Capítulo 5 4

-Wow, tengo algo que decirle a la procuraduría de Guanajuato. Hay una posibilidad para Cristiano -y corrió y tomó el teléfono-. Yo quería decirle que no se hiciera ilusiones, pero no pude. Era una niña pequeña feliz porque había logrado.

Colgué el teléfono, diciéndole a Daniel que tendría 10 minutos para aclarar mis ideas y decidir qué pasaría con el niño.

Miré las cosas desde otra perspectiva, recorrí la sala de la oficina de mi casa con la vista, y fue ahí cuando recordé por qué comenzó esto. Fue ahí cuando recordé por qué mi socio y yo decidimos hacer esto de nuevo.

Aún recuerdo cómo hace 11 años había salido en las noticias aquel niño que torturaron, amarraron y quemaron, y que fue ahí donde Toribio decidió iniciar esto junto conmigo, toda la odisea que tuvimos que recorrer para encontrar cielo.

¿Acaso Cristiano era ese niño torturado al que yo debía acoger? Pero qué más daba, era un niño más, me podría hacer cargo de cuidarlo.

Sí, pero también, ¿qué haríamos si su padre volvía?, el riesgo en el que me ponía, quién sabe cuáles eran sus antecedentes. Pero para ser sincera, yo era una mujer lo suficientemente honesta, creía en los presentimientos y no creía en las coincidencias, sabía que si ese chico, Cristiano, llegaba a mí era porque necesitaba algo y yo debía dárselo. El corazón me lo decía, así que por primera vez en mucho tiempo hice lo que debía hacer, me fui a ciegas sin importarme quién era o de dónde venía, decidí que Cristiano tendría un hogar en la casa hogar renacer.

Sí, era obvio que tendría que proteger a todos, ahora cuidadores, niños y tal vez hasta a él, y tal vez tener a todo el patronato en contra mía porque me iba a juzgar, eso es cierto, pero decidí asumir el riesgo y eso es perfecto. Algo en mi interior me decía que debía estar ahí, que era él, así que decidí volver a llamar a Daniel y sin consultarle a Toribio.

Sara no había terminado su llamada, la procuraduría de Guanajuato estaba molesta ya que sus planes eran llevarse a Cristiano lo más lejos de su juicio, pues este era en Celaya y ellos querían trasladarlo hasta León, pero decidimos, o más bien creíamos, que él se quedara aquí para estar más cerca de su hermano, de su familia y de todos los que lo queríamos.

Eran las 5 en punto, ni un minuto más ni un minuto menos, y el teléfono no sonaba. A Sara se le partía el alma, yo lograba escuchar sus gritos ahogados donde no paraban de exigirle darle respuesta.

-Son las cinco con dos, ¿podrían darme tiempo? -gritó y entró casi tumbando la puerta de mi oficina-. 5:30 vendrán hacia acá, de hecho creo que serían capaces de viajar ahora mismo. ¿Qué vamos a hacer? Nada, dejarlo ir. ¿Ves que Brenda no nos contestó? ¿Qué te hizo creer? -le respondí enojado-. Que la presidenta del patronato iba a querer acoger al hijo de un capo y mis lágrimas ahogadas en mi corazón porque quería detener el tiempo pero tampoco tenía el valor de decirle al joven que nos miraba tras la vidriera que no tendríamos una solución.

Cristiano

Pasaron las horas y yo aún veía a esos dos idiotas discutir una y otra vez sobre lo que iba a pasar conmigo. Llegué a las 11, ya eran las 5 y estos dos seguían sin tener buen resultado. Entre más pasaba el tiempo, más satisfecho me sentía. Sabía que no me podría quedar aquí mucho tiempo. Haber escuchado a la procuraduría regional amenazando a sus dos representantes del estatal, mientras daba la garantía de que al menos me iría a una casa mejor, una llena de retos de adultos y tal vez con algo de suerte termine muerto. Sé que al principio pensé que me gustaría una nueva casa, pero ahora que lo pienso, ¿de qué me servirá una nueva casa si mi padre no me sacará? Quedan seis meses para que cumpla 18, pero nunca estaré libre. Llevaré el sello de ser hijo del capo. Y todavía estos dos pensaban hacerme pasar por un adolescente de 14 para que me acepten en esa disque casa. Jaja. No tendré mi libertad ni aunque sea adulto, porque él jamás me liberará de su yugo. Aún me duele la espalda de los duros golpes de la calle. Aún recuerdo cuando tan solo a los 14 años mi padre me hizo apuntarle con el arma a mi conejo favorito. Me hizo matarlo porque, según él, me haría más hombre. Y estos aún piensan rescatarme. Ya no hay rescate para mí. Nunca lo habrá. Ya son las 5 y pronto...

-Saldré al lugar donde tal vez todo esto se va a acabar -él estaba pensando en mi traslado a León, en eso y en tantas cosas, hasta que Daniel y Sara se pararon del otro lado de la puerta y empezaron a tocar-. ¿Acaso el milagro llegó?

Daniel me llamó dando las 4:30. Sé que me dio 20 minutos, pero yo sigo aquí recargada con la cabeza sobre el escritorio, con la frente recargada a la fría madera.

-Con mi patronato hablé con varias: con Rosita, con Vanessa, con Claudia, y todas llegan a lo mismo: Cristiano es un riesgo, es violento, golpeador, maltratador, pega, golpea, y lo último que hizo: intentar ahorcar a alguien. Dios mío, ¿y si pongo en riesgo a mis pequeños? Pero la corazonada que siento y el presentimiento de que esto es lo correcto, lo que quiero y el objetivo de cielo abierto juntos, y si debo ayudarlo. Y si yo soy su salvación. Aparte, me dio demasiado coraje enterarme de que Daniel me mintió. Si es cierto lo que me dijeron, y Cristiano está a punto de cumplir 18 años, ¿quién le daba el derecho a Daniel de mentirme? ¿Por qué mentirme? -Esa era la palabra que pasaba por mi cabeza cuando volteé hacia el reloj de mi escritorio: cinco con dos. Temblé y decidí tomar el teléfono. Lo que me dije a mi corazón en ese último minuto sería el destino de este chico.

-Sara, te dije que no serviría de nada, te dije que no valía la pena, te dije que no debemos ilusionarnos con que se quedaría aquí. Debemos avisarle a los de Guanajuato, porque entre más pronto lleguen, más bien será para él. Se lo deben llevar a León.

-No espera, son las 5:02.

-Entiende que esa no es una decisión fácil.

-Además, no pretendo permitir que Samanta salga con la suya y todos ganen y terminen haciendo de este muchacho lo que quieran. ¿Sabes que pueden llevarlo a una casa donde lo maltraten, donde uno no pueda hacerlo feliz?

-Sí, pero ¿quién te dijo que nosotros sí? -Me gritó enojado mientras me miraba con esos ojos tristes, como gritando y pidiendo auxilio.

Volví a pararme de mi escritorio después de escuchar lo que Sara tuvo que decir. Di vuelta sobre mi mesa una y otra vez. Cuando estaba a punto de rendirme e ir a lavarme la cara, sonó el teléfono. Brenda nos tendría una respuesta ya. Volví a colocar el teléfono en el escritorio y pisé el botón de altavoz.

-Hola -sonó una voz ronca del otro lado-. Bren, ¿nos tienes una decisión? -pregunté.

-Mira Daniel -contestó ella seria-. Sí, mira Daniel, y he de decir que no fue fácil. Estuve hablando con varias del patronato. No les dije de tu propuesta, pero todas coinciden en que Cristiano es un chico peligroso, que nos metemos en problemas con su padre, con el cartel, y que tenerlo en nuestras casas es un riesgo para familias, niños, trabajadores y muchas cosas.

-Lo sé, ¿y qué decisión tomaste?

-Espera, déjame terminar. Aparte, también creo que hay un malentendido. No quiero pensar mal de ti, ni mucho menos, pero tengo la sospecha de que mentiste. ¿Cuál es la edad de Cristiano?

-17, en 6 meses cumple 18.

-¿Y qué me dijiste tú? 14. ¿Por qué pretendías mentirme?

-Perdón, pensé que era la forma. Además, pensé que al hacerlo pasar por más joven, tal vez se te haría más fácil acogerlo.

-Escúchenme bien los dos -nos dijo con tono enojado-. Cristiano se queda en la casa Renacer y ocupará el cupo número 16 de mis niños, pero las reglas las pongo yo. A la primera que haga ese chico, o intente escaparse por cuarta vez, se va. Y sobre todo, siempre me dirán la verdad: si hay riesgos, si su padre está cerca, si estamos en peligro. No quiero mentiras y quiero que me dejen manejar mi relación con Cristiano como a mí me parezca conveniente, pues vive en mi casa y las reglas se las voy a poner yo. No pretendo que ustedes no se metan, ni pretendo excluirlos de su educación, pero sí sé que yo lo quiero educar y sí sé que yo lo voy a conocer y decidiré qué es lo mejor para él. Si no están de acuerdo, será mejor que busquen otra casa hogar.

Sara y yo permanecimos helados por un segundo, ahora entendíamos por qué me daba tanto miedo hablar con ella al principio. Es una mujer ruda, rígida, fuerte, a quien nada le espanta. Así que tanto a Daniel como a mí, no nos tocó más que sacar un ligero suspiro, y fue ahí cuando Brenda dijo:

-Ordenen todo en mi casa, lo estarán esperando. Espero su expediente y una reunión contigo el lunes por la mañana.

No me quedó de otra más que contestar con un sí, muchas gracias. No paré de mirar incrédulo a Sara mientras decía estas palabras.

-¿Qué ha pasado?

-Hemos convencido a la presidenta del patronato, Cristiano tiene casa hogar.

-Sí -dijo ella sonriente y parlante-. Le voy a marcar a todos, le diré a la procuraduría que les entregue su expediente, sus papeles y que ya no tiene ningún derecho de llevárselo -dijo ella jadeante y haciendo alarde.

-¿Qué acaba de pasar? -dije yo con cara de shock, todavía en mis ojos-. ¿Me estás diciendo a la presidenta del mejor patronato y que vamos a llevar nuestro caso a una de las mejores casas hogares que hay a nivel estatal en Celaya, cuando él ni siquiera le pertenece a esta procuraduría?

-Sí, ¿algún problema?

-No, simplemente que ella y sus líderes le tienen un montón de miedo -me dijo el procurador sorprendido por mis revelaciones-. ¿Cómo lograron eso?

-Ese es un asunto nuestro.

-Dígame ahora qué procede, manden los papeles, el expediente digitalizado, manden fotos y manden los correos.

-Trataré de que el programa lo asuma, al menos en unas tres horas tendremos respuesta, aunque si les parece demasiado, nosotros nos vamos -balbuceó.

-Hoy es sábado, ¿algún problema, licenciada? Porque puedo pasar por él si lo desea.

-No haga los trámites en menos de una hora, le prometo que tendrá los papeles hechos.

-Ese tipo es un idiota -dijo Sara al colgar el teléfono-. Dijo que si tenía algún problema con que nos hiciera quedarnos más tiempo a trabajar se lo dijera, para poder llevárselo.

-¿Y qué esperabas? -dijo Daniel bufando-. Cristiano es uno de los hijos de los narcos más buscados en este país. En el presente, tener a su hijo significa tener una carta, un seguro de vida y algo con qué extorsionar a los altos mandos, que no se te olvide cómo es este país.

-Pongámonos a la obra y mandemos todo -le ordené muy aprisa.

-Espera, tenemos que hablar con él, no nos ha visto en horas y lo único que nos ha visto es discutir, charlar, gritar.

-Okay, vamos -nos colocamos frente a la puerta y tocamos-. Podemos, claro, esta es su casa -dije casi gritando.

-Me puedo largar a León.

-¿Cómo lo sabes? Por favor, he escuchado tus conversaciones y todos escuchan esas cuatro paredes.

-No, Cristiano, te quedarás porque esta es la ciudad donde se está llevando.

-Tu juicio

-¿Qué? -exclamó, no sé si enojado, sorprendido o una mezcla de las dos-. Te hemos encontrado casa, somos conscientes de quién eres. La casa también te pide tu comportamiento, pues la directora es una de las presidentas del patronato, un pez gordo -pensé-. Hay más adolescentes, puede que haya un poco más de régimen y un poco más de orden en un par de reglas, pero rogamos al cielo que puedas acostumbrarte a ellas. Sabemos que no es fácil, pero cuentas con nosotros y ahora cuentas con ese hogar.

-Brenda, la directora, es una mujer buena y te apoyará, solamente no hagas nada -fue lo que dijo Daniel antes de cruzar la puerta y salir.

Por mi parte, yo le contemplé el rostro, tratando de ser una madre o una figura para él, le toqué la mejilla.

-Será un buen lugar, y recuerda, no estás solo y tampoco eres tu padre.

Y así, sin más, la mujer cruzó la puerta con una sonrisa fina y malévola al mismo tiempo. La despedí.

Renacer. La conocía, también era la mayor conocida, todos la odiaban, era una casa diferente, muy afamada y decían que en Renacer siempre tenían recursos y que era muy popular. Eso sí, tenía muchos adolescentes, habrá que pelear mucho, pensé. Les enseñaré quién manda.

                         

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