El sonido cesa. Un cuarto de segundo después se reanuda. Entonces recuerdo la otra línea en mi viejo celular. Casi maldigo por lo bajo porque a ese teléfono sólo puede estar llamando una persona a la que le dije que no podíamos mantener contacto por ese medio bajo ninguna circunstancia.
La ignoro por un instante deseando que cese, que recuerde lo que con tanto ahínco le pedí la última vez que hablamos.
«Yo te llamaré, ¿vale?. Sólo espera mi llamada.» Le había dicho mientras organizaba la ropa limpia de Harry.
Por supuesto que no me hizo caso. Después de todo, era ella la mujer más jodidamente testaruda que había conocido jamás.
Y, haciendo honor a su personalidad, por supuesto que no se ha cansado de llamar. El sonido ha cesado pero continua otra vez.
Me levanto de la cama refunfuñando y , buscando el teléfono donde siempre lo guardo, deslizo el ícono verde para responderle.
-¿Qué?
-¿¡Qué?! .¡ ¿ Esa es la manera correcta de saludar a tu madre?! -reacciona exageradamente, como siempre. En realidad no entiendo por qué. He sido amable.
-Nunca seguirás una orden, ¿verdad?
Juro que puedo verla voltear los ojos en este preciso instante.
-Si esa orden incluye esperar a que ese molesto trabajo tuyo deje un espacio para que llames a tu vieja y olvidada madre, pues no.
-También eres médico, mamá. -resoplo y bostezo. Ella no lo sabe pero acaba de interrumpir una de las únicas noches en las que he podido cerrar los ojos por más de tres horas consecutivas.
Las pesadillas no dan tregua. Aparecen una tras otra. A veces incluso dos en la misma noche. Eso ligado a que mi trabajo no me deja mucho para dormir, suma un total de...menos de veinte horas de sueño a la semana.
-Por eso te lo digo, bebé.
Se me escapa otro bostezo.
-¿He interrumpido tu sueño, cariño?
-Sabes que tengo problemas para dormir, mamá. Además, son las tres de la mañana.
Escucho como ahoga un suspiro.
-¡Oh dios mío! Lo siento tanto, hijo. Es que tenía tantos deseos de hablar que no me molesté en revisar el horario de diferencia. Es casi abismal.
-¿A dónde te ha llevado papá esta vez?
-A Australia, bebé. No sabes que belleza de país. Tu padre realmente está cumpliendo aquello de viajar por todo el mundo en cuanto nuestros hijos fueran independientes. ¡Y se está luciendo!
Sonrío ligeramente. A pesar de mi cansancio, me complace mucho saber que mi familia está bien.
-Me alegra tanto, mamá. ¿Cómo está Johana?
-Muy feliz. En realidad está muy feliz. Conoció a un escritor hace un mes y quedó perdidamente enamorada. Hace casi dos semanas salen juntos. Nos lo presentó anoche por Skype. El tipo es majo. Tiene todo ese rollo hippie propio de los escritores. Me agradó.
Espero que este si sea lo que muestra. Mi hermana suele enamorarse con facilidad, lo que puede convertirse en un defecto si no conoces del todo a la otra persona. Nunca sabes lo que un extraño puede hacer con tu corazón.
Nos quedamos en silencio por un instante. Fue un silencio cómodo. Simplemente escuchando nuestras respiraciones. Entonces soy dolorosamente consciente del nudo que aprieta mi corazón. Los extraño, extraño mucho a mi familia.
-¿Cómo está mi nieto favorito? ¿Pinta como antes o aun más hermoso? ¿ Ya lo metiste a alguna academia de pintura?
El nudo de mi corazón se aprieta más fuerte. No soporto recordar lo que éramos, es como si un hierro caliente atravesara cada uno de mis órganos vitales. No soporto saber que soy el culpable de que mi hijo se sienta como si estuviera en el infierno.
-Harry ya no pinta. -respondo, seco.
-Oh. ¿No lo ha superado aún, verdad?
-Ha pasado sólo un año, ni siquiera yo lo he superado.
-Si me dejaras estar ahí, si nos dejaras abrazarte, si tan solo...
-No, mamá, ustedes tienen su propia vida, no pueden frenarla por nosotros. Estaremos bien.
-¿Cómo es eso posible si ni siquiera puedes dormir bien?
-Porque lo estaremos. Voy a asegurarme de que al menos mi hijo lo esté. No voy a fallarle de nuevo.
-Pierce, mi niño, necesitas...
-No. Basta, mamá. No necesito nada. Estamos perfectamente.
-Pierson, el dolor mata si no lo exteriorizas. Es mucho más letal que cualquier veneno. Asesina lentamente la vitalidad de tu espíritu. Absorbe todo lo bueno que tienes como ser humano.
Suelto una carcajada irónica.
-Entonces es una suerte que yo ya no tenga nada que pueda ser absorbido.
La escuché bufar.
-Te estás aprovechando de que esté lejos y no pueda darte un estirón de oreja, hijo. Tu eres un hombre valiente. Has sabido sobreponerte a toda la basura asquerosa que ha sacudido su vida. Estás hecho de madera dura.
Ni siquiera soy una buena persona.
Bostezo otra vez. Mi cuerpo es demasiado consciente de que las horas de sueño debo aprovecharlas al máximo.
-Mamá, tengo trabajo temprano en la mañana.
-Entiendo. Te amo, cariñito.
-Lo se.
Cuando pienso que colgará y retiro el teléfono de mi oído, me grita en un chillido escandaloso que me es imposible ignorar.
-¡Y encuentra a una mujer!.
Vuelvo a poner el celular contra mi oreja frunciendo el ceño. ¿Ahora querrá controlar también mi vida sentimental? Todo es posible si hablamos de mi madre.
-¿Eh?
-Pensé que querías dormir, hijo. -responde en un tono burlón.
Pongo los ojos en blanco.
-Yo no necesito a nadie, mamá. Pensé que eso había quedado claro.
-¿No sales con nadie todavía? -pregunta, extrañada.
Podría decirle que salgo con Vanessa, pero la verdad es que no me apetece. Ni siquiera somos formales. Solamente estoy ahí porque ella es buena para mi soledad.
-No.
-Necesitas a una mujer.
-No lo hago.
-¡Si lo haces!
-Que no.
Resopla.
-Cariño, las personas se reconstruyen más fácil si tienen la ayuda de alguien especial. De esa persona que solo con verla, provoca retorcijones por todo el cuerpo, que enciende partes de ti que ni siquiera sabías que existían . -Suspira. -Todavía recuerdo como tu padre me hizo sentir la primera vez que lo vi.
Cuando mi madre terminó de hablar, los ojos atrevidos de la hermana de mi mejor amigo vinieron a mi memoria. La verdad es que no he tenido contacto con ella en la última semana, pero algo dentro de mí se revolvió tan fuerte cuando la encontré en mi casa jugando con mi hijo, que no puedo evitar sentirme peligrosamente atraído. ¿Por qué? Ni siquiera yo estoy seguro. Es una suerte que Max no la haya traído por acá otra vez. ¿O es mala suerte? Ya no se que pensar, estoy desvariando.
-Mamá, voy a colgar. Espera a que te llame yo otra vez ¿ok?
Puedo jurar que acaba de voltear los ojos.
-Está bien. Te amo. Los amo.
Regreso a la cama e intento dormir otra vez, lo cual se convierte en una tarea imposible.
Nunca puedo retomar el sueño una vez lo interrumpo por algún motivo porque mi cerebro se activa aun más de lo que lo hace comúnmente.
Esta vez ha decido entretenerse pensando en la hermana de mi mejor amigo, en una mujer a la que ni siquiera conozco.
Joder.
🌸🌸🌸
-¿Tengo que tomarme eso? -mi hijo arruga su naricilla mientras señala el zumo nutritivo que le he preparado esta mañana- No me gusta el color.
-Vas a tomarlo. Tiene vitaminas. Son buenas para el crecimiento.
-Pero yo no quiero crecer rápido. No si tengo que beber eso.
Esbozo una sonrisa y empujo el pomo que contiene el zumo hacia él.
-Venga, bébelo.
Harry asiente poco convencido y toma el primer sorbo.
Escucho el timbre de la puerta sonar y voy a abrirla extrañado. Nadie toca tan temprano en la mañana en mi apartamento.
-¡Bébelo todo, Harry! -le digo en voz alta antes de girar el picaporte.
Cuando lo hago, no encuentro a nadie esperando detrás.
Que extraño.
Entonces, intento caminar fuera a ver si se trata de algún estúpido aburrido y al hacerlo, empujo ligeramente con los pies una caja.
Espera... ¿ una caja en la parte delantera de mi casa?
Casi se dispara la paranoia, cuando el encargado de los correos corre hacia mí.
Formo una expresión dura. Sabe que he firmado un jodido contrato para que absolutamente nada me llegue sin consentimiento previo. Y sabe que pago muchísimo dinero solo por ese privilegio.
-L...l...o siento, señor Evans. -se apresura a decir- He tenido un contratiempo y no he podido avisarle que la señorita Sullivan ha dejado esto para usted. -explica señalando la caja a mis pies.
Mi corazón se desboca.
Ahí están esos nervios otra vez. No me gustan, hacen que sienta vulnerable.
-¿La señorita Sullivan?
-Sí, ha tenido que resolver un asunto con urgencia, por eso no está aquí.
-Dígale a la señorita Sullivan que la próxima vez que quiera dejar algo en mi casa, se asegure de entregármelo ella personalmente.
El hombre me mira, aún más nervioso.
-Lo siento mucho, señor Evans.
-Lárgate de aquí.
Se marcha corriendo y tomo la caja para llevarla hasta mi habitación. La curiosidad casi me gana, pero no me dejo vencer. Debo llevar a mi hijo al colegio y me quedo sin tiempo.