BAJO LA LUNA
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Capítulo 3 CAP 3

Burso era el pueblo más grande de los tres que rodeaban el bosque, llegando a rivalizar casi con una ciudad.

Al llegar, el comerciante le presentó a Fressia su nuevo "hogar", se trataba de un enorme teatro, por demás elegante y, en él, ya había otras muchachas viviendo.

- A partir de mañana comenzarás con las prácticas... – le advirtió Vonseri.

Y así fue, al día siguiente, la joven se sometió a un duro entrenamiento para ser una bailarina de excelencia, logrando superarlo con fortaleza.

Su acto se volvió muy popular, ganándose así el sobrenombre de " El ángel de Bursov ".

Ya habían pasado tres años desde su llegada a ese lugar, y aunque para el público aquel teatro parecía un mundo lleno de lujo, al cerrar sus puertas mostraba su verdadera cara...

Al acabar cada función, el local se convertía en un burdel para la parte más exclusiva de la sociedad. Las bailarinas y cantantes eran ofrecidas como prostitutas o damas de compañía, todas excepto Fressia, que, debido a su popularidad, la exhibían en lujosos vestidos como objeto de deseo para aquellos hombres que asistían, pero sin entregarla a nadie.

Aquella situación despertaba los celos y el rencor de sus compañeras, provocando así que ninguna se relacionase con ella en todo ese tiempo.

Fressia había pasado esos años completamente aislada del resto. Vonseri, en su interior, presentía que ella era una muchacha con mucha fortaleza y que sólo fingía ser dócil mientras esperaba una oportunidad para escapar en algún momento, por ello la mantenía encerrada en un cuarto custodiado todo el tiempo y cuya ventana estaba enrejada. Su única compañía era un pequeño niño, huérfano, que trabajaba como sirviente, llevando la comida a los cuartos o vendiendo cigarros durante las noches.

- Con permiso, Fressia, he venido a traerte el almuerzo - dijo el niño, abriendo la puerta.

- Adelante, Joe, tú no necesitas pedir permiso para pasar, siempre eres bienvenido - dijo la joven mientras intentaba ver al exterior a través de las rejas de su ventana - ¿Sabes?... hace tanto tiempo que estoy encerrada que ya no recuerdo cómo se sentía el calor del sol... Es un alivio saber que tú no tienes que estar aquí y que puedes ir y venir, Joe...

Aquel niño era uno de los muchos admiradores de Fressia, pero el único que conocía su realidad y sentimientos. ¿Quién podría imaginar que detrás de una bailarina que daba tan increíble espectáculo se escondía la desolación de un ave enjaulada?

- Fressia... ¿Alguna vez has intentado escapar? - preguntó, entristecido.

- Soy custodiada durante todo el día, de esa forma Vonseri me hace saber que no tengo posibilidad... Aunque muchas veces sentí deseos de marcar mi rostro...

- ¡No lo hagas! La última chica que hizo eso pasó a ser prostituta de baja categoría...

- Lo sé... Otras veces sólo quise morir, pero me prometí que no me quitaría la vida antes de poder verlo una vez más...

- ¿Te refieres a Redeye?...

- Sí... Sé que en algún momento la oportunidad para escapar se presentará y no la desaprovecharé. El deseo de verlo de nuevo es lo único que me ha mantenido entera todo este tiempo...

- Cuando llegue ese momento cuenta conmigo – la alentó.

- Gracias, Joe...

Y la oportunidad se presentó, había un hombre que moría por Fressia: el joven Vincent Lafcrat. Dueño de una fortuna incalculable, estaba dispuesto a pagar lo que sea por la hermosa bailarina y tenerla para gusto personal.

Hacía más de un año que Vincent insistía por ella, pero Vonseri se resistía a perder su atracción principal.

Aquel día, Lafcrat hizo una oferta millonaria que ni siquiera el propio comerciante pudo rechazar y acordaron que, al finalizar las funciones de esa semana, Fressia se iría con él.

- Querida Fressia... en unos días vendrás conmigo. Seré tu nuevo amo, mi hermoso ángel...- dijo Lafcrat, mientras besaba la mano de la joven.

- Estaré esperando con ansias, mi señor - respondió, respetuosa, Fressia.

La delicadeza y docilidad que demostraba la muchacha hacían a Vincent sentir que valía cada centavo que pagaría por ella.

Esa noche, Joe tocó la puerta de Fressia para acercarle la cena.

- Pasa, Joe – habló ella.

- ¿Cómo estás, Fressia?, escuché que te venderán...

- Así es, esta es la oportunidad que he estado esperando y necesito de tu ayuda– deslizó, para luego explicar su plan.

- Pero... ¿Y si intentan matarte?

- Prefiero morir dando hasta mi último aliento huyendo que vivir lo que me queda dentro de las cuatro paredes de su mansión...

El día de la partida había llegado, la transacción se hizo de noche para no llamar la atención. Era invierno y comenzaba a nevar, Fressia llevaba puesto un delicado vestido blanco, botas cortas y una larga capa roja que la abrigaba.

- Hermosa, como siempre, mi ángel. Ya quiero verte usar los vestidos que he comprado para ti - dijo Vincent, mientras tomaba la mano de la muchacha para ayudarla a subir al carruaje.

- Será un placer, mi señor - respondió ella y tomó asiento a su lado.

Lafcrat dio la orden y partieron. Su destino era un país que se encontraba atravesando el mar, la carroza en la que viajaban iría hasta el puerto donde abordarían el barco privado, así que si Fressia quería escapar debía hacerlo rápido.

El viaje transcurría con tranquilidad, Bursov había quedado atrás y comenzaban a verse algunas copas de árboles a lo lejos, la nevada era constante y eso dificultaba la visión.

De repente, la carroza detuvo su marcha.

- ¿Qué ocurre? - preguntó Vincent.

- Disculpe, señor, la carroza se atascó en un pozo. Tardaré un poco en sacarla, pero necesito que desciendan para que los caballos tiren de ella sin peso – explicó el cochero.

- Esto es inaceptable –reprochó, molesto, el joven.

- No se preocupe, mi señor, de seguro que sólo será un momento - dijo Fressia, persuadiéndolo.

- Está bien, bajemos – aceptó.

Lafcrat, Fressia, un asistente y dos escoltas bajaron de la carroza. Mientras el cochero trataba de acomodar la rueda para sacarla del pozo, una piedra salió de la nada y cayó cerca de los caballos alborotándolos. En ese momento de breve distracción, Fressia emprendió su huida en dirección al bosque, aunque este estaba muy lejos.

Uno de los custodios advirtió su escape e intentó tomarla del brazo, pero la joven sacó un abrecartas que llevaba en su portaligas y le hirió la mano. El hombre quedó inmovilizado por el dolor y ella aprovechó aquello para seguir corriendo con todas sus fuerzas

- ¡Tráiganla! ¡Rápido, tras ella! pero no la lastimen ¡La quiero intacta! - ordenó Vincent a sus sirvientes mientras Fressia continuaba avanzando en el medio de la noche y la nieve.

Todo había salido según el plan gracias a Joe, quien cavó el pozo, arrojó la piedra y le consiguió el abrecartas a escondidas.

La idea de Fressia era llegar lo más cerca posible al bosque, aunque en ello se le fuese la vida. Empezaba a sentir que el cuerpo le pesaba y aún le faltaba mucho para alcanzar la meta. La nevada comenzó a intensificarse, pero aun así podía escuchar que aquellos hombres la seguían a la distancia.

« Sólo quiero verlo una vez más... no me importa morir aquí... Pero... sólo una vez más... por favor... »era el único pensamiento que pasaba por la mente de la muchacha hasta que, finalmente, su cuerpo sucumbió al agotamiento, cayendo de rodillas y sosteniéndose con sus manos apoyadas en la fría nieve.

- ...Por favor... sólo una vez más...- dijo en susurros, agitada, mientras miraba el suelo.

De repente, apareció frente a ella un lobo, era enorme y majestuoso. Su pelaje negro resaltaba por sobre la blancura de la nieve, de ojos rojos brillantes, tenía enormes cuernos y una cicatriz que atravesaba su cara hasta llegar por encima de su ojo izquierdo.

Fressia, a pesar del cansancio, lo observó impactada.

- Eres tú... ¿verdad? ...- preguntó ella.

Su corazón le hacía sentir que esa mirada de fuego ya la había visto antes, que en sus ojos podía reconocerlo.

El lobo permaneció inmóvil y ella, lentamente, comenzó a ponerse de pie con las pocas fuerzas que le quedaban, extendió su mano izquierda y la posó sobre el hocico de aquella bestia.

- Sé que eres tú, Redeye... nunca te olvidé...- insistió y lo abrazó posando su rostro junto a la enorme cabeza del lobo.

Lo miró a los ojos por última vez y se desplomó frente a él por el cansancio, cayendo inconsciente.

Los hombres, que continuaban buscándola, lograron reconocerla a lo lejos en el suelo:

- ¡Ahí está! - le gritó uno al otro, pero al acercarse vieron a la gigantesca criatura.

- Pero... ¡¿QUÉ ES ESO?!! - exclamó el custodio.

- ¡ES UN MONSTRUO! – respondió su compañero.

Repentinamente, otros lobos de tamaño normal aparecieron y corrieron a los escoltas que se fueron sin siquiera poder ver si Fressia estaba muerta o no.

La criatura observó a la joven tendida en el suelo y regresó a su forma original. Ella estaba en lo cierto, se trataba de Redeye.

Él no podía entender cómo, a pesar de tener una forma que nunca antes había visto, la muchacha pudo reconocerlo. La tomó en sus brazos y la llevó consigo.

Mientras caminaba por la inmensidad de la nieve, Redeye murmuró:

- ¿Qué te trajo hasta a mí de nuevo?...

Dejando en evidencia que, a pesar de los años, él tampoco había olvidado la energía de la niña que conoció aquella noche.

Continuará...

            
            

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