Te necesito
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Capítulo 2 C.1

Katherine

Es una típica mañana, últimamente, sobre

todo, para mí. He ido a la casa de mi atolondrada madre y desde que he atravesado la puerta, ha comenzado su diarrea verbal sobre el mismo tema que lleva machacándome más de un año. He llegado al punto en el que sé los temas a discutir, el orden de discusión y el tiempo que lleva cada uno. En serio, he cronometrado y memorizado cada palabra suya y mis respuestas. Lo que me falta es ver cómo evitar que siempre suceda.

No quiero discutir con mi madre, pero ha

de comprender que ahora lo importante es mi trabajo y llevar la empresa familiar aún más alto. No pensar en hombres, ya que a la mayoría solo le interesa la cantidad de tu cuenta bancaria, o el poder que tengas, al menos si tienes un apellido como el mío. ¿Así cómo puedo fiarme lo suficiente como para tener algo más estable que algún que otro encuentro esporádico con alguien?

Mi apellido trae consigo unas amplias y

cuantiosas gratificaciones que disfruto, sin duda, pero también tiene ciertas, y a veces pesadas, responsabilidades que debo afrontar de la forma más limpia y rápida posible y con una sonrisa, aunque en alguna tarea no sea lo que más me apetezca. Mi madre jamás lo ha entendido como tal. Por suerte para mí, mi padre lo ve igual que yo, pero, para mi desgracia, casi siempre está de su parte, casi siempre, al menos. Me he adentrado tanto en mis pensamientos, tan profundamente, que me sorprendo cuando mi madre chasquea sus dedos frente a mí, con su gesto fruncido, algo habitual cuando tocamos este tema.

-¿Qué, mamma?, ¡me has asustado! -Le digo un tanto brusca y con la mano en el

pecho, todo debido al susto.

-¿Cuántas veces he de decirte que debes encarrilar tu vida?

-¿Cuántas veces debo decirte que ya va encarrilada, mamma? -devuelvo la pregunta con aire apesadumbrado.

-No respondas con otra pregunta, jovencita, es de mala educación. Y cuidado con tu tono, recuerda que soy tu madre.

-Per favore, mamma -Suplico rendida estirada boca abajo sobre la isla de la cocina de mi antigua casa. Hace unos tres años que ya no vivo con mis padres.

No soy una persona caprichosa y jamás he

sido una niña de papá. Me considero una mujer fuerte y agresiva, en el buen sentido, cuando veo lo que quiero, lucho por ello y lo consigo. No soy débil, pero este tema ya podía conmigo. En el estado un tanto infantil, he de admitir, pero totalmente rendida como me encuentro, parece que eso gana la amabilidad de mi madre, ya que noto cómo posa una mano sobre mi hombro dando un pequeño apretón, que infunde ánimo y mucho amor. Levanto la cabeza y miro su mirada afligida y sincera cuando vuelve a abrir la boca.

-Lo único que quiero es que mi única hija sea feliz y tenga todo lo que necesita, para una larga y próspera vida.

-Y lo tengo, mamma. Por el momento todo está bien, y habrá momento para lo

otro. -Le garantizo, pero lejos de tranquilizarla eso la cabrea de nuevo.

-¿Lo otro?, ¿me tomas el pelo verdad? -estalla alzando su tono de voz y ahí me doy cuenta de que tal vez no he utilizado la selección de palabras más inteligente o correcta-: ¿te escuchas siquiera, hija mía? -pregunta de nuevo más calmada o

por lo menos lo intenta. Se nota en cómo respira, hondo y lento; ella tampoco quiere discutir conmigo-. Lo otro -repite con repulsión, como si la palabra le quemara en la boca-, hablas del amor como si no fuese un tema importante en la vida.

-No, mamma. El amor no es un tema importante en mi vida -digo recalcando el mí.

No creo que no sea importante, solo que no es algo primordial ahora mismo en mi

vida. No pretendo declarar un odio a los

hombres, sería una cruel mentira que nadie creería, ya que me encantan, lo admito, no me proclamaré virgen porque no lo soy. El hecho de que esté soltera y centrada en mi trabajo no quiere decir que no salga y disfrute de mi juventud y soltería. Tampoco pretendo envejecer sola sin nadie a mi lado, con quien compartir todo lo que he logrado con esfuerzo y trabajo duro y, por supuesto,

un tema en el que no se admite discusión es que quiero hijos, una larga y extensa estirpe que provenga de una familia llena de amor, como es la mía, y no solo siendo dos hermanos como es mi caso. Sé que mi hermano Hudson piensa igual que yo en eso.

-No te entiendo, hija. -Finaliza mi madre con los labios fruncidos en una mueca

totalmente adorable, "¿así cómo me puedo enfadar con ella?", yo respondo: Fácil, no te enfadas y lo dejas correr absolutamente todo. Soy débil ante mi madre.

-Lo siento, mami, pero he de ir a trabajar.

-¿Te vas a tu jaula? -ironiza.

-No, a la empresa, la jaula la están reparando -le sigo el juego. Me gano una auténtica y sonora carcajada de mi madre, me acerco a ella y beso su mejilla antes de ir hacia la empresa.

Nada más salir de la casa de mi madre, me inunda un agradable olor a otoño y una suave brisa da en mi cara y decido ir caminando en lugar de tomar el coche. Luego visitaría a mis padres después del trabajo y recogería el coche. Voy de camino hasta D'Luca. Veo cómo caen la hojas oscuras y secas, típicas de la estación en la que estamos, de los altos árboles. Contemplo atenta cómo danzan, brevemente en el cielo, impulsadas por la suave brisa hasta que tocan el suelo. Estoy tan embobada contemplando la belleza cotidiana de la naturaleza, que no me doy cuenta de que hay un hombre de aspecto sucio y peligroso frente a mí, hasta que es muy tarde para hacer algo.

Agarra con suma fuerza mi brazo y tira

de mí con agresividad hasta que me empotra contra la mugrienta pared de un

oscuro callejón. "Seguro que aquí debe de haber ratas infectas", una cuestión de la que me preocuparía más si no tuviese a este individuo apuntándome con una asquerosa navaja a mi cara.

-Dame todo lo que tengas. -Ante mi falta de movimiento continúa ladrándome, como si tuviese miedo, "imbécil", pienso, eso me cabrea más. -¡Rápido si no quieres que te raje, puta!

Antes de que pueda reaccionar, un hombre

con peor aspecto que el que me intenta robar, lo agarra de los hombros y lo tira lejos de mí. El asaltante se levanta del suelo y alza la pequeña navaja contra el otro hombre. De un salto se abalanza sobre el hombre que quiso ayudarme, pero este, a pesar de la gran cantidad de ropa que lleva, por llamar de alguna forma a los harapos que hay sobre él, oculta su cuerpo casi por

completo, se adivina que es más fuerte y lo desarma sin problemas.

Lejos de rendirse, el estúpido asaltante, lo debe ser para no comprender que no va a ganar y que lo mejor es retirarse, se lanza de nuevo contra el chico. Este es más rápido y lo atrapa en el aire del cuello de la camisa con la mano izquierda, mientras que con la

derecha le estampa un buen puñetazo, lanzándole contra la otra pared del estrecho callejón, por donde su cuerpo semiinconsciente se desliza hasta caer

en un charco asqueroso, que parece estar ahí años y aún no se seca.

El individuo, tras una rápida mirada al chico y otra a mí, completamente furibunda, se apresura a levantarse del suelo y salir corriendo por el lado contrario del callejón, por el que me arrastró momentos antes.

Cuando han pasado, al menos, un par de

minutos desde que el rastrero ha decidido huir, como la rata miserable que es, mi salvador lanza un suspiro y gira lentamente hacia mí, con las manos alzadas en plan: "No te haré daño". ¿Por qué estos dos tipos creen que les tengo miedo? Jamás un hombre me había considerado débil, ni cualquier otra persona que me conociese, esto me ofende. ¿Me acaba de ayudar, como voy a temerle?

-No te haré nada, solo quiero ver si te ha hecho daño -habla finalmente una vez que

está totalmente frente a mí.

Lo que escucho me encanta, a pesar del

olor y el aspecto que tiraría para atrás a cualquiera, su voz es grave, rasposa y a la vez dulce, la típica voz de los chicos duros, que siempre sale en novelas románticas, la misma voz que siempre pensé que no existe pero que este tipo la posee, la misma que acaricia suavemente mis oídos, acompañada de un acento británico que te invita a perderte en él. Estoy tan enfocada es esa maldita y sexy voz suya, que no logro formar las palabras necesarias para decirle que no necesitaba su ayuda pero que gracias, que no estoy herida porque no me ha llegado a hacer nada, y que no es necesaria su ayuda. Toda la intención de

buscar dichas palabras muere en mi interior cuando noto cómo posa una suave mano, con total delicadeza, en mi mejilla. Lo miro a los ojos, unos ojos marrones totalmente atrayentes, no es el típico marrón sino tirando a color miel, tan suaves y brillantes que parece como si se fuese a desbordar algún tipo de líquido. Sus bellos ojos recorren cada centímetro de mi tez meticulosamente, entonces sonríe, una sonrisa devastadoramente hermosa. "Dios, ¿cómo puede existir un hombre así? y el pobre vive en la calle".

-Estás bien, tranquila... -Su sexy acento me devuelve a la tierra y por fin reacciono.

-S-si... -me aclaro la garganta para sonar más segura-. Estoy bien, aunque no necesitaba tu ayuda, la situación estaba perfectamente controlada. Una sonora carcajada escapa de sus carnosos labios, y a pesar de ello, eso no evita que mi nivel de enfado crezca hasta que me encuentro tan enfurecida que no puedo controlar mis propias palabras.

-¿Perdón?, ¿se puede saber de qué diablos te estás riendo?

-No sé si te has dado siquiera cuenta. Estabas en shock-, dice una vez que ha logrado parar de reír-, pero te tenía contra la pared y con su navaja señalando tu cuello. No creo que estés en posición de decir que lo tenías todo controlado.

-¡Eres un imbécil presuntuoso! -Estallo contra el chico.

Me giro dándole la espalda y salgo por donde el individuo me arrastró momentos antes. Un marcado acento británico me hace parar.

-De nada, ¿eh? -Me giro y lo miro mientras me intento sacudir la suciedad que hay

en mi falda-. Solo te he salvado la vida, ¿quién espera que eso se agradezca? -ironiza-, es taaan difícil decir un "gracias".

-Grazie mille, me has ayudado, pero eso no cambia el hecho de que, si no hubieses aparecido, igualmente me encontraría perfectamente bien -contesto con rapidez y vuelvo a girar sobre mis talones para retomar mi camino al trabajo.

Antes de abandonar completamente el

sucio y angosto callejón escucho tras de mí un bufido masculino y pasos alejándose.

Cuando llego a la empresa, observo cómo

se produce ante mí el usual revuelo. Todos piensan que muerdo o algo, pero la verdad es que solo soy exigente con mis empleados y ayudantes, porque quiero lo

mejor para mi empresa y para ellos. Tampoco es como si yo no respondiese de

igual medida, los cuido y mientras que den lo máximo de ellos en su trabajo, se comporten con profesionalidad y ayuden a alzar la empresa aún más, su esfuerzo

siempre se verá recompensado con creces. El leve taconeo de mi secretaria me alcanza nada más entrar en mi despacho.

-Señorita D'Luca, ha llegado el informe de la compañía "Lern in Style", para la reunión de las once de hoy, como usted pidió.

-De acuerdo, Isabelle, déjelo en mi mesa -le digo mientras me sirvo una taza de café caliente.

-¡Ah! También llamó su hermano.

-¿En serio?, qué raro. ¿Por qué no llamó a mi teléfono? -digo lo último más para mí

que para Isabelle, pero igual ella contesta.

-Me dijo que la llamó, pero no respondía, así que probó con el teléfono de su despacho. -Se detiene y continúa con un leve rastro de miedo en su voz-, como yo estaba dejando unos papeles, lo atendí por si era importante.

-Muy bien, ¿y qué dijo?

-Que la recogería para comer a las dos.

-Uf... -Se me escapa un suspiro. "De verdad este Hudson siempre igual, pensando que puedo irme así sin más"-. Muy bien, si no hay ninguna otra cosa... puede retirarse.

-Permiso -pronuncia con suavidad la palabra y se dispone a abandonar el despacho, pero algo viene a mi cabeza y la llamo- ¿Sí?

-¿Tienes novio o algún interés amoroso por ahí? -Tarda unos segundos, la veo completamente nerviosa, pero respira hondo y da un flojo "no"-. ¿Cuántos años llevas trabajando para nuestra empresa? -Sé a la perfección la respuesta, pero quiero que aún así se pronuncie. No soporto que no hablen alto y claro. No es como si fuese a hacerle algo, esta chica me agrada, es la mejor secretaria que he tenido.

-Seis años señorita.

-¿Cuántos conmigo?

-Con usted como jefa tres señorita. -Espero a ver si continúa hablando... y ¡bingo!-:Tres años en los que he aprendido mucho, me ha tratado muy bien y he estado y me encuentro muy cómoda. Le debo esta oportunidad, me esforzaba por hacer mi

trabajo bien y fue usted quien lo vio. Me ascendió como su secretaria personal y lo agradezco esforzándome lo máximo posible, pero he de decirle que, si eso no es suficiente, me emplearé aún más a fondo, se lo garantizo.

-No se equivoque Isabelle. -Veo cómo respira hondo-. El puesto se lo ganó a pulso con su trabajo bien realizado y lo mantiene por su esfuerzo. Yo recompenso a

los trabajadores que lo hacen bien. No pretendo regañarle tampoco ni mucho menos reprocharle nada, porque no hay nada de eso -. Esta vez su rostro se ilumina un poco y me sonríe-: Lo que quiero es felicitarla por su trabajo, así que, ¡siga así! Por cierto, hoy vendrás a almorzar con mi hermano y conmigo -la miro ante su gesto de duda-, a no ser que tengas algún compromiso previo.

-No, no tengo nada planeado, solo iba a almorzar en mi mesa.

-Bien entonces vendrás con nosotros. -Comienza su camino hacia la puerta, pero la

llamo-: Otra cosa, aquí dentro puedes llamarme por mi nombre. Hace tres años

que trabajas para mí y me caes bien, así que no hay problema. En caso de que haya alrededor algún compañero de trabajo o algún socio, personas de la junta directiva con las que me vaya a reunir o algo así, trátame de usted, mientras tanto puedes tutearme e igual lo haré yo.

-De acuerdo... uhm... Kate, me retiro.

-Muy bien Isabelle.

Suspiro satisfecha una vez que la chica

de pelo negro y ojos verdes, desaparece a través de la puerta de mi despacho.

Lo que intentaré puede que salga mal, pero si sale bien, será algo grandioso. No creo que justo en este momento, haya recordado ese rumor que corría por toda la empresa hace un año de que a Isabelle le interesaba mi hermano.

A decir verdad, Isabelle es el tipo de Hudson y lo metería un poco en vereda. Amo a mi hermano, Hudson junto a mi padre son los únicos hombres de mi vida en este momento, y los defiendo con uñas y dientes, pero mi querido hermanito es un mujeriego empedernido que le vendría bien un empujón para centrarse. Quizá ese empujón sea Isabelle.

La mañana transcurre sin mucho ajetreo pese a dos o tres reuniones pendientes. Es entonces cuando veo aparecer por la puerta de mi despacho al grandullón de ojos verdes que tengo por hermano. Todo sea dicho, al igual que es un mujeriego es muy concienzudo y trabajador, conservar ese musculado cuerpo, a pesar de las fiestas locas que se pega, tiene que costar lo suyo. Ojalá su dedicación a las mujeres, fiestas y sobre todo al gym, la tuviese para la empresa.

-¡Hermanita! -dice mientras le abrazo.

-¡Grandullón! -contesto y antes de poder alejarme, me alza en sus brazos y da unas cuantas vueltas, provocando que ría.

-¡Ja, ja, ja! Estás loquito, ¡bájame! -Intento mantener la compostura, estamos en la empresa, pero con Hudson no se puede. Es demasiado juguetón y el único que hace que me suelte por completo.

-Vamos a comer, pequeñaja.

-Un respeto, que soy la hermana mayor- refunfuño con enfado fingido, pero en seguida me río al ver su cara de "inocencia".

-Está bien, vamos. -Dice y me coloca la mano en mi cintura mientras abre la puerta

para mí, indicando que pase primero.

-Mmm, todo un caballero, ¿eh? -murmuro burlona.

-Por supuesto, ¿cómo lo dudas? -Pone una mano en su pecho, como si le hubiese hecho daño mi comentario.

-¡Claro! -digo chocando mi puño cerrado contra mi mano izquierda, como si acabase de caer en algo muy importante-, con razón te las llevas a todas de calle.

-Ja, ja, ja -ríe fuerte mi hermano y mientras sube y baja las cejas seductoramente dice-: ¿lo dudabas?

Esta vez es mi turno de reír, Hudson es un tanto payaso.

-¿Por cierto, has reservado en algún lugar?

-No, conozco un buen sitio, es un restaurante que te encantará, es de un amigo así que no necesito reserva, siempre hay lugar para mí -sonríe orgulloso.

-Bien, pero no seremos dos, nos acompañará una amiga.

-¿Quién?, Ellie, Casie o...

-Espera -le corto-, no es alguien que conozcas, al menos de esa manera. Ten cuidado -le advierto antes de llegar a la mesa de Isabelle-, no puedes hacer algo, que la haga sentir incómoda después... -Le regaño haciendo hincapié en las palabras, algo y después y mi hermano en seguida comprende a lo que me refiero y se defiende.

-¿Por quién me tomas?

-Por un ligón -digo sin demasiada importancia. Ambos sabemos que lo es y no es algo que pretendamos disimular entre nosotros.

-Está bien, me comportaré -claudica tras meditarlo un momento.

Cuando nos dirigimos hacia la mesa de

Isabelle, mi hermano me da un pequeño toque con su codo y me río por lo bajo,

cuando veo que ha adivinado quién nos acompañará y el porqué de mi advertencia.

En cuanto entramos a la zona donde está su mesa, un brillo diferente inunda los ojos de Isabelle, cuando ve que detrás de mí se encuentra Hudson.

-¿Estás preparada, Isabelle? -me responde con un breve asentimiento y se pone de pie-: Vamos entonces.

Mientras recorremos el pasillo que lleva

hasta mi ascensor particular, noto cómo se posan en nosotros las miradas de todos los trabajadores. Simplemente las ignoro, alzo la cabeza y continúo mi camino, pero advierto que Isabelle puede que no se sienta tan cómoda, así que, en tono muy serio le digo: "Señorita Cavano, acompáñeme un momento", haciendo que todos vuelvan a lo suyo. Una vez que entramos al ascensor y se cierran las puertas.

-Grazie mille, Kate -dice de manera tímida Isabelle, ganando una mirada de mi hermano, ya que, en la empresa, todos me suelen llamar por mi apellido.

-No debes dejar que te afecte, nadie te debe hacer sentir mal, en mi empresa eso no lo consiento. Si alguien te va con alguna queja, dímelo inmediatamente, pero no agaches la cabeza. ¿Está bien? -le pregunto dándole un pequeño apretón en el

hombro.

-Está bien -me sonríe.

Llegamos al restaurante y la verdad es que Hudson tenía razón, el sitio era muy elegante y parecía trasladarnos a las antiguas calles londinenses. Me encanta.

Una pequeña farola negra se encuentra en

la entrada, una alfombra roja nos da la bienvenida y una vez que entras todo mejora. Mesas de madera cubiertas con elegantes manteles, pequeños candelabros,

paredes de piedra y largas lámparas colgantes del alto techo, y una enorme colgada en el centro de aspecto señorial.

El camarero llega y nos toma nota. Pasa el rato en una conversación agradable, en la que descubro que tal como pensaba, Isabelle tiene mucho en común con Hudson. Cuando llega nuestra comida, mantenemos un cómodo silencio en el que me percato de las continuas miradas que mi hermano lanza a Isabelle, las mismas que esta le devuelve con timidez.

Hace ya unas cuantas horas que hemos

terminado de comer y lo último que me queda para terminar mi día e irme a casa

es preparar la dichosa reunión de Marketing de mañana. Termino todo y veo cómo Isabelle sigue trabajando.

-¿Aún aquí? Tu horario laboral hace ya un par de horas que terminó. Mira que no pagaré horas extras -bromeo. Isabelle ríe por lo bajo.

-Ya me voy, estaba terminando unas cosas.

Bajamos por el ascensor y cuando cruzamos la puerta nos separamos. Llego a casa de mis padres.

-Hola, papi -le digo nada más lo veo sentado en el sofá.

-Hola, pequeña -Me devuelve el abrazo.

-He venido a saludar, ya que tenía que recoger mi coche. Estoy agotada.

-Quédate a cenar, cielo. Tu madre ha preparado tu plato favorito.

-Ok, me quedo.

Hemos cenado un delicioso pollo al

horno, pero cuando voy a levantarme para ayudar con los platos, me llama mi madre a su despacho. En seguida comprendo que esto será la repetición interminable de la misma mierda y me altero.

-Mamma, ¿qué sucede?

-Cierra la puerta.

***

Un rayo de sol acaricia mi rostro y abro los ojos mientras me desperezo como un gato. Llamo a Casie para desayunar juntas hoy, accede y corro para vestirme e ir lo antes posible con ella. Me visto con una camisa blanca, un pantalón color caqui y una gabardina marrón oscura larga.

Entro al restaurante e inspecciono con

la mirada todo el local, hasta llegar a una cabeza rubia. En cuanto me ve, alza la mano y saluda.

-Hola, amiga.

-Hola -le digo nada más llegar hasta ella.

Le cuento la locura que me dijo anoche

mi madre y veo cómo alucina. ¿Cómo puede decir que si no me caso no heredaré la

empresa? He estado ganándomela por tres años, la he llevado a un nivel que no tenía hasta que no llegué yo, no es que antes no fuese una de la más importantes, pero ahora es la empresa líder y todo por mi esfuerzo. Es increíble que todo se vaya a ir a la mierda, porque no tengo un novio.

Una loca idea se me cruza por la cabeza.

Me despido de mi amiga, que, aunque no parece estar de acuerdo, antes de irme me dice que cuente con ella. Amo a esta chica, no sé qué haría sin ella. Voy casi corriendo, esto es una locura, y debo de llegar y hacerlo antes de que mi parte racional gane a la parte desesperada porque no le quiten lo que es suyo por derecho y tome el control.

Sé que es difícil y loco, no conozco a ese chico para nada, pero me "salvó" sin conocerme de nada y sin pedir nada a cambio. Debe ser una buena persona. Comprendo todas las cosas que pueden salir mal y los riesgos que correremos si acepta o si me pillan en esta pequeña mentira, pero llegados a este punto, me la suda. Llego hasta ese oscuro, asqueroso y

maloliente callejón con la esperanza de encontrar a aquel chico, pero la decepción me abofetea en plena cara cuando no logro dar con él. Cuando me voy a rendir y salir de ese horrible lugar, escucho ese acento que tanto me cautivó y enfadó ayer.

-¿Estás loca? Debe ser eso o que quieres morir.

-Estoy desesperada -casi grito.

-Ya, cielo, eso se ve, pero, ¿por qué ponerse en peligro?

-¿Otra vez con eso? Yo no.... Uff. Mira, déjalo, eso no es importante ahora mismo.

-Ah, ¿no? -dice apoyándose en la pared mugrosa, con pose chulesca, a lo que yo pongo cara de asco y no precisamente por él. Lo observo detalladamente. Está apoyado contra la pared, con los brazos cruzados sobre el pecho y un pie contra la

sucia pared, mientras mantiene el equilibrio sobre el izquierdo. Cuando me descubre inspeccionándolo de arriba a abajo, sacude una mano delante de mi cara, trayéndome de vuelta.

-Quiero proponerte algo -le digo sin dudar-: Necesito que te hagas pasar por mi novio, quizás tengas que casarte conmigo, pero todo eso se puede arreglar. Te pagaría

una cuantiosa suma -digo todo muy rápido para no darle tiempo a rebatir nada.

-Sí, definitivamente, estás loca.

-Y tú eres un necio por rechazar mi oferta, antes de escucharla.

-A ver, ¿qué oferta sería esa? -Lanza el reto incrédulo.

-Te pagaré una vez que todo acabe cinco mil euros, a parte de una casa que estará

totalmente pagada y a tu nombre hasta que ya no estés para utilizarla y, si tienes hijos, la heredarían, sin contar con que el tiempo que dure todo esto, todas tus necesidades serán cubiertas, ropa, comida, -lo miro dudosa -estudios... si quieres. Absolutamente todo.

-¿Y yo solo tengo que fingir ser tu novio y casarme contigo?

-Sí -respondo esperanzada.

-Me estás tomando el pelo, vete a reírte de otro.

-No, no me estás escuchando, yo...

-¡No quiero oírte! -Me corta iracundo -cuando te salvé ayer, pensé que eras una

preciosa chica en apuros a la que estaría bien ayudar, sin pretensiones de

nada. Pero has resultado ser una víbora que se ríe de que viva en la calle.

-No, yo no pretendía...

-¡Olvídalo! -Me vuelve a cortar cabreado- ¡vete al infierno!

Unas lágrimas, que duelen como si de

ácido tratasen, escapan de mis ojos. Cuando ve que estoy llorando su gesto

cambia por una fracción de segundo, pero en seguida vuelve a endurecerse.

-Yo no me burlo de nadie, en mi vida. Me da igual que no lo creas, pero ahora necesito tu ayuda. Después de lo de ayer, pensé que tú serías el único en quien podría confiar para pedirle esto. Eres buena persona, lo sé, y yo tengo algo que necesitas. Sería lo mejor para ambos. Te dejaré mi tarjeta aquí, por si

cambias de opinión. -Lo miro por última vez antes de irme de ese horrible callejón.

Cuando llego a la empresa lucho contra

las caprichosas lágrimas que desean salir. Encima hoy me espera un día largo... Escucho que llaman a la puerta, pronuncio un "adelante" un tanto seco, pero después de la conversación que tuve con mi madre anoche, no estoy de humor para nadie ni nada. Eso sin contar lo que ocurrió esta mañana, para empeorar mi humor un poquito más si es posible.

Flashback

-Mamma, me niego. No puedes pedirme eso. -Me encuentro totalmente indignada: "¿en qué piensa mi

madre?"

-Solo quiero lo mejor para ti, amore.

Respiro hondo para tranquilizarme, antes

de abrir la boca, he de elegir bien mis palabras, lo último que quiero es discutir

con mamma.

-Lo mejor para mí, en este momento, es seguir concentrada en nuestra empresa.

-Siempre estás trabajando, no sales, no vives.

-Mamma, no exageres, sí salgo.

-Bueno, saldrás, pero no hay novio a la vista y yo quiero nietos pronto, mientras

todavía pueda llevarlos al parque.

No puedo aguantar más, ante el dolor de

cabeza que amenaza con emerger de la nada. Pierdo la paciencia.

-Mamma, me niego a seguir discutiendo esto -le discuto alzando la voz-, no me voy a casar de momento. No tengo novio ¿no?

-Querida, me estás obligando a hacer algo que no quiero.

Alzo mis manos exasperada. Coloco los

dedos índice y corazón de ambas manos a los lados de mi cabeza y masajeo mi

sien.

-Mamma, ¿qué estás diciendo?

Un suspiro agotado escapa de sus labios.

-Tienes un plazo de tres meses. -La miro sin comprender y vista mi reacción se dispone a aclarármelo-: Si no encuentras un buen hombre que te quiera y al que tú

quieras en un plazo de tres meses, no heredarás la empresa. -Me dispongo a

quejarme, pero me detiene alzando la mano-: Antes de que pienses en tu padre,

he de decirte que esta es una decisión de ambos. No pretendo que te cases en

tres meses, pero tanto tú como yo sabemos, que, si no te pongo un plazo, ni

siquiera buscarías un buen chico. Siempre dices lo mismo: "Cuando se encauce más mi relación con la empresa..." y ambas sabemos que estás muy bien encaminada. Además de que siempre habrá algún trato que cerrar, alguna reunión que celebrar o alguna compra de cualquier otra empresa, pero la vida pasa y no quiero que acabes sola pensando: "¿Qué hice con mi vida?" -Se acerca hasta mí y coge mis manos entre las suyas-. No quiero que te arrepientas de no buscar el amor. -Deja un beso en mi

frente y sale de la habitación. Dejo salir el aire, que al parecer estaba sosteniendo, de un largo suspiro.

Una lágrima acaricia mi mejilla.

Fin del flashback

Se abre la puerta y no me creo quién

aparece por ella.

-¿Qué haces tú aquí?

            
            

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