Había tomado la decisión de dejar atrás lo que pasó la noche anterior con ese desconocido , después de la boda le contaría todo a Juan.
Cuando escuchó el timbre de la puerta, se sorprendió al ver que era su padre, Maximiliano. No esperaba visitas a tan temprana hora y mucho menos de su padre, con quien había tenido una relación algo distante desde que comenzó a planear la boda. Aún así, se apresuró a abrir la puerta con una sonrisa en el rostro.
-Papá, ¿qué haces aquí tan temprano? -preguntó Andreina, dando un paso hacia un lado para dejarle pasar.
Maximiliano, con una expresión de seriedad inusual, no hizo el menor gesto de cortesía. Se plantó en la entrada con el rostro tenso, y la mirada en sus ojos era dura, como si estuviera luchando contra una tormenta interna. Sin decir una palabra, extendió el brazo y le lanzó un sobre a Andreina. El sobre impactó contra su pecho y cayó al suelo, deslizándose unos centímetros.
-Mira esto y entiende de una vez -dijo Maximiliano, su voz cargada de una mezcla de enfado y tristeza.
Andreina miró el sobre con creciente inquietud. Se agachó para recogerlo, su corazón comenzó a palpitar con fuerza. La curiosidad y el temor la invadieron mientras lo abría con manos temblorosas. Dentro del sobre había varias fotos. Andreina, con el estómago en un nudo, miró las imágenes y se encontró a sí misma besando a un hombre en la salida de un bar. Cada foto era un golpe a su corazón, un recordatorio cruel de algo que no podía recordar.
-Te lo puedo explicar, papá... -comenzó a decir, intentando mantener la calma. Pero antes de que pudiera continuar, sintió un golpe en la mejilla. La cachetada la tomó completamente por sorpresa. El dolor físico se sumó al emocional, y sus lágrimas comenzaron a salir, mientras se sostenía la mejilla con una mano.
-¡Papá! -susurró Andreina, su voz quebrada por la emoción y el dolor. Las lágrimas resbalaban por sus mejillas, y el ardor de la cachetada era casi insoportable. Miró a su padre con incredulidad y dolor, tratando de entender la rapidez con la que las cosas se habían deteriorado.
Maximiliano, con los ojos llenos de rabia y desilusión, no mostró ninguna señal de arrepentimiento. Su voz, ahora un grito lleno de desesperación, cortó el aire.
-A partir de ahora no eres mi hija. Juan canceló la boda y se va a casar con Ana. Esa es la decisión de los padres de Juan. ¡Mira lo que has hecho!
Las palabras de Maximiliano eran como cuchillas afiladas que desgarraban el corazón de Andreina. El compromiso que había soñado, el futuro que había planeado, se desmoronaba ante sus ojos. La noticia de que Juan había cancelado la boda era un golpe devastador, y la idea de que se casaría con otra persona parecía una cruel burla al futuro que ella había imaginado.
-Papá, escúchame. No sé qué pasó anoche. No sé quién envió las fotos a Juan. Esto es una trampa. A mí me drogaron con un afrodisíaco. ¡Créeme, por favor! -Andreina suplicó, con lágrimas cayendo de rodillas mientras se aferraba a su padre, buscando desesperadamente algún indicio de comprensión o piedad.
Maximiliano, con la mirada fría y dura, se apartó bruscamente. Su voz era un murmullo grave y cortante, como si cada palabra estuviera cargada de desprecio y dolor.
-Quiero que me devuelvas este apartamento y te pierdas de mi vista. A partir de este momento, dejas de ser mi hija. No quiero una zorra en mi vida. Si tu madre estuviera viva, estaría avergonzada.
Las palabras de Maximiliano eran una cadena de doble filo que caía sobre Andreina como una pesada losa. El dolor emocional era más intenso que el físico. Se sentó en el suelo, temblando, mientras sus lágrimas caían sin parar. La imagen de su padre, una figura que siempre había sido un símbolo de amor y seguridad, se había convertido en la de un hombre que la rechazaba sin piedad.
La realidad de lo que acababa de suceder comenzó a asentarse en el corazón de Andreina. Su mente se llenó de confusión y desesperación. Las fotos, el rechazo de su padre, la cancelación de la boda... Todo parecía un torbellino de desdicha y desolación. Se preguntaba cómo había llegado a este punto y qué podía hacer para revertir la situación.
Con un esfuerzo doloroso, Andreina se levantó del suelo. Sus movimientos eran lentos y pesados, como si estuviera cargando un peso enorme. Caminó hacia la sala, donde miró alrededor con una sensación de vacío. El apartamento, que una vez había sido un lugar lleno de promesas y esperanzas, ahora parecía desolado y sombrío. Cada rincón le recordaba lo que había perdido, el futuro que se había desvanecido en un instante.
Se acercó a la mesa donde había algunos preparativos de la boda. Había invitaciones, flores, y una lista de cosas por hacer. Todo parecía una cruel ironía ahora. La emoción que una vez había sentido al planear su boda se había convertido en una carga pesada. Los recuerdos de los momentos felices que había anticipado se sentían ahora como una broma cruel.
Andreina comenzó a recoger sus cosas también el desorden, intentando encontrar algo de normalidad en medio del caos emocional. Cada tarea parecía un recordatorio doloroso de lo que había perdido, pero sentía que debía hacer algo, aunque solo fuera para mantener su mente ocupada. La tristeza y la desesperación eran abrumadoras, pero había una pequeña chispa de determinación en su interior que no podía apagar. Sabía que no podía rendirse. Tenía que buscar la verdad, enfrentar lo que había sucedido, y encontrar una manera de reconstruir su vida, aunque el camino por delante pareciera oscuro e incierto.
Mientras limpiaba, el sol seguía entrando por las ventanas, iluminando el apartamento con una luz que parecía cruel en su claridad. Andreina se movía lentamente, como si cada movimiento fuera un desafío. La idea de enfrentar la verdad y encontrar respuestas parecía abrumadora, pero sabía que tenía que intentarlo. No podía permitir que la traición y el dolor la definieran. Tenía que encontrar la fuerza dentro de sí misma para enfrentar lo que estaba por venir.
Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, Andreina se detuvo y se sentó en el suelo, rodeada de las cosas que alguna vez habían simbolizado su futuro. Miró las fotos esparcidas por el suelo, las imágenes que habían causado tanto dolor. La realidad de lo que había sucedido seguía golpeando su mente, y la tristeza parecía infinita. El amor y el respeto que una vez tuvo con su padre y su prometido se habían desvanecido en un instante, y la vida que había planeado se había convertido en una serie de recuerdos dolorosos.
Pero, en medio de la tristeza, había una pequeña chispa de esperanza. Aunque el camino era incierto y lleno de obstáculos, Andreina sabía que tenía que seguir adelante. Tenía que encontrar la verdad detrás de las fotos, entender quién había planeado toda esta trampa, y tratar de recuperar su vida, aunque eso significara enfrentar una batalla dura y prolongada.
Mientras se sentaba en el suelo, con las lágrimas aún cayendo por sus mejillas, Andreina entendía que el viaje hacia la verdad y la sanación sería larga y desafiante. Sin embargo, en el fondo de su corazón, mantenía la esperanza de que algún día podría superar el dolor, encontrar la verdad y recuperar el amor y el respeto que había perdido. Aunque la tristeza y la confusión eran abrumadoras, sabía que tenía que enfrentarlas con valentía y determinación. La vida seguía, y ella tenía que encontrar su camino, incluso si el camino estaba lleno de sombras y desafíos.
Así que salió del apartamento y no tenía ni idea que iba a hacer con su vida, pero sabía en su corazón que su amiga Dai no la dejaría sola en estos momentos...
Continuara ..