En un momento de tensión durante una discusión con su padre sobre su futuro, Adrián se ve sorprendido por una bella joven que parece angustiada y habla de forma inconexa, mostrando preocupación. ¿Su enigmática presencia interrumpe la cargada atmósfera de la conversación, despertando su curiosidad y cuelga la llamada, enfureciendo aún más a su padre? Haciéndole colgar el teléfono.
- Sé que no me entiendes, ¡llévame! ¿Por favor? - suplicó, entre palabras, casi incomprensibles por su aterrorizada dicción.
Se arrodilló frente a él, Adrián se avergonzó y la cogió suavemente en brazos, ayudándola a levantarse.
- ¡Sube al coche! - dijo, su potente voz y la frase en perfecto portugués la sorprendieron tanto como su gesto de amabilidad.
Sin pensarlo, subió al coche y se tumbó en el asiento trasero para no ser vista. Adrián se alejó... Sus ojos se cruzaron con los de la joven durante todo el trayecto, quería preguntarle quién era y muchas otras cosas.
- Me llamo Adrian. ¿Y tú? - le preguntó.
- No puedo decirlo.
- ¡Acabas de arrodillarte suplicando ayuda y creo que merezco saber al menos eso!
- Perdóneme, señor... - Al final, Victoria se dejó vencer por las lágrimas.
- No llores, lo siento. - Adrián sacó un pañuelo y se lo entregó con cuidado mientras conducía. - ¿Adónde quieres que te lleve?
- A cualquier sitio lejos de aquí.
No había palabras, ambos estaban perdidos en sus propios pensamientos... Él quería saber más de aquella enigmática joven y ella quería escapar de los horrores por los que había pasado. El cansancio venció a Victoria y se quedó dormida en el asiento trasero del coche, Adrián no la despertó. Su compromiso de viajar se vio comprometido por aquel cambio de planes. Decidió llevarla a casa de su familia, a pocos kilómetros de allí, y posponer todos los demás compromisos. Sabía que la mansión estaría vacía cuando se marchara, sólo los fieles empleados de muchos años...
Mientras dormía en el asiento trasero del coche, Victoria tuvo un sueño angustioso. En él, regresaba a Brasil en busca de seguridad en una modesta casa, pero era capturada de nuevo por sus perseguidores. El sueño le traía de vuelta los horrores del pasado, mezclando esperanza y miedo, mientras su cuerpo descansaba.
Adrián se dio cuenta de que su plácido sueño había cambiado... Llegaron a su enorme casa, él siempre era muy cauto cuando trataba con mujeres, pero como ella estaba dormida decidió cogerla en brazos.
Victoria forcejeó y acabó dándole una bofetada en toda la cara.... Para ella, su parecido con los hombres que tanto daño le habían hecho provocó aquel reflejo casi involuntario.
- Lo siento, ¡he tenido una pesadilla! - reveló avergonzada, observando cómo él se alisaba la cara.
- No pasa nada, ¡no debería haber intentado tocarla! Estamos aquí...
Victoria se enfrentaba a una auténtica mezcla de emociones al entrar en la lujosa casa de Adrián. Hacía tiempo que la palabra "confianza" no formaba parte de sus pensamientos. En aquel momento, se encontró en una casa preciosa, que sugería la riqueza de la familia de aquel joven. A pesar de su corazón aplastado, Victoria salió del coche, observando atentamente cada movimiento de Adrián, dispuesta a huir si era necesario.
Él, por su parte, parecía temer a Victoria más de lo que ella le temía a él. Una tensión crecía entre ellos, como si estuvieran atrapados por las miradas del otro, esperando algún simple gesto que los confiara.
- Adrián, ¿te has olvidado de algo? - preguntó una dama al acercarse, sin velo, con la piel negra y una sonrisa para el joven.
Luego le presentó a su nueva invitada.
- Esta es Dagmar, ¡nuestra mejor cocinera! ¡Es de Mozambique y lleva muchos años trabajando para la familia! - respondió Adrián. - No me he olvidado de nada, solo he traído a un nuevo huésped brasileño.
- ¿Cómo sabes que soy brasileña? - preguntó Victória, inquieta y asustada.
- Por tu forma de hablar, porque mi madre es brasileña y me enseñó tanto el idioma como a amar a su país. - respondió Adrián.
La camarera preguntó si Victoria se alojaría en una de las habitaciones de huéspedes, y Adrián se lo confirmó. La joven siguió a Dagmar por los pasillos de la hermosa mansión.
- ¿Es usted la prometida de Adrián?
- No, señora. - respondió Victoria rápidamente, mirándolo todo con asombro.
Abrió la puerta de una de las bien organizadas habitaciones:
- Espero que te sientas como en casa, los jefes casi nunca se quedan en esta casa. Tienen intención de alquilarla pronto. Por lo que veo, no ha traído equipaje... - reveló la criada, mirando a la muchacha.
- Solo tengo mi ropa, pero no te preocupes, mi estancia será breve.
Necesitaba dormir, descansar de verdad y recuperar las fuerzas que había perdido en aquella terrorífica habitación durante todo aquel tiempo. Antes de que Dagmar se fuera:
- ¿Puedes decirme qué día es hoy?
- Por supuesto, ¡el seis de diciembre! - respondió Dagmar mientras cerraba la puerta.
Victoria había perdido poco más de dos meses en aquel lugar. Sabía que los hombres eran muy poderosos y no podía hacer nada para evitar que otras chicas corrieran la misma suerte. Abandonar el país no bastaría para impedir que la buscaran; reconocerían a aquel maldito hombre en cualquier parte del mundo.
Intentó despejarse, pero su mente no se detenía. A cada segundo, los recuerdos la obligaban a revivir aquella huida alucinante. Al final, su cuerpo cansado venció y se quedó dormida en aquella cama de sábanas blancas.
Adrián se quedó pensativo mientras caminaba por el balcón de la casa, con la mente inquieta repasando los angustiosos momentos. Recordaba vívidamente la expresión de desesperación en los ojos de Victoria, el tono suplicante de su voz cuando clamaba por su vida.
Como hombre poderoso y rico, sabía que a aquella joven la perseguía algo implacable, algo que pronto descubriría. Tenía claro que, con su influencia y sus recursos, quizá fuera el único en el mundo capaz de ofrecerle protección.
Su teléfono móvil no dejó de sonar ni un momento, varios mensajes de voz esperaban ser escuchados. Atravesó el pasillo de habitaciones, todo estaba en silencio en la habitación de invitados...
Se tocó la cara, era lo más cerca que había estado nunca de aquella hermosa y enigmática mujer. Aquel golpe, por increíble que pareciera, había sido extrañamente placentero.
- ¡Mañana tendrás que decirme tu nombre!
Tiró su keffiyeh (pañuelo en la cabeza) sobre la cama, abrió su portátil y miró algunos correos electrónicos de trabajo. Se quitó la ropa y empezó a escuchar los mensajes mientras se daba un relajante baño en la bañera.
"El piloto acaba de llamar para decir que no has llegado a Ajmán, ¿qué piensas hacer con tu vida?".
Adrián sabía que su padre encontraría la manera de calmar los nervios de la matriarca de la familia, así que renunció a escuchar el resto de los mensajes... Siempre encontraba la manera de hacer lo que quería, aunque luego le costara muchas broncas.
Le encantaba tener algo que le impidiera ir a Ajmán, su posible prometida tendría que esperar un poco más para conocerle. Nunca se había conformado con esta decisión, su espíritu libre pretendía seguir así durante mucho tiempo... Juntarse con una desconocida de familia adinerada, solo para beneficiar el negocio familiar, estaba fuera de lugar.
Después de relajarse en el baño, ignorando varios mensajes y pensando en Victoria. Adrian salió de su habitación horas más tarde para ir a cenar. Nunca le gustaba comer en casa, y menos cuando estaba solo, pero este día era diferente y había alguien más en la casa.
Dagmar había preparado una cena especial para los dos, pero Victoria seguía en su habitación. No querían molestarla...
- Dagmar, quiero que le pidas a Khalil que venga mañana. Necesito que haga un trabajo para mí...
- ¡Claro! ¿Y la chica? ¿La llamo?
- No, ¡está cansada y deberíamos dejar que recupere fuerzas! - respondió, guardando la servilleta.
- ¿Y cómo se llama?
- No lo sé... Y antes de que preguntes, ¡no sé por qué la he traído aquí!
- ¿Y si es una criminal? - Dagmar miró a su alrededor.
- Nunca había visto tanta dulzura y temor en la misma mirada. Si es una criminal, ¡lo sabremos muy pronto! - respondió, pensativo.