No sé qué sucede. Algo había fallado, eso está claro y supongo que alguien de dentro me debe dar muchas explicaciones. No sé quién, pero no consentiré que en esta empresa haya filtraciones. D'Luca siempre ha sido una empresa hermética y no permitiré que eso cambie.
Me dirijo rápidamente a la sala de juntas y abro la puerta encontrándome con el señor Kristoff con gesto serio.
Jayden
Ya casi es la hora en la que suele venir Kate a comer. Me siento un tanto ansioso. He preparado una comida para dos en agradecimiento por todo lo que me ha dado.
Sé que es un trato, sé que lo hace en su propio beneficio, comprendo a la perfección que esto durará nada más que tres años, pero también reconozco que me equivoqué al prejuzgarla y me he sorprendido un montón al poder conocerla mejor en estos pocos días y, aunque es tentar a la suerte, creo que me está gustando lo que conozco de ella y creo que tengo posibilidades de que seamos algo más real.
Nadie puede culparme de intentarlo, es decir, solo hay que mirarla para admirar lo hermosa que es. Solo tienes que mirarla atentamente para ver más allá de su bello exterior y con tan solo pasar una hora con ella ves qué tan increíble es.
Más allá del dinero, del exterior duro y frío, de esa coraza que lleva tan estoicamente. Y, aunque haya podido estar poco tiempo con ella, me ha bastado para poder ver eso.
Miro preocupado el reloj, hace ya una hora que Kate debería haber llegado. Son más de las tres y media y no ha llamado para informar de que no pensaba venir a comer a casa. Ahora estoy frustrado y maldigo mentalmente por no haberle pedido el número de su despacho. Llamo por segunda vez a su número privado, pero no me lo coge.
Estoy preocupado, pero no quiero ser una molestia si al final resulta que está en medio de algo de su trabajo. Pero, ¿y si ha sufrido un accidente? En seguida meneo la cabeza de un lado a otro, intentando borrar esa posibilidad de mi mente, cuando una pequeña opresión invade mi pecho.
Miro el teléfono nuevamente cargado de un sentimiento de miedo entrelazado con duda e impotencia.
Katherine
Lanzo un suspiro agotado una vez que caigo sentada en la silla de mi despacho. Me presiono ambos hombros a la vez que muevo el cuello lentamente para intentar disminuir la tensión acumulada. Tratar con los empresarios alemanes, cuando están enfurecidos por el hecho de ser informados erróneamente de un problema con sus cuentas, jamás será algo fácil de hacer. La parte buena de todo esto es que, tras varias horas rediscutiendo los términos de nuestra relación laboral y mostrando los papeles correctos -que alguien se había tomado la molestia de falsificar y hacérselo llegar a Kristoff, sin verificar antes el hecho de que yo siempre pido una copia para mí, y por tanto, los originales los poseo yo-, hemos quedado en que a partir de ahora, los tratos se cerrarán directa y exclusivamente conmigo en persona, lo que sin duda me hará tener que viajar muchas veces más, pero que, a la larga, será muy beneficioso para ambas empresas.
Miro el reloj de mi despacho y veo que son casi las nueve de la noche. Mi estómago gruñe en forma de protesta, ya que, pensándolo bien, desde la una que no tomo nada.
Agarro mis cosas y, después de mandar a Belle a su casa, no quiero que piense que ahora que somos, o casi, familia la pienso explotar. Apago todo y, tras ver que no queda nadie, me voy.
En el camino hasta el coche, no puedo evitar pensar en Jay. Pensaba volver pronto y pasar tiempo con él, hablar y quizá, no sé, coger confianza.
Cuando llego a mi coche, una loca idea cabalga desbocada y sin control por mi mente. ¿Y si a Jay también le interesa acercarse a mí? Es decir, como algo más real.
Conduzco por las atestadas calles que llevan a mi casa, maldiciendo internamente a toda la maldita población, ya que parecen haber tenido la idea de salir todos a la vez, justo cuando estoy deseando llegar a casa junto a Jay.
Para mi gran suerte parece que alguien, ahí arriba, se ha apiadado de mí o algo, porque todos los semáforos que quedan hasta mi casa se van poniendo en verde para mí.
Una vez que llego a mi casa, escucho la voz ronca y sexy, que ya se ha vuelto mi sonido favorito, de Jay. Parece que está hablando con alguien por teléfono. Creo que no ha notado la puerta cerrarse.
Cuando llego a la cocina, guiada por su voz, lo que escucho me deja tan noqueada que soy incapaz de moverme y largarme de ahí, que es lo que realmente quiero en este momento. Jay está de espaldas a mí, por lo cual no me ha visto aún, y continúa hablando cariñosamente con quien sea que hable y haciéndome pedazos a mí, que todavía no soy capaz de moverme y estoy obligada a escuchar esta tortura.
-Muy bien, amor. Yo también te quiero ¿Has sido buena...? Ja, ja, ja, me alegro.
No sé cómo reacciono y logro moverme al ver que Jay va a girar hacia mí. Salgo de la cocina antes de que me vea mientras me golpeo mentalmente.
¿Tiene novia?
"Pues claro que tiene novia, ¿tú lo has visto? ¿cómo no la va a tener?"
Sí, bueno, pero podría habérmelo dicho.
"¡Hola! No te debe ninguna explicación, solo os une un contrato."
Tras esta extraña discusión conmigo misma, me encierro en mi habitación y me tiro en mi mullidita cama. En ese preciso momento escucho un grifo cerrarse, ¿hay alguien utilizando mi baño?
Miro hacia la puerta del baño de mi habitación, sin moverme de la postura en la que me encuentro, tumbada sobre mi cama y boca abajo. Veo cómo la puerta se abre lentamente, emitiendo el típico crujido de madera vieja y haciendo que la diminuta rendija de luz que se cuela del baño hasta mi habitación, poco a poco se haga más grande conforme esta se abre.
La puerta abierta me deja contemplar en su totalidad a un hermoso chico moreno, cuya única prenda con la que tapa su extraordinario cuerpo es una diminuta toalla blanca.
Dicho chico se acerca lentamente hasta mí con una lasciva sonrisa en su rostro, coloca ambas manos en mis tobillos y tira con delicadeza de ellos haciéndome girar sobre mí para que lo mire.
Frente a frente se ve aún más apetecible.
El chico se abalanza sobre mí, pegando su cuerpo desnudo al mío, aún cubierto por la molesta ropa del trabajo, pero sin dejar todo su peso sobre mí. Me da un apasionado beso a la vez que desliza por mis brazos la americana, quitándola así del camino. Muerde mi labio inferior haciéndome proferir un tímido gemido, justo cuando va a introducir su lengua en mi boca, un ruido hace que nos separemos de golpe.
Miro por encima del hombro del chico, tras él, y veo a Jay en la puerta de mi cuarto. Una clara emoción cruza su gesto, molestia, de hecho, se le ve muy enfadado. Mato rápidamente la estúpida chispa de esperanza que nace en mí, al pensar que puede estar celoso.
Jay se acerca a nosotros con paso firme y ligero. Una diminuta sensación de miedo me embarga cuando veo a Jay, coger del cuello al chico del que todavía desconozco el nombre, lanzarlo fuera de la habitación para luego venir rápidamente a mi cama y tumbarse sobre mí.
El ruido de la puerta de la casa cerrándose a portazo, avisándonos de que el desconocido se ha ido, retumba en nuestros oídos antes de que Jay abra finalmente la boca.
-No necesitas traer a un tío a casa para que te dé placer, para eso estoy yo -dice antes de estampar sus carnosos y cálidos labios sobre los míos, en un beso para nada delicado, sino que es ardiente y voraz. Agarra mi labio inferior entre sus dientes y, a la vez que da un leve tirón, pasa la punta de la lengua por él, acariciándolo, pidiendo permiso con su ávida lengua para entrar a mi boca.
Cuando lo consigue, inunda con ella todo mi interior, probando cada recoveco de mi boca, cada centímetro de ella y tentando con cada movimiento a que yo haga lo mismo. Cuando se separa emito un quejido en protesta, la misma que muere en el momento que noto sus labios, lengua y dientes probar libremente -en un sensual y tentador descenso- mi cuello, clavícula y hombro derecho.
Ambas manos no dejan de moverse por todo mi cuerpo dejando calientes caricias a su paso. Llega a mi abdomen donde deja un camino de húmedos besos en descenso, que se desvían y recorren ambas piernas, lentamente, sin prisas, como si no quisiera perderse ni un solo milímetro de mi cuerpo. O como si quisiera hacerme delirar con sus atenciones, cosa que está consiguiendo.
Vuelve a subir y ataca mi boca sin compasión, en un desenfrenado beso que no ayuda a mantener el control. De un rápido movimiento, me posiciono sobre Jay, intercambiando posiciones. Sin dejar de besar sus sabrosos labios ni siquiera un segundo, introduzco ambas manos, sin rastro de pudor, bajo su camiseta y tiro de ella hasta sacarla de en medio. Presiono aún más las piernas a ambos lados de su cuerpo, sintiendo más su cálido cuerpo contra el mío.
Contemplo con admiración al maravilloso hombre que se encuentra en mi cama y acaricio con total libertad su trabajado torso. Paso delicadamente mis frías manos por ambos pectorales, causando leves temblores por parte de Jay. Trazo con la punta de mis dedos cada uno de sus marcados abdominales, como si fuese un mapa, un mapa que quiero aprenderme de memoria para poder perderme en él.
Recorro con mis labios el mismo rumbo que han hecho mis manos momentos antes, lentamente, sin prisa alguna, deleitándome con el sabor de su piel tostada y suave.
Me dirijo nuevamente a su cuello, con la idea de provocarlo un poco. Hago como que voy a besarle, pero en el último momento me inclino sobre su oído y le digo en un susurro ronco, debido a la excitación que ha provocado en mí.
-Te voy a comer enterito.
Lo que provoca en Jayden la reacción esperada. Al instante de pronunciar esas palabras, que son más como una promesa, vuelve a tumbarme y se cierne sobre mí. Acaricia su mejilla sobre la mía pinchándome levemente con su incipiente barba. Traza un delicado camino de leves mordidas y besos que se desplazan de mi mejilla, pasando por mi mandíbula y cuello, hasta llegar a mi desnuda clavícula. Sin abandonar sus manos mi cuerpo en ningún momento, las mueve hasta mi cadera y se libra de mi camiseta, solo abandonando la exitosa tarea de su boca contra la mía para sacarme de camiseta por la cabeza y tirarla al suelo detrás de él. Con facilidad, sujeta ambos brazos con solo una mano y los posiciona sobre mi cabeza mientras me mira frente a él, sobre la cama y bajo su cuerpo, expuesta justo como lo había tenido yo minutos antes.
En su cara se muestra una auténtica sonrisa de satisfacción, sin duda disfruta de este momento. Cuando finalmente parece que va a volver con lo que estábamos, un ruido en la puerta hace que se gire y baje de la cama.
Antes de irse por la puerta, me mira y mueve sus tiernos y hambrientos labios, me está diciendo algo, pero... ¿Qué?
No soy capaz de escucharlo, me esfuerzo, pero no capto ninguna palabra clara, intento levantarme, pero tampoco puedo.
Escucho la voz de Jay como a lo lejos y este se gira otra vez y se va. Es justo en ese momento cuando abro los ojos de golpe y me doy de bruces contra la cruel realidad.
Todo era un maldito sueño.
Aún desorientada, miro desde la cama mi ventana y veo que el cielo está muy oscuro. Alcanzo el reloj de mi mesita de noche y veo que al menos me dormí por unas dos horas y son más de las doce de la noche. ¿Estaba escuchando la voz de Jayden?
Voy hasta la puerta de mi habitación, la abro y me encuentro con unos hermosos y preocupados ojos ambarinos. Mi corazón se salta un latido, al recordar el caliente sueño que tuve con Jay.
-¿Qué pasa? - finjo frialdad, o al menos eso intento.
-Estaba preocupado, pensé que vendrías a comer. He estado todo el día llamándote.
Sin contestarle, me vuelvo hasta los pies de mi cama, en donde había lanzado mi móvil cuando llegué a casa antes de quedarme totalmente frita. El recuerdo de ese vívido sueño se repite en mi cabeza. Las manos de Jay sobre mi cuerpo, sus labios sobre los míos. Los pequeños mordiscos que me hacían soltar gemidos... Noto cómo se me corta por un instante la respiración y agito la cabeza para borrar por completo ese maldito sueño de una vez. Me maldigo en voz baja por ser tan tonta.
Estúpida mente calenturienta, estúpido sueño que jamás se podrá hacer realidad, estúpido Jayden y su estúpida novia.
-Kate... -La voz de Jay me hace volver al mundo y darme cuenta de que mientras yo agitaba la cabeza y me dedicaba a maldecir en voz baja, seguramente me veía totalmente ridícula frente a sus ojos.
Miro a Jayden y, tras un pequeño suspiro que logra calmar mi tensión, sonrío lo más natural que puedo, intentando no delatar lo falsa que es mi sonrisa en este momento.
-Sin batería, perdona -me disculpo-. A partir de ahora llevaré dos baterías siempre conmigo por si de una emergencia se tratase y te daré el número directo de mi despacho. ¿Qué querías?
Noto a Jay nervioso y, tras hacer una rara mueca, se rasca la nuca antes de hablar.
-Pues, yo... eh... -carraspea y hace un nuevo intento- había preparado la comida para los dos, pero no has llegado para comer, te la he guardado por si la querías cenar... -admite con una de sus hermosas sonrisas, lo que me hace derretirme por momentos.
¡Es tan tierno!
¡Mierda! No, no puedo. Tiene novia, por otro lado, ¿por qué leches me coquetea si tiene pareja? No puedo seguir así, tengo que centrarme en el contrato. ¡Eso es! Tengo que alejarlo.
-Grazie, pero ya he cenado, he tenido un duro día de trabajo y estoy agotada. Solo quiero ir a la cama. -Sin nada más qué decir, doy un paso atrás y cierro la puerta dejándolo fuera.
Noto cómo mi corazón se quiebra un poco conforme iba cerrando la puerta frente a sus narices. "Solo son cuatro años, céntrate en el contrato" -me digo una y otra vez mientras intento dormir.