Capítulo 2 Accediendo al compromiso

Las mujeres se estrecharon las manos, no sin antes la mayor echarle un vistazo inquisidor a la más joven.

-No se ve tan mal, su imagen se puede mejorar. Debo confesar que aunque tenía otros planes en mente, me hace muy feliz que finalmente alguien haya atrapado a mi amado hijo. Por el abuelo no te preocupes, querido, no desea más emparentar con los Burgos que verte con tu propia familia, así que él también se alegrará- expresó, dirigiéndose a su hijo sin importarle mucho lo que su futura nuera pudiera sentir o pensar.

-Te lo agradecemos madre.

-¿Y para cuando piensan efectuar la boda?- preguntó, ahora sí mirando a Ross. -No lo...

-Para el veinticinco de este mes- anunció David.

-¡Tan pronto! Ya estamos a tres...

-¡Vamos madre! Eres buena contratando gente que es experta organizando actividades. Aprovecha la oportunidad, no todos los días se casa tu único hijo.

Ross no dijo nada, aunque le parecía muy poco tiempo estaba convencida de que él tenía un plan para salir de aquel compromiso. Él mismo le había confesado que no estaba preparado para el matrimonio.

-Les dejo, tengo algunos pendientes que resolver- se despidió Ross de pronto, dejándolo solo con su madre.

Rossalind se pasó el resto de la mañana dando vueltas en su oficina sin poder concentrarse.

-Me voy a volver loca, debo salir de aquí- se dijo caminando hacia la puerta, pero al salir se encontró con Joel que se acercaba.

-¿Qué quieres?- le preguntó de mala manera.

-Ross por favor, necesitamos hablar, aclarar las cosas- la sostuvo por los hombros.

Ella decidió dejarlo hablar todo lo que quisiera, total que no le creería nada, porque estaba muy segura de lo que había escuchado y visto. Aunque eso no evitó que sintiera un poco de nostalgia, pues ahora él pertenecía al pasado, habían compartido muchas cosas pero ya no quedaba nada, ni siquiera rencor.

Como atraída por un imán, desvió la mirada para encontrarse con la figura imponente del joven Del Villar, que caminaba hacia ellos acompañado por uno de sus guardias, y atrayendo las miradas curiosas de los presentes.

David la miraba desafiante, evidentemente molesto.

Ross pensó en retirarse o empujar a su ex novio, pero no lo hizo, al cabo que no estaba haciendo nada malo y no debía dar explicaciones.

Lo vio pasarles por el lado y entrar en la oficina de Eladio sin dejar de mirarla.

-¡Señor! ¿En qué le podemos servir?- preguntó nervioso el aún jefe inmediato de Rossalind al ver al joven Del Villar entrar después de un leve golpe en la puerta- ¡Siéntese aquí, por favor!- le invitó cediéndole la silla.

-No vengo a sentarme, gracias- le respondió con sequedad-. Avísale a Víctor que quiero el contrato de la señorita Rossalind aquí para ya, y la señorita que venga ahora.

-Sí, señor- contestó poniendo en marcha la orden.

Cuando Rossalind llegó encontró a David parado de espaldas, como si estuviera mirando por la ventana.

-Don Eladio, ¿que necesita de mi?- preguntó Ross, sin dejar de echarle un vistazo de vez en cuando a la figura del hombre junto a la ventana.

-Ross... ¡La señorita Rossalind está aquí señor!- avisó el hombre, sin saber qué hacer.

David giró la cabeza sin mover el cuerpo ni sacar las manos de los bolsillos.

-No estoy sordo- fue la respuesta que dio, volviendo a su posición anterior.

-Lo siento... no quise decir...- Eladio optó por guardar silencio.

Era obvio que algo pasaba entre su subordinada y su jefe.

Luego de quince minutos en pleno silencio, llegó Víctor con el documento solicitado.

-Buenas tardes. Aquí está el contrato- colocó el papel en el escritorio-. Señorita Duval, por favor, lea y firme si está de acuerdo con los derechos y deberes que se le exigen, como podrá saber los beneficios son muchos, pero también hay responsabilidades...

-La verdad es que ya no quiero pertenecer... no quiero el puesto- declaró sin vacilar.

-¿Por qué no?- quiso saber el asistente.

-No me parece justo, es solo eso.

-No entiendo, señorita Duval.

Repentinamente, David caminó hacia ella, tomó su mano y le entregó su reloj.

-Tienes 48 horas para resolverlo- le susurró, y se marchó dejándola con los ojos muy abiertos, y hasta la boca.

-¿Señorita, acaso no firma porque cree que se le está dando el puesto por sus encantos?- cuestionó Víctor.

-No, no, ni siquiera me considero...

-Debo aclararle que el señor Del Villar se mostró muy disgustado con la presentación de los otros participantes, y aunque no pudimos escucharla sí leímos el correo que envió, y la mayoría estuvimos de acuerdo con que su plan para el caso era el mejor, además, él nunca arriesgaría tanto solo por estar encantado momentáneamente.

Ross desvío la mirada, algo avergonzada.

-Sí señorita, aunque parezca cruel de mi parte, viendo que algo pasa...es mi deber advertirle que no se haga ilusiones con el joven. Él es guapo, rico, con poder y muy encantador, pero una vez haya logrado lo que busca será menos que nada para él.

Esta vez los ojos de Ross amenazaron con las lágrimas, pero las suprimió.

-Se puede decir que es...- la miró de arriba abajo- hermosa. Muchas mujeres lo son en la vida de David Del Villar, ninguna logra más que un regalo de compensación luego de entregársele, solo eso. Ni una llamada toma después- continuó el hombre.

Como una broma de la vida, el móvil de Ross sonó. Para evitar seguir escuchando las palabras de Víctor que le desgarraban el alma y amenazaban con derrumbarla, tomó la llamada.

-¡Aló!- respondió.

-Es mi número personal, guárdalo- le indicó la voz masculina del otro lado.

-¿David?- preguntó sorprendida, atrayendo la atención de los demás.

-¿Quién más que yo? Llámame si necesitas algo.

-No necesito nada de ti, gracias- le dijo malhumorada. Había sido humillada por su culpa, quería desquitarse.

-Soy yo quien debe estar enojado, ¿por qué me hablas así?

-Hablo como se me dé la gana. ¿Quién te crees que eres? Espero no volver a verte- declaró, olvidando a los presentes-. Te puedes ir al infierno. No volverás a verme en tu... - finalmente se dio cuenta de lo que estaba a punto de decir, y aunque se detuvo a tiempo, Víctor y Eladio no eran tontos y se miraron entre sí.

-¡Te veo en dos días, adiós!- le cerró él.

-Da... - Ross suspiró profundo y miró a su jefe inmediato, que la cuestionaba con la mirada.

-¿Desde cuándo se conocen?- le preguntó Eladio.

-Fue hace... ni siquiera sabía que se trataba del mismo David, me dijo que era el cuidador de... - se interrumpió, ella nunca le creyó el cuento del cuidador.

-Bueno, parece que él tampoco sabía que eras una simple empleada- agregó Víctor-. Todo se quedará hasta ahí y no ha pasado nada, no tienes que dejar pasar la oportunidad de pertenecer al staff, el joven David sabrá guardar las distancias. Y tú debes asumir que fue lo que fue.

Le señaló dónde debía firmar y ella lo hizo. Entendió que Víctor tenía razón, seguro David ni siquiera le volvería a dirigir la palabra fuera de un tema de trabajo. Y aunque eso la matara por dentro, tenía que aprender a vivir con ello. Después de todo, ella no había estado con él por alguna promesa suya, solo lo deseó y lo hizo, y tampoco se arrepentía. Lo había disfrutado y era lo que importaba. Había escuchado a algunas amigas contar que sus primeras veces habían sido desagradables. Así que ella tuvo suerte.

Después de Víctor retirarse, Ross, cabizbaja, también se dispuso a hacerlo.

-¡Ross!- Eladio la detuvo.

-¿Si?

-No te preocupes. Sabes...- caminó hacia ella- no sé lo que pasó que no llegaste a tu boda, no tengo idea de lo que está pasando entre tú y el joven Del Villar, pero sé que eres una mujer maravillosa y él es un hombre inteligente, sabrá reconocer tu grandeza.

-Gracias Eladio, pero todas las mujeres somos maravillosas y aún así...

-A veces no es solo serlo, hay que saberlo ser. En los años que tengo aquí solo lo he visto venir una vez, y ahora, casualmente ahora. Además, es un hombre conocido por controlar sus emociones y aparentar ser muy frío... se notaba muy contrariado y me temo que tiene que ver contigo, ¿no es así?

-Creo que le molestó verme con Joel en el pasillo. Joel... no quiero saber de él- hizo una mueca de disgusto-. Pertenece al pasado, pero me abordó y lo deje hablar... para salir de él y... David apareció de la nada.

-¡Tú tranquila, déjalo fluir!

-Gracias Eladio.

Ross se marchó con un nudo en la garganta y las esperanzas rotas, preguntándose cómo era que había cancelado su boda con un hombre por traición y estaba sufriendo por otro, ¿acaso eso no era casi ser infiel? Por lo menos con los pensamientos y sentimientos.

No, qué va, si ya era hasta carnal, reflexionó.

Capítulo 4

A dos días de que la hubiesen designado en el grupo de asuntos penales, ya estaba totalmente instalada en su nueva oficina y con varios casos en el escritorio para iniciar "manos a la obra".

La que no estaba muy contenta era su joven secretaria, Vía. Llevaba par de meses con ella y se acoplaban muy bien, pero a la "muchacha" le inquietaba chocarse con el señor Del Villar, pues las oficinas estaban en el mismo piso y había escuchado rumores de que era un "sangrón".

Y hablando del "rey y él que se asoma".

-Buenos días señorita, ¿está acompañada la Dra. Duval?

Vía no pudo articular palabras, y como David no siempre tenía tiempo para perder, empujó él mismo la puerta y entró.

Ross estaba sobre una silla tratando de colocar un libro encima de un mueble de madera, pero la silla tenía ruedas y le era difícil mantener el equilibrio.

Al escuchar que la puerta se abrió de "golpe", se giró para mirar y se "tambaleó", por suerte David se movió rápido y evitó la caída.

-Ese no fue un movimiento muy inteligente, pudiste tener un accidente y ahora estaríamos pagando a una empleada sin beneficios- reclamó-. Ten más cuidado la próxima vez. -Gracias pero no creo que sin ti...

-Obviamente la caída hubiese sido inminente. También eres mal agradecida.

-No soy... y en tal caso el accidente lo hubieses provocado tú por la manera de entrar sin tocar y sin previo aviso- se defendió, bajando del sillón y poniéndose sus tacones de vuelta-. Que seas el dueño no te da derecho a hacer lo que quieras y cuando quieras.

-Tienes razón.

-Qué bueno que lo reconozcas.

- Pero ser tu prometido sí me da ese derecho.

-¿En serio?

-En serio.

-Como digas- se sentó en su asiento y se balanceó con elegancia-. En qué te podemos servir.

-Así me gusta, sumisa- confesó con una media sonrisa.

-¡Sumisa! ¡Yooo!

-Tenemos unos veinte días para la boda- él se sentó sobre el escritorio con actitud muy íntima-. Mi madre me llamó, ya ha contactado al equipo que se encargará, pero no sé si te interesa ser partícipe de la organización.

Ross lo miraba con la boca abierta.

-Debo conocer a tus familiares y tú a los míos. Así que está noche pasaré por ti para llevarte a conocer a mi papá y mi abuelo- continúo.

-¡De qué carajo estás hablando! ¡Claro que no me voy a casar contigo!- anunció muy seria.

-¡No es el momento para berrinches! Sé que debimos hacer esto antes pero preferí darte tu tiempo.

-¿Mi tiempo? ¿Dos días?- se levantó y caminó hasta el ventanal- Y ya te dije, no me pienso casar.

-¿Estás jugando conmigo, verdad? ¿Estás enojada por algo?- preguntó acercándosele.

-¿Por qué estaría enojada? Por el contrario, debería estar saltando de felicidad, ¿no crees? Hasta hace dos días era una "trepadora" que me había acostado con un magnate para conseguir un ascenso, y ahora seré su esposa, ¿acaso puedo pedir más?

-Exacto. Deberías estar agradecida con el universo. Y no, no te pediré disculpas por asumir en un momento de enojo lo que parecía obvió.

-Eres...

-Ten cuidado de lo que me vas a etiquetar, pronto seré tu esposo. -¿Tú, mi esposo?- cuestionó abriendo mucho los ojos.

-O tú mi esposa, la esposa de David Del Villar- repuso con molesta tranquilidad.

-No, señor Del Villar. ¿Por qué nos iríamos a casar usted y yo?- preguntó arrugando el entrecejo.

-Porque lo propusiste y yo acepté, por eso- dijo encogiéndose de hombros, como si fuese lo más normal.

-¿Yo te lo propuse? ¡Estás loco!- se movilizó pasándole por el lado, para volver a su asiento.

-¿Ahora sufres de amnesia?

-No comprendo... se supone que solo querías quitarte a tu madre de encima con lo del matrimonio, y que tenías un plan para deshacerte del supuesto compromiso.

-Claro que no, justo antes de mi madre interrumpirnos me gritaste que sí me casaría contigo, y yo dije que sí. Así que simplemente acepté casarme contigo, ¿dónde está lo incomprensible en esa oración?- argumentó, como un maestro de gramática- Y no fue la primera vez que lo propusiste- volvió a encogerse de hombros mirándola de soslayo.

-¡Tonterías! Explícale a tu madre que todo fue un mal entendido o invéntate cualquier excusa y listo.

-¡Y listo! Crees que ando prometiendo y diciendo cosas que no voy a cumplir?

-Pero solo fue...

-¡Te equivocas! Pasaré por ti esta noche. En mi familia ya todos saben que me voy a casar a fin de mes. Y será contigo, por supuesto- le aseguró, apoyando sus manos sobre los brazos del sillón donde estaba sentada.

-Señor Del Villar, no me puede obligar a...

-Pensé que era una mujer de palabra, fue lo que dijiste, ¿no?- le acercó mucho el rostro, casi rozándole.

Ross parpadeó.

-Lo soy.

-¿Entonces?

-¿Qué gana con casarse conmigo?- no lo tuteó a propósito.

-Una esposa, supongo- argumentó irguiéndose-. Ya eso quedó claro, pero parece que te gusta escucharlo. No tengo problemas en complacerte.

Ross volteó los ojos.

-La gente no se casa solo por tener... una pareja, al menos no en mi clase.

-¡Ah, no! No sabes mucho de la vida. En todos los niveles sociales hay gente que une su vida a otra por lo que menos te puedas imaginar– corrigió, haciéndola parecer ingenua.

-¡Pues yo lo haré por amor! Soy una romántica, nadie me podrá arrebatar eso.

-¿Y quién dice que nuestra unión no sería por amor?- se inclinó y le acarició la barbilla haciéndola estremecerse.

-No me conoces... no te conozco... David sonrió con malicia.

-Te conozco lo preciso... nunca es demasiado...- le guiñó un ojo.

David le acarició el rostro.

Ross lo miró directamente, parpadeando mucho sin apartarse.

Al notar la receptividad, él bajó lentamente la cabeza y le rozó los labios, ella quiso más y entreabrió los suyos. Justamente en ese momento fueron interrumpidos por Joel y Vía, que entraron parloteando. Ross se "espantó" tanto que empujó a David, y levantándose rápidamente caminó hacia el encuentro de los recién llegados.

-¡Ross! Cómo es que corre el rumor...- entró Joel diciendo, pero se detuvo en "seco".

-Dra., disculpe, no pude detenerlo y...- era lo que decía Vía segundos antes de entrar, quien también se quedó con la boca abierta al percatarse de lo que estaba pasando en el interior de la oficina.

-¿Cuál es ese rumor que tanto le preocupa, señor...?- David dejó a propósito la frase a medio terminar acercándose a los demás, precisamente colocándose al lado de Rossalind.

-Joel Torres, Dr. Torres para servirle- dijo el "jabao" extendiéndole la mano.

-¿Cuál es el rumor?- volvió a preguntar, estrechando la mano ofrecida.

-Nada importante señor Del Villar, es algo que solo nos afecta a Ross y a mí- dijo con nerviosismo-. Algunos envidiosos comentan que es amante de Eladio y que... él intervino para que ocupara la vacante que había, pero...

-Pero usted no cree eso, ¿cierto? Mi Prometida es competente y además no necesita un intermediario para que yo le facilite todo lo que ella desee- sin más, se inclinó y le depositó un rápido beso a su novia-. Nos veremos en el almuerzo- le dijo, y se fue.

Todos, incluyendo a Ross, se quedaron atónitos.

-¿Él dijo Prometida?- preguntó Joel cuando volvió en sí, y ella no desaprovecharía la oportunidad de darle "un golpe sin mano".

-Sí, así es. Nos comprometimos y nos vamos a casar.

-Estás loca de remate. Ese hombre solo te usará, no te quiere ni tú a él. Me amas... vamos a olvidarnos de los malos entendidos, por favor- suplicó tomándole las manos.

-¡Qué no me oíste, estoy comprometida! Y hazme el favor de retirarte- le exigió, soltándosele.

-Te vas a arrepentir si te involucras con ese señor, puede que sea muy adinerado y exitoso pero también es...

-No te permito que calumnies a mi novio. Adiós. Acompáñalo a la salida, Vía, por favor- solicitó a su secretaria y se sentó en su escritorio, fingiendo o revisando algunos papeles. Y solo levantó la cabeza cuando escuchó la puerta cerrarse.

Ross estuvo revisando cosas hasta que empezó a sentir hambre. Miró el reloj y ya era más de la una de la tarde.

-Con razón- murmuró para sí-. Qué estúpida soy, en verdad me creí que nos veríamos en el almuerzo.

Tomó su bolso y salió dispuesta a ir hasta la cafetería de la firma. Por supuesto, se llevó con ella a Vía.

Las chicas se sentaron junto a Eladio, más tarde se agregó Joel a la mesa haciendo que Ross se sintiera más incómoda, parece que no era suficiente con tener a todo el grupo del séquito de David, dentro del cual había reconocido a Víctor, Lion y Yara, sentados en la mesa del lado.

Había un murmullo.

-Es un hombre atractivo, qué importa si solo me quiere para un rato- comentó una mujer, con toda la intención de que Ross la escuchará.

-¡Basta! La Dra. Duval no es como otras que se conforman con hombres a medias- exclamó Vía muy molesta.

-Prefiero un hombre a medias que un hombre de solo un rato. Espero que haya disfrutado su momento porque con el joven del Villar, "plátano maduro no vuelve a verde".

-Y yo espero que no estén hablando de mi prometida- sentenció Joel.

-¡No soy tu prometida!- refutó Ross, y empezó a comer con la cabeza gacha, tratando de olvidarse de las miradas de los que la rodeaban. De pronto percibió un silencio sepulcral y levantó la vista. Miró hacia la puerta donde apuntaban las demás miradas. Sus ojos no podían dar crédito a lo que estaban viendo. ¿El mismísimo David Del Villar se dirigía hacia... ella?

Lion y Víctor se levantaron en señal de bienvenida, pero David les saludó con un gesto de la mano y se paró al lado de Ross, que se encontraba a la derecha de Eladio, quien estaba sentado en la silla principal.

-¡Señor, siéntese aquí!- dijo Eladio, levantándose rápidamente y colocándose en otra de las sillas de los laterales.

David así lo hizo.

-¡No me esperaste!- reclamó a su prometida.

-Lo siento, tenía hambre- contestó Ross sin levantar el rostro.

-Se nota- declaró él.

-¿Va a comer con nosotros?- preguntó Eladio.

-Claro, también tengo hambre- tomó la mano con la que Ross sostenía el cubierto-. ¿Me dejas probar?- solicitó ante las miradas evidentemente discretas de los demás.

Ella no tuvo más opción que entregarle el cubierto. David pinchó un brócoli y se lo llevó a la boca.

-Nada mal- expresó, y continúo comiendo camarones y vegetales.

Un camarero se acercó para tomar su orden, preguntándole qué le servía.

-Lo mismo que le sirvió a ella- apuntó.

Ross no sabía dónde "meter la cara", literalmente.

-Nunca antes lo había visto comer aquí, señor- intervino Eladio.

-La culpable es Rossalind, cualquier reclamo se lo hace a ella- explicó, sabiendo que sus empleados lo preferían lejos en sus horas de almuerzo, para tomarse su tiempo con mayor libertad.

-Oh no, no es una queja- manifestó el hombre en apuro.

-La comida no está mal pero no es lo mismo que en un restaurante cinco estrellas- dijo Joel con una media sonrisa burlona.

-Más importa la compañía- expresó David, quien justo en ese momento se colocó el celular en la oreja-. Sí, voy- dijo al teléfono-. Les dejo, debo irme ahora, buen provecho- extrajo su cartera del bolsillo trasero del pantalón-. Por favor, paga la cuenta de la mesa, yo invito- le entregó la cartera a Ross, se levantó y se marchó sin darle tiempo a refutar.

Rossalind miró atónita el objeto en su mano.

-Aquí está la cuenta señorita- le informó rápidamente el camarero.

-¿La cuenta de todos?- preguntó aún en trance.

-Claro, no todos los días se ve al jefe de jefes por aquí, y menos invitando. Solo no agregué su pedido porque se fue- dijo el joven-. ¿En efectivo o tarjeta?- continuó.

-Supongo que en efectivo- contestó aún azorada.

-Claro, no todos los días se ve al jefe de jefes por aquí, y menos invitando. Solo no agregué su pedido porque se fue- dijo el joven-. ¿En efectivo o tarjeta?- continuó.

-Supongo que en efectivo- contestó aún azorada.

Ross revisó la cuenta y luego la cartera, pagando lo solicitado en efectivo.

Se levantó de golpe y casi huyó de allí.

Apurada, tomó el ascensor directamente hacia la oficina de su prometido. Aprovechando que las secretarias estaban ocupadas y el seguridad con la guardia baja, entró sin tocar y puso con un sonoro golpe la cartera en el escritorio.

-¿Qué te pasa? ¿Por qué me entregas tu cartera en frente de todos? ¿Es que quieres poner en evidencia nuestra relación?

-¿De que hablas, acaso debemos escondernos?- preguntó arrugando el entrecejo- Y si eso te preocupa...David miró la pantalla de su computadora, donde un grupo de espectadores los veían asombrados.

-Por qué no... - titubeó tapándose la boca.

-¡Vaya, una chica devolviendo una billetera! Esas cosas solo le pasan a David Del Villar- bromeó un espectador.

-Yo no la dejaría ir- agregó otro-. Claro, hasta confirmar que no la regresó vacía.

-Damos la reunión por terminada- declaró David saliendo de la vídeo conferencia.

-¡Lo siento!- Ross agachó la mirada-, no sabía...

-No acepto tu disculpa. ¿Qué es eso de que estoy poniendo en evidencia nuestra relación? ¡Nos vamos a casar, Rossalind!- tomó su cartera y la volvió a guardar en el bolsillo.

-David...-lo miró incrédula- ¿Qué? ¿No vas a revisar?

-¿A revisar qué? ¿Usaste más de lo que decía la cuenta?

-No, claro que no.

David se levantó y se le acercó.

-Tampoco es que pasara algo si lo hicieras. Pronto seremos... esposos.

-¿Y qué pasa con eso?- cuestionó abriendo mucho los ojos.

-¡Qué pasa con eso!- repitió arqueando las cejas.

-Sí, qué pasa. Si es que se hace realidad...- dijo apuntando con un dedo- No es como que lo tuyo es mío y mi vida te pertenece- aclaró.

-Serás mi esposa, la esposa de David Del Villar.

-Y tú mi esposo. ¿Cuál es el punto?

-¿Qué punto?

-No lo sé.

-¡No lo sabes! Estás preguntando por un punto.

-Lo que quiero decir es que... Aunque me case contigo seré una mujer independiente y tendré los mismos derechos.

-¡Independiente, por supuesto! Pero eso no significa que harás lo que se te venga en gana.

-¿Entonces qué significa?

-No lo sé. ¡Dios mío, qué es esto!

-Solo quiero que quede claro que no seré de tu propiedad por ser tu esposa- advirtió, señalando con un dedo otra vez.

-Y yo solo digo que está bien, pero que cuando seas mi esposa no podrá hacer todo lo que te venga en gana.

-¡No estoy entendiendo! ¿Acaso no harás tú lo que se te venga en gana?

-No, supongo que no.

-¡Supones!

-No es lo mismo- argumentó virando los ojos.

-¿Quien lo dice? ¿Tú?

-No... la sociedad.

-¿Y no que no te importa lo que piensen los demás?

-Bueno, vivimos en sociedad y hay reglas.

-Claro, reglas impuestas por los hombres a su conveniencia.

-Era lo que me faltaba, una feminista- David retrocedió y se sentó con los brazos sueltos hacia los costados.

-¿Acaso eres machista?

-No, supongo que no lo soy.

-Ya veo- dijo torciendo la boca.

Ross también se sentó frente al escritorio, luego de un rato sin ninguno decir nada.

-¿Qué?- quiso ella saber, al notarle una leve sonrisa.

-Nada, es que... ¿por qué no mejor me caso con una mujer obediente?

-Es lo que te digo.

Ambos rieron.

-De acuerdo. Harás lo que quieras pero como mi esposa... hay cosas que son innegociables, como el sexo por ejemplo, debe ser exclusivo.

-Está claro que tengo derecho a pedir lo mismo de tu parte, verdad.

-Puedes pedir lo que quieras.

-Bien, entonces lo pido.

David solo sonrió.

-Si no puedes cumplir con eso, no te preocupes, en caso de que se dé...- volvía a dudar de que realmente se casaran- seríamos esposos pero no esposados- agregó Ross con sarcasmo, sacándole una "risotada".

-Por cierto, que tu ex novio no vuelva a presumir que tiene una relación con mi mujer.

-Aún no soy tu mujer.

-¡Ah no!

David se levantó y caminó hacia ella. Sosteniéndola por los hombros, la hizo levantarse para sentarse él en la silla y colocarla sobre su regazo.

-Suéltame por favor, alguien podría entrar- forcejeó un poco, pero él la tenía atrapada rodeándola por la cintura.

-Nadie entrará, no podemos tener tan mala suerte.

-Soy tu empleada, estamos en tu oficina...

David la soltó y dejó reposar los brazos sobre la silla.

-De acuerdo, bésame tú entonces. Por favor- suplicó mirándola a los ojos.

Ross le tomó el rostro entre sus manos y lo besó.

Fue un beso profundo pero breve.

-No eres tan buena besando- observó.

-Vaya, tú... podrías ser más caballeroso- reclamó roja de la vergüenza, tratando de levantarse, pero él la detuvo.

-¿Menos sincero, querrás decir? Te molesta que te haya dicho lo que pienso.

-No, es que...

-Pues yo sí espero que no te guardes nada, principalmente en ese ámbito.

Ross se relajó un poco con su explicación.

Ahora fue el turno de él sostenerle el rostro.

-Déjate llevar- pidió-. No es como que mi lengua sea un caramelo al que debes extraerle todo el dulce.

Él empezó a besarla succionando con delicadeza uno y otro labio. Y en ocasiones, se iba más profundo.

Ross le rodeó el cuello con los brazos y presionó su cuerpo contra el suyo. Se sentía tan bien que pasaría toda la vida allí.

De pronto la puerta se abrió.

-¡Oh señor, lo siento mucho! Toqué y como no habló... y no sabía que había alguien- doña Sofía se dio la vuelta para darles la espalda-. No he visto nada, no soy testigo de nada- continuó la mujer, abrumada.

-Sofía, date vuelta- le ordenó poniéndose de pie con Ross, tratando de mantener la calma, pero en realidad estaba muy enojado-. No tienes que haber visto nada porque no estamos haciendo nada- le aclaró, ya con ella de frente.

-Lo siento señor, de verdad lo siento-Sofía puso unos documentos que llevaba en las manos sobre el escritorio.

-Mejor me retiro- concluyó Ross, casi corriendo hacia la puerta.

-¡Rossalind!- la detuvo antes de que saliera- Te veo en la noche- recordó.

Ella solo asintió y se fue.

Esa tarde llegó a su nueva casa temprano. No solo tenía que atravesar la odisea de seleccionar qué ponerse para la dichosa cena, sino que tenía que llevar un listado de los que serían sus invitados a la boda, pues, antes de salir de la oficina, su futura suegra le había telefoneado solicitándole la información. Por lo visto, la señora Del Villar ya tenía muy adelantados los preparativos.

Tenía sobre la cama varias opciones para ponerse. Tocaron la puerta, y aún en toalla fue a abrir, segura de que se trataba de su amiga Noemí.

-¡Demonios! ¿Qué haces...?- preguntó colorada.

-Seis y cuarenta y cinto, no me iba a arriesgar a que no estuvieras lista para las siete, mi abuelo aborrece la impuntualidad- contestó David con calma.

Iba vestido semiformal con jean negros, camisa blanca y zapatos de vestir. Se veía realmente sexi.

-Entonces debiste decirme que pasarías antes.

Lo miró con una ceja arqueada.

-Lo siento- se disculpó con una sonrisa de medio lado.

-¡Lo sientes!- abrió los ojos de par en par-Bueno, tendrás que esperar unos minutos, ya salgo.

-No pretenderás que te espere afuera, ¿cierto?- se quejó David.

-Claro que si, tu auto sería buena opción.

Observó estacionado en la calle el auto negro.

Él lo miró con el seño fruncido.

-Necesito pasar al baño- agregó, al notar que ella hablaba muy en serio.

-¿Mi baño?

-Puede ser el de un vecino, pero como no conozco ninguno deberás pedir el favor tú.

-¡Qué chistoso!- se hizo a un lado para dejarlo pasar.

-La cena se podría cancelar- dijo al entrar.

-¿Por qué?

Ross se sonrojó hasta la médula, al darse cuenta por la forma de mirarla qué era lo que insinuaba.

-Hazme el favor de no mirarme así- agregó tomando valor.

-¿Así cómo?

-¡Como lo haces!

-¿En serio no te gusta cómo te miro?

-Claro que no, no soy un pedazo de carne- le dio la espalda y se encaminó hacia el dormitorio.

-Ni yo un oso hambriento, tranquila- él la siguió.

-¿Y ahora?- se giró de pronto al sentirlo seguirla-¿En serio...?

-En serio- dijo refiriéndose a lo del baño.

-Bien- abrió la puerta y lo hizo pasar.

-Puedes irte cambiando para ganar tiempo- le aconsejó mirando el "paquete" de ropa sobre la cama.

-Sí claro, cuando salgas- le señaló el baño que estaba dentro de la habitación.

Él le obedeció, y cuando regresó se quedó mirándola otra vez.

-¿Quieres que te ayude a seleccionar?

-No gracias, sal ya- le señaló la puerta.

David no estaba acostumbrado a que lo trataran así. Cualquiera se desvivía por complacerlo y seguirle el juego hasta que él se cansara. Esta mujer simplemente era ella, y le provocaba ser auténtico también.

-Deja la timidez, ya nos hemos visto desnudos y vamos a ser marido y mujer oficialmente muy pronto- se le acercó y le acarició la barbilla.

-No seré tu mujer... yo... -¡Bromeas!

-Tú me estás... obligando- como un resorte, retrocedió.

-¿Obligando yo?- caminó hacia la puerta- Vamos a hacer lo siguiente: en la cena con el abuelo y mis padres tú les dirás que fue un mal entendido. Que tú no sabías que hablábamos en serio, que para ti era solo una broma o lo que sea. El punto es que... tú aclararás las cosas, después de todo el mal entendido se dio de tu parte, yo siempre hablo en serio.

-Bien.

-Perfecto, te espero afuera- anunció, pero se quedó merodeando en la sala.

-¿La paga no es suficiente?- preguntó de pronto a través de la pared, sobresaltándola.

-¿Qué haces? Creí que habías salido- se volvió a cubrir con la toalla.

-No, estoy viendo tu sala sin muebles. ¿Qué hay de la paga?- volvió a preguntar.

-¿Qué paga?

-El salario en la Firma, pensaba que los profesionales que trabajan para nosotros recibían un sueldo para vivir... pues... en no malas condiciones.

-No vivo en malas condiciones señor Del Villar.

-Entonces... ¿decides vivir... así?

-Soy pobre, David.

No le iba a contar a su prometido rico sobre sus problemas económicos, no fuera cosa que quisiera intervenir, y eso sería una ofensa para ella que se consideraba muy capaz de resolver sus propios asuntos. Si quería ser una mujer independiente, eso también conllevaba ser resolutiva. Independiente para ella significaba: no depender. Se burlaba en silencio de las mujeres de la época, que se jactaban de ser independientes pero vivían de sus hombres, y a la larga, a su merced también.

-De acuerdo- ahora sí salió del aparta-estudio.

A Ross no le quedaba mucho tiempo, así que se decidió por un jean beige, una blusa blanca sin mangas que se ceñía en la cintura y abría hasta la parte superior de las calderas, y como tercera pieza un blazer también beige. El toque de elegancia se lo dieron sus tacones y bolso de mano Camel, además de los aretes perlados como accesorios. Como ya se había maquillado, se puso el pelo de lado y aplicó un poco de Coco Chanel No. 5, y listo.

Salió del apartamento decidida a terminar con aquella farsa, ese hombre no se quería casar y solo la estaba utilizando para fastidiar a su familia. Él le abrió la puerta del auto, y dio la vuelta para colocarse al volante y emprender la marcha.

Capítulo 5

Ninguno dijo nada de camino a la mansión, donde fueron recibidos con entusiasmo por el abuelo Jack y el señor Dean Del Villar, luego se les sumó la señora Letizia, o Lety como le gustaba ser llamada.

-Eres tan hermosa como una rosa fresca, con razón tienes a mi nieto tan entusiasmado- expresó don Jack mientras se sentaban a la mesa.

-Gracias, es usted muy amable.

La primera parte de la cena se dio en prudente silencio, según pasaba el tiempo las conversaciones se hacían más animosas. Ross era parte de las mismas; siendo todos abogados, los temas le sobraban. El que menos intervenía era David, solo lo hacía cuando era meramente necesario.

Luego de la cena, pasaron a una enorme sala de estar donde les sirvieron vino.

David se alejó con el pretexto de que debía hacer una llamada.

-Trajiste la lista de tus invitados- le preguntó doña Lety a Ross, sosteniéndole la mano con familiaridad.

-Sí, claro. Aquí está- sacó de su bolso una hoja con nombres y se la entregó-. Son pocos.

-Bien, mañana te tomarás el día para mostrarte todo lo que hemos avanzado- le informó la señora.

-Pero... tengo trabajo mañana.

-Ya eso está solucionado. Esta misma tarde hablé con David para que lo resolviera.

-Ok.- dijo con una fingida sonrisa. No le agradaba que tomaran decisiones por ella, pero no era el momento de discutir.

Un sirviente se presentó anunciando a la señorita Cinthya Burgos y don Joshua Burgos, el abuelo. Entró, entonces, una joven alta, con el pelo castaño y muy corto, de grandes ojos grises, "tongoneando" su esbelta figura como una supermodelo. Llevaba puesto un mini vestido que hacía volver cualquier mirada. Más atrás un anciano jorobado, pero que se notaba había sido muy alto también de joven.

En ese momento David volvía al salón, por lo que la chica fue directamente a saludarlo con un efusivo abrazo. Siguió saludando como toda una princesa. Parecía muy admirada por todos, pero en especial por el abuelo, quien no dejó de elogiarla y preguntarle por sus padres y demás.

-Querida Cinthya, te presento a la señorita Duval, Rossalind Duval. Ella es la prometida de David. Rossalind, Cinthya Burgos es como de la familia- las presentó el abuelo-. Y aquí también está mi viejo amigo Joshua. Habíamos soñado con emparentar alguna vez, pero parece que no será posible.

-Ya somos parientes, viejo zorro- confío el anciano Burgos con una amplia sonrisa.

-Perdona abuelo, me parece que Rossalind tiene algo que decirles- anunció el prometido, sentándose en el brazo del sofá donde ella se encontraba, y sosteniéndole un hombro como muestra de apoyo.

Ross lo miró nerviosa, sabía perfectamente a lo que se refería y por qué lo hacía justamente en ese momento. Era obvio que no deseaba seguir con la farsa delante de su enamorada. La forma en que se saludaron no revelaba, precisamente, que ella le desagradara, muy por el contrario. Y además, era bellísima. Era su turno de jugar.

-Oh sí, pero ya está resuelto cariño. Me preocupaba no poder participar activamente en los preparativos de la boda pero ya tu madre me informó que tengo disponible el día de mañana para integrarme en la organización.

-Perfecto, solo espero que no te arrepientas... cariño... de pasar el día con mi madre.

Los dos comprometidos continuaron su conversación en clave.

David miró su reloj y se puso de pie, la tomó de la mano para hacerla levantarse también.

-Es hora de irnos.

-No creo que sea muy tarde- intervino don Jack -. Cinthya y Joshua acaban de llegar.

-Ellos se quedarán a hacerles un poco más de compañía, abuelo- expresó David, asumiendo que la presencia de los Burgos no era casualidad.

Finalmente se despidieron de la familia Del Villar y se marcharon.

Otra vez reinó el silencio en todo el trayecto.

-Me haces el favor de dejarme en la próxima esquina- solicitó ella, ya en su sector pero aún un poco retirado de su casa.

-¿Porqué, acaso no quieres que te vean llegar conmigo? Tuviste tu oportunidad de retractarte y no lo hiciste. Puedo ser muy bueno a la buena, no juegues conmigo- le advirtió, deteniéndose donde le había indicado.

-¿Es una amenaza?

-Te estoy informando.

-Tú empezaste este juego.

-¿Qué te hace pensar que en algún momento ha sido un juego para mí?

-No lo sé... dijiste que el matrimonio no estaba en tus planes, eres un alma de nadie...

-No estaba... es pasado.

Ross no supo qué decir, no lo podía creer.

-¿Por qué yo?

-No lo sé... tal vez porque te gusté cuando no sabías quién era yo, y después de saberlo me rechazaste. Era de esperarse todo lo contrario- sonrió realmente molesto-. Parece que me complace llevar la contraria.

-No creo que alguna vez te hayan rechazado.

-Tú lo hiciste. ¿Acaso no huiste cuando descubriste quién era yo? ¿No fue eso lo que pasó?

Ross se sonrojó.

-No es...- no se atrevió a decirle que no lo rechazaba a él, solo se protegía ella- No supe qué hacer, fue solo eso. Eres el gran David Del Villar- sonrió con amargura al recordar lo que se comentaba de él.

-¿Qué hubiese pasado diferente si me hubieses reconocido o conocido?- cuestionó arqueando una ceja.

-Seguro solo te hubiese hecho una reverencia, además de un agujero en la arena para enterrarme.

Él sonrió.

David sacó de su bolsillo un anillo con un diamante. Ross lo miró sin saber qué esperar. No podía ser lo que sus ojos estaban viendo, pensó. Pero él le tomó la mano izquierda y se lo puso en el dedo anular.

-Esta sortija tiene gran valor familiar, perteneció a varias generaciones de mis ancestros. Hace poco el abuelo me la entregó para que siguiera la tradición de dársela a mi futura esposa.

Ella no dejaba de mirar al anillo en su dedo, y a su prometido.

-¿Y qué pasaría si no nos casamos?

-No lo sé... no he pensado en esa posibilidad.

-¿Y si nos divorciamos?

-Se lo darás a nuestro hijo para su esposa.

-¿Hijo?

-Debe ser a un varón- dijo David muy tranquilo, como si fuera tan fácil.

-¡Ya veo! Será un reto- observó el anillo en su dedo y luego a David-. Te agradezco que me hayas traído a casa temprano.

No tenían que tocar el tema, ambos sabían que muy probablemente la presencia de Cinthya en la mansión esa noche no era casualidad, y que él se la había llevado temprano para evitarle pasar un mal rato.

-Siempre, mientras tú me lo permitas, siempre te cuidaré.

-¿Eso por qué?- cuestionó arrugando el entrecejo.

- Oh, soy un hombre responsable, si vas a ser mi esposa es lo menos que debo hacer.

-¡Cosas del deber!

-Exacto. Digamos que siento que eres mi responsabilidad.

-No me digas que...

-Algo de dudas me queda todavía- confesó. La verdad es que sí creía que le había salvado la vida, aunque no de un intento de suicidio, sí de un accidente.

-No tienes remedio, buenas noches.

-Que descanses.

-Gracias, igual.

Él la vio bajarse del auto, tocar la puerta de una modesta casa y entrar cuando una joven le abrió.

-¿Amiga, quién es ese que te trajo?¡Qué máquina!- dijo Noemí, levantado su cabeza por encima de Ross para informarse bien. Aunque no pudo ver al conductor.

-Es... David Del Villar- contestó tratando de parecer natural.

-¿Qué dices?- la sostuvo del brazo y la llevó a sentarse en un viejo sofá- Te escucho...

-Estoy con él, creo.

-¡Qué puedo decirte! Disfrútalo mientras lo tengas, cuentas con todo mi apoyo. Ojalá no sea... pero si sales lastimada también estaré para acompañarte.

-Gracias amiga- le abrazó-. Creo que el vestido que compraste para mi boda con Joel siempre te lo pondrás.

-¿Crees que...?- le sostuvo el rostro como si fuera una niña.

-Nos casaremos a fin de mes, el veinticinco. Mañana te entrego tu invitación- anunció emocionada.

-¿Estás... feliz?

-Creo que no debería, pero en realidad sí- bajó la vista, avergonzada de que su amiga la creyera tan ingenua que tan pronto volviera a confiar.

-Claro que debes estarlo, no todos los días uno se casa con un guapo millonario.

-¡Noemiií! Sabes que...

-Está bien, era broma- argumentó volteando los ojos.

-Bueno, ya van a ser las once de la noche, me voy. Nos vemos mañana- se levantó y caminó hasta la puerta en compañía de la anfitriona.

-Oye, te quiero mucho, lo sabes, ¿verdad?- le expresó la mulata, abrazándola.

-Yo también- le correspondió de igual manera, y se despidieron.

Ross caminó hasta su casa con pasos muy lentos, pensativa. Se detuvo perpleja al notar a sus padres frente a su casa. No se les veía buena cara y ella dedujo lo peor.

-¿Qué pasa, porque están aquí?- cuestionó.

-¿Qué hacemos aquí? ¿Crees que esa es la forma de recibir a tus padres?- se quejó Sonya- ¡Pero qué se puede esperar de ti! Ahora haces lo que te da la gana, hasta te has convertido en la amante de tu jefe.

-¿Qué? ¿De qué hablas, de dónde sacas que David es mi amante?

-Bien que sabes de lo que estoy hablando, tú misma te estás delatando- acusó la señora.

-Mejor entremos, a nadie le hace bien está discusión en la calle- intervino Onil.

Haciéndole caso, Ross abrió la puerta y los dejó entrar.

            
            

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