Tenía puesto ropa deportiva. Su camiseta sin mangas me mostró el tatuaje de serpiente en su brazo derecho.
─El doctor llegará en cualquier momento. Levántate ─luego de decir eso se fue.
Solté un gran suspiro.
Me levanté y fui al baño que estaba dentro del cuarto. El reflejo del espejo me enseñó las ojeras que tenía bajo mis ojos color mierda.
Me quité la ropa y fui a la ducha. En algún momento pegué mi frente y manos a la pared, mientras el agua corría por mi espalda y se perdía en mi espalda baja. Alcé la cabeza, cerrando los ojos y el agua cayó directo a mi rostro, y un poco en mi boca. Cuando terminé salí del baño, ya con la ropa puesta, y me encontré a Jaeden esperándome.
─El doctor te espera abajo. Vamos.
Me llevó a una habitación en el mismo pasillo, donde había una camilla y cosas médicas─tal vez hasta instrumentos para sacarme los órganos─. Olía a químicos de limpieza, y había una pequeña mancha roja sobre la camilla de metal.
Un hombre mayor, con una bata de doctor puesta, sacaba algo de un maletín negro. Al verme, frunció el ceño.
─Señor Piaget, él es Scott ─me presentó.
─Oh, Scott, sí ─dijo mi nombre de manera extraña, y me estrechó la mano.
¿Me habrá reconocido? Aunque mi rostro no era demasiado importante e influyente.
─Bueno, tengo que hacer algunas cosas. Los veo luego.
Cuando se fue, el hombre lo soltó:
─¿Tus padres saben que estás aquí?
─¿Qué?
─Niño, sé quién eres. Te conocí en la fiesta de beneficencia el año pasado. Tus padres son Amanda Holland y Archie Holland. ¿Ya me olvidaste?
─Sí ─admiti─. Por favor, no le diga a mis padres que estoy aquí.
─¿Por qué estás aquí? Es un lugar peligroso.
─Yo...yo... Busco a un amigo ─confesé al final─. Él está aquí, pero aún no lo encuentro.
─¿Cómo se llama?
─Allen Martín.
El hombre me miró con pena.
─Hijo, atendí a ese chico la semana pasada.
Abrí más los ojos.
─¿Y está bien? ¿Dónde está?
─Me temo que ya no está.
Mi corazón y el mundo se detuvo. Quise golpear todo, en especial a ese caníbal.
─Y aunque quisiera ayudarte a volver con tu familia, Jaeden ya te tiene en la mira, y no descansará hasta que te tenga dentro.
Allen, lo siento, te falle...
Luego de eso dejé que el doctor me hiciera los análisis, ahora conteniendo las ganas de llorar y gritar. Fue incómodo, porque en algún momento tuve que quitarme la camisa, y él notó las cortadas en mis muñecas y algunas en mi brazo, pero no dijo nada. También aproveché y le robé la pequeña linterna que usó para ver mis ojos y el interior de mi boca.
Cuando terminamos, Jaeden apareció, ahora bañado y vestido con ropa normal.
─Y, ¿cómo les fue? ¿Te mordió? ─se burló, y quise patearle la cara.
─Los resultados te los haré llegar mañana en la tarde ─dijo mientras recogía sus cosas y las metía en el pequeño maletín.
─De acuerdo.
─Adiós ─me miró con lástima─. Y adiós, Scott.
¡Deje de decirlo así que Jaeden sospechara!
─Y bien, Scott ─comenzó a decir el caníbal cuando estuvimos solos. Tenía sus manos dentro de sus bolsillos delanteros del vaquero─, ¿sabes cabalgar?
Negué con la cabeza, enojado.
─¿Qué? ─me preguntó, notando mi enojo.
Miré hacia otro lado, para que dejará de ver mi cara de enojado.
─Nada ─dije luego de tragar el nudo de mi garganta─, solo me duele el cuerpo por las agujas que el señor Piaget introdujo en mí. Solo falto que me pidiera mi semen... ─eso ultimo lo dije entre dientes, aún enojado.
No era mentira que me dolía el cuerpo, sí me dolía.
─¿No lo hizo? Tendrá que volver... ─al ver mi cara soltó una carcajada─. Es broma..tal vez...
No dije nada e intenté bajarme de la camilla. Al hacerlo flaqueé y casi caigo de boca, pero Jaeden logró sujetarme de la cintura antes de que eso sucediera.
─¿Estás bien?
Quise empujarlo, porque sentí asco al tenerlo tan, tan cerca, pero me caería.
─N-no... ─admiti, débil.
─Será mejor que te quedes en cama. Llamaré al doctor para que vuelva y...
─No ─lo interrumpi con brusquedad─, solo necesito descansar.
Exhalo, resignado. Luego me ayudó a llegar a mi habitación, y tuve que arriesgarme a preguntar:
─¿Puedo tener mi teléfono de vuelta? ─le pregunté cuando me dejó en la cama.
─No. Mis hombres lo destruyeron ─dijo con simpleza─. Además, te podrían rastrear, claro, si te quisieran ─usó un tono burlón al decir eso último.
─O si son hipócritas ─murmuré con disgusto, pero logró oírme.
─También ─me sonrío con su sonrisa de el gato del país de las maravillas─. Le pediré a Amy que te traiga la comida ─dijo antes de cerrar la puerta.
Amy era la sirvienta.
Esperé a que cayera la noche para salir de la cama, ya que se me había ocurrido una idea. Abrí la puerta, con cuidado de no hacer ruido, salí y baje las escaleras. Me pegué a las paredes, casi de cuatro patas, cuando recordé al vigilante nocturno que merodeaba por la sala y afuera de la casa, cargando un arma.
Me encamine hacia la cocina. Esta tenía una larga isla gris de mármol, sartenes colgados sobre ella, una ventana frente al lavabo, y una puerta en la esquina de la cocina. La puerta que buscaba. Giré la perilla, por suerte no estaba cerrada, y salí al patio trasero. Había un columpio colgante sobre el porche, una pequeña mesita al lado de ésta, la cual tenía un mini cactus, y los árboles rodeaban la casa. Bajé las escaleras cuando no vi a nadie y busqué las bolsas de basura, las cuales estaban al lado cuando bajé. Saqué la pequeña linterna de mi bolsillo que le robé al señor Piaget, la encendí y comencé a revisar la basura, en busca de ropa de Allen.
En algún momento encontré una bolsa húmeda, con algo blando. La saqué con cuidado de las demás bolsas y la rompí con mis uñas. Retrocedí cuando lo vi, horrorizado. Era ropa, en efecto, pero no estaba seguro de si era de Allen o de otra pobre víctima. Tenía algunas manchas de sangre, pero también...
─La curiosidad mato al gato, ¿sabes? ─expresó alguien, interrumpiendo mis pensamientos.
Me sobresalté, y alcé la vista rápidamente.
Por suerte, o desgracia, era Amy.
─No es lo que parece ─dije con nerviosismo.
Ella sonrió sin mostrar los dientes, mientras bajaba las pequeñas escaleras, con las manos detrás de su espalda. Amy era joven, unos años más grande que yo tal vez, tenía el cabello rubio, ojos cafés y mirada inocente.
Pero nadie nunca es inocente, en especial cerca de tipos como Jaeden.
─¿Ah, no? ¿Entonces no estabas revisando la basura como un bicho raro? ─ladeó la cabeza como hacían los perritos confundidos cuando estuvo frente a mí─. ¿Qué hacías, Scott? ¿Y por qué?
Tragué saliva. No supe qué decir.
─Buscó a Allen Martín ─no me quedo de otra que confesar─. Él está aquí por error.
Ella hundió las cejas.
─Martín ya está muerto y, ¿cómo que por error? ─alzó las cejas, ahora asustada─. ¿Te envió la policía?
Tragué el nudo que se formó en mi garganta cuando confirmó su muerte.
─No, nadie sabe que estoy aquí ─miré la basura y la señale mientras lo preguntaba─: ¿Eso era de él?
─No, la ropa siempre es quemada, para no dejar evidencia. Esa ropa es de Jaeden. Se peleó con un lobo mientras corría en el bosque.
─Yo lo veo bien.
─Sí, pero no en otras zonas... Apropósito, ¿si sabes que aunque no hayas encontrado a tu amigo, aún así Jaeden te matará?
Asentí.
─Pensaba liberar a Allen, y quedarme aquí para ser devorado por ese hombre... ─confesé en un suspiro.
Ya no me importaba seguir ocultandolo, ya que, después de todo, iba a morir.
─Él jamás te hubiera dejado. En fin ─volvió a sonreír─. Vamos, que alguien más puede verte, y las cosas no terminarán bien para ti.
─Espera ─la detuve cuando hizo el amago de subir─. ¿Allen dijo algo o habló sobre mí?
─Hum... ─intentó recordar─. Mencionaba a un tal Dash de vez en cuando. Decía que era su amigo, aunque ese chico lo ignoraba la mayoría de las veces ─se encogió de hombros─. Para mí, que ese Dash era un completo idiota.
─Sí que lo era... ─dije en un suspiro.
─Y no te preocupes, que no le diré a Jaeden sobre tu pequeña travesura ─dijo después de cerrar la puerta de la cocina, con llave
Tampoco me preocupaba.
Esa misma noche tuve un sueño, no, pesadilla. Me encontraba en el bosque, buscando algo, o a alguien, y en algún momento encontré un cuerpo. Corrí hacia él y lo moví para verle el rostro al chico, dándome cuenta de que era Allen, ahora con la cara y cuerpo bañado en sangre. Horrorizado, retrocedí tan rápido que mis pies tropezaron, haciéndome caer....
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Dash está triste y enojado...
Recuerden que si les está gustando esta historia, pueden dejar su voto y seguirme. Abrazos de fuego, mentiras y sangre.
─Agares Holland.