Juego de Ajedrez
img img Juego de Ajedrez img Capítulo 4 Cambio de reglas.
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Capítulo 6 Una contrincante amenazante. img
Capítulo 7 Paseando con amigos. img
Capítulo 8 Delirio y Locura. img
Capítulo 9 Sentimientos Encontrados y Cosas de la Vida. img
Capítulo 10 Los ojos de Anya. img
Capítulo 11 Besitos de Coco. img
Capítulo 12 La carta. img
Capítulo 13 La pequeña Japonesa. img
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Capítulo 4 Cambio de reglas.

Londres, lunes 13 de Junio. Elizabeth y Daniel se habían establecido en un elegante hotel. Estaban cenando en el restaurant lujoso del lugar. Lizzie miraba su plato, movía el salmón de un lado a otro pensativa.

La razón por la cual volaron de inmediato a Londres, era realmente algo desagradable para cualquier persona con una aceptable escala de valores. El señor Hamilton notó que le habían hecho muchas preguntas. Y a pesar de que hizo un buen trabajo de actuación, sabía que no era lo suficientemente listo para engañar a oficiales, periodistas, ilustradores y expertos en psicología. La patrulla se había ido y volvería a interrogar al señor Hamilton y a sus hijos... "si estaban en casa"... El malvado hombre no dudó en usar esas palabras en contra de los oficiales y decidió no estar en casa para el domingo. Hizo una falsa solicitud, escribiendo en nombre de Elizabeth, solicitando una beca en la Academia de Ajedrez de la Embajada Europea. (AAEE). Cómo se trataba de la celebridad adolescente, seguro sería admitida de inmediato. Sacó los ahorros y compró los boletos.

Al llegar al hotel, transportados en un elegante carro, un paparazzi iba a sacar una foto a Lizzie, pero ella giró la cabeza y el señor Hamilton lo echó.

Lizzie comía con otros ajedrecistas, en compañía de su supuesto padre. No podía decir nada. Ya había sido admitida en la AAEE.

En su habitación, un cuarto solo para ella, 5 estrellas, había una enorme cama. Era realmente cómoda. Lizzie se había duchado con agua caliente. Al acostarse en su cama reposó sus heridas. Estaba adolorida. Y es que llevar palizas y soportar tantos golpes hace que termines no solo adolorida por los moretones, sino también por la tensión de pensar que vendrán más daños. Llevaba una larga pijama de seda, encima una bata. No podía dejar de pensar en Daniel. El señor Hamilton salió de la suite para fumar, sabía que los dos no se irían. Elizabeth salió de su cuarto, tocó la puerta del cuarto de Daniel, él abrió la puerta más rápido de lo que ella esperaba.

- Hola- dijo nerviosa Elizabeth-. Solo quería saber si estabas bien.

- Ahora lo estoy.

Lizzie soltó una sonrisa nerviosa.

- ¿Qué se siente tener dieciséis?

- Igual que los quince pero con un año más.

Los dos se rieron.

- ¿Crees que - preguntó Elizabeth - podamos salir?

- Intentar escapar está prohibido en la regla número uno.

- No digo para que escapemos. Hay una piscina allí abajo.

Daniel y Lizzie encontraron unos bañadores en el closet.

Abajo, estaban en el agua en la parte no profunda.

- ¿Sabes nadar? - preguntó Lizzie.

- Sí. ¿Y tú?

- No. No sé.

- Ay Lizzie. No puede ser. Tienes que aprender.

- ¿Para qué?

- Imagina que un día nos caigamos de un avión, lleguemos al mar y tengamos que nadar hasta encontrar tierra.

- ¿Cómo una isla desierta?

- Sí. Y ser náufragos. Mientras no estemos con el señor Hamilton estaremos bien.

- Mientras estemos juntos estaremos bien.

- Pero solo uno va a escapar.

- A la tripa con eso.

- ¡Lizzie! No digas palabrotas.

- Perdón. Pero, quiero decir, ¿a dónde voy a ir cuándo sea libre? Digo, no hay nadie esperándome. Y solo tengo el ajedrez.

- ¿Qué quieres decir?

- Que no tendré nada cuándo salga. Estaré perdida, desorientada y sola. Y no sé qué haría.... Además no quiero dejarte solo bajo el yugo del estúpido señor Hamilton.

- ¿Ya no quieres ser libre?

- ¿Y complacer al tirano? Al diablo con eso. Ya no voy a ser su campeona. Voy a perder.

- Entonces yo también perderé.

- Quedemos en empate y seamos perdedores del ajedrez. Hamilton caerá con nosotros. Si el tiene sus propias reglas, nosotros tendremos las nuestras.

Un vigilante vio a los chicos chapoteando en el agua y riendo. Pensando que se trataba de dos adolescentes normales jugando, les llamó la atención.

- Jóvenes. Estas no son horas de estar en la piscina. Salgan de inmediato, podría sancionarlos por esto.

Lizzie y Daniel salieron. El vigilante vio el cuerpo desmaquillado de Lizzie. Ella llevaba un bañador entero, pero dejaba ver sus brazos y piernas golpeados. Daniel tenía moretones en el cuerpo.

- Señorita, de la vuelta.

El traje de Lizzie le dejaba la espalda semi descubierta. Se podía ver las marcar de unos fuertes latigazos.

- ¿Es usted Lizzie Hamilton?

- Sí.

- ¿Quién le hizo esto?

El señor Hamilton apareció con un tabaco en la boca, corrió a abrazar a Lizzie.

- ¡Lizzie! ¡Mi niña! ¿Este degenerado te obligó a bajar a la piscina?

El señor miró a Daniel con desprecio.

- ¿Qué pasa aquí? - preguntó el vigilante.- Voy a llamar a la policía, esta niña está mutilada.

- Por favor, no haga eso. No hay necesidad, se lo explicaremos dentro del hotel.

En una oficina, el vigilante preguntaba. Antes en el camino Hamilton le susurró a Elizabeth que si lo culpaba, entonces Daniel las pagaría.

- ¿Quién le hizo estas heridas? Que responda la dama.

- Fui yo.

- Es imposible que usted se auto flagele la espalda. ¿Su padre abusa de usted?

- No. Él jamás me haría daño. Es el hombre que más me ama en el mundo.

- ¿Qué me dice de su hermano? ¿Cómo explica sus moretones en el torax?

- Yo lo golpeo. Soy desequilibrada y a veces maltrato a mi hermano Daniel.

- Y yo la torturo a ella. Es por el ajedrez. Nos atacamos salvajemente por envidia - dijo Daniel.

- ¿Han pensado en ir a un psiquiatra? Esto es mucho salvajismo... Mañana los remitiré con un doctor...

- Mañana se van - dijo Hamilton. - Tienen más cosas de Ajedrez, yo los llevaré con un psiquiatra amigo mío ahorita mismo.

Y de inmediato se fueron. Llegaron a una cabaña horrible en medio de un bosque. Lo extraño era que estaba en medio de la nada. Claramente, el señor Hamilton había vivido ahí. Pues envió a los muchachos a un sub sótano secreto construido bajo tierra. Era casi verano, pero hacía frío. Y los chicos estaban en traje de baño. abrigados con toallas durmieron.

Había pasado una semana. Elizabeth llegó a su primera competición. El señor Hamilton le había dado una droga para que ganara. Fingió tomarla, pero cómo siempre, la escupió antes de competir. Y ella perdió. A propósito perdió en todos los juegos de toda una quincena.

Al señor Hamilton le llegó una carta. Lizzie no había sido admitida en la AAEE.

Era un domingo muy bonito. Lizzie estaba con Daniel en el sótano. El raptor discutía arriba con su novia que estaba disgustada por las feas condiciones de vida en la cabaña. Ella esperaba una vida lujosa en Europa. Bajó el señor y abrió la puerta del sótano. Miró a Lizzie. Ella arqueó una ceja con desprecio. Él le pidió subir. Durante todo junio no le dio una sola paliza. Y la separó de Daniel, encerrándola en un cuarto bonito con cama. Lizzie estaba asustada.

"Ha descubierto nuestras intenciones... sabe que pierdo a propósito, y las paga con Daniel. Seguro lo golpea. ¿Qué voy a hacer? ¿Ganar otra vez? Pero, ¿qué será de Daniel si me liberan?".

Vannessa Lake cortó el hilo de sus pensamientos al entrar al cuarto con una tostada con mermelada y un café para Lizzie.

- Señorita Lake, necesito hablar con el señor Hamilton.

- Si es sobre irnos de esta horrenda casa, con gusto lo llamo y te maquillaré cómo a una reina.

El señor llegó.

- ¿Qué quieres?

- Señor Hamilton, usted es un hombre astuto e inteligente. Ha sido un padre muy estricto y firme. Pero necesito decirle algo. Sé que está torturando a Daniel mientras no le veo. Me ha separado de él pero yo no soy tonta. Quiero cambiar las reglas del juego.

- Solo yo puedo hacer eso.

- Y eso lo ha impuesto usted. Pero estos cambios no le van a molestar. Seré una campeona de ajedrez. Volveré a ganar. Pero quién gane se queda. Si yo gano, Daniel se va y yo me quedo. ¿Trato hecho?

La joven tendió la mano.

- Trato hecho - dijo el señor Hamilton.

Y así, Elizabeth estaba dispuesta a sacrificarse por Daniel.

            
            

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