Juego de Ajedrez
img img Juego de Ajedrez img Capítulo 5 Muerte al Rey Blanco.
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Capítulo 6 Una contrincante amenazante. img
Capítulo 7 Paseando con amigos. img
Capítulo 8 Delirio y Locura. img
Capítulo 9 Sentimientos Encontrados y Cosas de la Vida. img
Capítulo 10 Los ojos de Anya. img
Capítulo 11 Besitos de Coco. img
Capítulo 12 La carta. img
Capítulo 13 La pequeña Japonesa. img
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Capítulo 5 Muerte al Rey Blanco.

La señora Saoirse estaba muy bebida el día viernes 17 de Junio. Ahogaba sus penas en jarras de licor. Y es que ese día, su querida hija cumplía años. Un día cómo aquel, hacía ya 16 años que Anya Ramirez había nacido. A Saoirse la trastornaba el hecho de no poder estar con su niña. Se había culpado y tomado por la peor madre que pudiera haber pisado el planeta. El hombre con el que vivía, el oficial George Peters, no la soportaba.

Si bien, al principio de su relación, presumía a Saoirse cómo un trofeo, y la presentaba a sus amigos cómo su atractiva mujer, ahora lo único que la conectaba con ella era el hijo de ellos dos, el pequeño Georgie. Pero el oficial, a pesar de ser policía, algunos lo conocían cómo el peor de los liberales. Mujeriego, le gustaba la mala pero placentera vida, y engañaba a su pareja con otras chicas más jóvenes. Esa tarde del 17, Saoirse se encontraba sola, sentada en la mesa, bebía y podía ver a su hija. Pero la veía ya crecida. Sin embargo no la veía cómo era en realidad. La señora tenía presente la imagen de la última vez que vio a su hija. Y conforme iban pasando los años, se imaginaba cómo su pequeña crecía cada vez más, se hacía más alta, se volvía una preciosa adolescente. Ahora frente a ella tenía a su idealizada Anya, extremadamente bella, de cabello oscuro largo por debajo de su espalda formando rizos, con los labios rosados, y la piel ahora ligeramente bronceada. Parecía una actriz del hollywood dorado. Saoirse sabía que estaba alucinando. En realidad, ahora no tenía idea de cómo era el aspecto de su hija. No sabía que ahora llevaba por nombre Elizabeth, ni sabía cuál era el color del cual habían teñido su cabello. Pero se refugiaba en su bebida, y deseaba permanecer en su locura, ignorando que esta era la más desacertada de las opciones.

- Qué madre tienes, ¿eh?- dijo Saoirse encendiendo un cigarro - Seguramente podría cruzarme contigo y no reconocerte. Quizá ya eres libre y estás cobrando huevos y leche en un mercado. A lo mejor ya tienes un novio y tienes tu propia casa. Quizá eres actriz. O quizá tus órganos estén dentro de otros cuerpos y tu estés descompuesta, con tu hermosa cara muerta siendo devorada por los gusanos. Sea cómo sea, entiendo si me odias. Dónde sea que estés, probablemente no quieras volver a ver a esta estúpida madre.

Saoirse empezó a llorar.

- La gente de este pueblo me trata cómo a una loca. No sé en qué estaba pensando al descuidarte. Quiero estar contigo. Y que tengas el amor de tu padre. Mi pareja actual me está engañando. No se lo mencionaré. No quiero separarme y perder mi hogar, o a tu medio hermano.

Saoirse se quedó dormida en la mesa. El pequeño Georgie, salió de su cuarto. Llegaba con una manta, arropó a su querida madre y le dio un beso en la mejilla. Saoirse susurraba:

- Anya...

Georgie se fue a su cuarto, se arrodilló y rezó frente a una cruz de palo que él mismo había construido. Había recibido clases de catecismo en la escuela. Y a pesar de que sus padres no tenían interés alguno en Dios ni creyera en su Misericordia, tampoco se oponían a que Georgie hablara "con su amigo imaginario clavado en una cruz", siempre y cuándo el niño no los metiera en sus asuntos religiosos.

A la mañana siguiente, el teléfono no paraba de sonar. Georgie preparaba el desayuno, y no sabía si atender o no. Intentó despertar a su madre con un plato de hot cakes, pero está estaba muy dormida. En eso, Saoirse soñó con la ocasión en la que despertó después de haber perdido a su hija por dormir. Eso la hizo despertar gritando. Georgie se sobresaltó. Saoirse le dio un abrazo al niño y agradeció los hot cakes. Fue a coger el teléfono. Le informaban de una alarmante noticia. Su pareja, el oficial George Peters, había tenido un accidente, al salir borracho de un club, había sido atropellado junto a una amante. Saoirse quedó desconcertada. Le pedían que fuera a buscar el auto del oficial, que ahora sería suyo. Saoirse le pidió a Georgie que se quedara en casa y que no le abriera la puerta a nadie. Salió a buscar en el lugar dónde le habían indicado. Tomó un taxi. Y al llegar, quedó horrorizada.

Era el mismo estacionamiento del club dónde había conocido a Peters. El lugar dónde había perdido a su hija...

En Londres, Elizabeth estaba siendo peinada para participar en un campeonato. Vanessa Lake se aseguró de hacerla ver cómo una estrella. Le hizo un bonito corte de cabello. Pues lo llevaba antes siempre muy dispar. Lizzie tenía ahora un fleco muy bonito y elegante y llevaba unas extensiones color cobrizo que hacían ver su cabello más largo y abundante.

Camino a la competición fue muy fotografiada. Ella sonreía para los periódicos, dando la impresión de que estaba bien.

Minutos antes de la competición, Daniel estaba sentado a su lado.

- ¿Por qué estás tan sonriente?

- Porque ser feliz es el mejor remedio para la tristeza.

- ¿Qué? - preguntó Daniel extrañado - ¿Eso tiene sentido? Pero si no somos felices. ¿No es tu sonrisa una mentira?

Elizabeth no sabía qué pensar.

- Todo lo que me preocupa cabe dentro de mi enorme sonrisa.

Y se paró y se fue a competir.

El presentador mencionó el nombre de la oponente de Lizzie.

- Y ahora aquí con nosotros, está Daniela Haverwood.

A Lizzie su oponente le recordaba a su compañero, por su nombre, y por su cabello negro y ojos verdes, ciertamente más claros que los de Daniel. Era alta, robusta, de talla grande pero hermosa, reloj de arena. El raptor le había puesto una pastilla muy fuerte de droga en la boca a Elizabeth, porque iba a competir contra una oponente muy famosa, hábil, una de las celebridades del ajedrez más talentosas en Europa. Tenía dieciocho años de edad, y era una prodigio desde niña. Competir contra ella no sería nada fácil. Sin embargo, antes de dirigirse a la mesa, escupió la pastilla y la guardó dentro de su guardacamisa. Saludó a su compañera. Esta la miraba con malicia, su mirada asustaba. Parecía una psicópata. Ciertamente su mirada era intrigante. Pero sería mejor no dejarse intimidar y jugar con valor. Elizabeth tenía las piezas blancas. Puso el segundo peón a su izquierda dos pasos hacia el frente. Daniela tardó en pensar su estrategia. Movió el peón frente a su dama por un solo paso. Lizzie sacó su caballo del lado derecho. Daniela la imitó. Lizzie sacó su otro caballo. Daniela hizo avanzar a sus peones frente a la dama. La estrategia consistió en elaborados movimientos de peones, en los cuales básicamente, la reina avanzaba acompañada de sus peones que la defendían y se comían las piezas de Lizzie. Daniela, con su mirada penetrante parecía poder leer los pensamientos de Lizzie. Lizzie se esforzaba, pero cada estrategia que tenía, era estropeada por su oponente. Terminó sin caballos muy pronto, y finalmente, perdió a su dama. Elizabeth miraba disimuladamente al público. Esperaba que su madre estuviera allí. O que estuviese viendo la grabación en público. Estos pensamientos la abatían y la dejaban tan desconsoladamente triste que perdió el foco en el juego. Y el Rey blanco quedó en Jaque Mate.

                         

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