- Wa Aleikum Salam. Estoy bien, gracias. - respondió Ahmed.
- ¡Pensé que no contestarías mi llamada tan pronto!
- Los niños no me dejarían dormir hasta tarde, ¿ya está en Ajman?
De mala gana, Adrian respondió:
- ¡No! ¡Y mi padre ya debe estar enterado de esto, buscándome en todas las mansiones del país!
- Huyes del matrimonio como si fuera el final de tu vida. Amigo, no sabes que estás muerto hasta tener a tu familia...
- Iba a ir, pero... - Adrian sonrió con moderación. - Una mujer se cruzó en mi camino y desde entonces el misterio que la envolvió ha tomado mis pensamientos.
- Una mujer. ¿Y quién es ella?
- Esa es la cuestión, ella está aquí conmigo en una de nuestras casas, ¡pero no sé su nombre! Si se niega a hablar, solo sé que es brasileña y... ¡Linda! ¡Quiero que me ayudes a averiguarlo!
- ¿Por qué no le pide ayuda a Omar, podría localizar fácilmente de dónde viene y detalles...
- ¡No quiero involucrar a los empleados de mi padre en esto, todo lo que estoy haciendo será en secreto! Por eso te busqué... Como abogado, ¿puede encontrar una forma de averiguar más sobre ella?
- Envíeme una fotografía de esa mujer, veré qué podemos encontrar en los archivos de imagen. ¡Sabemos que es brasileña y dónde debemos buscar respuestas!
- ¡Shukran Ahmed!
- No tienes que agradecerme, pero ten cuidado.
Adrian ahora necesitaba solo una foto de la joven para comenzar su búsqueda, él había pedido a Dagmar que buscara a uno de los empleados para hablar con él. Bajó las escaleras, miró hacia el sofá... pensó que tal vez la vería despierta, pero Victoria permanecía en el cuarto y él encontró a Khalil esperando.
Pidió a aquel hombre que contratara guardias para la casa mientras permanecían allí, solicitó también que él jamás citara la presencia de aquella mujer y que esa instrucción fuera dada para todos los que estuvieran allí. Sus padres no sabrían su paradero hasta que Adrian pudiera entender mejor la situación, e incluso explicarse sobre la desaparición repentina.
Victoria
Me desperté en esta inmensa cama, casi olvido todo lo que había sucedido y que estaba en la casa de un hombre desconocido. Tomé un baño, el vestido que llevaba traía malos recuerdos... Dejé que el agua recorriera cada pedazo de mí y lavara todo el odio que llevo en mi corazón por ese monstruo que robó mis sueños.
Había objetos de uso personal e higiene, pero no una ropa femenina para cambiar. El truco fue volver a vestir aquella pieza roja que dibujaba mi cuerpo, me quité el collar de oro y lo puse sobre el mueble. En él está la misma frase del anillo que Qa'id usaba: ¡Vive intensamente!
Quería deshacerme de todo lo que me recordaba a él, pero necesito el dinero de esa joya. No sé qué hacer y a dónde ir si salgo de esta casa. Llamaron a la puerta, cualquier cosa me asusta, era Dagmar.
- Adrian ya se levantó, está en el comedor y creo que sería amable si lo acompañas!
- ¡Pensé que los árabes no se sentaban a la mesa con mujeres! - respondí prontamente.
- Él no le da importancia a las costumbres antiguas, pero si no quiere demostrar gratitud...
- ¡Yo iré!
Ella salió, esperé un poco para ir a verlo. Adrian ya estaba sentado y yo delante de una mesa llena de delicias, sentí un hambre enorme, aunque intentaba mantener mi compostura ante la elegancia de él, que hasta se levantó cordialmente al verme. La mesa estaba adornada con panes frescos, frutas jugosas, huevos, quesos y una variedad de delicias. Aunque mi estómago roncaba de hambre, yo luchaba para no demostrar...
- ¡Buenos días! - dijo él, al levantarse y tirar de una silla para mí.
- No quería hacerlo esperar...
- ¡No te preocupes, siempre me gusta levantarme temprano y disfrutar mi día mejor!
Él me miraba todo el tiempo, no sé cómo actuar y temo enojarlo con mi manera occidental de actuar.
- ¿Podemos comer ahora? - Mi pregunta lo trajo de vuelta de un pensamiento distante, su mente parecía vagar más que la mía y espero que sea por un camino menos oscuro de lo que yo tuve que recorrer.
[...]
Dagmar sonreía al ver la escena, Adrian nunca se levantaba temprano y odiaba el compromiso de desayunar con los padres desde niño... Esa mujer lo desconcertaba por completo, no sabía dónde mirar sin parecer invasivo. Victoria comenzó a comer y su teléfono sonó una sola vez, hasta que él mismo lo apagó rápidamente sin darse cuenta de quién era la llamada.
La joven quiso saber por qué dejó de contestar aquella llamada, después de todo podría ser algo importante... Adrian también comió y esperó tranquilamente en la mesa hasta que ella estuviera satisfecha y pudieran iniciar una conversación importante.
- ¡Ahora que hemos terminado... creo que ya puedes decirme tu nombre!
Victoria se acomodó en la silla y lo miró a los ojos.
- ¿Me dará un empleo si se lo digo? - respondió ella.
- Eso se llama chantaje, dime lo que quiero saber y quizás podamos hablar sobre eso.
- ¡Alexia! ¡Necesito un trabajo!
- ¿Y qué sabes hacer? - preguntó.
- Puedo cocinar, como brasileña puedo ayudar a hacer algún plato que te guste.
- ¿Y tu apellido? ¿Tienes pasaporte? ¿Qué haces aquí?
- ¡Ya basta de interrogatorios! ¡Dé su respuesta o me iré! - respondió ella, levantándose y arrastrando la silla rápidamente.
- No seas rebelde, ayer te arrodillaste a mis pies pidiendo ayuda y ahora estás llena de condiciones para imponer...
- ¡No tienes idea del peso de mi silencio! - Victoria iba a salir de la casa, llevándose todo lo que había traído... solo su sufrimiento.
Adrian se puso delante de la puerta bloqueándola, los dos se miraron fijamente y ella comenzó a llorar.
- El trabajo es tuyo. - respondió él.
Victoria se alejó de la puerta y agradeció con la mirada, su actitud al aceptarla daría más tiempo para descubrir los detalles de aquel misterio. Solo Dagmar podía atender las llamadas de los teléfonos fijos de la casa y omitir la estancia del heredero de la familia allí.
Ya que no había salido de la ciudad, él concertó un encuentro con algunos amigos para intentar pensar en otras cosas. Mientras disfrutaba del partido, Adrian galopaba con destreza por el campo de polo, su corcel elegante, respondiendo a sus órdenes precisas, que siempre había sido un caballero hábil desde niño. Él estaba inmerso en el partido, sin embargo, mientras maniobraba la pelota con precisión, sus pensamientos estaban en la última conversación con Victoria.
Un breve lapso de concentración fue suficiente para errar un movimiento crucial. Un pase que él solía ejecutar con perfección, acabó saliendo equivocado y eso lo enfureció. Su error permitió que un adversario se acercara rápidamente y tomara posesión de la pelota, burlándose de su desconcentración.
Antes de regresar a casa, casi al anochecer y pasó por una tienda elegante, pensó que Alexia necesitaría ropa y sería bueno que vistiera algo más casual, ya que el modelo rojo sexy lo desconcentraba totalmente. Llegó con algunas bolsas, caminó por la sala y la encontró en la cocina con Dagmar que le daba algunas instrucciones para la cena, decidió dejarlas conversando y entró en el cuarto de huéspedes dejando las bolsas sobre su cama.