Capítulo 5 Miedo

"-Por favor, Eli, no llores más -pide mi hermana en un susurro suave, pero sé que ella también ha estado llorando, por la forma en que su voz se quiebra.

La habitación se llena de sollozos incontrolables por parte mía. No puedo -quiero- dejar de llorar, pero es tan difícil ahora que mi vida a perdido el sentido que tenia. ¿Qué voy a hacer ahora? ¿Cómo voy a distinguir una cosa de otra? ¿Qué hice para merecer esto?

Todo se fue al caño. Tengo tanto miedo ahora, y solo quiero pensar que es una horrible pesadilla de la cual muy pronto voy a despertar, pero claramente todo es tan real...

No es ningún sueño, todo es demasiado real. Ya no me quedan más lágrimas que derramar pero aún así no dejo de sollozar con fuerza.

Me siento devastada, derrotada... acabada.

La desesperación y el pánico se riega por todo mi sistema, y las lágrimas que creí que ya no tenia vuelven a salir una vez más por mis ojos y se deslizan por mis mejillas. Calientes y pesadas lágrimas salen y reflejan todo el dolor de mi alma. No quiero vivir así, no quiero, ¿Por qué? Es lo que me pregunto una y otra vez.

-Estamos contigo, cariño -esta vez es la voz de mamá que habla, y una mano se posa sobre la mía y se aprieta en un gesto que trata de ser conciliador, pero yo alejó mi mano de la suya como si esta quemase.

Negro, solo negro se ve. Ya no están los tonos cafés, rosas y violetas que siempre veía en mi habitación. Y duele como el infierno saber que nunca los veré otra vez, y que incluso los recuerdos de aquellos colores se hacen borrosos y lejanos, no puedo recordarlos con claridad, y es algo que me asusta y cala muy dentro de mí.

«Quedaste ciega, Elizabeth.»

Las torturosas palabras del doctor se repiten como eco en mi cabeza una y otra vez, como si quisieran que se quedan grabadas allí para siempre, como si quisiera que no las olvidará, para recordar mi sufrimiento el resto de mi vida. «Quedaste ciega, Elizabeth.» «Quedaste ciega, Elizabeth.» «Quedaste...»

-¡No! -digo tratando de callar mis horribles recuerdos-, ¡No es cierto! -grito al aire-. ¡Estoy bien! ¡No tengo nada! -sé que yo misma me engaño con mis propias palabras y me hiero sola, pero no me detengo-. Estaré bien, solo tengo que despertar. Solo tengo que... despertar.

-Eli, cálmate -mi hermana pide con la voz rota-, por favor... -con cada palabra que dice se nota todo el dolor que siente, pero que trata de tener a raya por mí."

"-Los tumores están acabado con su vida -escucho decir al doctor fuera de la habitación donde me encuentro. Mi vista comienza a ser borrosa y me cuesta ver algunos objetos. Y siento tanto miedo ahora. No quiero morir aún, tengo tantas cosas por vivir, pero desde que tuve aquel accidente, todo se volvió horrible.

Las voces se escuchan lejanas, así que me levanto para seguir escuchando lo que seguro me ocultaran. Me pongo mis zapatos para ir hacia la puerta de la habitación, con cuidado pero rápido a la vez quito la aguja que tengo en mi mano derecha sobre mi vena. Duele al principio por mi movimiento brusco, pero trato de alejarlo. Entonces una vez que llego a la puerta pego mi oreja a ella.

-Esta operación es muy riesgosa, y les pido que estén preparados para lo que sea -el doctor dice, y puedo escuchar un sollozo fuerte afuera-. Trataremos de hacer todo lo posible que este en nuestras manos, pero no les aseguro nada. Su vida pende de un hilo.

«Estás en la cuerda floja.» me susurra mi subconsciente. «Tu vida depende de un hilo. Un hilo que esta a punto de romperse.» entonces alejo esos pensamientos de mí.

Sé que así es, pero aún no me rendiré, no puedo hacerlo. Tengo que luchar, por mis hermanos, por mis padres, por mí...

La puerta se abren de repente y casi caigo al suelo, pero logro mantener el equilibrio. La mirada tanto del doctor como la de mis padres, están cargadas de una tristeza que me contagia. Y en sus ojos se refleja algo, tienen miedo, al igual que yo."

"Hace unos minutos entré al quirófano, donde la cirugía para quitar los tumores se llevara a cabo. Tengo miedo, estoy nerviosa porque algo mal puede pasar y estoy consciente de ello.

Estoy sobre la cama apunto de que me pongan la anestesia para entrar en cirugía, y en ese preciso instante mi madre entra diciendo al doctor que no tardara mucho y que sólo sera un momento.

-Mamá -pronuncio con la voz ronca por las emociones.

-Eli -se acerca hasta mí y acaricia mi cabello-. sé fuerte, hija, yo sé que puedes salir de esto.

-Tengo tanto miedo -le digo casi en un sollozo que seguro pudo destrozarle el alma.

-Lo sé, pero tienes que ser fuerte, por ti, por nosotros... -toma mi muñeca izquierda y coloca una pulsera en ella, que claramente el doctor me quitara después porque no puedo estar con ella en la cirugía. La pulsera de plata tiene grabado algo que apenas soy capaz de ver por mi vista borrosa.

-Mamá veo borroso -me escucho como una niña asustada de cinco años, pero es que realmente así me siento.

-Dice: "Eres más fuerte de lo que crees" -lee mi madre por mí-. Y nunca olvides eso, Elizabeth, no importa lo que pase.

Deposita un beso sobre mi frente y mi vista comienza a llenarse de lágrimas y una quema mi mejilla al deslizarse. Entonces un ayudante del doctor llega hasta nosotras.

-Señora, le pido que salga. La cirugía ya va a empezar -mi madre solo asiente y me dedica una ultima mirada, para luego salir de la habitación y dejar en las manos de doctores mi vida.

Entonces colocan una mascarilla que cubre mi nariz y boca, y la anestesia que han puesto comienza a hacer efecto, todos mis sentidos comienzan a debilitarse poco a poco. Y soy vagamente consciente de que la pulsera que mi madre me dio ya no está, entonces en ese momento todo se vuelve negro.

"Negro, negro, todo se ve negro.

No más colores luminosos, ni llamativos, ahora solo me encuentro en una inmensa oscuridad, sollozando y gritando, doy un grito que desgarra mi garganta al igual que mi alma."

Abro los ojos de repente. Negro. Todos aquellos recuerdos dolorosos volvieron, aquellos que quería mantener lejos, muy lejos de mí. Mi rostro se siente humedo y no es por el sudor, es por las lágrimas que lloré mientras dormía, incluso de los sueños me levanto llorando.

Toco mi muñeca izquierda con las yemas de mi mano derecha y me aseguro que lo que busco aún siga ahí; la pulsera de mamá sigue ahí. Entonces respiro hondo, creo que esto es lo que a veces me hace permanecer fuerte y no tirar todo de una vez como siempre he querido hacer.

Posiblemente sea de noche porque todo se escucha tan silencioso y callado.

Después que Carol y yo fuimos a la heladería con Evan, me arme del todo el valor y le dije que le ayudaría a lavar su camiseta pero se negó rotundamente y por más que insistí el dijo que estaba bien, que él mismo la lavaría, y me canse de tratar de convencerlo. E incluso el pago los helados, cuando debería haberlo invitado yo por haber embarrado el anterior encima de él.

Y de pronto me siento asfixiada, sofocada y la sensación de querer salir de aquí corriendo me invade por completo. Comienzo a hiper ventilar y mi corazón late una velocidad inhumana y parece que quiere hacer un hueco en mi pecho y salir.

Sin demorarme tanto, tanteo donde sea para buscar mis zapatos, y ni siquiera me preocupo en tomar algo para tantear el camino y no chocarme, mis pasos son apresurados así como mis movimientos, solo quiero salir porque es una necesidad, o siento que enloqueceré.

Busco la puerta, y con trabajo la encuentro y giro la perilla, tengo que salir porque me siento asfixiada, no tengo la más mínima idea de que hora es pero eso no me importa tanto, entonces bajo por las escaleras con un poco más de cuidado. No quiero resbalarme y hacerme más daño del que ya tengo.

Parecieron horas pero por fin encontré la puerta principal para salir a la calle, no estoy muy segura de que sea la puerta principal, pero me hago una idea en mi cabeza de que así es.

El aire helado pega en mi rostro y traspasa mi delgada capa de ropa, que imagino es un suéter y un pantalón de algodón, y me abrazo a mí misma en un intento por mantener el calor en mi cuerpo. Camino lejos de mi hogar para despejar mi mente, y solo para estar segura de que no voy en medio de la carretera, tanteo el piso con mi mano hasta sentir la altura de la banqueta y me aseguro de ir por ella.

Todo es tan silencioso y lo único que se escucha es el sonido de los grillos. Continuó caminando un poco más y tomo pequeñas bocanadas de aire para disminuir la pequeña faceta de pánico en mi habitación.

Un fuerte dolor en mi rostro me hace chillar, para luego llevar mi mano a la zona adolorida. Luego tanteo el camino frente a mí y mis manos tocan algo de metal frío.

«Te chocaste con un poste.»

Y es donde me pregunto donde habrá quedado mi bastón, ahora mis padres tendrán que comprarme otro.

Y sigo caminado por la insegura calle desolada, pero con pasos lentos para no volverme a chocar con otro poste de metal que me rompa el rostro o la nariz.

Entonces mi cuerpo impacta contra algo duro pero blando a la vez. «Otra vez me choque con alguien, me lleva el...»

-¿Qué haces sola a estas horas, linda? -la voz de un hombre interrumpe mis pensamientos, y claramente no es Evan. Se puede apreciar que seguramente tiene entre unos cuarenta y tantos años o no sé-. ¿Y bien?

Lo ignoro y decido girarme sobre mis talones para regresar desde donde vine y refugiarme en mi cama. Pero una mano fuerte me sujeta el brazo y inmediatamente detiene mi andar. Entonces la alarma se enciende en mi sistema.

-¿Ya tan rápido te vas? -siento su calor más cerca de mi cuerpo y yo por instinto trato de alejarme pero su agarre no cede, entonces me atrevo a poner mi mirada en donde escuche su voz, no puedo ver como es, pero me lo puedo imaginar tan repugnante como son todos los hombres depravados-. ¿Aparte de ciega también eres muda?

Una nueva sensación de enojo y tristeza a la vez me llena el pecho. Forcejeo para que me suelte y así poder escapar de este hombre posiblemente peligroso.

-S-Suelteme -digo por fin, y me odio por sonar así de asustada.

-¿Pero por qué? -incluso me lo puedo imaginar haciendo un puchero-. Si podríamos pasarla tan bien.

Su aliento rancio pega en mi mejilla y todo mi cuerpo se estremece en ese momento. «Esta muy cerca de mí, invadiendo mi espacio personal.»

Una vez más, forcejeo tratando de soltarme de su agarre pero lo único que consigo es que su agarre se apriete más a mi brazo, pero aún me queda otra opción: gritar.

Entonces tomo una gran bocanada de aire.

-¡AYUDA! -grito, y el hombre se percata rápido de lo que he hecho.

Coloca su apestosa mano a alcohol sobre mi boca, y yo no dejo de pelear y forcejear. No podre ver pero eso no me detiene de defenderme.

-¡Maldita ciega! -espeta el hombre entre dientes-, es una lástima que lo seas porque no podrás ver lo que te voy a hacer. -se escucha una risa que podría ser diabólica... casi.

Una nueva sensación de pánico y terror invade mi sistema, sigo luchando por que me suelte pero solo consigo que su agarre se apriete más a mí, tanto que lastima. Inútilmente trato de darle una patada pero nada pasa, no le puedo atinar ni mucho menos me acerco a darle.

No sé que cosas repugnantes vaya a hacerme, y lo peor de todo es que no hay nadie para salvarme. Me siento perdida y débil, esto me pasa por salir de mi casa sin que alguien me acompañe, esto me pasa por ser tan necia, esto me pasa por ser una ciega.

                         

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