Capítulo 3 2

-Lo sé -agregó Daniel-. Y de la casa del pobre también huyó. He estado hablando con varias como Casa Día, Ciudad del Niño, y a unas cuantas más, pero unas están al máximo o al ver su expediente, lo rechazan. En Casa del Pobre hasta me dijeron: "¿Y si nos mata?"

-Qué absurdo -agregó Sara enojada-. Porque él no es malo.

-Lo sé, pero la mayoría de las casas hogares disponibles son de niños o bebés, y Cristiano ya es un adolescente -ella me miró dudosa, quité la mirada de su rostro y comencé a decir casi entre balbuceos-. La casa más cercana está en León. Son todos de entre 15 y 20 años, así que podría pedir...

Se quedó callado de inmediato, pues Sara me colocó el dedo en los labios y acto seguido abrió los ojos como platos.

-¿Y la casa Renacer? -le dije a Daniel en tono bajo.

-Claro, cómo no lo había pensado -ahí su rostro cambió a decepción.

-¿Qué ocurre?

-Todas del patronato le tienen miedo a Cristiano, y tú me dices que Brenda, la presidenta, lo aceptará así como si nada. No me hagas reír -agregó en tono burlón.

-¿Por qué le tienen miedo?

-Sara, no lo olvides, su padre es un capo.

-Sí, ya lo sé, pero el chico no tiene la culpa y solo está esperando a que nosotros dos, los cuales somos ¡estúpidos! ante él, le ayudemos a tener un mejor futuro. Así que nada te cuesta levantar el teléfono y hablar con ella.

A regañadientes, tomó el teléfono y comenzó a marcar. Mientras tanto, observé al chico jugar con sus nudillos.

Todo había salido bien. La cena, bañarlos, eran las diez, y yo me dirigía con Carlos en brazos hacia la habitación, y mi compañera se llevaba a sus niñas soñolientas.

-Buenas noches, Mau, hasta mañana -me recosté, dejé a Carlos en su cama y me puse cómodo. Cerré los ojos y entré en un sueño profundo.

Hasta que entre sueños sentí un peso sobre mi estómago, y fue entonces que un ruido estremecedor entró por mis oídos.

Claro, el timbre. Mi mente reaccionó, y claro, tenía a Carlos encima de mí intentando despertarme.

-Mau, tocan -agregó el pequeño.

Rápido, me paré a un lado de la cama. Entonces pregunté al aire:

-¿Acaso ya amaneció?

-No, Mau -respondió el mayor.

-¿Qué es eso?

-¡Mau! -alguien me gritaba. Era Jazz desde las escaleras. Bajé a toda velocidad.

-¿Qué pasa?

-No lo sé, llevan 15 minutos tocando.

Caminamos hacia la cochera.

-Niñas, suban arriba -agregó Jazz.

-Rafa, quédate aquí y que nadie baje -ordené. Asintió con la cabeza y ambos nos dirigimos hacia la puerta.

-¿Qué hacemos? -no le contesté mirando el reloj-. ¡Son las 12! No he dormido ni siquiera dos horas.

-No han puesto nada en el chat de que vendría alguien.

Abrimos, pregunté expectante. No está. Esta ciudad es peligrosa y si nos quedamos dejo a media frase. Cuando escuchamos unos fuertes golpes en la puerta y de inmediato una voz aguda gritó:

-¡Policía ministerial, abran!

Abrí la puerta y me encontré con dos oficiales serios, uno de ellos sostenía un sobre amarillo. Me entregaron el sobre sin decir nada más y se marcharon rápidamente. Cerré la puerta y, con Jazz a mi lado, abrí el sobre con manos temblorosas.

Dentro había una carta y una fotografía. La carta decía: "Hemos encontrado al hijo del capo. Se llama Cristiano y viene a Renacer. Acepten esto como una orden. Cuiden de él, pero recuerden, no hagan preguntas."

La fotografía mostraba a un joven con una mirada penetrante, llena de rabia y desesperación. Jazz y yo nos miramos en silencio, conscientes de que nuestras vidas estaban a punto de cambiar.

Finalmente, Jazz rompió el silencio: -Mau, esto puede ser muy peligroso.

-Lo sé, pero no tenemos elección. Tendremos que manejarlo con cuidado. Mañana será un día muy largo.

Cerré la carta y guardé la fotografía, sabiendo que el amanecer traería nuevos desafíos y que el misterio de Cristiano y su pasado oscuro apenas comenzaba.

Esos dos tipos que nos habían entregado la carta habían dicho y gritado ante la puerta que eran una Policía Ministerial eso nos había motivado a abrir la puerta pero ahora casi 15 minutos después cuando jazz y yo estábamos a punto de irnos a dormir con aquel mensaje misterioso de que llegaría un niño nuevo se volvió a escuchar un abran esa puerta" -las palabras retumbaban en mis oídos como ecos-.

-¿Quién era la Policía Ministerial?

-¿La Procuraduría Estatal ya había llegado aquí?

Era una pesadilla. Los ecos de la voz de aquel policía parlante que nos daba órdenes retumbaban en mis oídos. Los ojos de Jazz pasaban de hacer lo siguiente: voltear, sonreír, voltear, verme nerviosa, ver la cara, volverla a voltear, abrir los ojos, volverme a mirar y ver el piso de nuevo, así una y otra vez. Hasta que, por fin, con la respiración agitada, pareció capaz de soltar las primeras palabras que le venían por la boca.

-Mau -dijo con voz áspera-, ¿qué vamos a hacer?

Que no la policía ya había venido a dejar su carta ahora por qué nos tocan por segunda vez

Mientras tanto, yo sentía cómo mi cuerpo flaqueaba, mi alma se desprendía y las pocas fuerzas para razonar se iban. Tenía miedo por los niños, por mi compañera y hasta por mí.

-¿Qué iba a pasar?

Y de la nada, mi mente decidió entrar en bucle y fue como si el tiempo se detuviera.

Todo continuó de manera normal. Jazz llegó a las 5 y, para entonces, yo había hecho un huevo con jamón y un licuado de plátano. Jazz llamó a la puerta mientras yo me encontraba viendo el río. Jazz vestía una camisa blanca y un pantalón negro.

-Hola Mau, gracias por cubrirme.

-No hay problema, tuve que hacer un pago y solo pude ir al banco hoy. Por la universidad no puedo, ya sabes, tareas y eso.

-No hay problema. He podido sobrevivir -me reí-. Qué bien se defendió ella. ¿Andrea dejó novedades?

-Solo que Juan es muy intenso y provoca muchas peleas.

-Pobrecito, no sabemos por qué habrá pasado.

Jazz y yo éramos amigos de universidad. Los dos éramos psicólogos sociales y teníamos el mérito de ser parte de los tres que sobrevivieron en esta carrera. Así que ambos hicimos el servicio en Renacer y poco después nos quedamos a trabajar. Caminamos hacia la enfermería, dejando la mochila sobre la camilla.

-Hola niños -saludó, agitando la mano, dejó sus cosas sobre la mesa para después acomodarse en la sala para vigilar a los niños.

Mientras tanto, Jazz y yo solíamos aprovechar este tiempo para ponernos al día, ya que entre la escuela, su novio y, sobre todo, su familia, a la cual era muy apegada, hablábamos muy poco. Yo divagaba entre mis pensamientos cuando Jazz tocó mi hombro para así llamar mi atención. Nos movimos a los sillones más alejados.

-Mira -susurró-, está tan quieto, ni parece él, parece un angelito.

-Ahora porque está drogado. Andrea comenta que esta semana ha sido de peleas, pues ya creo habértelo comentado -asentí con la cabeza-. Pero parece ser que Andrea se quedó corta, pues según Rubén, hasta la aventó y su cuerpo chocó contra la barra.

La cara de Jazz pasó de alegre a una de horror. Entre pláticas se nos fueron las dos horas que nos faltaban para la cena y a las 7:30 los niños cenaron sonrientes, algunos pedían su segunda ración.

-Juan, ¿me regalas más por favor? -agregó el niño mientras Mau servía su segundo plato.

Logré ver que Jazz lo miraba de reojo con algo de intriga, ella solía ser observadora, yo era hablador y parlanchín.

-Increíble -gruñó-, solo la comida lo mantiene quieto.

            
            

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