Capítulo 3 Elya

Al llegar a casa, la mujer se dio cuenta que era una chica. El bebé estaba desnutrido y ardiendo, tenía la nariz fría y sin embargo sudaba mucho.

Las noches anteriores había llovido mucho y seguro que la bebé llevaría más de un día abandonada en aquel lugar.

Con mucho cuidado la mujer la baño y la arropo con las telas que acaba de comprar en el mercado. Se puso a cocer agua para hacer un caldo de pollo que había matado su marido horas antes.

Después de darle de comer la durmió, estaba ansiosa por la llegada de su marido y así mostrarle el bebé que los Dioses pusieron en su camino.

El marido sacrifico a una cabra a los Dioses por la bendición del nuevo miembro de la familia, que éstos le habían otorgado.

Pasadas las estaciones el bebé ya no era bebé, si no una joven cría de ocho años al que habían llamado Elya. Así se llamaba la madre del padre, de la que tenía buen recuerdo antes de morir.

La niña tenía el pelo rojizo, largo y rizado. Tenía unos ojos marrones que expresaban dulzura e irradiaban luz, todo aquel que los miraba se quedaba cautivado con su mirada.

Ayudaba a su madre a realizar las tareas de casa mientras ella confesionaba los trajes.

Alimentaba a los animales y ayudaba al padre a recolectar las siembras.

Querían a esa niña como si fuese su propia hija, jamás le revelaron que los Dioses la pusieron en su camino.

Los otros aldeanos se empezaron a preguntar, ¿cómo era posible que esa niña tan hermosa de cabello rojizo fuese hija de ellos?. Algunos amenazaban con ir a los guardias para denunciarlos, otros les envidiaban y otros curioseaban sobre la belleza que está tendría pasada la adolescencia.

Hablaban de la idea de cortejarla una vez está llegará a la madurez, aunque algún soldado ya había intentado acercase a la pequeña.

Los padres con miedo a lo qué podría pasarle algún día a su pequeña bendición, tomaron una decisión. Tendrían que irse de la aldea y buscar su hogar lejos de los curiosos, aunque eso supondría dejar de trabajar para el rey.

Una vez tomada la decisión, el padre galopo sin rumbo y con la esperanza de encontrar un buen lugar para su familia.

Tardo una estación en volver, exhaustivo y con gran orgullo le dijo a la mujer que recogiera lo indispensable para partir a la noche y así nadie notaria su partida.

Elya como no era de extrañar ayudo a su madre ha hacer el equipaje, una vez que acabó se dirigió al corral y abrió la puerta para que los animales salieran. No iban a correr mucha suerte pero al menos tendrian la oportunidad de escapar y ser libres hasta su captura.

Llegada la noche, partieron. Esa era la última vez que pisarían el poblado, con tristeza dejaron lo que hasta ahora era su hogar.

Tres noches tardaron, lo días se hicieron duros ya que una tormenta les acompañaba sin cesar.

Sin embargo, allí estaba la familia de tres, parados en frente de una casita abandonada y sin apenas techo. Sabían que no era la casa más bonita de todos pero que llegaría a ser el mejor hogar para Elya. Lejos de todas las miradas y manos que querían hacerla suya.

La casa de la montaña sería un buen lugar para ellos.

                         

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