Capítulo 4 Sorpresa donde los padres

Por supuesto, sabían quién era.

-Buenas noches- saludó, a sabiendas de las miradas atónitas de todos-. Es un presente para el festejado- dijo, sacando un estuche envuelto en papel de regalo, y entregándoselo al señor Onil después de buscarlo durante unos segundos con la mirada.

-Gracias- alcanzó a decir el hombre.

-Es un placer conocerle. ¿Usted debe ser la señora Sonya?- preguntó, dirigiéndose a la mujer en el centro de la reunión.

-Sí, lo soy. Bienvenido a nuestra humilde casa, que es su casa- ofreció, con demasiada amabilidad, la madre de Rossalind.

-Ya veo que la belleza viene de genética- agregó él con cortesía.

-Gracias, querido. Una vez lo fui, ahora lo son mis hijas. Me parece que aún no conoces a la más pequeña, Jazmina. Hija, saluda al señor Del Villar- le pidió a la joven, que se apresuró a extenderle la mano.

-Sí, es muy hermosa. Felicidades- sus manos se quedaron sostenidas por unos segundos-. Espero pueda verme... como un hermano mayor.

-Claro...- ella le sonrió y viró los ojos con picardía.

Como picada por un bicho, Ross empezó a caminar hacia la puerta. No podía soportar aquello, era obvio ante sus ojos que a su hermana le había gustado también David.

-Ah, Rossalind la mayor...- se dirigió ahora la señora a Ross, haciendo que se detuviera muy cerca de la salida.

-Tengo el placer de conocerla- sin perder tiempo fue hasta donde estaba ella, había notado su intento de escape-. ¿Cómo has estado, mi vida?- la sostuvo de la mano y no vio el anillo-¿Dónde está?- sin darle chance tomó su bolso de mano, lo abrió y sacó la deslumbrante sortija. Y sin mucho preámbulo le tomó la mano otra vez y se la puso. Ross no se atrevió a hacer ningún movimiento- Me parece buen momento para anunciar el compromiso.

-Claro- aceptó muy bajito-. Señores, les presento al señor David Del Villar, mi amigo y jefe- dijo elevando la voz-. Él nos acompaña esta noche y también lo hará el día de mi boda con Joel.

No volvería a repetir la misma historia, su hermana le había echado el ojo a su probable prometido y "era de armas a cuidar".

-Parece que mi futura esposa se ha enojado por algo que hice- declaró con una media sonrisa-. Cometí la torpeza de no pedir oficialmente a sus padres su consentimiento antes de presentarme así- agregó inclinando levemente la cabeza-. Mañana empezarán a llegarles las invitaciones. En otro momento regreso a conversar con ustedes – anunció, mirando a Sonya y a Onil-. Buenas noches- sin más, intentó marcharse, pero su futura suegra lo detuvo.

Todos estaban viendo el diamante en el dedo de Ross.

-Eres bienvenido querido, y por supuesto que cuentan con nuestro apoyo. Faltaba más- se le acercó y lo tomó de la mano, para hacerlo sentarse al lado de su esposo- ¿Qué desea tomar?

-Cualquier cosa, yo solo... deseo conocerles.

Ross no podía dar crédito a lo que sus ojos veían, y finalmente se marchó, dejando a su prometido en la celebración.

Fue hasta el parque del pueblo que quedaba a unos cinco minutos, y se sentó allí con la mirada perdida por casi media hora.

-¿Me puedo sentar a tu lado?- lo escuchó decir, levantando la vista como un relámpago.

-¿Qué haces aquí?- le cuestionó, volviendo la mirada al suelo.

David se sentó y le rodeó los hombros con el brazo.

-¿Qué crees que haces?- le cuestionó ella alejándose.

-¿Ahora por qué estás tan enojada?- le preguntó.

-No te hagas el gracioso conmigo. No seré el hazmerreír de todos por tus bromas de mal gusto.

-¿De qué hablas, mujer?- interrogó, girándose de medio lado para mirarla.

-De tu compromiso de verdad, de eso hablo- le explicó, mirando a la distancia.

-¡Ah, eso!- volvió a enderezarse, mirándola entonces por el rabillo del ojo y cruzando los brazos sobre el pecho.

-¿En serio?- ahora la que se giró fue ella, enfrentándolo-¿Es todo lo que tienes que decir? ¡Encima vienes e irrumpes en el cumpleaños de mi padre para anunciar un compromiso que no existe!

-El nuestro es el verdadero. El otro lo publicaron ellos- confesó con desgano.

-¿Ellos?

-Ellos. Te dije- agregó encogiéndose de hombros.

-¿Qué me dijiste? No entiendo.

-Que querían que me casara- volvió a mirarla por el rabillo del ojo.

-Pero no conmigo, ¿verdad?

-No, con nadie que no sea su elegida. En verdad, no es que deseen que yo me case, ellos lo que quieren es unir las dos familias, y solo estoy yo.

Hubo un largo silencio.

-¿Y ahora qué?- lo miró de soslayo, después de volver a sentarse derecha.

-¿De qué? Lo que ellos digan o hagan...

-No es eso. Pareces triste- dijo haciendo pucheros.

-¡Eso! Deberías darte lástima de mí- se acercó a ella un poco más y la abrazó por el cuello.

Ella solamente lo miró de reojo y luego levantó la barbilla, sonriéndole.

-Y eso... que no saben todo de mí. -Con que yo sepa basta.

-Y si tú tampoco sabes...

-Nada ni nadie podrá mancharte ante mis ojos.

Ross río a carcajadas.

-¿Lo leíste en alguna novela romántica? Aunque no pareces de los que leen ese tipo de libros.

-¿Y qué más no parezco?

-Hum... no pareces un cuidador de casas.

-¡Así que no me creíste! Y yo que estaba contento porque asumía que tú no te habías interesado en mí por... el botín.

-Estaba aturdida pero no estúpida-. Lo miró de reojo.- Tu auto y... tu ropa, era claro que eras o eres rico. ¿Estás decepcionado?

-La verdad, sí. Quería contarles a nuestros hijos que te habías enamorado de mí creyéndome pobre.

Guardaron silencio por un rato.

-Supongo que no regresarás hoy a la ciudad- le lanzó una mirada rápida-. Hay un hotel en el pueblo pero no es la gran cosa- le informó mirando su reloj.

-¿Me acompañarás?- preguntó tomándole la barbilla para hacer que lo mirara a los ojos.

-¡Oh, aquí están!- exclamó Jazmina, acercándose a la pareja- Adónde deseas que te acompañen, David.

David se puso de pie inmediatamente.

-Al hotel- contestó Ross, también poniéndose de pie y marchándose.

-Yo te llevo- ofreció la rubia tomándolo del brazo.

-Puedo llegar solo cuñada, gracias- aseguró, sacando el brazo con disimulo.

-Prefiero que me llames Jazmina.

-Insisto en que me permitas llamarte "cuñada".

-¡Bueno!- se encogió de hombros.

David empezó a caminar dando largas zancadas, sabía que aún podía alcanzar a Ross. Justo antes de alcanzarla, su cuñada lo alcanzó.

-¿Sabes que mi hermana es frígida, verdad?- le preguntó, haciéndolo detenerse y voltear a mirarla pasmado por lo que escuchaba.

            
            

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