La Arpía
img img La Arpía img Capítulo 5 Señora Alexia Do Santos
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Capítulo 6 Laura img
Capítulo 7 viuda img
Capítulo 8 Desahogo img
Capítulo 9 ¿Será estúpida img
Capítulo 10 Mi mejor amiga img
Capítulo 11 La chica virgen img
Capítulo 12 Encaje color púrpura img
Capítulo 13 Una mentira estúpida img
Capítulo 14 Las invito a E.E.U.U img
Capítulo 15 New York img
Capítulo 16 ¿Dónde has estado img
Capítulo 17 Solo quería un café img
Capítulo 18 La entrega de Maribel img
Capítulo 19 La culpa img
Capítulo 20 Para eso existe el microondas img
Capítulo 21 Una invitación a almorzar img
Capítulo 22 La pequeña mentira de Maribel img
Capítulo 23 No te preocupes, no diré nada img
Capítulo 24 Remigio img
Capítulo 25 Invitando a Maribel a un bar img
Capítulo 26 ¿Vienes por Maribel img
Capítulo 27 Cuidando a la insípida Maribel img
Capítulo 28 No es no img
Capítulo 29 ¡Tómame! img
Capítulo 30 Me quedo con Maribel img
Capítulo 31 Laura es hija del viejo. img
Capítulo 32 La curiosidad mató al gato img
Capítulo 33 ES un placer, señorita img
Capítulo 34 Querida hija img
Capítulo 35 ¿Me estás siguiendo img
Capítulo 36 Plan perfecto img
Capítulo 37 Te has clavado en mi mente img
Capítulo 38 No deberías... img
Capítulo 39 Recuerdo del pasado img
Capítulo 40 ¡Vamos, míranos! img
Capítulo 41 La bruja te mintió img
Capítulo 42 Visita medica img
Capítulo 43 El cambio de Marta img
Capítulo 44 No mires a Marta img
Capítulo 45 Fiesta benefica img
Capítulo 46 Perdida img
Capítulo 47 Remigio es mi amigo img
Capítulo 48 ¿Adelantemos la boda img
Capítulo 49 Embarazada img
Capítulo 50 Lo harás bien nena img
Capítulo 51 Esperando al novio img
Capítulo 52 Comienza el juicio img
Capítulo 53 ¡Mentirosa! img
Capítulo 54 Primero Amelia img
Capítulo 55 Usted duerme como un angel img
Capítulo 56 Ella es Amelia img
Capítulo 57 Te invito a New York img
Capítulo 58 Frente a Máximo img
Capítulo 59 Vendrás a vivir conmigo img
Capítulo 60 Estúpido Máximo img
Capítulo 61 Paso a paso img
Capítulo 62 ¿Quién es ella img
Capítulo 63 Estrategias img
Capítulo 64 Sandra es mi aliada img
Capítulo 65 Conociendo a Allegra img
Capítulo 66 Sembrando dudas img
Capítulo 67 El Monstruo img
Capítulo 68 Amelia, ella es mala img
Capítulo 69 Depresión img
Capítulo 70 Me voy img
Capítulo 71 Artimañas img
Capítulo 72 Chica mimada img
Capítulo 73 Lo siento Marta... img
Capítulo 74 McDonald´s img
Capítulo 75 Maribel arruinando mi día de compras img
Capítulo 76 Bienvenida Pascal img
Capítulo 77 Mi pequeña familia img
Capítulo 78 Todos podemos cambiar img
Capítulo 79 Desquiciada img
Capítulo 80 Espero que se muera img
Capítulo 81 Piero... img
Capítulo 82 ¿Qué va a pasar img
Capítulo 83 ¿Qué no haría una madre por su hija img
Capítulo 84 Derecho al precipicio img
Capítulo 85 Trampa img
Capítulo 86 Isabelle img
Capítulo 87 Voy por ti Amelia img
Capítulo 88 Mamá img
Capítulo 89 Niña mono img
Capítulo 90 La carta img
Capítulo 91 Voy por ti img
Capítulo 92 Planes maléficos img
Capítulo 93 ¡Ella es mi mujer! img
Capítulo 94 Seré el padre de Amelia img
Capítulo 95 Planeando la venganza img
Capítulo 96 Acepto img
Capítulo 97 Falta poco img
Capítulo 98 ¡Continúen muchachos! img
Capítulo 99 Fin img
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Capítulo 5 Señora Alexia Do Santos

Alexia:

Tres semanas de luna de miel con un hombre joven y atractivo sería como estar en el paraíso, pero con José es estar en el mismo infierno. Por eso, decido poner fin al viaje y regresar a Brasil. Es mejor volver al trabajo y confirmar con certeza cuánto dinero tiene en su cuenta bancaria. Durante la estadía en Bora Bora, tuve que inventar numerosos dolores de cabeza y un periodo para evitar acostarme tan seguido con el viejo. Cuando las excusas se agotaron, recurrí a un viejo método: drogarlo y contratar a una prostituta para que se hiciera pasar por mí. Finalmente, la luna de miel ha terminado y, aunque la pesadilla de convivir con él sigue latente, es mejor estar en otro ambiente donde pueda manejar mejor la situación. Su fastidiosa presencia me ha hecho querer sacar las garras; sin embargo, me he abstenido solo por saber que pronto veré los frutos de mis esfuerzos, a diferencia de mi matrimonio anterior, donde el viejo no solo estaba rancio y desgastado, sino que su cuenta corriente también lo estaba. Hasta podría decir que tenía más deudas que yo. Aún recuerdo lo enojada que me puse con Remigio; su trabajo era investigarlo y cometió un error garrafal, condenándome a estar con un hombre repugnante a cambio de nada. Lo más sorprendente es saber que, el muy estúpido, también intentó engañarme, y si Remigio no se hubiera dado cuenta a tiempo, me habría despojado de lo poco que poseía. Al llegar a Brasil, nos dirigimos directamente a la mansión de José. Me siento impactada, porque según mis datos, es una enorme edificación moderna; el solo hecho de pensar que será solo mía me da fuerzas para seguir con esta farsa.

Una fila de empleados nos espera en la puerta principal, todos perfectamente uniformados. Me bajo del auto y los veo esperando por nosotros, ansiosos por conocer a la nueva esposa de su patrón. Los miro desde la altura, como diminutos insectos dispuestos a tratarme como una reina para no ser aplastados.

-Les presento a la señora Alexia Do Santos. Ella es mi bella esposa. Les exijo respeto, pues es la señora de la casa y sus órdenes deben ser seguidas al pie de la letra -ordena José.

La sonrisa con la que algunos empleados me miran se desvanece de inmediato al darse cuenta de que no soy lo que esperaban, ya que los miro con altanería, demostrando mi superioridad. Sin decir una palabra, entro en lo que es mi casa. Miro a mi alrededor, con una empleada siguiéndome, mientras José se dirige a su despacho.

-Estas cortinas son horribles; hay que cambiarlas de inmediato -digo más para mí misma.

-Sí, señora -escucho detrás de mí.

Arrugo la frente y le doy la cara a la chica que me sigue de cerca. No lamento asustarla, pues debe acostumbrarse a mi carácter o simplemente se quedará sin empleo.

-¿Qué haces detrás de mí? ¡Quiero estar sola! -grito.

-Lo siento, señora. Solo estoy con usted por si solicita algo; así lo hacemos en esta casa -responde, cabizbaja. Imaginando las mañas de María Magdalena, decido que las cosas deben cambiar. Me gusta que me atiendan al instante que lo necesite, pero también valoro mi privacidad.

-Desde ahora en adelante te quiero lejos de mí -le hago saber-. ¿Entiendes?

Con el rostro lleno de miedo, mueve la cabeza de arriba hacia abajo, demostrando que ha entendido mi solicitud-. Pero debes estar atenta cuando te necesite; no me gusta que me hagan esperar. Estaré evaluando qué empleados son necesarios y cuáles no.

-Sí, señora.

-¡Ahora cambia esas porquerías que ya me dieron dolor de cabeza! -ordeno, refiriéndome a las cortinas de la sala.

Una semana después de la llegada a Brasil, mi desesperación va en aumento, con la necesidad de terminar el trabajo lo más pronto posible. Dormir junto a José se ha vuelto un fastidio; los constantes ronquidos y flatulencias me tienen vuelta loca. Es, sin duda, un cerdo vestido de etiqueta.

-Amor, tengo reservas en el mejor restaurante de Brasil para que pasemos una velada romántica -escucho a mis espaldas. Tomo aire y me vuelvo para mirarlo sonriente...

«¿Cómo hago para que se me ilumine la mirada sin sentir gusto ni placer con lo que escucho o tengo en frente?»

Definitivamente, es un don maravilloso con el que he nacido. No tengo más explicación, pues el panorama que me pinta José es claramente desagradable para mí. José se acerca depositando besos en mi cuello. Le sonrío "enamorada" mientras pienso en una estrategia para no salir con él.

-Qué lindo eres -miento-, pero ¿tiene que ser justo hoy? -pregunto-. Quedé en reunirme con Remigio. Me llamó esta tarde y tiene algunos problemas, y ya sabes, soy su única familia. No quiero que se sienta solo o que crea que lo he dejado de lado por mi matrimonio contigo. Siempre hemos estado juntos y ahora se siente desplazado.

-No hay problema, amor. Comprendo la situación; ya tendremos tiempo para nosotros -dice, estirando su mano para que la reciba, un gesto que acepto para no fallar en nada-. Sal con tu hermano, pero esta noche te quiero solo para mí. Quiero pasar mi lengua... tú sabes por dónde.

Desde el fondo del estómago, una náusea sube rápidamente hacia mi garganta, la cual debo reprimir si deseo que todo salga bien.

─ No me digas eso, eres tan caliente. Me mojo de solo pensar en lo que me harás ─miento.

─ Subamos al cuarto, quiero follarte antes de que te vayas.

«¡Mierda!»

─ Que delicia ─respondo─, espérame en la cama, desnudo, quiero ver una escena que me deje a mil.

José sube corriendo por las escaleras, mientras me quedo pensando en una buena estrategia para no sentir sus asquerosas manos sobre mí, hasta que decido emplear una idea, que espero resulte.

Voy hacia la cocina y le digo a una de las empleadas que me de dos copas y una botella de champagne, pues necesito valor para complacer a mi querido esposo. Lentamente, con la mente en blanco subo las escaleras, y a la mente se me viene una escena asquerosa, una a la que ya debiera estar acostumbrada, no obstante, me dan deseos de llorar, pero reprimo mis emociones, tal cual aprendí desde que tengo uso de razón, y decido seguir siendo la Alexia sin escrúpulos.

─ ¿Te gusta lo que vez Alexia? ─es lo primero que escucho al entrar a la habitación.

José está tirado sobre la cama, completamente desnudo, tal cual se lo he pedido, y la respuesta a su pregunta es un rotundo NO.

─ Esa pregunta no se hace, amor... ─me acerco a una mesita que está frente a nuestra cama y comienzo a servir el espumante. En la copa de José pongo una pastilla para dormir, con la esperanza de que haga efecto pronto─. Brindemos por la suerte de habernos enamorado ─digo alzando mi copa.

Camino lentamente hacia mi esposo y lo beso, para luego extender la copa que contiene el que será mi salvación. Lo miro con lujuria, mojo mis labios, y hago que beba lo que he preparado.

─ ¡Salud por el amor que nos tenemos! ─brinda José.

Dejamos nuestras copas vacías arriba de la mesita de noche. Cuando José se abalanza sobre mí, alcanzo a escapar, parándome a los pies de la cama, rogando que por favor las pastillas hagan su trabajo.

─ ¡Estás goloso eh! ─digo, con el corazón martillándome más de lo habitual─. Mi goloso...

─ Y tú estás juguetona. Mira lo que tengo para ti ─dice señalando su miembro erecto, y mientras se masturba yo finjo placer, pero lo que veo es una película de terror.

─ Eso es mi amor, mastúrbate para mí, me gusta, no sabes cómo me mojo al ver como lo haces ─miento, esperado a que el milagro suceda─. Mientras te acaricias, yo me sacaré la ropa lentamente, y cuando quede desnuda abriré las piernas, quedando expuesta para ti. Pasaré mis dedos juguetones por mi clítoris, pensando que es tu lengua, y estarás ahí, viéndome como me doy placer...

La mano de José empieza a perder velocidad, y pestañea más de lo normal, un indicio de que las pastillas están haciendo efecto. Decido seguir mi juego comenzando a desnudarme, pero no alcanzo a sacar mi brasier y veo su mano caer hacia un costado.

─ ¿José? ─pregunto─, José... ─intenta hablar, pero a penas mueve los labios, y aprovecho de abofetearlo, mientras intenta poner sus manos sobre la mejilla roja, pero es inútil, no tiene fuerzas para nada.

Me doy una ducha rápida para salir de la habitación y hablar con Remigio, dejando que José descanse de su dosis de "sexo". Al llegar a la sala, me doy cuenta de que he dejado mi celular en la mesita de noche. Regreso a buscarlo, pero en la escalera tropiezo con una de las empleadas, que, por lo que veo, me tiene mucho miedo, y eso me gusta.

-¡Ten cuidado, imbécil! -exclamo. A pesar de ser la causante del tropiezo, ella agacha la mirada por el "error cometido".

-¡Lo siento, señora!

La humildad en su voz me importa poco. Sigo mi camino, pero me detengo al darme cuenta de que algo se ha caído. Sin apartar la vista de ella, me inclino y recojo una fotografía. Al verla, mi corazón se acelera. En ella aparece una niña de aproximadamente diez años.

-¿Quién es esta niña? -indago.

Los nervios que provoco en la mujer la dejan muda, por lo que presiono con mi mirada para que hable de una vez, ya que la paciencia no es una virtud que me caracterice.

-Mi hija. Mi hija, señora -responde con inseguridad.

«¿Quién cuida de su hija, si ella vive en la mansión?»

-¿Quién la cuida mientras trabajas? -pregunto, mientras observo el terror en su mirada.

«¿Tanto miedo provoco?»

-Es que... -elevo una ceja para que se apresure, sabiendo que no tengo todo el tiempo del mundo y José puede despertar en cualquier momento-, ella está encerrada en mi cuarto.

Una punzada en el pecho me hace tambalear. Imágenes fugaces entran en mi mente, y ruego que se vayan para no volverme loca.

                         

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