Después de tocar la bocina, vio cómo Lila corría por los cientos de escalones desde lo alto de las escaleras majestuosas de la mansión de su familia. Eva había querido recogerla del interior de la casa, pero no quería lidiar con el trato silencioso que sin duda recibiría de su madre y no estaba de humor para lidiar con la incomodidad hoy. No había nada peor que ser invisible para tu propia madre porque se negaba a reconocer que su sueño para su hija era diferente al sueño de su propia hija para sí misma.
Desde que había decidido no dedicar su vida a la moda y había seguido su propio camino, su Madre nunca la había perdonado. La señora D'Alessio se había resentido con ella por haberse marchado y pensó que estaba detrás de la herencia que su padre había reservado para ella solo si quedaba en la cabeza de la empresa naviera. Le había dolido que su propia madre pensara que era tan superficial, porque al final de cuenta, aunque su mamá era una mujer con muy buenos recursos, sus diseños no eran reconocidos y siempre sería la mujer de...
Eva había pensado que su madre sería más comprensiva. Sobre todo, porque habían sido muy cercanas cuando ella era adolescente, pero ahora eran diferentes y distantes. Su relación se había vuelto -civilizada- la una con la otra, pero ella había pasado demasiados días con el corazón roto por su relación perdida y se negaba a permitir que su tristeza la consumiera como lo había hecho con el abandono de su exnovio de la adolescencia.
No podía entender por qué su madre tenía que ser tan difícil. Por otra parte, sabía que la quería a su lado. Se había sentido traicionada por su hija, la luz e sus ojos cuando había aceptado trabajar en la empresa de su padre en lugar de ser su modelo y socia de su prpia marca. Especialmente cuando su padre había dejado a su madre por una mujer más joven después de haber alcanzado el éxito. Era repugnante para ella y no se preocupaba demasiado por su madrastra, sin embargo, no estaba tomando partido. Eva quería hacer lo que quería hacer. Le gustaba el mundo de los negocios. Era buena en eso. El hecho de que estuviera -dotada- de tuviera una belleza angelada y su cuerpo fuera capaz de resaltad la delicadeza de cualquier prenda, no significaba que tuviera que sacrificarse por el bien de los demás. No era lo que ella quería en absoluto. Eva quería su libertad. Quería la emoción de la vida. Había sido testigo de cómo su madre hacía lo mismo día tras día durante toda su vida. Era aburrido. Era solitario. Ella no quería ser así. Quería ser libre y divertirse. Al fin y al cabo, solo tenía 23 años. Todavía le quedaba el resto de la vida por delante...
-¡Hola Eva!- -saludó Lila con una sonrisa.
-Hola bonita. ¿Cómo estás? -preguntó después de darle un fuerte abrazo.
-Muy bien. ¡Gracias por sacarme! ¡No puedo esperar! -exclamó emocionada.
«Es tan linda», pensó. Definitivamente no pudo verla lo suficiente, ya que estaba tan ocupada en la oficina y con su trabajo secreto.
-Estoy bien. ¡Se acerca mi cumpleaños! -anunció emocionada.
Como si alguna vez fuera a olvidar su cumpleaños.
-¿En serio? -fingió sorpresa y olvido. -Hm..., a ver... ¿cumplirás 30? -bromeó
-¡Eva! ¡NO! ¡Tendré 9 años! -la niña protestó.
-Guau. Nueve, ¿eh? Supongo que se me habrá escapado de la cabeza... ¡Pero ni siquiera estás en los dos dígitos todavía!
-¿Me has traído un regalo? -preguntó con una amplia sonrisa esperanzada.
La hermana mayor suspiró, pero no pudo evitar sonreír. Niños, todo lo que podían pensar era en regalos y regalos. Eva había comprado temprano y le había conseguido una moto para que pudiera viajar por la ciudad cuando quisiera. Lila no era como cualquier otra niña de su edad. Amaba los autos, las motos y por, sobre todo, jugar a la pelota con sus amigos. Su madre vivía regañándola, porque al final de cuentas no había tenido suerte con ninguna de sus hijas.
– ¿Se supone que tengo que conseguirte algo? -preguntó, fingiendo estar sorprendida por la idea.
-¡Eva! -Lila gimió, claramente no apreciando ser víctima de sus continuas burlas.
-De todos modos, ¿cómo están mamá y el abuelo? -se puso más seria. Eva siempre se preocupó por su bienestar.
La expresión facial de la niña cambió repentinamente. Ya no se la veía muy emocionada. Respondió sin ánimos-: Están bien. Lo mismo de siempre, todos los días. Ojalá pudieran hablar de nuevo -comentó con un dejo de tristeza en su expresión.
-Bueno, tú te encargas de ellos por mí, ¿de acuerdo? Y avísame si alguna vez necesitan algo -insistió.
-Sí, lo haré -le aseguró su hermana con firmeza.
Ver a su hermanita triste le dolía el corazón, pero no podía hacer nada más.
-Así que te llevo a la plaza del nuevo shopping. Tienen una sala de juegos, una sala de cine e incluso un centro comercial. Tal vez podamos conseguirte algo nuevo para que te pongas en tu cumpleaños, ¿qué te parece? -rápidamente cambió de tema para animarla.
-¡Sí! ¡Escuché tanto al respecto! ¡Todos mis amigos ya han ido allí y me han dicho que es el mejor lugar para los videojuegos! -su actitud se animó y volvió a sonreír emocionada. Complacida, Eva cambió de marcha y se dirigió a su destino.
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Estaba revisando su agenda electrónica mientras la pequeña Lila corría de un videojuego a otro. De vez en cuando levantaba la vista para asegurarse de que ella seguía a su vista. Antes, la había arrastrado de un lado a otro, jugando bastantes juegos con ella, y ahora quería un poco de tiempo libre, así como un momento para revisar su horario de trabajo. No había nada realmente importante la próxima semana en lo que necesitara concentrarse, así que, con una sonrisa feliz, Eva levantó la vista de su agenda para ver a Lila jugando al hockey de aire con otra niña que llevaba un vestido marrón con bordados florales amarillos decorativos.
-Aww... ¡Qué lindo! -pensó y comenzó a sonreír para sí misma. Era extraño que su hermanita se juntara con niñas. Más bien, que encontrara una con quien compartir sus gustos por juegos y juguetes que socialmente son contemplados para niños, pero se veían tan bien y divertidas recorriendo los juegos que, aunque ya quería retirarse a otro sector del shooping, decidió quedarse un rato más.
Eva estaba devolviendo el correo electrónico de su asistente cuando de repente sintió un par de ojos sobre ella, así que fingiendo que todavía estaba ocupada con su iPhone, se puso un par de gafas de sol. Con sus ojos ocultos detrás de las sombras oscuras, comenzó a escanear el área en busca de su hermana y a verificar su instinto. Se dio cuenta de que seguía jugando con la misma chica. Las dos niñas pequeños estaban muy concentradas ya que el juego estaba empatado y la siguiente puntuación determinaría el ganador.
Entonces le llamó la atención.
– Sergio.
Se preguntó por qué no lo había visto antes, mientras él estaba cerca y observaba a las pequeñas jugar. Se dio cuenta de que él la había mirado rápidamente un par de veces. Vestido con una camisa desabotonada en el cuello y pantalones de jean negros, el pelo alborotado y esa mirada que le desvestía hasta el alma.
Sigilosamente, le echó un vistazo. Los pocos botones sueltos en la parte superior de su camisa le permitieron vislumbrar su piel suave, que conducía a la perfecta nuez de Adán y esa línea afilada de la mandíbula.
De repente la miró directamente. Durante una milésima de segundo, sus ojos parecieron cerrarse a pesar de las oscuras gafas de sol que llevaba puesta. «¿Me habrá visto mirando?» se preguntó, pero Eva mantuvo su comportamiento frío mientras fingía que no lo notaba
El sonido de la alarma que indicaba la ganadora hizo que su atención volviera a centrarse en las niñas. La pequeña del vestido marrón saltaba de un lado a otro emocionada.
-Parece que ganó- Eva concluyó con una pequeña sonrisa.
-¡Papá, gané! ¡Ja! ¡Te gané a Lila! -ella aplaudió.
-Sí, lo que sea, te dejé ganar -replicó Lila.
-Vamos, no seas un mal perdedora -Eva le reclamó conteniendo la risa. Su hermanita odiaba perder.
-Mika, deja de molestar a tu amiga-. Su voz era suave y severa, pero casi dulce. Observó cómo la niña le sonreía y luego redirigía instantáneamente su atención a su amiga.
-Vamos Lila, vamos a jugar a otra cosa -ofreció Mika.
A estas alturas, Eva había llegado a la conclusión de que su hermana y la joven eran amigas, ya que parecían haberse conocido anteriormente. Eva le ofreció a Sergio una sonrisa, ya que la situación no era evitable.
Sergio mantuvo su estoica compostura, pero sus ojos la examinaban suavemente. Vestía un par de jeans azul oscuro, combinados con una blusa blanca con hombros descubiertos. La blusa abotonada por la mitad y el corte con hombros descubiertos revelaban su escote perfecto y sus hombros bien tonificados. Su cabello oscuro contrastaba con la suave tela blanca que fluía descuidadamente sobre sus finos hombros. Mientras sus ojos seguían escudriñándola, los arrastró por la línea de su mandíbula, por encima de los deliciosos labios carnosos y hacia arriba, donde su flequillo recto completaba la mirada inocente más tentadora de su rostro.
Definitivamente era la misma chica que había visto en el The Climax, pero él no podía concluir que ella y Eva eran la misma. Sin embargo, se dio cuenta de que también había demasiadas coincidencias. Sus ojos, por ejemplo, eran exactamente iguales, almendrados perfectos, profundos y serenos. Es cierto que los colores eran diferentes, pero en estos días eso no era tan difícil de hacer con la variedad de lentes de contacto disponibles. Sintió las mismas sensaciones que cuando descubrió a Afrodita en aquel escenario, y había un aura, una esencia que fluía de ella y que parecía llamar a su dominio.
Se preguntó, mientras continuaba analizándola, cómo había ocultado el flequillo cuando era Afrodita actuando en el club. Realmente una peluca no podría ser tan buena. «¿Dos mujeres o una de ambas?», pensó para sus adentros. Tendría que ponerla a prueba y averiguarlo por sí mismo.
-¿Es tu hija? -preguntó señalando con la cabeza a Lila.
-No. Estoy cuidando niños-. Ella respondió, sintiendo el calor de su sangre corriendo por sus mejillas mientras el travieso recuerdo de sus pensamientos en la ducha llenaba su mente.
-¡Oye! ¡No soy una bebé! -Lila protestó justo antes de salir corriendo para alcanzar a su amiga.
-¿Y ella? -preguntó ignorando el comentario de la pequeña.
-Es mía. Es mi hija -respondió cuidando a la niña.
«¿Cómo no me había enterado de que tenía una hija? Sin embargo, ella no se parece en nada a él...» Eva estaba perpleja.
-Es muy linda. ¿Cuántos años tiene? -la joven cubrió su mente confusa.
-Cumplirá 8 años pronto -respondió de inmediato y ella notó que su voz era casi orgullosa.
-Guau. Supongo que Mika y Lila se conocían, ¿eh? -preguntó casualmente.
-Me informaron que asisten juntas a la misma escuela -dijo él, mientras que ella asentía.
Una información que desconocía.
-Sí. Bueno, eso es realmente genial -Eva respondió, un poco incómoda al estar cerca de él y un poco nerviosa por qué las mariposas de repente parecían haber invadido su barriga.
-Eva-. Su voz salió suave, casi un susurro, pero seguía mirándola directamente.
Ella escuchó el suave llamado de su nombre y todo dentro suyo se movió. Fue extraño y precioso a la vez, pero continuó mirando fijamente su iPhone; ignorándolo y fingiendo que estaba preocupada por su agenda. Eva sonrió por dentro ante el hecho de que la estaba probando. Se entrenaba bien para responder al nombre correcto cuando la llamaban. Pero lo que no podía hacer era ocultar lo que su cuerpo hacía naturalmente en respuesta. Su temperatura se disparó y su corazón perdió su ritmo normal por el nerviosismo.
Sergio podía sentir que su corazón daba un vuelco y que el calor de su cuerpo aumentaba cuando la llamaba por su nombre
-Eva -repitió sin dejar de observarla, pero aún así no era suficiente para ser concluyente de quién era realmente.
Eva finalmente levantó la vista de su iPhone y le sonrió.
-Oh, qué grosero de mi parte. Soy Eva D'Alessio -hizo una pequeña reverencia.
-Encantado de conocerte, Eva-. Su apellido le resultó familiar. Y no era para menos, ella era hija de dos personalidades importantes del país. Su apellido no pasaba desapercibido. Sin más, quiso preguntar para descipar Las dudas-: ¿Es D'Alessio de D'Alessio Internacional (DI) o de la Mansión D'Alessio, de la diseñadora de modas? -preguntó intrigado.
-Las dos cosas. DI es uno de los negocios de mi padre, y la Mansión pertenece a mi Madre. Ha sido propiedad de la familia durante siglos -le respondió. De alguna manera, no pudo evitar que la sangre corriera hacia sus mejillas.
-Ah, ya veo. Sergio. Mi nombre es Sergio -le tendió la mano-, es un placer conocerte.
-Mmhmm... Sé quién es usted, señor Sergio. -Ella sonrió y le tomó la mano. Una sacudida de electricidad recorrió su cuerpo y tuvo que retirarla como si acabara de recibir una descarga.
El tiempo se congeló por un momento entre los dos mientras cada uno trataba de recuperarse de la repentina chispa de energía. Finalmente, él se aclaró la garganta.
-Por favor, dime Sergio -le pidió, metiendo la mano en el bolsillo, pero sintiendo una energía que lo atraía a ella constantemente.
-Sí. De acuerdo-. Eva estaba casi tartamudeando. -Bueno, será mejor que vaya a buscar a Lila. O nos perderemos nuestra película. Ha sido un placer conocerle, señor Sergio -cerró los ojos tan pronto se dio cuenta de que volvió a llamarlo "señor". Se sentía avergonzada.
Eva llamó a su hermanita para encontrarla luchando contra Mika en un videojuego.
-¡Lila! -la llamó.
-Mmmhmmm... -Sus ojos seguían pegados a la pantalla, con los dedos volando por el control.
-Es el momento. Tenemos que irnos o nos perderemos nuestra película.
-Ay, muy bien. Nos vemos en la escuela, Mika -soltó el control y la saludó.
-¿Qué vas a ver Lila? -preguntó la pequeña con la más inocente de las voces.
-Oh, vamos a ver Transformers -respondió emocionada. Por alguna razón, amaba de ver las películas viejas. Aunque en esta oportunidad, la iban a dar en 3d, y no quería perdérsela.
Mika soltó una risita.
-¡Eso es lo que vamos a ver también! ¿Quieres sentarnos juntas? -le preguntó emocionada.
Eva las miro muy emocionada y con una sonrisa en el rostro. Adoraba que su hermana se llevase bien con otras niñas.
Lila miró a su hermana en busca de aprobación. Por supuesto que no quería, sabiendo que Sergio obviamente estaría allí con ellas, pero tampoco podía negarle a su hermana la oportunidad de pasar el rato con su amiga, así que asintió a regañadientes.
-Claro -le respondió a la chiquilla, con la cara roja como un tomate.
-¡Genial! ¡Papá, vamos todos juntos al cine! -exclamó Mika, tan emocionada como siempre.
«Genial. ¿Qué voy a hacer con él? ¿Lo sabe? ¿Realmente lo escuché llamándome Eva? ¿Cómo iba a saberlo?» Sus pensamientos corrían nerviosamente mientras caminaban hacia el teatro dentro del Shopping y mientras él la observaba descaradamente.