-Aisha, tranquila, no me cuesta nada ir a casa de Kiara y más si es porque tienes un presentimiento. - Respondió con voz tranquila el hombre. - Es mi niñita, voy para allá, te llamo cualquier cosa, ¿Está bien? - Informo.
- Está bien, te amo- Susurro su esposa antes de colgar la llamada.
Apenas dejó el teléfono nuevamente en su bolsillo, se apresuró a subir a su auto e ir a casa de su hija, si su esposa estaba preocupada era por algo. A lo largo de su matrimonio había aprendido a hacerle caso al instinto de su señora.
~...~
Cuando llegó al hogar de su pequeña, noto algo extraño y no solo hablaba del ambiente; el cual, usualmente era ameno y cálido como su preciosa hija y en ese momento era gélido; el auto de su hija estaba allí, y el del prometido de esta también; sin embargo, la puerta estaba abierta de par en par, con todas las luces apagadas.
Como lo viera aquello era malo.
En cuanto entró, ahogo un jadeo de sorpresa, el piso estaba lleno de papeles, si no se equivocaba, se trataba de los nuevos bocetos de su hija; al asomarse por la cocina vio cómo había platos y vasos rotos en el suelo, las sillas de la mesa estaban tiradas también, tal cual dos personas estuvieran peleando.
No obstante, no había señales de su hija o su pareja por ningún lado, y aquello hizo que el científico, se sintiera aterrado y molesto al mismo tiempo; él sabía que Aaron no era una buena persona.
Un ruido de la parte trasera de la casa lo alertó, por lo que con un par de zancadas salió, encontrando a Aarón sentado en la terraza, fumándose un cigarro. El rubio, al escucharlo, se levantó de golpe, levantando una ceja, preparándose para hablar; no obstante, Alexander no le dio tiempo.
- ¿Qué ha sucedido? ¿Dónde está mi hija? - Preguntaba el hombre en un tono bajo tanteando el terreno. Parado aún frente a la puerta. - Cuando entre toda la casa estaba volteada ... Si le hiciste algo a mi bebe... - Soltó gruñendo a manera de amenaza.
El rubio soltó el cigarro que se estaba fumando, y lo pisó, entre tanto se pasaba la mano por el cabello, pensativo.
- Ella salió corriendo como una perra loca al bosque. - Respondió Aarón de manera despectiva. - Solo tuvimos una pelea, eso es normal en las parejas suegro.
-Eso no parece una simple pelea de parejas, Aarón, la casa está hecha mierda y mi hija está en el bosque de noche. - Bramo en un reclamo al rubio frente a él.
Aarón estaba listo para responder cuando, de las sombras del bosque, emergió una chica delgada, de pálida piel, en la cual resaltaba un golpe aún rojo en su mejilla derecha y marcas en los brazos; sus ojos muy abiertos, de color verde, la cual se abrazaba a sí misma y con un ligero gemido llamo la atención de los dos hombres.
Alexander al ver a su hija, descalza, con un ligero vestido y la piel marcada, tuvo que controlarse para no cometer una locura. Pero ganas no le faltaban.
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Cuando finalmente logró calmarse, Kiara calculó que habían pasado más o menos una hora. El frío de la noche para este punto ya se había calado en todo su cuerpo y por más que amara el bosque, ya no soportaba estar en él, quería volver a casa, darse un baño y meterse en su cama.
Razón por la que decidió regresar a casa, muy a pesar del miedo que aún vibraba en su cuerpo junto al frío; el camino, para su sorpresa, se le hizo más corto de lo que esperaba, además que milagrosamente no se había perdido como si algo le guiará de regreso, tal cual una luz que iluminaba su camino.
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Cuando reconoció la cercanía de su hogar, tuvo que detenerse, agachándose un momento para cerrar los ojos y respirar de manera lenta, buscando calma, preparándose para lo que pudiera venir a continuación.
En el momento que finalmente tomó el valor de seguir caminando, tomando consciencia de lo que sucedía alrededor suyo, escuchó un par de voces bien conocidas para ella, una era la de su padre y la otra la de su prometido, el tono agresivo activo todas sus alarmas por lo que acelerando el paso llegó hasta el lugar.
Aarón estaba parado fuera de la casa con los brazos extendidos, su prometido, o, mejor dicho, ex-prometido, ya que estaba decidida a terminar todo; no era un hombre pequeño, fácilmente, media 1.80 cm de altura, su cabello rubio y ojos azules, contrastaban completamente con su personalidad.
Frente a él estaba su padre, que si bien era el ser más noble que había conocido en su vida, en ese momento era completamente aterrador, y peligroso, pues, su rostro denotaba irá contenida; siendo más alto que su prometido por unos 5 cm.
Por lo que leía en el ambiente, si no intervenía, iban a pelear y lo cierto era que pese a que Aaron se lo merecía, sus nervios no aguantarían tanto, estaba cansada, solo quería que se fuera y terminara todo.
Al momento de entrar en el campo de visión de los dos hombres y llamar su atención, en el momento que cruzó sus ojos con los de su padre. Una oleada de valor la recorrió.
-Ya basta, Aaron, lárgate de mi casa, ya no eres bienvenido. - Espeto con la voz más clara que consiguió, caminando de manera lenta, Kiara posó sus ojos sobre su padre. - Papá...
- Kiara, mi amor, ¿Estás bien? - preguntó Alex a su hija dejando el lugar del que estaba para correr hacia ella.
Siendo rebasado por Aaron que en un par de zancadas, al estar más cerca, llegó antes a ella. Interrumpiendo cualquier intención que tuviera Kiara para responder, al estar frente a ella, la tomó del brazo de manera tosca. Magullando aún más su ya herida piel.
- Yo vivo aquí.- Bramo en voz baja con un falso tono meloso, acercándose aún más a la castaña.- ¿cómo se te ocurre que me iré preciosa? - Musitó en tono de advertencia. - Deja ya el show y dile a tu padre que se largue. - Ordenó, apretando aún más su agarre.
Kiara ante la cercanía solo podía mirar al hombre frente a ella, aunque seguía atenta a las acciones de su padre. Que había detenido su avance, como si estuviera midiendo cuando era el momento de intervenir, para no lastimarla o darle la oportunidad a Aaron de usarla como escudo.
-No lo haré. - Gruño adolorida en respuesta a las exigencias del rubio- Suéltame, me estás lastimando. - Exigió con voz clara intentando liberarse del agarre masculino.
Al no conseguir liberarse, los ojos de la castaña comenzaban a arderle nuevamente, sintiendo cómo volvería a llorar en cualquier segundo.
Más como un mensaje del cielo, un ruido desde los arbustos cercanos, alertó a los presentes, Kiara se permitió dirigir la mirada a donde tanto su padre como Aaron miraba, encontrándose con tres personas.
Y, solo por un segundo, con un par de ojos grises que parecían decirle "Si me lo ordenas, yo lo destrozó" cosa que si bien la extraño, negó de manera imperceptible, antes de volver la mirada hacia el rubio.
Quien, al ver que había más personas observando aquel show, sin ningún tipo de cuidado, soltó a Kiara empujándola contra el suelo, como último arrebato. Cerrando sus ojos y esperando el golpe, que nunca llegó. El tiempo pareció detenerse.