―Dorys, por fin ha llegado el momento, la compañera destinada para Lyam está aquí―dice el rey Alfa a su ama de llaves, quien ha trabajado para la familia desde hace más de doscientos años y por lo tanto, pertenecido a la manada desde entonces.
―Sí amo, lo he visto. Pero ha de llegar muy asustada, sus padres perecieron en el accidente en el pozo de los desdichados, aparte, no sabemos como vaya a reaccionar..
―No te preocupes por eso, estará bien, aún es una niña y los niños se pueden amoldar, de hecho, tú me ayudarás, la trataremos como una más de la manada, a ella y a su hermano les daremos un lugar en nuestra familia.
―Está bien amo, como usted ordene. ―asiente Dorys, encaminándose hacia la ventana del salón.
―¡Ahora, ve! No perdamos más tiempo. Es momento de ir a buscarlos, sobre todo, antes de que lleguen los paramédicos o los rescatistas. Nadie puede verlos, o de lo contrario, se nos haría más difícil traerlos con nosotros. Llama a dos de nuestros hombres para que nos colaboren, yo estoy muy viejo para hacer ese trabajo. ―ordena el Rey Alfa, sentándose en su sillón.
―Enseguida amo, pero cuando despierten y pregunten por sus padres, ¿qué haremos? ¿Qué le vamos a decir a esas dos criaturas? ―pregunta el ama de llaves, con un ápice de preocupación en su mirada.
―No te atormentes con eso Dorys, ya veremos como le hacemos, pero por los momentos, tenemos que actuar rápidamente o de lo contrario, perderemos la oportunidad que nos ha traído o el destino o los ancestros, quienes saben que la profecía está por cumplirse y esa niña, será quien salve a nuestra manada de caer en la desgracia.
El ama de llaves asintió una vez más, a lo que le decía el viejo rey, mientras se encaminaba a buscar a los hombres que la acompañarían a buscar a la pequeña luna y a su hermano, para llevarlos al caserón internado en el bosque espeso.
Por otro lado, los niños habían caído en un lugar lejano y baldío, lo que los salvó de morir en la explosión, ambos permanecían desmayados a causa del fuerte golpe que recibieron al salir del auto en el que viajaban.
Dorys, con apariencia de loba, se acercó al lugar olfateando a los niños, en compañía de los dos hombres lobos asignados para su ayuda.
―Están muy cerca, percibo el olor a fruta fresca de la niña, sigamos buscando. Tenemos órdenes de no abandonar el lugar hasta que los hallamos encontrado. ―comunica Dorys a sus acompañantes, a través del pensamiento.
―Entendido, doña Dorys. Así será. ―responde uno de los acompañantes.
Unos minutos después, se escucharon las sirenas de la ambulancia y algunas voces de los paramédicos, en busca de algún sobreviviente de la tragedia, sin embargo, no hallaron a ninguno.
Las personas que se encontraban cerca del lugar del hallazgo, lamentaron mucho la pérdida de esa familia bajo la tormenta y en la carretera, de la que según, muchos argumentaban que estaba maldita.
Al cabo de un largo rato.
―¿Quién es usted? ¿Dónde estoy? ¿Dónde está mi hermana? Y ¿Mis padres? ―pregunta Ian al despertar de repente, sobándose la cabeza, tratando de levantarse del sofá donde se encontraba inconsciente.
Dorys quien ya lo había visto moverse, se sitúa cerca del niño, a la espera de su reacción.
―Por favor, mi niño. Tranquilízate, todo estará bien. Mira, tu hermana está acostada en aquel sillón, ¿la ves? ―le dice el ama de llaves, señalando hacia la izquierda ―Estás en un lugar seguro, donde te vamos a proteger y a cuidar, así como a tu hermana.
―¡No! Yo no quiero que me proteja nadie más que mi mamá, dígame señora, ¿dónde está mi mamá? ¿Por qué no está aquí junto a mí? Junto a nosotros, como cada vez que nos caemos o nos hacemos daño ―preguntaba Ian, un tanto confundido ―¿Mamá? ¿Dónde estás mami? ¡Mamá! ¡Por favor ven aquí! Me duele la cabeza, mamá.
El niño miraba a todos lados un poco aturdido, mientras llamaba a su progenitora a gritos, claro que sin recibir respuesta alguna, a excepción de Sarah, que despertó a causa de los gritos de su hermano.
El ama de llaves no encontraba la forma de calmarlo, pero al ver que la niña se había despertado, se acercó a ella.
―Sarah, ¿estás bien? ¿te duele algo? ―le preguntó a la niña quien se sobaba la cabeza.
―Sí señora, estoy bien, solo me duele un poco aquí, ―le respondió, mostrándole el sitio donde sentía dolor. ―¿Qué le pasa a Ian? ¿Por qué llama a mamá a gritos?
―Lo que pasa es que está buscándola pero ella...
La niña la interrumpe diciéndole algo que la dejó totalmente sorprendida.
―Pero es que mamá no va a venir, ella se ha ido al cielo, así como lo hizo papá, estaba escrito, él debería entenderlo así como yo. ¡Ian! ―llamó a su hermano, mientras se bajaba del sofá donde descansaba y acercándose a su lado.
Dorys, se quedó perpleja cuando escuchó esas palabras de la boca de la niña, volteaba hacia los lados, buscando con los ojos al viejo Rey, con la esperanza de encontrarlo cerca, sin embargo, escucha en su pensamiento, que el Rey le dice que Sarah lo sabía y que por esa razón, estaba tan tranquila.
«Lo sé Dorys, me encuentro en el despacho pero estoy escuchando a Sarah, lo soñó muchas veces, sabía lo que se avecinaba»
«Amo pero el niño, ¿cómo haremos con él? No sabemos de qué manera irá a reaccionar, es más grande y los niños de esa edad tienden a actuar por rebeldía»
«Descuida, la misma hermana lo hará entrar en razón, no sé hasta qué punto pero sé que lo hará. Te preocupas demasiado, Dorys»
―Ian, ¿por qué gritas? Me duele mucho la cabeza y tus gritos son molestos.
―Hermanita, estás bien, estás aquí. No sé quién es esta señora pero yo te voy a cuidar y a proteger como le prometí a mamá cuando estábamos en el auto, ¿recuerdas? te voy a cuidar mucho y te defenderé de ella y de quien sea, hasta que vuelvan mamá y papá ―le dice el niño mientras la abraza.
―Hermanito, yo estoy bien y feliz porque tú estás conmigo, no te fuiste, no volaste al cielo como lo hicieron mamá y papá ―le dice la niña, recostando la cabecita a su pecho.
―¡No, Sarah! Nuestros padres no volaron al cielo, eso seguro te lo dijo esa señora, ―le dice, señalando a Dorys ―Mi mamá y mi papá, al darse cuenta que no estamos con ellos, vendrán a buscarnos, ya verás, y volveremos a casa, a la escuela y a nuestra vida.
―Eso no va a ser posible si volaron al cielo, pero eso no me lo dijo esa señora, lo sé, porque... eh, pues, lo soñé.
―¿Cómo vas a soñar eso, Sarah? Seguro estabas imaginándote cosas por ver las películas esas que a mi mamá no le gusta que veamos. Ella va a venir a rescatarnos de esta gente que solo nos quiere hacer daño.
―¡Ian! ¡Eso no pasará! Tú que eres más grande que yo, deberías comprenderlo y aceptarlo. Lo que está pasando, yo lo había visto en un sueño de esos que tanto he tenido. Mamá y papá ahora nos cuidarán desde el piso azul, ahora son ángeles que nos guiarán y cuidarán para siempre ―le refutó la niña a su hermano quien no entendía la razón por la que su hermana se expresaba de esa forma.
―¿Qué dices? Estás equivocada, además, yo quiero que mi mamá regrese, la necesitamos, yo la necesito. ¡Mamá! ¡Mamá, ¡sal de donde estás! Ven con nosotros, te prometo que no vuelvo a ver películas de hombres lobo ni de misterio, pero regresa por favor, mamita, regresa. ―decía Ian mientras rompía en llanto.
La pequeña Sarah lo abrazó con todas las fuerzas que pudo y aunque ella también deseaba que lo que estaban viviendo no fuera cierto, sabía en el fondo de su corazón, que nada podían hacer, era el destino, estaba escrito. Lloró aferrada a su hermano.
Por otro lado, el ama de llaves los miraba desde una esquina del salón, pensando que era un momento muy fuerte que tenían que aceptar y con el tiempo, sanar entre ellos, como lo que son, por lo que temía acercarse por la reacción que pudiera tener el niño con ella, sabiéndola una extraña en sus vidas.
El ama de llaves se ausenta unos minutos, para buscarles algo de cenar, ya que seguramente, llevaban muchas horas sin comer. Al regresar al salón, los niños seguían abrazados, intentando entender la desgracia que los cubría en ese instante.
Sin embargo, decide acercarse, para ofrecerles pan tostado y un vaso de yogurt a cada uno.
―Niños, deben comer algo, aquí les traje...
―No quiero nada, señora ―le dice Ian de mala manera, dándole un manotón a la bandeja, cayendo esta en el piso.
―Ian, no hagas eso. Está mal lo que haces. ―le dice Sarah al ver la reacción de su hermano.
―¡No quiero nada de esa señora ni de nadie de aquí!
―Pero yo sí quería, tengo mucha hambre.
―Mi niño, perdóname pero solo quería tener un detalle, y que comieran, pues sé que no es fácil para ustedes, no obstante, tienen que alimentarse, de no hacerlo, se pueden enfermar.
―¡No me importa! Y no me diga: "Mi niño", yo no soy nada suyo señora, déjeme tranquilo, no se me acerque o no respondo por lo que pueda hacer ―grita Ian al ama de llaves.
El viejo Rey, quien se encontraba entrando al salón, visualiza la escena y pregunta con voz de mando.
―¿Qué está pasando aquí?
―Amo, es que...
―¡Calla, Dorys! Quiero que me responda Ian. A ver, estoy esperando. ¡Responde!
El niño lo mira con rabia, mientras que Sarah, se le acerca a Dorys, buscando refugio en sus brazos, pues le dio un poco de miedo la reacción del Rey, de manera que, esta la sienta en sus piernas, consolándola.
―¿No piensas responder? Aquí todos deben ser tratados con el debido respeto, por lo que debes contestar cuando se te hace alguna pregunta y, por supuesto, pedir disculpas por tu errada acción―le dice al niño, mirándolo fijamente, sin siquiera pestañear.
―¡No! ¡No quiero! ¡Déjeme en paz! ―le gritó el niño mientras corría fuera del salón.
―¡Ian! Vuelve aquí, ¡Ian!