Aunque les parecía adorable, la mayoría de los habitantes creía que era sospechosa y que terminaría acarreando problemas si es que estaba huyendo de algo. En su relato, la pequeña sólo se limitaba a decir que su padre había sido atacado por los lobos en el bosque y que ella logró escapar, obviando así el suceso con los ladrones y Redeye.
Había pasado todo el día caminando por el lugar buscando trabajo, pero, pese a que la ayudaron con comida, nadie le daba asilo.
Trataba de no desanimarse, ya que sabía que, aunque hubiese regresado a su hogar, no habría podido sobrevivir sola en una casa alejada de todo en la montaña.
Así, terminó de pie frente a la puerta de una humilde panadería, se dijo a sí misma que si no conseguía una respuesta positiva se marcharía al siguiente pueblo.
Colocó todas sus esperanzas en ese pequeño local y entró a preguntar.
Por dentro era un lugar reducido en espacio, pero muy acogedor, en él trabajaba un matrimonio cuyos nombres eran Louis y Ann. Ambos se sorprendieron al ver entrar a Fressia y más aún cuando esta les pidió trabajo.
Louis preguntó por qué estaba sola, la niña dio su relato y estos se compadecieron de ella.
La pareja acordó que le darían asilo:
- Está bien, puedes quedarte con nosotros, Fressia – dijo, sonriente, Louis.
- ¡Muchas gracias! Prometo compensarlo con mucho trabajo - exclamó, agradecida, la niña.
Aquel matrimonio ya tenía dos hijos, Joseph y Elena quienes la recibieron con los brazos abiertos.
De esa manera, Fressia comenzó a vivir con aquella humilde familia. No pasó mucho tiempo hasta que la sintieron una más de ellos pues, con su carisma y bondad, ganaba los corazones de todos, incluso de la gente del pueblo que al principio dudó de ella.
Ni siquiera a su nueva familia les habló sobre Redeye, sentía que, si el rumor se esparcía, la gente iría a molestarlo, así que prefirió atesorar su recuerdo para sí y conservó la flor todo el tiempo que pudo.
En la cotidianeidad de los días recorriendo las calles del pueblo, repartía el pan con sus nuevos hermanos mostrando una enorme sonrisa siempre en su rostro, despertando así el cariño de todos.
El ser generosa y servicial estaba en su naturaleza, y al tiempo no existía persona del lugar que no la conociese. Curiosamente, Fressia comenzó a demostrar un don innato para la danza, esto encantaba a la gente y la atraía al pequeño negocio, incentivándola a participar de los eventos locales.
Unos cuantos años después, la ahora ya joven de quince años, disfrutaba de una vida establecida en Fidiore y pasó a formar parte del ballet local que se presentaba cada año en el festival principal de primavera.
Aunque el pueblo era pequeño, aquella celebración resultaba conocida en todos lados por su colorido. La hospitalidad y belleza del lugar lo hacía un punto de atracción para muchos visitantes durante esa fecha, pero nadie esperaba que uno de esos visitantes fuese el destacado comerciante Vonseri.
Muchos rumores rondaban entorno a su figura, pero nadie dudaba de su poder económico, influencia y cuestionada moralidad.
Concurrió al evento como un espectador más, acompañado de uno de sus sirvientes, llegó en el preciso momento en que el número principal daba inicio. Aquel acto tenía como figura destacada a Fressia, quien bailaba de forma protagónica.
Desde el instante en que salió a escena, aquel hombre no pudo dejar de mirarla, pero no era el único, todo el público hacía un silencio respetuoso sólo para verla, era una artista completa que atraía la atención de los espectadores.
Al finalizar la actuación, los aplausos no se hicieron esperar y Vonseri comentó a su acompañante:
- Es ella. Tiene que ser la estrella de mi negocio...
Ya terminado el espectáculo, el comerciante esperaba poder encontrarla en la parte trasera del escenario, pero ella estaba celebrando con su familia, así que decidió observarla desde lejos y averiguar por el pueblo quién era Fressia.
Al día siguiente, cuando la panadería cerraba, Vonseri se presentó ante Louis.
- Buenas noches, señor Louis, mi nombre es Vonseri, ¿Podemos hablar un momento? Tengo una propuesta para usted...- dijo, quitándose el sombrero.
- Sé quién es usted. Adelante, lo invito a tomar asiento en mi local - respondió Louis, sorprendido por la presencia de aquel comerciante.
Ya dentro, y café mediante, Vonseri expuso su propuesta:
- Seré directo. Ayer tuve la oportunidad de presenciar la actuación de su hija, Fressia, en el festival. Tiene mucho talento y quiero que sea la estrella de mi local principal en Bursov.
- ¡¿Bursov?! Eso está muy lejos de aquí, y Fressia aún es una niña, nuestra familia está instalada en este lugar, no podemos dejarlo todo e irnos allá - exclamó Louis.
- Pero yo no pretendo erradicar a toda su familia, señor Louis, sólo estoy interesado en la muchacha.
- ¿Qué quiere decir?...
- Mis informantes me dijeron que esa jovencita ni siquiera es su hija, así que... ¿Por qué no me la vende? Ponga su precio, estoy seguro de que llegaremos a un acuerdo – dijo, sonriente, el comerciante.
La indignación se apoderó de Louis, no podía creer como esa persona se atrevía simplemente a presentarse ante él y decir, con total descaro, que pretendía comprar a uno de sus hijos.
- Ya había oído rumores sobre su moral, señor Vonseri, pero nunca creí que pudiese hacerme una propuesta tan desagradable. ¡Lárguese de aquí! ¡No vuelva a pasar por mi hogar! - gritó, furioso, el panadero mientras le señalaba la puerta.
Aquel hombre se puso de pie y, con mirada desafiante, advirtió:
- Se arrepentirá de no haber aceptado, señor Louis... Siempre consigo lo que quiero...- terminó, marchándose acompañado de su custodia.
Ya fuera, el custodio consultó a Vonseri:
- ¿Qué desea que hagamos, señor? ¿La raptamos?
- No, no quiero llamar la atención de los pobladores y provocar disturbios. Tengo una mejor idea. Escuché de la boca de un prestamista local que ese panadero tiene una pequeña deuda, no es mucho dinero, pero colocó como garantía su casa, esa será mi arma...- respondió a su escolta, mientras caminaban en la soledad de las calles.
A la mañana siguiente, un hombre vestido con un traje elegante se hizo presente en el local y de inmediato Louis lo reconoció.
- Usted es uno de los sirvientes de Vonseri, creí haberles dicho que no son bienvenidos aquí. Váyase - le exigió, molesto, el panadero.
- Tranquilo, señor Louis, ahora tenemos el mismo derecho que usted de estar aquí - respondió, con burla, aquel hombre.
- ¿A qué se refiere?
- El señor Vonseri se ha hecho acreedor de una deuda que usted tenía con el señor Gerald. Así que, en esta situación, ahora tiene una deuda con mi jefe.
- Es una locura, no puede ser posible.
- Es la verdad, puede comprobarlo en estos papeles.
Louis tomó los papeles y efectivamente pudo comprobar que era cierto.
- Ahora el señor Vonseri es el dueño de este local hasta que usted abone la deuda - explicó el sirviente, mientras le retiraba los documentos de las manos.
- Puedo pagarla, de todos modos, estaba a punto de cancelarla en estos días.
- No, señor Louis, está deuda no se paga con dinero...- sentenció maliciosamente.
Louis quedó petrificado, no sabía cómo responder, y él continuó:
- Mi jefe me pidió avisarle de la situación, si no abona en diez días procederá a rematar esta propiedad.
- Por favor... no pueden hacer esto...
- Entregar un esclavo como pago por una deuda es perfectamente legal, señor Louis – deslizó.
- ¡¡Pero ella no es una esclava!!
- Tampoco es su hija ante la ley. Es una desconocida que decidió darle asilo a cambio de trabajo, todos cuentan la misma historia de su llegada al pueblo.
- No es así... Fressia es mucho más.
- Le daré un consejo, señor Louis, no sacrifique el bienestar de su familia por el de una desconocida. Recuerde, tiene diez días para saldar la deuda, pasado ese plazo se procederá al remate del lugar. Hasta luego - dijo por último aquel hombre y se marchó dejando a Louis desolado, sin saber qué hacer.
Los días fueron pasando, la mente del panadero era un caos, los nervios lo consumían y comenzó a mostrar una desmejora en su salud.
Había decidido no decirle nada a su familia, creyendo que encontraría por sí mismo otra solución, pero le fue imposible. Transcurrido el sexto día del plazo, su esposa decidió preguntar qué lo afligía, ya que era evidente su deterioro físico, y no tuvo más remedio que contarle lo sucedido.
- ¡Es terrible, Louis! ¡Ese hombre es un monstruo! - exclamó, impactada, la mujer.
- Lo sé, Ann, por más vueltas que le doy no puedo encontrar una solución...
- Fressia es como una hija para nosotros, pero esta casa es lo único que tenemos. Si nos la quitan quedaremos en la calle... ¿Qué vamos a hacer?...
- No lo sé... no puedo entregar a Fressia, mi corazón no resiste esa idea - terminó la conversación Louis y se marchó a su habitación.
A la mañana siguiente se encontró con que ya no tenía fuerzas para levantarse de la cama, se sentía muy enfermo. Sus hijos no comprendían la situación, el porqué de su estado.
Cuando regresaron de la escuela, Ann le pidió a Joseph y a Fressia que fuesen a comprar medicina para su padre y estos salieron en su búsqueda.
La tarde comenzaba a caer mientras los jóvenes caminaban alejándose un poco del pueblo principal, ya que Ann les indicó ir a la cabaña de una anciana que preparaba medicinas especiales, pero esta vivía un poco retirada del poblado.
- ¿Ya estamos cerca, Joseph? ¿No nos estamos alejando demasiado? - preguntó Fressia, mientras miraba hacia atrás y apreciaba como las primeras luces de Fidiore comenzaban a encenderse.
- No, es por aquí, vamos por buen camino - respondió Joseph - Fressia ¿Tú sabes por qué papá se enfermó de repente?
- No lo sé, Joseph, se veía algo extraño hace unos días, pero ni él, ni mamá me dicen nada...
- Ya veo... Mira, Fressia, debe ser allí donde se ve una luz – señaló Joseph a lo lejos una luz que parecía ser la de una farola - ¡Vamos!
Pero, al acercarse, la joven se dio cuenta de que se trataba de una antorcha que iluminaba una carroza con dos caballos.
- Oh... Es una carroza, Joseph, nos equivocamos...- comentó Fressia, algo cansada.
De repente, la puerta se abrió y de la carroza salió Vonseri:
- ¡Ah! ¡Fressia! Al fin nos conocemos, eres aún más hermosa de cerca...- dijo, sonriente.
- ¿Quién es usted? ¿Cómo sabe mi nombre?
- Soy Vonseri y he venido a llevarte conmigo para que seas mi estrella... - extendió su mano con cinismo.
Fressia, horrorizada, tomó a Joseph del brazo y exclamó:
- ¡Vámonos, Joseph! ¡Huyamos! - pero su hermano permaneció inmóvil.
- Fressia... Papá enfermó porque este señor llegó a nuestro hogar diciendo que quería comprarte. Él se negó, pero Vonseri encontró la forma de chantajearlo comprando la deuda que teníamos con el señor Gerald, y si no la cubrimos amenazó con rematar nuestra casa...- explicó, afligido.
- Pero... ¿Qué estás diciendo?... - murmuró, incrédula.
- Dijo que, si no pagábamos la deuda en diez días, comenzaría el remate... Papá no pudo entregarte y ante la situación enfermó por la angustia... Si perdemos la casa quedaremos en la calle y no tendremos de qué vivir... Mamá me pidió que te trajese conmigo para poder entregarte y terminar con todo esto... Por favor, entiende, esto es lo único que podemos hacer...
La muchacha quedó impactada, todo comenzaba a tener sentido. Louis nunca había enfermado así y sabía que ellos la amaban mucho, pero, ante la desesperación, la gente a veces actúa maneras impensadas...
- Por favor, Fressia... tienes que entender...- continuó su hermano.
La joven soltó el brazo de Joseph y colocó su mano en el hombro de este.
- Mírame, Joseph... Está bien... lo entiendo...- dijo, mientras lo observaba con ojos tristes y compasivos.
El muchacho, quien no podía dejar de llorar, quedó helado ante la actitud de Fressia.
- Cuida de todos... Y dile a mamá que le agradezco por todo lo que me han dado... - insistió ella.
La joven se dio la vuelta y, enfrentando a Vonseri, preguntó:
- Si me voy con usted ¿De verdad perdonará la deuda?...
- Soy un hombre de negocios, pero cumplo con mi palabra, pequeña – respondió este.
Aquel sujeto sacó de su bolsillo unos papeles y se los entregó a Joseph.
- Toma, muchacho, este es el libre de deuda y la escritura de la casa, he cumplido con mi parte del trato.
El joven tomó los documentos y fue invadido por una terrible angustia, la situación era terrible.
- Esto...no puede estar sucediendo...- se decía a sí mismo, en voz baja.
En ese momento, Fressia se acercó a él y le dio un beso en la frente.
- Adiós, hermano...- se despidió.
Joseph se desplomó, cayendo de rodillas en la tierra, y se deshizo en lágrimas:
- ¡PERDÓN, FRESSIA! ¡PERDONANOS! - imploraba con su voz quebrada.
Aquel beso de despedida fue como un puñal en su corazón, ya que hubiese preferido que ella lo odiase por lo que estaba haciendo.
La muchacha subió a la carroza sin mirar atrás, sabía que si se permitía dudar un segundo podría salir corriendo y terminaría de poner en peligro a la familia que le dio tanto amor.
- ¡En marcha! - ordenó Vonseri al cochero y partieron a Bursov, mientras Fressia veía por la ventanilla como, una vez más, un ser querido quedaba atrás.
En el camino se podía ver a lo lejos el bosque y en la mente de la joven sólo había espacio para un pensamiento...
- Redeye...- suspiró por lo bajo, al mismo tiempo que una lágrima rodaba por su mejilla.
Vencer la miró de reojo y dijo:
- Has tomado la decisión correcta, niña.
- ¿Qué es lo que quiere de mí?... – preguntó con resignación.
- Ya te lo dije: tu talento. Eres un diamante en bruto, y yo me encargaré de pulirte...
Continuará...