Una luna, un destino.
img img Una luna, un destino. img Capítulo 5 ¿Dónde está Ian
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Capítulo 6 Hacia una nueva vida. img
Capítulo 7 Los nuevos miembros de la familia. img
Capítulo 8 Llegaste para cuidarte. img
Capítulo 9 Ellos no pueden enterarse. img
Capítulo 10 Su olor me atrae. img
Capítulo 11 Premonición. img
Capítulo 12 El peligro acecha. img
Capítulo 13 Una decisión. img
Capítulo 14 El Secuestro de la Luna img
Capítulo 15 ¿Cuál es el paradero de Sarah img
Capítulo 16 El pasado, resurge. img
Capítulo 17 La suerte está echada img
Capítulo 18 Me rehúso a volver sin ella img
Capítulo 19 Una carta bajo la manga img
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Capítulo 5 ¿Dónde está Ian

El niño salió corriendo del salón, tratando de escapar de esa familia que él no conocía y que por lo visto, no iba a aceptar. Quería huir de todo lo que le estaba pasando, pues no entendía como su vida había cambiado en cuestión de segundos.

Pensaba que tan solo unas horas antes, su vida era de ensueño, tenía una familia feliz, una casa donde reinaba la unión, un padre muy trabajador y una madre muy amorosa, así como una hermanita tan dulce como la miel, aunque algo miedosa y a quien él tenía que cuidar y proteger en todo momento, tal como se lo había dicho su progenitora y de la misma forma, hacerlo prometer que lo haría siempre. Lo que no se explicaba, era como su pequeña hermanita estaba tan tranquila, luego de todo lo que estaban pasando y, basado en lo que decían los demás, la desgracia que los embargaba.

«Tengo que escapar de aquí, buscar a mi madre hasta encontrarla, ella no puede estar muerta como dice Sarah», pensaba Ian mientras buscaba la salida.

El niño corre en dirección a las afueras de la casa, internándose en el bosque espeso donde a cada paso que daba, el cielo se tornaba cada vez más oscuro y los árboles se entrelazaban entre sí hasta desaparecer el camino de retorno.

«No puedo quedarme en esa casa, pero... no debería dejar tampoco a Sarah allí. Me iré lejos de aquí y en lo que encuentre a mis padres, me devolveré con ellos a buscarla», continuaba pensando el joven, sin darse cuenta de que cada vez que daba un paso adelante, se hallaba en un callejón sin salida y vagos recuerdos.

Mientras tanto, en el caserón de la familia Black, la pequeña Sarah se encontraba muy nerviosa, debido a la desaparición de su hermano.

―Señora Dorys, perdone pero ¿podría ayudarme a buscar a mi hermano? Él se ha ido y no quiero que me deje aquí sola. Mamá le dijo que debía protegerme siempre y él no lo está haciendo, se fué y me dejó ―le pide la niña a la ama de llaves, entre sollozos.

―No mi niña, no te preocupes, tu hermanito va a volver. Cuando se vea solo, va a regresar aquí y no se separará nunca más de ti. ―le dice Dorys muy convencida.

―Él está molesto y siempre es así, se va para huir de la situación que lo hiere pero cuando estábamos en casa, él volvía, solo que aquí no conoce el lugar y sé que no va a encontrar el camino de regreso, porque salió y desde aquí no lo veo ¡Ayúdeme a buscarlo, por favor! ―le suplica la niña mirando por la ventana como la oscuridad se va adueñando del lugar.

―No tienes que preocuparte pequeña Sarah, si en una hora Ian no vuelve, lo mandaré a buscar, por lo pronto, creo que lo ideal sería que comieras y descansaras un poco. Es tarde y no está bien que una niña tan pequeña, no duerma sus horas completas. ―acota el viejo Rey, interrumpiendo la conversación entre Dorys y Sarah.

―Pero señor, afuera mi hermano corre mucho peligro, se lo pido, ¡Búsquelo! Yo no podré dormir bien si él no está cerca de mí, estamos acostumbrados a estar siempre juntos y, ya mi mami no está para arrullarme. ―pide Sarah rompiendo en llanto.

―¡No llores mi muchachita! Nosotros nos encargaremos de todo, ahora te pido que comas algo y luego te llevaré a tu habitación, es muy tarde ya. ―le dice Dorys acercándose a abrazarla y a consolarla.

Mientras tanto en la profundidad del bosque, Ian se encuentra perdido, no solo en su pensamientos sino también entre árboles y caminos que no tienen salida, camina en círculos, lo que lo hace asustarse cada vez más, pidiendo ayuda a gritos, creyendo que alguien podría escucharlo, sin saber que nadie podía, ni siquiera las buenas personas que los socorrieron a él y a su hermana, luego del fatal accidente.

«¿Dónde estaré? Me parece que he caminado en el mismo lugar durante mucho rato, así no he de encontrar a mis padres», pensaba Ian, comenzando a preocuparse.

«Creo que no debí tomar ese camino hacia este bosque, que ni siquiera conozco, ¿Dónde estará la casa de la que salí? ¡Dios mío! ¡Ángel de mi guarda! Me siento perdido».

Ian se encontraba inmerso en una cueva formada por los mismos árboles.

―¡Auxiliooo! ¿Alguien me escucha? ¡Sarah! ¿Me escuchas? ¡Ayúdenme a salir de aquí! ¡Mamá, ven por favor! ¡Papá! ¡Vengan, se los ruego! ―gritaba el jovencito muy asustado, desde el hoyo donde se encontraba.

«Tengo mucho miedo. ¿Quién me mandó a mí a irme de esa casa? Tal vez si no hubiera sido tan rebelde, estaría más tranquilo. Quizás debí esperar a que amaneciera para irme de ee lugar con mi hermana, a buscar ayuda y encontrar a mis padres»

«¿Se habrán dado cuenta, que salí de la casa? Y, si no se han fijado de mi ausencia, es posible que no me vengan a buscar. ¡Ay, mamita! ¡Te necesito! ¡Me haces falta! Estoy muy asustado», los pensamientos de Ian, lo acorralaban cada vez más.

El bosque oscuro, absorbía a todo aquel que se internara en él, sobre todo si quien lo hacía se encontraba viviendo una pena, un dolor intenso y profundo o mostraba incredulidad ante la magia de la luna en los seres de la noche, claro que este, no era el caso de Ian, sin embargo, aún siendo un niño, podría ser la carnada perfecta de los enemigos para llegar hasta el punto exacto, donde se encontraba la única persona que podría salvarlos o hundirlos, según fuera el caso, de la maldición de aquella profecía que tanto esperaban algunos, que se cumpliera.

Para los habitantes de la región, el bosque espeso estaba maldito, igual que la carretera que lo atravesaba, por lo que este, estaba plagado y saturado de almas malignas y oscuras, así como de hombres lobos enfermos de ambición, codicia y maldad, que solo buscaban la desolación para la humanidad y la perdición de la manada del Norte, ya que aquellos eran los más interesados en que la profecía se cumpliera pero en su Reino, de esa forma no solo se salvarían ellos y los de su especie, sino también al resto de la humanidad.

Los hombres lobos de la manada del Norte, eran personas de buen corazón que debían mantener incluso una doble vida para buscar la manera de encontrar a la luna que los llevaría a la gran victoria ante los lobos de la manada oscura, y ella estaba muy cerca, tanto, que solo Ian podría llevarlos a su encuentro, por esta razón, estos tenían al jovencito cautivo en sus trampas.

―¡Necesito que alguien me ayude a salir de aquí! ¡Por favor! ¡Sarah! ¡Señoraaa! ¡Ayúdenme! ―gritaba el muchacho con todas las pocas fuerzas que le quedaban, pues cada minuto que pasaba se sentía más débil que el anterior.

Por otra parte, Sarah, no podía dormir, volvían las pesadillas recurrentes pero esta vez con más fuerza, ya no con los hombres lobos que la cuidaban y defendían, sino con lobos sanguinarios, de grandes y afilados colmillos, que buscaban la forma de robarle el alma a su rebelde pero amado hermano.

―Ian, ¡Noo!, ¡No por favor! ¡No le hagan daño! ¡Ian! ¡Protégete! ¡Sal de ahí, Ian! ―gritaba la niña mientras daba muchas vueltas en la cama y sudaba a mares.

―¡Despierta, Sarah! Todo estará bien, ¡Despierta, por favor! ―le repetía el ama de llaves una y otra vez, moviéndola para que saliera de esa horrible pesadilla.

«Amo, es necesario buscar al niño Ian, está corriendo peligro, lo dice Sarah en sus delirios y al acercarme a ella, lo presiento aún más», le expresa el ama de llaves al viejo Rey, a través del pensamiento.

«Descuida Dorys, ya he enviado a varios de mis hombres a buscarlo, solo que no dan con su rastro, es muy probable que se haya internado en le bosque espeso y así es más difícil hallarlo, recuerda que pierden el olor», responde el viejo Rey, buscando alternativas.

«Amo, tienen que encontrarlo, de lo contrario, la niña Sarah no va a estar tranquila, no va a estar bien. Tres pérdidas la misma noche, la marcaría para toda su vida. No podría sobrevivir a tanto dolor», acota el ama de llaves, mientras intenta despertar a la niña quien sigue moviéndose, pidiendo que a su hermano no lo hieran.

«Lo encontrarán, Dorys, solo es cuestión de tiempo», finalizando la comunicación mental.

Mientras tanto, Ian buscaba la manera de escapar de las raíces de los árboles que cada vez más lo ataban, era como si los troncos de ellos tuvieran bocas gigantes a punto de tragárselo.

Ya el jovencito no resistía...

Solo transcurrieron unos cuantos segundos cuando se escucha la voz de Sarah...

―¡Ian!

                         

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