Capítulo 7 Marina conoce a Sofía

Continuo así por un año completo, hasta que el conde se dio cuenta y la movió de habitación. Sin embargo la condesa descubría cada habitación donde la ponía, porque cuando el se enteraba que su esposa interactuaba con la pequeña, la cambiaba de habitación.

Tres años tenía Sofía, cuando el conde le dio un ultimátum a su esposa, que si no dejaba de interactúan con ella, la quitaría de su registro familiar, y si aun así ella continuaba, la abandonaría en un reino enemigo. Con estas amenazas, la visitas nocturnas se detuvieron, pero aún así, le mandaba a su sirvienta personal a alimentarla en secreto.

Al año después del ultimátum, el conde decidió mudarse con su esposa e hijo a la capital imperial, con la escusa de que Iván debía empezar sus estudios. Elizabeth no tenía excusas de porque quedarse, aunque trato de inventarlas. No le quedo de otra que dejar a una niña escurridiza de 9 años cargo de su bebé.

Le pidió de favor, que al menos dos veces al día le llevara algo de comer de las sobras de la cocina. Mientras daba un paseo por su jardín, específicamente su huerto, le pidió que mantuviera el secreto y ella se encargaría de sustentar a su familia.

Marina, había sido vendida al conde hacia unos meses, porque su padre estaba enfermo y tuvieron que venderla a ella para poder mantenerse y comprar medicina. Por ser la mayor de tres hijos, decidieron que ella era la mejor opción. El trato fue bueno, a la niña se le daría asilo y comida, mientras servía en la casa. Y el sueldo de ella, se les daría a sus padres, esto, hasta que la niña fuera mayor de edad.

Mientras estaba en el huerto de la condesa, Elizabeth le mostró a Marina unas hierbas medicinales qué estaba cultivando. Le dijo que todos los días, antes de que se fuera el sol, tomara algo de esas hierbas, ya sea en té o mezcladas en la comida de su hija, se las diera. Elizabeth, le mostró una en particular, esa era una hierba qué se les daba a las personas que no podían dormir.

Le dijo que se la diera a su hija, en esos días en que no hubiera que comer, que al menos las hierbas la mantendría dormida toda la noche y no gritaría por hambre. Que no se olvidara de darle su medicina para al menos se mantuviera con vida, todo esto, mientras lloraba de tristeza.

'solo tiene cuatro años, y tiene que separarse de ella', pensaba con tristeza. Le dijo a el mayordomo y a los sirvientes, qué el trabajo de Marina era cuidar su huerto, que no la sobrecargaran de trabajo, solo cuando ella termine de su trabajo en el huerto pueden contar con ella. Que no quería ver que su huerto muriera o estuviera descuidado porque la pequeña Marina no tenía tiempo.

Sabía que los sirvientes, temían a su esposo, y tenían órdenes de no alimentar a la bebé, y aunque había sobornado a algunas empleadas para alimentar a su bebé de vez en cuando, no confiaba que algunas de ellas, quisieran ir en contra de las órdenes de Richard.

Antes de irse, le pidió a Marina, que estuviera pendiente en que habitación ponían a la bebé, así sería más fácil encontrarla una vez y empiece a cuidar en secreto de ella. Con todas las órdenes dadas, solo le quedó confiar en que los dioses, cuidaría a su bebé.

Marina, obedeció a la condesa, y a primera hora de la mañana, lo primero que hacían era ir al pequeño cobertizo de la condesa. Buscaba todos los utensilios para cuidar del huerto y arar la tierra, abonar, regar las plantas y recoger las hojas caídas, era su trabajo de la mañana. Dejando el lugar muy hermoso.

El conde había dejado a alguien a vigilar a la pequeña Marina, porque últimamente su esposa estaba muy cerca de ella. Creía que ella la estaba preparando para cuidar de la impostora, a quien Elizabeth se dirige como su hija.

Marina se dio cuenta que alguien observaba sus pasos, porque la condesa ya le había dicho que algo así podría suceder. Marina era muy inteligente y curiosa, y con su personalidad alegre y amigable se ganaba a todos a su alrededor, pero eso no le quitaba lo inteligente y astuta que era.

Marina, fue la primera en darse cuenta que la niña era ciega. Los primeros días, ella le preparaba un pan con algo de sobras de las carnes que comían la servidumbre, y allí, les ponía las hierbas qué le indicó la duquesa. Los colocaba en un pequeño paño y lo ponía detrás de la puerta. Una vez y alguien abrieran la puerta, no se encontrarían con el. Sin embargo, cuando iba al otro día, el pan estaba en ese lugar.

Primero se preguntó porqué pasaba eso y cambió de ingredientes, incluso hubo días que no les puso hierbas pero no hubo ningún cambio en su comportamiento. Tampoco entendía como alguien tan pequeño, podía durar varios días sin comer.

Un día que los sirvientes estaban de fiesta, y la mayoría estaba ebrio, decidió enfrentar a la pequeña. A penas tenía 4 años, así que seguro estaba temerosa de ver a alguien nuevo.

Entró a la habitación, si así se le puede llamar. La pequeña Sofía estaba sentada envuelta en unas finas sábanas, pues al oír a alguien acercarse se puso en guardia. Le dolió ver a alguien tan pequeño casi temblar de miedo. Notó algunos viejos moretones y le dolió aún más, ella era una bebé, '¿Cómo puede alguien ser tan cruel?'.

Saludó a la persona, pero ella vio como la niña miraba de aquí para allá y no enfocaba su visión, pero no le dio importancia. Sacó el pan con las hierbas, y le dio un bocado, queriendo mostrar que en la comida que le dejaba no había nada malo. "estas hierbas, fueron las que la condesa me pidió darle a la señorita, así no moriría de desnutrición" declaró apenada.

Sofía la miró pero lo le dijo nada, "es muy rico y es bueno para ti" trataba de hacer que Sofía la entendiera, pero no lo lograba. "¿Cómo hacer que una niña pequeña crea en mi? Seguro es la primera vez que me ve" pensaba en voz alta, mientras trataba de analizar la situación. "¡cielos!... si me atrapan aquí estaré en un gran problema". Ella se acercó a la niña para entregarle el bocado y vio que hasta que la tocaba, la niña se sorprendió. Aun estaba claro pues la fiesta había empezado a la hora de comer, así que eran ya a las 5pm, era imposible que ella no notará su presencia.

Hizo señas con las manos, y no vio ninguna reacción de la niña, más bien, sus reacciones eran lentas, descubrió qué era que la niña era ciega o no veía bien. Se dio cuenta la razón por la cual ella no había comido lo que le dejó, es que no la había visto. Pues cuando le colocó la comida en la mano, la niña, intuitivamente, se la llevó a la boca.

            
            

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