La Arpía
img img La Arpía img Capítulo 2 Conociendo a la victima.
2
Capítulo 6 Laura img
Capítulo 7 viuda img
Capítulo 8 Desahogo img
Capítulo 9 ¿Será estúpida img
Capítulo 10 Mi mejor amiga img
Capítulo 11 La chica virgen img
Capítulo 12 Encaje color púrpura img
Capítulo 13 Una mentira estúpida img
Capítulo 14 Las invito a E.E.U.U img
Capítulo 15 New York img
Capítulo 16 ¿Dónde has estado img
Capítulo 17 Solo quería un café img
Capítulo 18 La entrega de Maribel img
Capítulo 19 La culpa img
Capítulo 20 Para eso existe el microondas img
Capítulo 21 Una invitación a almorzar img
Capítulo 22 La pequeña mentira de Maribel img
Capítulo 23 No te preocupes, no diré nada img
Capítulo 24 Remigio img
Capítulo 25 Invitando a Maribel a un bar img
Capítulo 26 ¿Vienes por Maribel img
Capítulo 27 Cuidando a la insípida Maribel img
Capítulo 28 No es no img
Capítulo 29 ¡Tómame! img
Capítulo 30 Me quedo con Maribel img
Capítulo 31 Laura es hija del viejo. img
Capítulo 32 La curiosidad mató al gato img
Capítulo 33 ES un placer, señorita img
Capítulo 34 Querida hija img
Capítulo 35 ¿Me estás siguiendo img
Capítulo 36 Plan perfecto img
Capítulo 37 Te has clavado en mi mente img
Capítulo 38 No deberías... img
Capítulo 39 Recuerdo del pasado img
Capítulo 40 ¡Vamos, míranos! img
Capítulo 41 La bruja te mintió img
Capítulo 42 Visita medica img
Capítulo 43 El cambio de Marta img
Capítulo 44 No mires a Marta img
Capítulo 45 Fiesta benefica img
Capítulo 46 Perdida img
Capítulo 47 Remigio es mi amigo img
Capítulo 48 ¿Adelantemos la boda img
Capítulo 49 Embarazada img
Capítulo 50 Lo harás bien nena img
Capítulo 51 Esperando al novio img
Capítulo 52 Comienza el juicio img
Capítulo 53 ¡Mentirosa! img
Capítulo 54 Primero Amelia img
Capítulo 55 Usted duerme como un angel img
Capítulo 56 Ella es Amelia img
Capítulo 57 Te invito a New York img
Capítulo 58 Frente a Máximo img
Capítulo 59 Vendrás a vivir conmigo img
Capítulo 60 Estúpido Máximo img
Capítulo 61 Paso a paso img
Capítulo 62 ¿Quién es ella img
Capítulo 63 Estrategias img
Capítulo 64 Sandra es mi aliada img
Capítulo 65 Conociendo a Allegra img
Capítulo 66 Sembrando dudas img
Capítulo 67 El Monstruo img
Capítulo 68 Amelia, ella es mala img
Capítulo 69 Depresión img
Capítulo 70 Me voy img
Capítulo 71 Artimañas img
Capítulo 72 Chica mimada img
Capítulo 73 Lo siento Marta... img
Capítulo 74 McDonald´s img
Capítulo 75 Maribel arruinando mi día de compras img
Capítulo 76 Bienvenida Pascal img
Capítulo 77 Mi pequeña familia img
Capítulo 78 Todos podemos cambiar img
Capítulo 79 Desquiciada img
Capítulo 80 Espero que se muera img
Capítulo 81 Piero... img
Capítulo 82 ¿Qué va a pasar img
Capítulo 83 ¿Qué no haría una madre por su hija img
Capítulo 84 Derecho al precipicio img
Capítulo 85 Trampa img
Capítulo 86 Isabelle img
Capítulo 87 Voy por ti Amelia img
Capítulo 88 Mamá img
Capítulo 89 Niña mono img
Capítulo 90 La carta img
Capítulo 91 Voy por ti img
Capítulo 92 Planes maléficos img
Capítulo 93 ¡Ella es mi mujer! img
Capítulo 94 Seré el padre de Amelia img
Capítulo 95 Planeando la venganza img
Capítulo 96 Acepto img
Capítulo 97 Falta poco img
Capítulo 98 ¡Continúen muchachos! img
Capítulo 99 Fin img
img
  /  1
img

Capítulo 2 Conociendo a la victima.

Bora Bora...

«¿Qué mejor lugar para pasar una luna de miel?»

Es una isla paradisíaca en la Polinesia, un viaje que siempre quise realizar. Solo me faltaba el medio económico para hacerlo, y ahora estoy disfrutando de sus playas, aunque sería mejor estar sola y no con la compañía insoportable de mi "querido" esposo José Do Santos.

Cuando lo vi por primera vez, almorzando en aquel restaurante de lujo junto a su esposa, y dirigió su mirada lujuriosa hacia mí, supe que debía hacer algo al respecto. Me di cuenta de que era una presa vulnerable, dispuesto a dar más de lo que tiene. Aunque me repugna sus sesenta y cinco años comparados con mis veinticinco, estaba decidida a seguir adelante, firme en mis propósitos, a pesar de los recuerdos dolorosos de mi niñez y los deseos de venganza que a veces me invaden, como aquellos once años atrás, cuando debí deshacerme de una persona tan despreciable como él. No obstante, no podía perder de vista mi objetivo y estaba decidida a no dejarlo escapar. Proseguí investigando su cuenta bancaria; para mi grata sorpresa, tiene más de lo que sospechaba. Su patrimonio asciende a unos cuantos millones de dólares, además de propiedades que requerían de una intervención inmediata de mi parte. Ver los grandes y suntuosos hoteles que llevan su nombre me inspiraron a alcanzar la meta con majestuosidad.

Después de tres semanas investigando hasta el más recóndito secreto de su vida, llegué a la conclusión de que sería un trabajo "fácil". Su esposa en aquel entonces, María Magdalena Bonner, era una mantenida, sin derecho a su dinero. Para mi suerte, no tuvieron hijos, ni siquiera un bastardo por ahí, por lo tanto, lo más factible era que me convertiría en la dueña y señora de todos sus bienes.

Empecé a frecuentar los lugares a los que asistían. Esta vez era una subasta de cuadros parisinos; al parecer, a la señora le gusta el arte europeo. Me dejé ver por José en contadas ocasiones, siempre sonriéndome mientras estaba de la mano de su esposa, lo que ratificaba que el trabajo concluiría más rápido de lo que parecía. Con paso firme pero pausado, me acerqué a ver un cuadro, pasando por delante de María Magdalena y provocando que derramara champán sobre su vestido. Ella me miró con furia y altanería, lo que me hizo sonreír por dentro, porque sabía que después de mover bien las piezas del juego, me sentiría plena.

─ ¡Lo siento! Me distraje mirando la belleza del cuadro ─exclamé. Puse las manos sobre mi boca, como si estuviera preocupada por el error cometido. José me miró con deseo, mientras por dentro me sentía dichosa por mi gran actuación.

─ ¡Acabas de manchar mi vestido! ─gritó la señora. Observé lentamente cómo apretaba tanto su mandíbula que llegué a pensar que la placa de sus dientes saldría volando, dejándola en ridículo, y caería en la copa de algún asistente, aunque eso nunca ocurrió. Me tenté con la idea de burlarme de ella, pero tuve que seguir con mi plan.

─ ¡Se lo pagaré! ─mentí, para luego buscar en mi bolso una tarjeta diseñada estratégicamente para la ocasión, con suerte de que José la tomara.

─ ¡Por supuesto que llamaré! ¡Tendrás que pagar! ─exclamó indignada. Su mirada desprendía un elevado ego; en esa ocasión tuve que tragarme el insulto que había guardado desde el primer día en que vi su horrendo rostro. Su tono despectivo hacia mí provocó el deseo de sacar las garras, preguntándome ahora: ¿Cómo fui capaz de soportar tanto? Supongo que el dinero me hace ser una mujer fuerte; no tengo más explicación─. Aunque dudo que tengas lo suficiente para costear un vestido traído desde Europa ─vociferó, mientras yo contaba hasta diez mentalmente, y creo que incluso más, representando la dulce damisela arrepentida de sus actos.

Mi falsa sonrisa no fue suficiente para taparle la boca, lo que provocó un enfado feroz hacia ella. Me prometí que acabaría con su persona de la forma más cruel posible. Lo interesante de la situación, y debo decir que no me lo esperaba, fue que José Do Santos tomó rápidamente la tarjeta. Sabía que estaba interesado, pero no esperaba que llegara al punto de arriesgarse frente a su esposa en esa ocasión. Recuerdo su sonrisa de medio lado, que no provocaba ni provoca nada en mí; tal vez en su juventud le funcionaba, pero eso ya era pasado, y yo solo estoy interesada en su dinero.

─ No te preocupes, querida, haré que pague ─intervino José.

Rápidamente imaginé las mil formas en que el viejo tendría para cobrar, e inhalé profundo para tomar aire y no vomitar frente a los presentes. El olor a rancio, tabaco, licor y perfume costoso no ayudaba, ni ayuda aún a mitigar la decadencia que viene con los años, y José no es la excepción. Todavía no sé cómo paso cada noche con él; supongo que, al visualizar mi próspero futuro, me esfuerzo por otro día más a su lado.

Antes de retirarme del lugar, José no dudó en arriesgarse haciendo un guiño, a lo que yo respondí con mi mejor sonrisa de niña buena.

─ ¡Eso espero! ─dijo la estúpida esposa.

Me di la vuelta y comencé a caminar hacia la salida del recinto, con deseos de bajarle los humos a esa maldita perra, prometiendo que quedaría tan desquiciada por la falta de su querido dinero que rogaría clemencia para recibir migajas. No estaba dispuesta a ceder, pues siempre he creído que para la caridad están las iglesias.

Me fui al hotel donde estaba hospedada, miré a mi alrededor y tomé la decisión de cambiarme a una suite más grande, puesto que pronto sería la dueña y señora del lugar.

Tal como lo había previsto, sonó mi móvil con una llamada de un número desconocido. No lo pensé dos veces y respondí con la voz más sensual que me permitiera la ocasión.

─ ¿Diga? Al otro lado de la línea escuché la voz de José; cerré los ojos esperando imaginar una voz ronca, masculina, con testosterona joven, pero eso no sucedió. No me quedó más remedio que conformarme con saber que era un hombre que me haría vivir con lujos.

─ ¿Señorita Sellers? Me senté en el borde de la cama, esperando que la conversación fluyera y llegáramos al punto en el que comenzaría a recibir los beneficios de mi sacrificio.

─ Sí, soy yo ─respondí─. ¿Con quién hablo?

De acuerdo con mi plan y mi rutina a seguir, hice como si no supiera de qué hablaba mientras tomaba una lima y empezaba a pasarla por mis uñas.

─ ¡José Do Santos! Nos vimos en la subasta de cuadros parisinos esta tarde ─aclaró. ¿Lo recuerda? ─volví los ojos al escuchar su entusiasmo, y me dio aún más asco saber que debía estar con él. Sin embargo, sabía que era un negocio y no estaba dispuesta a retroceder.

─ ¡Señor Do Santos! ─exclamé con falso interés─. ¿A qué se debe su llamada? ¡Qué bruta! Claro, está llamando por el vestido de su esposa.

─ No se preocupe, tiene cientos de vestidos. Compraré otros y se olvidará del asunto ─dijo, y reí al darme cuenta de lo fácil que era manipularlo. Río ahora, sabiendo que pronto toda su fortuna pasará a mis manos.

─ ¿Cómo podré agradecerle el gesto? ─indagué.

Conociendo a los hombres de su clase, sabía que querría verme, y él, esa misma noche, sin imaginárselo, caería en las garras de una mujer sin escrúpulos.

─ Me gustaría invitarla a una copa, si no le molesta.

«¡Bingo!»

─ ¡Por supuesto! Sería un placer ─respondí─. ¿Qué tal si nos encontramos en el bar del hotel donde estoy hospedada? ─pregunté, y no pasó ni un segundo antes de escuchar su satisfactoria respuesta. Era de esperarse que fuera así; José es un hombre acostumbrado a tener lo que desea. Lo que él nunca se imaginó es que yo también.

─ ¿Estaría bien a las nueve, señorita Sellers? ─preguntó.

─ A las nueve es perfecto. Estoy hospedada en el Hotel Do Santos, que, por casualidad, tiene su mismo apellido.

─ Y por casualidad soy el dueño ─aclara─. Espero que la atiendan como usted se merece.

─ ¿Cómo cree usted que merezco ser tratada? ─pregunté.

Intentando hacer las cosas rápidamente, comencé a coquetear con el viejo, lo cual resultó un éxito, ya que él esperaba eso de mí.

─ Una mujer como usted se merece los lujos y atenciones de una reina.

─ ¡Por Dios, señor Do Santos! Me ha sorprendido gratamente. Usted es todo un galán ─mentí─. Los hombres así son muy interesantes, y ya deseo que sean las nueve.

Corté la llamada sin esperar respuesta, pues sabía que quedaría más interesado, y ese era el propósito de todo. Tenía dos horas para ponerme despampanante; en cambio, me tiré sobre la cama, pues creía que no necesitaba arreglo para presentarme ante un viejo que estaba a punto de jubilarse en esta vida. Además, el estar conmigo ya era un premio demasiado grande.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022