La mujer militar
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Capítulo 3 Capitulo 3

La mañana había caído, y después del vuelo una brigada llegó directamente a la villa loto dorado.

El coche de lujo, que la recogió en el aeropuerto. Llego a la gran villa Fénix. Dana bajo, junto con sus tres amigos, que la acompañaban. Ella, llevaba una gafa oscura para ocultar sus lágrimas, que no paraban de salir.

Han pasado tan parido los dos años, en el servicio militar. En su ausencia, han hecho muchos cambio en la villa. Cuando los sirvientes la vieron, todos mantenían la cabeza gacha. Su presencia era poder, y acompañado de sus amigos su fuerza se hacía presente. Ellos le sostenían el brazo. Los demás del batallón, se quedaron en la puerta y Eduardo la siguió junto con Félix, hasta la el gran salón.

Cuando entro por la gran puerta. estaban todos los familiares que nunca lo visitaban. Que no sabían de él, que solo aparecían algunos en su cumpleaños. Ella los miró bajo la gafa, y dijo para sí misma «Esas caras de hipócritas, solo vienen porque saben qué hay vienes en juego».

La gran villa, Fénix, era inigualable, aun así el abuelo Fénix tenía una peque cabaña a lo largo en la colina, donde le gustaba pasar tiempo y mirar el hermoso paisaje. Ella, se apresuró allí corriendo. Sus hombres y sirvientes, tuvieron que ir tras ella. Nadie en la mansión, tenía tanta cercanía con su abuelo que ella.

Por encima de la Colina, cuando llego, había una brigada de sirvientes. En el medio del salón estaba el ataúd. Ella miró el lugar donde él solía sentarse y leer libro, no estaba el sofá, sino un ataúd.

Sin poder contenerse se abalanzó sobre el ataúd. Sus lágrimas brotaron como rio en flujo. Fue tanto su llanto desde hace días atrás que se desmayó.

Después de un chequeo de médico y la medicaron quedo dormida, cosa que no hacía desde hace tiempo.

En la mañana se había despertado temprano y fue a la colina. La cabaña con tono marón y verdes turcos estaba en un aspecto desolado. Le hablo a unos sirvientes que le trajeran las cortinas, blancas, que le gustaba a su abuelo. Sus flores favoritas y su incienso. Ella misma se tomó el tiempo con la ayuda de los sirvientes, decoro el lugar. Gotas de lágrimas rebosaban por su mejilla. Terminado la decoración se sentó al lado del ataúd, y hablo. Hablo con el cadáver como si el fuera responderle. Pero no encontró respuesta de vuelta como lo hacía su abuelo vivo.

Eduardo, noto que no bajaba de la colina y la fue a buscar. La encontró apoyada en el ataúd. Él la sostuvo y la trajo de vuelta. Camino por la colina con ella para que bajara y tomara aire fresco, pero toda la belleza de la colina no pudo ser notado por ella. La tristeza la consumía. Volvieron la gran villa donde estaban todos los demás. Como primos, primas, otras personas, familia del abuelo. Nunca tuvo cercanía con ellos, él nunca habló de ellos porque ellos siempre lo dejaban abandonado y solo.

Ella no necesitaba ser amigable con ellos. Tampoco lo necesito a ninguno de ellos. Desde la muerte de sus padres, ellos no cuidaron de ella. El abuelo se hizo cargo de ella y la educo, termino su carrera y luego entro a la milicia. Eduardo se sentó con ella y la mantuvo apoyada de él. Los demás en la familia chismeaban de porque no lo conocían, tampoco sabia de su procedencia familiar.

_ ¿Saben quién es ese hombre que la sostiene? Es tan guapo, será algún CEO.

_ Ya pregunté, los sirvientes dijeron que es la primera vez que lo ven. ¡Ella nunca había traído un hombre a la villa!

_ Aprovecho la muerte del viejo, para entrar un hombre a la gran villa que descarada!

Dana, tenía un oído agudo, escuchaba sus chismes, su puño estaba cerrado. Eduardo la presiono en el asiento para que no se parara. Su tía Beatrice la miro desdeñosamente y dijo.

_ ¿Dana, el abuelo, se ha ido, pero crees que no queda ningún mayor en esta familia? Cómo puedes traer a un desconocido a un asunto de familia?!

Ernesto, uno de los hijos mayores de Beatrice, la reprendió y dijo

_ ¡Madre, no le pongas las cosas difíciles, el abuelo murió, es normal tener el apoyo de sus amigos!

Beatrice se enojó al no encontrar respuesta de parte de ella. Nadie en la familia sabia que hacía exactamente, ya que no le prestaron atención, no sabían quién era ella. Qué poder tenía y que podía hacer. Eduardo miró a Beatrice con una mirada asesina y ella dejó de hablar.

Los demás solo miraban como Beatrice mostraba sus garras sin decir nada. Ellos son todo parte de esta familia, pero son todos unos completos desconocidos. Solo saben vivir en el nombre del abuelo. Su prestigio es debido al abuelo y Dana. Sin decirle unas palabras, Eduardo le hizo seña a Félix para que la sostuviera, él tenía una llamada que atender.

Félix es alto, guapo y fuerte. Las chicas en la villa no dejaban de mirarlo y guiñarle el ojo. Cuando vieron que Eduardo se paró y le agarro la mano Dana en un sentido de pésame y le dijo unas palabras y Félix tomo su lugar donde estaba sentado. Él le tocó el hombro y ella se apoyó en él. Las chicas se mostraban furiosa porque no sabían qué tipo de relación tenían con ambos hombres, la protegían como una reina. Como Félix le toco el hombro y ella se apoyó en él, las molesto. Para ella ese lugar solo se podían apoyar ellas.

_ Mírala, ¿qué tipo de relación tiene con ellos? ¡Porque la tratan tan bien!

_ Eso lo tendremos que descubrir!

_ Que tiene ella que nosotras no, es molesto verla tan bien acompañada!

La única que no hablaba mucho era Pria. Se mantenía callada, consumida por su deseo de ser Dana. Sus ojos mostraba la enviada y el enojo de no estar en ese preciso momento- Dijo para su adentro «Porque tuviste que ser tú la que eligió el abuelo, somos todas sus nietas. Solo te tuvo compasión porque perdiste a tus padres, pero porque te favorecía tanto hasta cuidarte y mandarte al extranjero, ¿quién crees que eres Dana?»

Félix habló con ella, y se pararon la encamino hasta el barcón y un sirviente le trajo una tasa de té. Félix se la tomo de la mano y se la dio a Dana. Todos observaba esos movimientos. Dana tomó un sorbo del de y suspiro. Pensaba para sí misma con la mirada perdida en el jardín.

«Ahora no tengo cerca al abuelo para hablarle, para que me cuente chiste, para qué me hablé cosas de la vida. Quien me dirá lo que tengo que hacer. Más que me hable de sus experiencias, los tiempos que ha servido en las milicias. Los negocios, todo, ahora hacía falta. Escuchar lo que me diga algo, que cuando yo no escucho me amenace, con que me va a mandar en un Batallón cerca del ejército ruso. ¿Ahora no está ahora con quién voy a pelear y a cada rato a? ¿A quién desobedeceré para que me castigue? ¿O a quién me dará chocolate cuando no me siento bien? Mis amigos estaban conmigo, me han apoyado en todo y ellos están siendo mi mano en todo. El recorrido más con el entierro quería marcharme, quería irme, pero era la orden de mi abuelo, no podía dar un paso más hasta que todo esto termine.

El entierro fue lo más duro para ella. Sus compañeros la sostuvieron y apoyaron, nadie de la familia pudo hacer un movimiento cuando vieron a tanta seguridad. No sabían quién demonio era Dana porque tenía tanto apoyo, se preguntaban.

_ Crees que el viejo trajo a estos hombres aquí, es una brigada completa?!

- El abuelo fue militar, es normal, ver a todo estos hombres es su muerte, vienen a despedirse!

_ Mejor que así sea, porque me huele que esta mosca muerta tiene algo bajo la manga, tiene tanta protección que no la podemos tocar ahora!

_ Solo mantente alejada, ya con el viejo hicimos mucho!

_ Tardo tanto para irse, esperé ese momento ya hace 20 años!

_ Pues, deja que todo salga como lo planeamos, no vayas tú a dañarlo!

Ernesto miró a su madre con una mirada severa.

El entierro terminó y todo volvieron a la mansión. Dana y sus hombres se quedaron un rato más con ella. Y todo el ejército de hombres se inclinó y despidió de ella. Alguno que marchaban vieron esa acción.

            
            

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