Incluso ante tanto sufrimiento, la joven esperaba un futuro mejor gracias a su pasión por la danza.
Aquella tarde, Victoria recogió las últimas prendas de ropa que quedaban en casa de su abuela y decidió donarlas, dejando atrás los recuerdos que le traían. Decidida a encontrar nuevas oportunidades, se dirigió al centro de la ciudad para repartir currículos. Por el camino, siempre paraba delante de la misma academia, donde el ballet atraía su atención como un imán. Ya había asistido a clases durante unos meses, pero tuvo que dejarlo por dificultades económicas y por la distancia.
Mientras contemplaba las clases a través del gran espejo del gimnasio, Victoria se fijó en su profesora, que la reconoció de inmediato y la saludó con la mano. Una sonrisa apareció en el rostro de ambas y la profesora salió a saludarla, ansiosa por conocer sus planes y sueños.
- ¿Por qué no has vuelto nunca a clase? Sigo esperando que vuelva mi mejor alumna...
- Lo siento, profesora Ángela, pero las cosas se han complicado aún más... - respondió avergonzada y triste.
- ¿No me diga que la salud de su abuela ha empeorado?
- Ha fallecido hace poco.
- Lo siento...
Al salir, preparó sus currículos y siguió su camino, repartiéndolos en algunas tiendas... Un hombre bien vestido se le acercó y le preguntó si había trabajado antes:
- Soy manicura, nunca he trabajado fuera de casa... - respondió, y al darse cuenta de que sus palabras podían desalentar una oportunidad, Victoria añadió: - ¡Pero estoy dispuesta a aprender!
- Entiendo, dame tus datos y veremos si podemos encontrar una oportunidad para ti".
Sin muchas esperanzas, Victoria dio al hombre sus datos de contacto, siguió su camino al final del día y volvió a casa. Hubo algunas invitaciones para salir, pero ella no las contestó e intentó dormirse en cuanto pudo.
Al día siguiente, había algunos mensajes en su móvil, pero nada relacionado con una oportunidad de trabajo... Una semana más tarde, una llamada y una entrevista le devolvieron la esperanza.
Victoria llegó a un lugar precioso, una oficina comercial, y un hombre sonriente le dio la bienvenida.
- ¡Es un gran placer conocerla! - le dijo, y ambos se estrecharon la mano. - Nuestra empresa es nueva en el mercado, buscamos jóvenes que quieran entrar en el mundo de la moda...
- Perdóneme, señor, solo soy una manicurista...
- Sí, entiendo... Creemos que tienes potencial para ser modelo fotográfica en nuestra agencia, quizá parezca repentino, pero créeme, llevo muchos años trabajando en este campo y ¡reconozco a una bella modelo cuando la veo!
Todo parecía tan lejos de su realidad y de sus planes de vida, pero los precios eran atractivos y Victoria quería ese sueldo increíble para, quién sabe, poder bailar en el extranjero.
Tenía miedo de viajar sola, pero conoció a otras chicas que iban al mismo destino. Investigó la agencia y la seriedad de los hombres que negociaban con ella y todo parecía estar en orden. En dos meses su pasaporte estaba listo, había hecho un book de fotos y recibió un pequeño anticipo que le sirvió para pagar algo de ropa y objetos personales.
Victoria dijo a algunos de sus amigos y vecinos que iba a Dubai por trabajo, y que el vuelo era en clase turista. El miedo a volar por primera vez fue para ella un torbellino de emociones. Sentada en el asiento del avión, se agarró con fuerza a los brazos de la silla, observando ansiosa cada movimiento de las azafatas. Le sudaban las manos, el corazón se le aceleraba y trataba de disimular su nerviosismo.
Por otro lado, el miedo a un nuevo trabajo en un país donde no hablaba el idioma local también la atormentaba. La incertidumbre de no poder comunicarse en inglés, la lengua predominante en el nuevo entorno laboral, la hacía sentirse insegura. Pensamientos ansiosos invadían su mente, haciéndola cuestionar su capacidad para vivir en aquel país...
Victoria dejó su casa, abandonó todo lo que conocía y se sumergió por completo en un sueño. Esta sería, sin duda, la mayor aventura de todas. Nada más aterrizar, algunas de las chicas las siguieron en un coche negro, mientras Victoria y las demás iban en otro vehículo. Al separarse de las demás, se sintió aprensiva. Uno de los hombres que las acompañaba hablaba árabe todo el tiempo; rara vez conversaban en inglés. Entre conversaciones incomprensibles, las miraban constantemente. El viaje fue largo y duró hasta el anochecer; algunas de las chicas dormían, pero ella definitivamente no podía cerrar los ojos. Finalmente, se detuvieron en un lugar cerca del mar. Miró con atención a su alrededor y vio un barco anclado, casi a oscuras en comparación con los demás. La escena le pareció extraña, y se acomodó en el asiento del coche para observarlo todo con más claridad.
- Bájese. - dijo uno de los hombres que los conducía.
- ¿Adónde vamos, señor? - preguntó una de las chicas, y Victoria se limitó a observar.
- Vamos a una nueva excursión... - sorprendentemente, respondió en portugués.
Las guiaron para subir al barco y el hombre que las guiaba sacó un fajo de dinero, que parecían ser dólares. El miedo se apoderó de ella... toda la seguridad que había sentido al ser contratada por aquella agencia parecía haber sido un mero disfraz, ¡porque los estaban vendiendo!
Antes de que pudieran huir, le taparon la nariz con un trapo empapado en algo fuerte y se desmayó. Los ojos le pesaban y apenas podía mantenerlos abiertos. Dos hombres se pararon frente a ella y la condujeron por un pasillo oscuro...
A Victoria la metieron en una habitación aislada de las demás chicas; sabían que juntas podrían tramar una fuga. La agencia que las contrató fue utilizada por uno de los traficantes, algunas chicas llegaron a su destino inicial y otras... ¡No las elegidas!
Cuando despertó, sobresaltada, se dio cuenta de que ya no parecía estar en un barco. Era una habitación blanca con paredes adornadas con telas finas y ornamentos dorados de una elegancia que nunca había visto, salvo en películas y telenovelas. El suelo de mármol pulido, complementado con alfombras que parecían suaves...
La cama, majestuosamente grande y llena de cojines de seda ricamente decorados, destacaba en el centro de la habitación. Las sábanas eran de exuberante y suave seda, mientras que unas cortinas rojas colgaban de los cuatro postes, creando un aura de intimidad.
Toda aquella belleza se vio interrumpida cuando Victoria se dio cuenta de que estaba atrapada por una cadena en el talón. Desesperada, lloró y buscó una forma de salir de aquel lugar. Entonces se abrió la puerta y entró un hombre, aparentemente de entre cincuenta y sesenta años, con un físico imponente y rasgos árabes muy característicos. Sus ojos eran penetrantes y no perdió de vista a Victoria ni un instante...
Adornado con varios accesorios dorados, sonrió al verla y se acercó lentamente a la cama... Mientras ella se alejaba.
- La belleza es un regalo de Alá, ¡pero también es un veneno para quienes se pierden en su espejismo! - dijo él, cerrando su sonrisa.
La joven se horrorizó en ese momento al darse cuenta de que aquel hombre era el líder de toda la facción. Por la forma en que los demás hablaban y se inclinaban, ella había visto su rostro y jamás volvería a ser libre ni a salir viva de aquel lugar.
Victoria tenía razón, todos le llamaban Qa'id al-Hayat" (قائد الحياة), que significa "El Comandante de la Vida". Él determinaba todas las reglas de aquel juego mortal... Las visitas de aquel extraño hombre eran cada vez más frecuentes y su cercanía a Victoria le hacía temer el desenlace de todo.
Hasta que un día, la llevaron a una tienda donde las mujeres cuidaron de su belleza durante todo un día y la cubrieron de oro y de un hermoso vestido. Enviada de vuelta a su lujoso cautiverio y encadenada de nuevo por el tobillo, Victoria supo que aquel no era un día convencional... Qa'id al-Havat entró en la habitación, esta vez no con la intención de contarle historias sobre el Corán.
Victoria empezó a ser violada por él, día tras día... La llamaba su esposa, refiriéndose siempre a ella como la única dueña de su corazón. A pesar de llevar un anillo de casado en el dedo, lamentaba tener que volver a su vida.