otro de la línea y a continuación colgó la llamada.

-Vámonos, Allie. -ordena y nos encaminamos a la salida del edificio.

-¿Quién es Pierson?

-El padre del niño al que iremos a recoger.

-Parece un tipo insufrible.

-Lo es. No lo soporto en verdad.

-Pequeño mentiroso.

Mi hermano suelta una sonrisa ladeada, entramos al auto y nos vamos al colegio

^^^

Pensaba que los fantasmas del pasado quedaban justo ahí, en el pasado. Sin embargo, no sabía que no podía estar más equivocada.

Cuando llegamos al área de los pequeños y noté al niño de cabello marrón sentado en un banco apartado de todos, balanceando los pies suavemente y con la vista fija en ellos, no pude evitar ver a la niña de rizos cobrizos que solía ser.

Una sensación de reconocimiento me atrajo a él. Llámalo empatía, destino, o como prefieras; solo se que no pude evitar verme reflejada en sus ojos: los mismos miedos, las mismas pesadillas... absolutamente todo lo que me atormentaba en el pasado estaba escrito con tinta en su mirada.

Luego de saludar a mi hermano, se quedó muy quieto, inspeccionándome y a la vez expectante a la presentación que debía darse entre nosotros. Chico perspicaz. Me agrada.

-Ella es mi hermana, pequeño chico araña- me presentó Max con un gesto de manos infantil. El niño fijó su atención en mí y me observó por largo rato.

-El tío Maxi dice que tiene una hermana tonta y fea. Tú no eres fea -soltó el pequeño .

El idiota de mi hermano no pudo contener la risa y yo lo fulminé con la mirada. Sin embargo, me hizo gracia la forma en que el niño quiso decirme que no estaba seguro de que yo fuera en verdad la hermana de su tío Maxi.

-Soy una chica hermosa ¿a que si?. -me agaché hasta su tamaño y le extendí la mano a modo de saludo. -Me llamo Alice, pero puedes llamarme Allie. Así me dicen mis amigos y las personas que me agradan. Es como un permiso de exclusividad.

Él correspondió a mi saludo como todo un caballero.

-¿ Alice como "Alicia en el país de las maravillas"? -cuestionó.

-Puede ser, aunque soy mucho más grande que ella, ¿No crees?

Asintió.

-¿También persigues a un conejo blanco?

Una sonrisa se dibujó en mis labios.

-A veces lo hago, cuando estoy aburrida. Pero, ¿ te cuento un secreto?

Asiente, dudoso y le respondo en un tenue susurro.

-Todavía no lo encuentro.

Él se quedó callado un momento y pareció aceptar la respuesta. Luego dirigió su atención a mis ojos.

-¿Qué tienes en los ojos, Allie?

-¿Esto? -me señalé esa zona. Él se refería a la heterocromía- Es la marca de las chicas valientes. ¿Nunca antes lo has visto? -mostré incredulidad exagerada. Él se rió suavemente y negó. El gesto fue tan adorable que me provocó retorcijones en el estómago.

-Son lindos. Me gusta tu mirada colorida.

-Gracias, caballero.

-Me llamo Harry Evans.

-Supongo que puedo llamarte Harry.

-Puedes hacerlo. También me agradas.

Mi hermano presenció nuestro intercambio con una expresión de incredulidad estampada en su rostro.

Harry se bajó del banco, tomó mi mano y la de Max y nos apresuró hacia la puerta del colegio.

-Papá sabe que me das comida chatarra a escondidas, ya no es nuestro secreto.

Mi hermano convirtió su rostro en uno de falsa indignación demasiado notable.

Contuve una sonrisa.

-Que traidor, bro. -expresó hacia Harry, pero este al parecer lo conocía demasiado ya que esbozó una pequeña sonrisa y le dijo burlándose:

-Que pena, tío, la señorita Heather finge molestia mejor que tú.

Mi hermano soltó una carcajada.

Y, en menos de lo que tarda un pestañeo, caí rendida en los encantos de este niño de rizos marrones.

            
            

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